MUJERES EN GUERRA

Una de las milicianas que más destacó fue la miliciana Mika Etchebéhère. Nació en Moisés Ville, provincia de Santa Fe (Argentina) en el seno de una familia judía escapada de los progroms de la época zarista en Rusia. Desde la época universitaria comenzó a militar en agrupaciones comunistas y socialistas. Por esa actividad política conoce a quien será primero su compañero y luego su marido, Hipólito Etchebéhère, joven estudiante de Ingeniería, de origen francés.

Juntos participan en la creación de un grupo político alrededor de la revista Insurrexit y también juntos ingresan en el Partido Comunista Argentino en 1924, militancia que solo dura dos años pues en 1926 son expulsados por sus desacuerdos con la política estalinista de PCA y por sus simpatías con la figura de León Trotski.

En 1931 se trasladan a Europa y tras unas breves estancias en España y Francia se instalan en Berlín. Los años alemanes son de intensa actividad política y de relaciones con grupos comunistas y trotskistas. El ascenso de de Hitler al poder y la derrota de los socialistas y de los comunistas les llevan a trasladarse a París donde se relacionan con el grupo Que Faire, de orientación trotskista.

Con el triunfo del Frente Popular en España, deciden instalarse en Madrid. En julio de 1936 ambos parten en una columna formada por militantes del POUM. En el primer combate en el que participan, la toma de Atienza, Hipólito muere y Mika ocupa su puesto. Por su valor, sentido común y su humanitarismo consigue las estrellas de Capitán y así será conocida, como La Capitana, por ser la única mujer extranjera que alcanzó ese rango en el ejército republicano. Su compañía se batirá en la defensa primero de Sigüenza y después de Madrid, en Pineda de Húmera y en Cerro del Águila.

En abril de 1937 fue detenida en Madrid, enviada a una cheka e interrogada como trotskista, enemiga de la República. Gracias a las gestiones de sus amigos, especialmente del anarquista Cipriano Mera, fue puesta en libertad pero ya no se la permitió volver al ejército. Permaneció en Madrid hasta días antes de la caída de la ciudad. Dejó un testimonio de su actividad durante la guerra como miliciana en un libro publicado en París en 1975, Ma guerre d’Espagne à moi, editado en español en el año 1976 por Plaza y Janes (reeditada en 2003 por Alikornio) con el título de Mi guerra de España. Testimonio de una miliciana al mando de una columna del POUM.

Tras la militarización de las milicias en el ejército popular, las mujeres fueron relegadas de su papel como milicianas y se dedicaron solo a tareas de retaguardia. Por ello, hay que reivindicar la lucha de las mujeres milicianas republicanas contra la opresión capitalista y patriarcal durante aquellos años de la Guerra Civil.

Autor: Pablo Alcántara


Conocemos a esas jóvenes con mono azul y pistola al cinto que en el verano del 36 se marcharon a los frentes a defender la República, entre un aura de romanticismo y mística revolucionaria. Mujeres que despertaron un gran revuelo en las trincheras por su condición femenina y por su actitud desafiante ante unos hombres que las vieron en su mayoría como objetos de deseo o como rivales. La historiadora Ana Martínez Rus las dibuja ahora en el libro Milicianas (Editorial Catarata).

toleranciacero.rne@rtve.es

En los primeros días de la Guerra Civil Española una joven monja que huye de su convento, conoce casualmente a un grupo de milicianas anarquistas de la organización feminista del movimiento libertario español llamada Mujeres Libres. Las acompañará al frente del Ebro cerca de Zaragoza, donde vivirá los rigores de la guerra y de la revolución social española de 1936. Basada en la novela del mismo nombre de Antonio Rabinad.

Rosario Sánchez Mora (1919-2008). Una de las muchas milicianas que lucharon en la Guerra Civil española, pero a la que Miguel Hernández inmortalizó en un poema, a partir del cual ha sido conocida como Rosario Dinamitera.

Miguel Hernández, hacia 1937

ROSARIO, DINAMITERA

Rosario, dinamitera,sobre tu mano bonitacelaba la dinamitasus atributos de fiera.Nadie al mirarla creyeraque había en su corazónuna desesperación,de cristales, de metrallaansiosa de una batalla,sedienta de una explosión.
Era tu mano derecha,capaz de fundir leones,la flor de las municionesy el anhelo de la mecha.Rosario, buena cosecha,alta como un campanariosembrabas al adversariode dinamita furiosay era tu mano una rosaenfurecida, Rosario.
Buitrago ha sido testigode la condición de rayode las hazañas que calloy de la mano que digo.¡Bien conoció el enemigola mano de esta doncella,que hoy no es mano porque de ella,que ni un solo dedo agita,se prendó la dinamitay la convirtió en estrella!
Rosario, dinamitera,puedes ser varón y eresla nata de las mujeres,la espuma de la trinchera.Digna como una banderade triunfos y resplandores,dinamiteros pastores,vedla agitando su alientoy dad las bombas al vientodel alma de los traidores.