Como futura maestra de Estudios Sociales aspiro al aprendizaje significativo. Es decir, no pretendo que mis estudiantes memoricen simples fechas, datos históricos y conceptos. Busco todo lo contrario, que los estudiantes aprendan a cuestionar y deconstruir el pasado, pues la historia es una invención de quienes en el presente interpretaron aquel pasado. De igual forma, que conozcan los problemas sociales, entiendan los diversos contextos en los que se vive y comprendan que somos parte de un mundo diverso en el que para mirarlo es necesario tener en cuenta el relativismo cultural. Para lograr esto, es necesario reconocer y establecer interconexiones entre distintas disciplinas. Esto debido a que cada materia no se enseña de forma aislada, sino que dependen entre sí. Por ejemplo, es posible entender ciertos procesos históricos mediante la lectura. También, desde la ciencia se pueden explicar los comportamientos humanos a lo largo del tiempo. Así mismo, las artes pueden servirnos para representar de una forma más interesante los aspectos de la sociedad.
Si me he propuesto llevar a cabo el proceso de enseñanza-aprendizaje lo primero que debo tener presente es la gran diversidad que nos define a todos. Es necesario entender que no todos los estudiantes aprenden de la misma forma y mucho menos al mismo tiempo, ya que existen inteligencias múltiples y diversos estilos de aprendizaje. Las aulas son diversas y es precisamente eso lo que las hace interesantes; dentro de ellas están presentes estudiantes de educación especial, excepcionales, de corriente regular y diversidad funcional; como quiera que le llamemos, la realidad es que son estudiantes que necesitan de nuestro apoyo. Dicho esto, al momento de planificar la enseñanza es necesario estar conscientes para tener un punto de partida y dirección. La diversidad también radica en las diferencias de clases sociales, raza, creencias religiosas, etc. Debido a esto, como maestra debo dejar de un lado mis creencias y prejuicios, para asumir una posición neutral sin dejar que mis perspectivas y emociones gobiernen la enseñanza. Estoy clara de que lo que nos diferencia es mucho, pero algo que compartimos es la capacidad que tenemos para aprender. Somos seres curiosos y estamos predispuestos a adquirir conocimiento, es por esto que es posible que todos aprendamos, al ritmo que sea.
Para alcanzar el aprendizaje es fundamental promover la motivación de nuestros estudiantes. Se aprende en la medida en que se encuentra la pertinencia, uno de mis objetivos en el proceso educativo es precisamente eso. Es decir, transmitir un aprendizaje significativo el cual puedan aplicar a su vida cotidiana. Al fomentar el cuestionamiento propiciamos el desarrollo del pensamiento crítico, vital para la construcción de una mejor sociedad. Al crear ambientes en los cuales los estudiantes se sientan seguros, esto se puede lograr. Para estos ambientes motivadores y seguros necesitamos hacer del proceso uno abierto bidireccionalmente. Propongo realizar actividades en las que exista un diálogo abierto entre el maestro y los estudiantes, en las que todos puedan participar. Otro factor importante en ese ambiente es conectar lo que se enseña con el presente por medio del uso de la tecnología y con la conexión entre las diferentes disciplinas. Lo importante es reflexionar sobre qué queremos, hacia dónde nos dirigimos y cómo lo haremos; pues el proceso de enseñanza-aprendizaje es uno que debe soñarse, pensarse y ser trabajado.