El matrimonio en la Edad Media

Bajo el violento ataque de las tribus germanas, la unidad del mundo mediterráneo se desintegró y occidente se vio aislado de la cultura del Imperio Romano que subsistía en Constantinopla como Imperio Bizantino. El declive de las ciudades de Europa occidental era ya considerable hacia el año 600. Gran parte del sofisticado conocimiento médico de los griegos se había perdido y el analfabetismo estaba muy extendido. En estos siglos aparece el Islam (Mahoma, 622) e inicia su expansión imparable. En occidente se desarrolla el feudalismo forma de organización que divide la sociedad en tres estamentos: los caballeros (señores, dueños de la tierra), los clérigos (curas y monjes, dueños de la tierra) y los vasallos que trabajan para los otros dos estamentos y pagan sus impuestos con los que los mantienen. A partir del año 1000, Europa empieza una época de estabilidad y crecimiento demográfico que implicará la recuperación de la ciudad y la aparición de una nueva clase social: la burguesía.

Aunque la Edad media empezó su declive con la peste de 1347-48 que diezmó la población europea hasta casi dos tercios, los siglos anteriores habían sido de crecimiento demográfico. Entre los siglos XII y principios del XIV, la población de Inglaterra aumentó de un millón a cerca de cuatro millones; Francia pasó de cinco a nueve millones e Italia de cuatro a ocho millones. Los europeos tenían más dinero y habían ganado seguridad. Del siglo XIII en adelante, el optimismo reinante sentó las bases para el nacimiento de un estilo de vida civilizado. Reapareció la vida urbana y con ella una nueva era de "cortesía" en la que los trovadores y los fabuladores satirizaban a los maridos engañados, las prostitutas y los seductores, Bocaccio elogiaba la sensualidad y algunos humanistas como Lorenzo Valía encontraron en los clásicos argumentos en defensa de las pasiones. Sin embargo, la prosperidad de los tiempos implicaba ciertos costes sociales; por ejemplo, hubo señales de una pérdida de sentimientos comunitarios. A media que se establecía una autoridad real centralizada, se iba creando una sociedad más individualizada.

Los Estados Bárbaros de Occidente habían empezado a surgir en el siglo V. Eran sociedades violentas, de paganos o recién cristianizados, y estaban marcadas por la endogamia, una dieta pobre y una baja estatura. Sus principales preocupaciones sexuales eran el temor a la violación, al rapto y al incesto. Las tribus germanas basaban sus leyes en la responsabilidad colectiva de la tribu y en la venganza recíproca. El suyo era un mundo rural de bandas nómadas de hombres jóvenes, solteros, quienes contrariamente a sus equivalentes romanos, eran considerados independientes una vez que llegaban a la mayoría de edad. Bien lejos quedaba la Europa cimentada en la cultura urbana y el comercio a larga distancia. En su lugar surgió una civilización más rural, más pequeña y fragmentada que conformaría lo que denominamos la Europa Feudal.

Los hombres y las mujeres de la Edad Media vivían en un medio fundamentalmente rural. A pesar de todos los intentos de exigir la sumisión femenina y de todos los métodos médicos y mágicos empleados para fomentar la fertilidad, el tamaño de la familia en la edad media era discreto, debido en gran parte a las estrecheces económicas. La realidad era que Las pequeñas granjas eran un reflejo de las pequeñas familias. Su tamaño era determinado por un matrimonio tardío. Puesto que la tierra era la mayor fuente de riqueza, los hijos normalmente tenían que esperar a la muerte o retiro de su padre para alcanzar la independencia económica que les permitiera la instalación de un nuevo hogar. Por otra parte, un gran porcentaje no llegaba a casarse nunca. Para aquellos que se casaban, su corta esperanza de vida combinada con un matrimonio a una edad tardía, daba como resultado uniones que sólo duraban alrededor de quince o dieciséis años, y una baja capacidad de reproducción. Muchas familias nobles tenían grandes dificultades en reproducirse e importantes dinastías terminaron por desaparecer. Puesto que era evidente que las rivalidades entre hermanos eran la amenaza más grande a la armonía familiar, se intentó no tener más que un hijo varón. El surgimiento de la primogenitura en el siglo Xl, que permitía la transmisión del patrimonio intacto al hijo mayor, disminuyó las tensiones.

Todavía en el siglo Xl existían dos modelos de matrimonio; el profano y el religioso. En el profano, la idea era hacer uso de todas las tácticas necesarias para proteger el patrimonio y asegurar la continuación del linaje familiar. El modelo religioso fue presentado por la Iglesia, que declaró la guerra a la endogamia y al divorcio. En un principio, miraba el matrimonio con desconfianza, pero con el tiempo lo utilizó como arma en contra de la lujuria y lo convirtió en sacramento. La elite se mostró reacia a renunciar al concubinato -con el fin de limitar los herederos legítimos- y a la endogamia, para proteger el patrimonio. La aristocracia dio por sentado que debía producir herederos varones y en consecuencia podía abandonar a las esposas estériles.

Hacia el siglo X, la teoría del matrimonio monógamo e indisoluble fue por fin asegurada, primero en el sur, más tarde en el norte de Europa. Las mujeres tendían a gravitar hacia hombres poderosos; el matrimonio era sellado por el intercambio de bienes y las relaciones sexuales; a partir de ese momento la esposa pertenecía la marido.

Como decimos; la monogamia surgió lentamente en el norte de Europa. Los galo-romanos practicaban el concubinato con las esclavas y también segundas nupcias para reforzar alianzas familiares. Entre los francos: el emperador Carlomagno (s.IX) tuvo cuatro esposas oficiales sucesivas y seis concubinas. La endogamia también se practicaba para fortalecer la familia y sólo decayó entre los carolingios después del Concilio de Mainz (829). Como vemos, la poligamia era aceptada y el "rapto" o secuestro era lo común. No está claro si los francos tenían divorcio, pero los borgoñones podían repudiar a su esposa por adulterio, "maleficio" (el uso de drogas para abortar) y por haber sido violada. Las mujeres estaban en todas partes sujetas al poder masculino; las adúlteras se arriesgaban a ser estranguladas o quemadas vivas, entre otras penas; aún con todo, las mujeres francas disfrutaban de ciertas libertades: no eran consideradas menores legalmente y podían actuar como tutoras de sus hijos.

En la sociedad germana, más turbulenta, los hombres tradicionalmente "compraban" a las mujeres pagando el precio de la novia. Aunque el decreto de Clotario III, en el 614, estableciese que la mujer debía de dar su consentimiento para casarse, la familia seguía concertando alianzas y los parientes del futuro esposo ofrecían un precio por la novia. El marido entregaba el "regalo de la mañana" como pago a la virginidad de la novia, se trataba de una cantidad que era devuelta a la mujer por su familia y que le servía de dote. Los germanos, que consideraban el parentesco bilinealmente, dejaban herencia tanto a los hijos como a las hijas.

El público aplaudía una vigorosa sexualidad matrimonial. Se gritaban obscenidades durante la ceremonia de casamiento para incitar pasiones. La familia llevaba a la pareja al lecho nupcial y exhibía las sábanas al día siguiente. Una consecuencia de esta vigilancia por parte de la comunidad fue que, a pesar de que las relaciones prematrimoniales eran comunes, el porcentaje de hijos ilegítimos era muy bajo, aunque con importantes variaciones regionales.

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La Iglesia irá transformando y adaptando el matrimonio para monopolizar socialmente todo lo que éste conlleva.

La consideración del matrimonio como sacramento no aparece de forma expresa en la enseñanza de la Iglesia hasta el siglo XII y se introduce como signo de la unión de Cristo y de la Iglesia (cf. Decreto pro armeniis del Concilio de Lyon II, siglo XIII, 1272).

Al parecer se debe a Anselmo de Laon (1050-1117) y a su escuela de teología el primer tratado sistemático del matrimonio como sacramento. Constaba de los siguientes apartados: origen e institución del matrimonio; fines del matrimonio; bienes; cuestiones relativas a la forma y efectos del matrimonio. En cuanto a la institución afirma que fue instituido en el paraíso y que tuvo una confirmación con la presencia de Cristo en las bodas de Caná. Por tanto su carácter sacramental queda dado por ser signo de la unión de Cristo con su Iglesia: la consecuencia es que sólo el matrimonio celebrado en la Iglesia es santo. El elemento determinante sería el consentimiento de los cónyuges.

Es curioso que hasta el siglo XII y tras el Concilio de Letrán I (1123) no se hubiera prohibido rotundamente el matrimonio del clero, por lo que podemos pensar que era bastante generalizado hasta entonces.

En los Cánones 3 y 11 se prohíbe el matrimonio a los sacerdotes, diáconos, subdiáconos, y monjes. También les prohíbe mantener concubinas y la permanencia en sus casas de cualquier mujer diferente a las admitidas por los antiguos cánones. Los matrimonios en vigor de los clérigos son nulos de pleno derecho, y los que los hubiesen oficiado son declarados pecadores y obligados a confesión.

En el Concilio de Letrán IV, siglo XIII (comenzó en el 1212) se revisó y fijó la legislación canónica referente a los impedimentos matrimoniales. Así el Canon 51 rebajaba al cuarto grado de consanguinidad la prohibición de contraer matrimonio y prevenía contra su clandestinidad.

Continúa en: El matrimonio en la Edad Moderna.

¡Raptada y loca de contento!, Roman de Tristán, s. XV.

Escenas de matrimonio

Escenas de amor cortés