El control en los primeros siglos del Cristianismo

Con la llegada de la Era Cristiana, las fuentes históricas dejan de ofrecer descripciones de métodos de limitación familiar y la única mención que se hace de ellos es para condenarlos ferozmente. Las condenas al aborto y a la anticoncepción por parte del clero pueden, cuando menos, ser tomadas como prueba del uso continuado de tales prácticas. Donde la iglesia se mostró realmente innovadora fue en hacer de la sexualidad el símbolo que marcaba la diferencia entre cristianos y paganos, a la vez que un importante indicador de la moral del individuo. Los casados y los célibes, los ricos y los pobres, habían adoptado como nuevo denominador moral común la importancia de controlar los impulsos sexuales. Una enorme carga ética pesaba ahora sobre los actos considerados inofensivos hasta entonces.

El aborto

El aborto temprano y la anticoncepción eran considerados por algunos cristianos como intentos de disfrutar los placeres sexuales evitando la concepción. La preocupación cristiana por el feto data de la traducción al griego del Antiguo Testamento en el siglo III a.C.. En el Exodo 21:22-3 se establecía el castigo de multas para abortos accidentales. Los culpables del accidente debían pagar una indemnización de acuerdo con el estado de desarrollo del feto. Si la madre moría, el castigo era la muerte. La traducción griega hecha por los judíos helénicos cambió el centro de atención de la madre al feto. La destrucción de un feto formado era considerada ahora como un asesinato.

El coitus interruptus

Los eruditos cristianos se mostraban tan preocupados como los paganos por la pérdida del semen masculino; de ahí sus diatribas en contra de la masturbación y el coitus interruptus (ambas aparecen históricamente bajo el nombre de onanismo). San Clemente de Alejandría argumentaba: "Por su divina institución para la propagación del hombre, el semen no debe ser eyaculado en vano, ni debe ser dañado ni malgastado". Los cristianos podían llamar "asesinato" a la anticoncepción e igualmente referirse a los homosexuales como asesinos, pero sabían que el semen no poseía un alma racional.

Epifanio de Salamina, obispo chipriota del siglo IV, fue el primero en utilizar la historia de Onán en el Génesis para condenar tales acciones. Onán fue muerto por Dios al negarse a tener hijos con la esposa de su hermano muerto y "arrojar su semen en el suelo". Los cristianos redujeron la causa de su castigo al acto específico de eyacular ex útero.

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La castidad

San Agustín dijo que el matrimonio podía ser defendido si producía descendencia, fidelidad y continencia. El "amor mutuo" era considerado por los cristianos como una pasión subversiva y destructiva y, por lo tanto, peligrosa para el matrimonio. La sexualidad continuaba simbolizando la caída en desgracia y el origen del caos. La impotencia, la frigidez y las erecciones eran, según San Agustín, incontrolables, todas demostraban la esclavitud del "hombre" por la lujuria. El matrimonio era bueno, pero el celibato era mejor.

Como indica un pasaje de un manual de penitencia irlandés la Iglesia impuso muchas restricciones en la frecuencia de las relaciones sexuales.

"Para cualquiera que esté casado legalmente, estas son las reglas de conducta: continencia durante las tres Cuaresmas del año, y los viernes, los miércoles y domingos, y entre las dos Navidades y entre las dos Pascuas, si va al Sacramento el día de Navidad y el día de Pascua de Resurrección y el domingo de Pentecostés. También deben guardar continencia durante la enfermedad mensual de la esposa y durante el embarazo, y durante treinta noches después del nacimiento de una hija, veinte noches después del nacimiento de un hijo".

Pesarios, tampones y brebajes

La idea de que el uso de un anticonceptivo podía ser un mal menor al ofrecer protección contra los peligros de un embarazo nunca fue expresada por los primeros cristianos. El deseo de las mujeres de continuar controlando sus cuerpos se mantuvo. Las censuras de la Iglesia dejaron claro que estas "cuestiones de mujeres" no desaparecieron. San Cesáreo de Arlés informó que las mujeres galo-romanas decían que podían beber cualquier poción que quisieran: "Afirman que el veneno que ha sido transmitido por la bebida no está relacionado con ellas". Pero los rabinos judíos hacían referencia al uso de esponjas en el "Tosephta" (230 d.C.): "Hay tres mujeres que deben cohabitar con una esponja: una menor, una mujer embarazada y una que dé a pecho a su hijo; la menor, porque podría quedar embarazada y morir; la mujer embarazada, porque el feto podría convertirse en un "foetus compressus"; la que amamanta a su hijo, porque podría matar a su hijo". La última preocupación reflejaba la creencia de que la leche de la madre podría dañarse si concebía; de igual forma, se manifestaba un interés por proteger al niño ya concebido de ser "aplastado" por otro nuevo feto.

Continúa en: El control de la fertilidad en la Edad Media.

Crismón paleocristiano.

Evangeliario de San Agustín de Canterbury, Roma, finales del siglo VI, conservado en Cambridge (GB), Corpus Christi College Library.

La palabra onanismo procede del personaje bíblico Onán, quien obligado por la Ley del Levirato a tomar por esposa a Tamar, la viuda de su hermano, practicaba el coito interrumpido con ella para evitar que ésta concibiera unos hijos que le serían asignados a su hermano muerto. De ese modo, impedía que la herencia de su padre se repartiera. Se refería principalmente al coito interrumpido; con el paso de los años el significado ha ido variando y hoy en día es sinónimo de masturbación.

Clemente de Alejandría (Titus Flavius Clemens) fue el primer miembro de la Iglesia de Alejandría en recibir notoriedad además de ser uno de los más destacados maestros de dicha ciudad. Nació a mediados del siglo II y se estima que murió entre los años 211 y 216.