Mujeres en el cristianismo primitivo

Solamente los herejes gnósticos y maniqueos permanecieron sensibles a los problemas de las mujeres y les permitían predicar y profetizar. San Ireneo (120-200 d.C.), Tertuliano y San Agustín protestaron de que tales herejías llegaran hasta el punto de perdonar el aborto y la anticoncepción.

Evidentemente no era simple coincidencia que el control de la fertilidad hubiera sido abiertamente discutido en el período helénico (s. lll, II y I a.C.) y el primer imperio (s.l a.C. y I d.C.) cuando las mujeres disfrutaban de una gran dosis de libertad. Tenían entonces ciertos accesos a una educación, ayudaban en algunos cultos religiosos y participaban activamente en las artes y en la medicina. Seguramente muchas habían sido atraídas inicialmente al cristianismo por su defensa de la igualdad de los sexos. Sin embargo, para el año 200 d.C. la Iglesia experimentó un giro para apoyar el orden político y social. Apareció entonces como una institución jerárquica, dominada por los hombres que reclamaban cada vez más en términos conservadores que las mujeres volvieran a su papel "natural", pasivo y silencioso.

Con frecuencia se ha dicho que la Iglesia sentía una debilidad especial hacia los oprimidos, en particular hacia los esclavos y las mujeres. Pero, de hecho, claramente dirigió sus esfuerzos a convertir a la élite urbana masculina. Más aún, los padres de la Iglesia más ascetas miraban a las mujeres con temor y aversión; su mayor preocupación era proteger a los jóvenes de sus métodos de seducción. La exaltación del celibato iba acompañada por la denigración del poder reproductor de la mujer. La misoginia de los cristianos, incluso de los moderados, era sorprendente: "Si no es para engendrar hijos que la mujer fue entregada al hombre como compañera, -preguntaba S.Agustín- ¿en qué otra cosa podría ser una ayuda para él?"

¿Qué había en el mensaje cristiano que pudiera atraer a las mujeres? La defensa cristiana del celibato, de la vida contemplativa, que claramente poseía un atractivo espiritual, presentaba la opción de evitar el matrimonio y la maternidad por completo. Las mujeres que se sentían atraídas por este tipo de vida no estaban motivadas por simple masoquismo. Se puede detectar en esta elección un auténtico deseo de superar y redefinir los papeles de los sexos. El matrimonio y la maternidad habían sido tradicionalmente controlados por los hombres para sus propios fines. Ahora, por lo menos, las mujeres tenían una alternativa legítima: la vida religiosa.

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Maniqueísmo, antigua religión que tomó el nombre de su fundador, el sabio persa Mani (c. 216-c. 276). Durante varios siglos representó un gran desafío para el cristianismo.

Mani nació en el seno de una aristocrática familia persa del sur de Babilonia (actual Irak). Su padre, un hombre muy piadoso, lo educó en una austera secta bautista, posiblemente la de los mandeos. A la edad de 12 y luego a los 24 años, Mani creyó haber tenido apariciones, en las que un ángel lo nombraba el profeta de una nueva y última revelación. En su primer viaje misionero, Mani llegó a la India, donde recibió la influencia del budismo. La rápida propagación del maniqueísmo provocó una actitud hostil por parte de los líderes del zoroastrismo ortodoxo. Cuando Bahram I sucedió en el trono persa al emperador anterior (entre 274 y 277), lo convencieron de que arrestara a Mani, culpándolo de herejía. Al poco tiempo Mani murió, no se sabe si en prisión o ejecutado. Los maniqueos estaban divididos en dos clases, de acuerdo a su grado de perfección espiritual. Los llamados elegidos practicaban un celibato estricto y eran vegetarianos, no bebían vino y no trabajaban, dedicándose sólo a la oración. Con esa postura, estaban asegurando su ascensión al campo de la luz después de su muerte. Los oyentes, un grupo mucho más numeroso, lo formaban aquellos que habían logrado un nivel espiritual más bajo. Les estaba permitido contraer matrimonio (aunque se les prohibía tener hijos), practicaban ayunos semanales y servían a los elegidos. Su esperanza era volver a nacer convertidos en elegidos. San Agustín, el gran teólogo del siglo IV, fue maniqueo durante nueve años antes de su conversión al cristianismo. Más tarde escribiría documentos importantes contra el movimiento, que además había sido condenado por varios papas y emperadores romanos. A pesar de que el maniqueísmo, como religión, desapareció del mundo occidental a principios de la edad media, se puede seguir su influencia en la existencia de grupos heréticos medievales con las mismas ideas sobre el bien y el mal como los albigenses, bogomilos y los paulicianos. Aún sobreviven muchas de las concepciones gnósticas-maniqueas del mundo, desarrolladas por movimientos y sectas religiosas modernas, como la teosofía y la antroposofía del filósofo austriaco Rudolf Steiner.

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Concilio de Nicea. Definió el dogma cristiano, sentó las bases de la teología y la moral que regirían en la Edad Media.

El primer Concilio ecuménico se celebró en el año 325 en Nicea (actualmente Iznik), ciudad de Asia Menor en Turquía y fue convocado por el Emperador Constantino I el Grande, por consejo del obispo San Osio de Córdoba

El objetivo de Constantino era mantener unido el Imperio romano, en grave riesgo de división, unificando a las diversas facciones religiosas que en ese momento se enfrentaban por distintas creencias. Existían dos corrientes cristológicas del cristianismo en aquel momento, que básicamente disentían en la relación y naturaleza del Hijo respecto al Padre:

  1. La primera sostenía que el Hijo de Dios era ontológicamente igual al Padre, ambos el mismo Dios, pues Padre e Hijo tenían la misma substancia (ομοουσιος - homoousios), es decir, consustancialidad. El obispo Alejandro de Alejandría y su diácono y sucesor, Atanasio, defendían esta postura.

  2. La segunda corriente, opuesta a la anterior, era el arrianismo, comandado por el presbítero Arrio de Alejandría y Eusebio de Nicomedia, quien sostenía que el Hijo, que se había encarnado en Jesús de Nazaret, era el unigénito de Dios y que por lo tanto tenía un origen, al ser la primera de las criaturas creadas, y por ello no era coeterno con su Padre, tal como ya habían defendido el obispo protegido por la reina Zenobia, Pablo de Samosata.

Tras la victoria del bando que defendía la consustancialidad, Arrio fue considerado hereje, por negarse a aceptar la declaración final del Concilio, y excomulgado junto a otros dos obispos.

Continua en: Mujeres en la Edad Media.

Santa Radegunda obtuvo el divorcio de su polígamo esposo Clotario I y pudo entrar en un monasterio. Poitiers, Biblioteca Municipal

San Agustín de Hipona (354-430), el más grande de los padres de la Iglesia y uno de los más eminentes doctores de la Iglesia occidental. La doctrina agustiniana se situaba entre los extremos del pelagianismo y el maniqueísmo. Contra la doctrina de Pelagio mantenía que la desobediencia espiritual del hombre se había producido en un estado de pecado que la naturaleza humana era incapaz de cambiar. En su teología, los hombres y las mujeres son salvados por el don de la gracia divina; contra el maniqueísmo defendió con energía el papel del libre albedrío en unión con la gracia.

Icono del monasterio de Mégalo Metéoron en Grecia, que representa el primer concilio ecuménico de Nicea, en el 325, en la parte inferior se ve al condenado Arrio.