Mujeres en la Edad Moderna

La edad moderna empieza con el Humanismo renacentista. La revalorización del ser humano que éste produce conllevarà una transformación absoluta de la sociedad europea e incidirá especialmente en la situación de la mujer. La Edad Media con su teocentrismo acaba y comienza una nueva era alrededor de una nueva filosofía, el antropocentrismo. La mujer empezará a ocupar espacio social, accederá a la cultura y transformará paulatinamente su situación frente al dominio que el varón había ostentado. La recuperación de la antigüedad clásica significó la recuperación de valores más igualitarios que la Edad Media cristiana había borrado casi totalmente, pero no del todo.

La legislación en esta época ha considerado a la mujer como un ser desvalido, inferior, incapaz de hacer cualquier tipo de acción, e incapaz de acceder a los mismos conocimientos científicos que el varón. Totalmente sujeta al esposo y con un control sobre su sexualidad, teniendo en cuenta que la pena de adulterio es mayor para la mujer; además debe llegar virgen al matrimonio, con todo lo que conlleva la palabra "pecado" de sentimiento de culpabilidad que lleva a la auto-represión.

No se le concede otro espacio que el hogar: la alimentación y el cuidado de los suyos, debe ser enseñada dentro del hogar... Se le impide el acceso a la cultura que junto con la reiterada superioridad masculina puede crear todo un sentimiento de inferioridad.

El debate que a lo largo de la época se tiene sobre la mujer se puede seguir a través de las obras de los moralistas y humanistas de Renacimiento, en las que se ve como se van construyendo y justificando científicamente, para la época, los roles de cada uno de los géneros.

Dos son los temas destacables: la justificación de la mujer como un ser inferior, basándose tanto en los clásicos como en los textos bíblicos yla conveniencia o no de que la mujer aprenda a leer y a escribir, es decir su posibilidad de acceder a la cultura -que en aquellos tiempos era patrimonio de la nobleza y de la nueva clase burócrata y burguesa que comienza a surgir-. Así pues, parece haber mucha preocupación por determinar qué papel debe realizar la mujer y cómo instruirla de forma que no plantee problemas al sistema patriarcal. Corresponde pues al educador/a guiar la cultura a la que la mujer puede tener acceso, que debe ser completamente diferente de la de los hombres.

Francesc Eiximenis (s.XV) decía: "...la mujer en su orgullo de querer parecerse a Dios, provocó ser humillada por éste, quien la sujetó al marido y la hizo notablemente inferior..."

Huarte de San Juan, médico durante la época de Felipe II, afirmaba: "... Luego la razón de tener la mujer no tanto ingenio, le nació de haberla hecho dios fría y húmeda, que es el temperamento necesario para ser fecundada y paridera, y el que contradice al saber; y si la sacara templada como Adán, fuera sapientísima, pero no pudiera parir, ni venirle la regla, si no fuera por vía sobrenatural......no quiero que la mujer enseñe, sino que calle y aprenda y esté sujeta al marido...".

A esto hay que añadir la discriminación sufrida en el momento de la fundación de las universidades, ya que a la mujer se le veta su entrada y formación en estos recintos. La cultura y estudios superiores han sido patrimonio exclusivo masculino hasta principios del siglo XX en que se permite a la mujer estudiar una carrera superior. Todos los conocimientos que la mujer tenía sobre medicina, cirugía, oftalmología... reconociéndosele su valía y competencia quedan relegados a una cultural oral y anónima. Como Luís Vives explicara en su obra, la mujer debe conocer "los remedios corrientes para los males de cada día, así como de las viandas que se consumen en el yantar cotidiano"; apuntándose así otra de las tareas que debería hacer la mujer: la alimentación. Otra de las materias que se le reservaba era, evidentemente, la asistencia a partos.

La mujer ha sido una buena "cliente" para la Iglesia desde el momento de su formación. La iglesia creó y se encargó de difundir dos arquetipos de mujer. El primero, Eva, se la presenta pecadora, desobediente, sexuada, la primera madre que es culpable del pecado original. El otro, la Virgen, madre de dios, asexuada, sumisa y obediente. El objetivo de toda mujer, según esto, será parecerse a María con todas sus características y virtudes. Es curioso como el gran pecado de Eva es uno de los justificantes utilizados para demostrar la inferioridad intelectual de la mujer. También la iglesia se encargará de llevar a cabo un control de la sexualidad ya que prohibirá las relaciones sexuales en determinadas épocas del año, por ejemplo en cuaresma.

Desde la mentalidad masculina, la virginidad es algo que conviene guardar, la figura de la virgen está por encima de la casada. La sumisión y obediencia de la mujer debe llegar para unos autores a extremos como aguantar y perdonar los malos tratos del esposo, aspecto éste que todavía está interiorizado en algunas mujeres de hoy. Asimismo, la esposa queda totalmente despersonalizada al tener que asentir, defender todo lo que el marido opine. La mujer es no por ella misma, sino por lo que es su padre o su marido, si está casada.

Hay que tener en cuenta que son muy pocas las mujeres que en esta época acceden a la cultura y pocas las que escriben o tienen una cierta influencia en las esferas de poder, lo cual no significa que no existan. Todas ellas pertenecen a familias nobles o bien situadas.

Entre ellas cabe destacar la que es llamada la primera feminista, Cristine de Pizan (s. XIV). A través de sus obras hace una defensa de la mujer y es partidaria de dar a la mujer educación para que sepa defenderse sola en la vida. Su obra más conocida es "La ciudad de las mujeres" en la cual crea una ciudad fortificada donde las mujeres puedan resistir el asalto del hombre. Otras mujeres que escriben en defensa de la mujer son: Sor Isabel de Villena (s.XV), de la que destacamos "La Vita Christi", donde ensalza la importancia que tuvieron las mujeres en la vida de Jesús. Teresa de Cartagena en el siglo XV escribía en defensa de la inteligencia femenina. Teresa de Avila escribe en el XVI reclamando el protagonismo de la mujer en la Iglesia, obra que fue quemada en la hoguera por la Santa Inquisición, ya que evidentemente se saltaba la regla establecida. En el siglo XVII, la mejicana Juana Inés de la Cruz escribía en contra de los límites intelectuales que se le imponían a su sexo.

En todas las obras de estas mujeres existe un deseo claro: liberarse de la tutela y la autoridad del varón. Toda la temática versa sobre la defensa del sexo femenino, escribiendo sobre las capacidades de las mujeres (mujeres que han detentado el poder, que han formado parte de los ejércitos...) y pidiendo la igualdad de los sexos en algunos casos. Son mujeres que no están conformes con el discurso misógino -pro-matrimonio y pro-familia entre otras cosas-, que se salen de la norma y que hacen pública su opinión a través de sus obras.

Maestro de la Escuela de Fontainebleau, “Gabrielle d'Estrées y una de sus hermanas”, h. 1595, óleo sobre lienzo, 96 x 125 cm, Musée du Louvre, París

Por lo que respecta a la educación de la mujer, las opiniones de los humanistas girarán en torno a la conveniencia de que aprenda o no a leer, que no a escribir. Mientras que algunos como Huarte de San Juan parecen contrarios a que la mujer aprenda a leer, a otros, como Eiximenis, sí que les parece positivo que sepa. Eso sí, la lectura de la mujer debe dirigirse hacia las sagradas escrituras y demás libros religiosos, y no hacia las novelas de caballería, de amor, libros profanos y de poesía. Un tipo de literatura que leían las mujeres nobles de la Edad Media y que junto con la práctica del amor cortés, constituían un reflejo de cierta libertad sexual femenina.

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"És arribat el temps, Mademoiselle, en què les lleis inflexibles dels homes no han d'impedir més a les dones de dedicar-se a les ciències i disciplines; em sembla que aquelles que siguen capaces, aniran a emprar aquesta honrada llibertat, la qual el nostre sexe en altres temps tant desitjava, a estudiar aquestes coses i mostrar als homes el mal que van causar al privar-nos del benefici i de l'honra que podrien en ells advenir. I si algú arriba a l'etapa en la qual siga capaç de posar les seues idees en el paper, hauria de fer-ho amb molt intel·lecte i no hauria de menysprear la glòria, però adornar-se amb ella abans del que amb corrents, anells i robes sumptuoses, les quals no podem considerar realment com a nostres excepte pel costum. Però l'honra que el coneixement ens portarà, no ens pot ser presa – ni per l'astúcia d'un lladre, ni per la violència d'enemics, ni per la durada del temps." Texto de Louise Labé (1525 en Lyon, Francia - 25 de abril de 1566 en Parcieux-en-Dombes, Francia). Escritora renacentista. La obra de Louise Labé, escasa en cuanto a cantidad, consta de un Débate entre la Locura y el Amor, de tres Elegías y veinticuatro Sonetos, muy conocidos, que por primera vez desde tiempos de Safo) cantan la pasión de una mujer. Su amor por el poeta Oliver de Magny inspira gran parte de sus composiciones líricas. Su obra se caracteriza por la autenticidad y el apasionamiento del sentimiento amoroso, así como por un acentuado sensualismo que la convirtieron en representante del erotismo poético (se la llamó la Safo lionesa).

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Por otra parte, la familia será la principal transmisora de los roles que deben cumplir cada uno de los sexos. No hay que olvidar las posibilidades que se le ofrecían a la mujer en esta época: el matrimonio -concertado siempre entre familias- o el convento. Pero a la mujer no sólo se la va a encontrar realizando las tareas del hogar. A la mujer se la encuentra trabajando en el campo, realizando otros trabajos junto a los demás miembros de la familia para ayudar al mantenimiento de la economía familiar cuando no hay trabajo suficiente en la agricultura; con el ganado; en el taller artesanal ayudando al padre o al marido, o a cargo de la tienda, si el taller que posee el esposo la tiene; siendo una mano de obra a la que no se le tiene que pagar una soldada.

La mujer recibe una preparación inferior para poder ejercer un oficio. Todavía hoy se encuentran justificaciones de este tipo cuando se plantean los lugares subordinados que las mujeres ocupan en las empresas. Solo las viudas podían llevar sus propios negocios con menos trabas, y no en todos los gremios.

También existen mujeres asalariadas, bien sea en el servicio, o trabajando en los talleres artesanales. Estas mujeres salen de sus casas para trabajar y por lo tanto también traspasan el espacio doméstico al que se les intenta relegar. Entre ellas se encuentran casadas que intentan complementar la economía familiar, solteras y viudas. Todas ellas trabajan por un salario inferior al de los varones, y muchas viven en situación de extrema pobreza. Quizás esto se pueda relacionar con el mayor número de mujeres que de hombres que se encuentran registrados en algunas casas de caridad, donde las mujeres y las niñas trabajaban las mismas horas que los varones adultos, mientras que a los niños se les permite una jornada de trabajo menor para que puedan ir a la escuela.

A finales del siglo XVIII, el debate sobre la mujer tendrá unos matices diferentes y será mayor el número de mujeres que contesten y disientan sobre el papel al que se les relega. Habrá contestaciones tales como la "Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana" en contestación a su homónimo masculino durante la Revolución Francesa, lo cual plantea además el tema de la participación de la mujer en la vida política de un país, y que se plasmará, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XIX con el surgimiento del Movimiento Sufragista y la organización de las mujeres.

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Olimpia de Gouges, (París, 1748-1793). Nacida en 1745 como Marie Gouges, hija de un carnicero y una lavandera, se casó con un anciano rico. Tras quedarse viuda, quedó con dinero suficiente para mantenerse a sí misma en Paris desde 1788, viviendo de los precarios ingresos que obtuvo como escritora. Pobremente educada, su gramática, ortografía y caligrafía dejaban mucho que desear y sus escritos tendían a ser demasiado prolijos y ampulosos. Pese a sus sostenidos esfuerzos, no consiguió ser una autora de éxito.

Ridiculizada por su franco y obstinado feminismo, sus tempranos intentos de organizar a las mujeres, su manifiesto rupturista por los derechos femeninos y despreciada como traidora a la revolución por oponerse a la pena de muerte contra el rey Luis XVI y su familia, se convirtió en un objetivo del Terror jacobino.

Prolífica escritora política, se manifestó claramente contra la represión jacobina y contra Robespierre y Marat. Acusada de ser una realista reaccionaria fue guillotinada en 1793.

Sin embargo, las obras de Olimpia de Gouges fueron a la vez profundamente feministas y revolucionarias. Exaltada por las ideas de la Revolución Francesa, publicó en septiembre de 1791 un manifiesto titulado La Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana. Tomando como modelo la Declaración de 1789, y aplicándolo de manera exhaustiva a las mujeres, escribió el, hasta entonces, más brillante y radical alegato en favor de las reivindicaciones femeninas.

Gouges reclamó un trato igualitario de la mujer con respecto al hombre en todos los aspectos de la vida, públicos y privados: el derecho de voto, de ejercer cargos públicos, de hablar en público sobre asuntos políticos, de igualdad de honores públicos, de derecho a la propiedad privada, de participar en el ejército y en la educación e, incluso, de igual poder en la familia y en la iglesia.

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Puedes leer la Declaración de los derechos de la Mujer y la Ciudadana de 1789 en el archivo adjunto.

Los clubes femeninos que se reunían en la Revolución Francesa fueron muy importantes para aumentar la autoestima de las mujeres y para manifestar que querían participar como ciudadanas activas en el proceso de transformación de la sociedad que se estaba fraguando.

En los primeros siglos de la Edad Moderna las mujeres fueron perseguidas por la inquisición y las confesiones religiosas hortodoxas simplemente por intentar controlar la su fertilidad. Eran ajusticiadas por brujas.

Por su conocimiento de la botànica aplicada a las curas tradicionales y a paliativos de todo tipo, las mujeres fueron tachadas de trato con el demonio y muchas sufrieron persecución, tortura e incluso muerte.

"El nacimiento de Venus", Botticelli, 1485. Uffici Florencia. Primer desnudo femenino profano en la historia del arte desde la antigüedad.

En el siglo XVI, cuando algunas mujeres empiezan a acceder a la cultura, muchos hombres temen que acaben dominándoles. Estos grabados manifiestan este temor machista. Se refieren a Phillis la esposa de Aristóteles.

"Susana y los viejos" de Alessandro Allori, escuela florentina del manierismo, 2ª mitad del s. XVI. La narración bíblica sobre "Susana y los viejos" servía a los artistas del renacimiento y del barroco como motivo para plasmar el erortismo y la lujuria.

Interior de una cocina. Vicenzo Campi, s. XVII

La autora teatral y activista revolucionaria Olimpia de Gouges (1748-1793) fue la protagonista de la contestación femenina. En 1791 publicó la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana (1791) que era, de hecho, un calco de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano aprobada por la Asamblea Nacional en agosto de 1789.

La Revolución Francesa empujó a las mujeres a la participación cívica y significó un enorme avance en la emancipación femenina.