La jerarquía de la propiedad intelectual.
Performance requires permission
M.Camí (4/03/2024)
M.Camí (4/03/2024)
Llega un punto en la vida en el que a todos nos han enseñado a citar, a referirnos a alguien anterior a nosotros que nos ha brindado la oportunidad de conocer, de saber. La probidad académica es un pilar fundamental en el discurso educativo, sin embargo, ¿qué diferencia existe entre reconocer el mérito intelectual de alguien y someterse a un sistema jerárquico basado en el permiso moral?
Al principio, puede parecer una exageración de analogía, propia de la generación de cristal; sin embargo, este breve comentario acerca de una reflexión que tuve, no quiere establecer ninguna tesis, sino simplemente poner en duda un concepto que llevamos tolerando ciegamente muchos años: el reconocimiento como forma de tranquilidad moral.
꩜
El otro día, mientras leía un articulo sobre la propiedad intelectual, encontré la siguiente frase: Performance requires permission. Actuar requiere de permiso. Esta frase, independientemente de su propio contexto, me animó a replantearme la dinámica interlocutora entre dos actores de conocimiento. Pongamos un ejemplo para entenderlo: un día te acercas a mi y me cuentas algo que has aprendido (“he descubierto que hay rumores de que Van Gogh no se cortó la oreja, sino que fue Paul Gauguin, el cual estaba con él la noche del accidente.”). La llegada de esta nueva información me plantea una dualidad de decisión: o bien escojo guardar el conocimiento en mi cerebro, o bien me entra por una oreja y me sale por la otra, es decir que no lo guardo, lo ignoro. (Esta decisión, cabe remarcar que no es una de carácter voluntario, es decir, no se puede decidir activamente si se quiere un conocimiento o no, sino que antes de haberlo pensado ya se ha escogido inconscientemente.) A partir de ese momento se podría pensar que este conocimiento es algo compartido, pues aunque antes lo poseía solamente uno de los dos, ahora, al habérmelo transmitido, lo poseemos ambos. No obstante, debemos tener en cuenta que tu conocimiento ha sido guardado porque otra persona o fuente te lo ha transmitido (pongamos que lo has visto en un video de YouTube o lo has leído en un análisis cinematográfico). Es decir, tú sabes esa teoría de Van Gogh porque lo has leído o escuchado en algún sitio o de alguien. Por lo tanto, ¿de quién es el conocimiento? ¿es mío o es tuyo? Puede que no sea de nadie, pero si no es de nadie, ¿eso significa que es de todos? A dónde quiero llegar es a que por mucho que el conocimiento sea algo generalmente público y accesible, yo he aprendido gracias a ti que existe una teoría conspirativa que acusa a Gauguin de cortarle la oreja a Van Gogh; por lo tanto, dentro de esta burbuja de conocimiento donde participamos tú y yo, tú eres el que posee el conocimiento y soy yo el que ha escogido saber y el que lo ha guardado en el cerebro (suponiendo que he decidido guardarlo, claro, de lo contrario todo esto no nos lo plantearíamos).
Una vez sabemos que tú me has transmitido este conocimiento, debemos entender que para mí, en ese momento, el máximo referente sobre esa pieza de información eres tú; tú me has enseñado eso, no internet o un video de Youtube, no me lo ha contado mi abuela, ni lo he aprendido en un seminario; me lo has contado tú. Por lo tanto, aunque tú me hayas compartido este conocimiento, ambos sabemos que nada de esto es gratis. Y cuando digo que nada de esto es gratis no me refiero a que me vas a pedir algo a cambio, sino que mi subconsciente sentirá que te debo algo; algo así como una deuda indirecta. Como cuando le debes algo a alguien, pero sabes que esa persona no te va a decir nada, sin embargo tu vas a tener en el peso mental de que le debes algo. Sientes culpa, necesidad de quitártelo de encima. Excluyendo el caso en el que te da exactamente igual deberle algo a alguien, normalmente suele ser incómodo sentir que le debes algo a alguien.
Bien, pues en esta situación ocurre algo parecido, sin embargo de manera muy silenciosa y pérfida.
Ante esta situación, yo, como individuo que ha decidido interesarse por la información que has compartido, necesito la aprobación de la inspiración tomada (es decir, tú) para poder desarrollar o compartir la mía de manera libre. Me explico. Básicamente, para yo poder ser “propietario” del trozo de conocimiento que has decidido transmitirme, necesito hacer algo para conseguir esa Green Light para poder tomar la propiedad de él. Es decir, si yo en algún momento quiero difundir que Paul Gauguin podría haber sido el que le cortó la oreja a Van Gogh, necesitaría de tu aprobación moral o intelectual para poder hacerlo de manera tranquila y libre. Por esto pongo énfasis en la idea de que este permiso nos proporciona tranquilidad moral, pues a mi si me da la gana podría ir a cualquier persona y contarles lo que me acabas de contar: “¿Sabes que hay rumores de que Paul Gauguin fue el que le cortó la oreja a Van Gogh?”. Yo podría hacer eso perfectamente, contárselo a toda mi familia, grupo de amigos, incluso podría dar una charla retransmitida en televisión donde lo expusiese; no obstante, jamás viviría del todo tranquilo. Y ¿por qué? Por qué jamás sentiría que ese conocimiento me perteneciese. Sin tu aprobación mental, sin que ambos tengamos una conversación implícita sobre esta pieza de conocimiento, jamás, podré conocer la tranquilidad moral. Más resumidamente; hasta que no reconozca directamente tu “autoridad” intelectual sobre la información de Van Gogh, el conocimiento nunca podrá ser mío. No hace falta que me arrodille para expresarte mi agradecimiento por compartirme un rumor que ni siquiera se sabe si es cierto o no, sin embargo sí que debo (moralmente) reconocer que he conocido esta información gracias a ti.
Esta situación, en una conversación con más actores de conocimiento (los cuales no saben acerca de lo de Van Gogh y Gauguin), sería algo así:
-Yo: Búa pues el otro día, justo la tarde después de que me dijeses (te miro refiriéndome a ti) que puede que Van Gogh no se cortase la oreja, sino que podría haber sido Paul Gauguin, me empecé a informar muchísimo acerca de la vida de Van Gogh (Sigue la conservación…)
-Tú: (aceptas mi reconocimiento)
-Todos los demás: (aceptan que esto que estoy contando es algo que he aprendido gracias a ti)
Este es el ejemplo perfecto de cómo se dividen los poderes epistemológicos (al menos en pequeños ambientes). En primer lugar, tú te sientes bien al saber que yo te he reconocido algo que tú has compartido, esto generando un sentimiento de satisfacción personal al saber que alguien ha desarrollado un gusto por Van Gogh por un comentario que hiciste. Por otro lado, todos los individuos alrededor nuestra (pongamos que son 4), ahora saben que mi información la he sacado por ti, por lo tanto, inconscientemente diferencian el conocimiento, haciéndolo más tuyo que mío. Es decir, saben que el comentario es mío y eso lo reconocen, sin embargo, en el fondo, nos diferencian, otorgándote a ti más acciones en la propiedad de ese conocimiento y a mi menos. Finalmente, yo, a pesar de no tener tanta porción de conocimiento en el tema, me siento tranquilo y realizado. Ahora, en este momento, el conocimiento de Gauguin y la oreja de Van Gogh pasa a ser un poco más mío. Este acto de reconocimiento ha hecho que pueda tener más propiedad en el conocimiento, me ha permitido ser más dueño de él.
E aquí el problema. ¿Qué cojones? ¿Dueño del conocimiento? ¿Por haberte reconocido el origen de este conocimiento? Es surrealista la reflexión. Sin embargo, todo lo que tiene de absurda lo tiene de ofensiva. Esta retorcida forma de ver una simple transmisión de un conocimiento, nos dibuja una clara pirámide jerárquica de la propiedad del conocimiento (como se puede ver justo debajo), donde tú te encuentras más arriba que yo y yo me encuentro más arriba que los 4 actores de conocimiento que acaban de presenciar el acto de reconocimiento.
Arriba de ti, no hay nadie porque yo no tengo ni idea de quien ha sido tu fuente de transmisión; lo que si que tengo claro es que ha sido alguien, quién sea, pues es imposible que sepas que Gauguin fue el que le cortó la oreja a Van Gogh a no ser que estuvieses allí y como no es el caso, pues sé que lo has aprendido de alguna fuente externa. En este caso, tu deuda es igual a la que yo tengo contigo, así como la que tú tienes con la fuente/persona que se encuentra encima de ti en la pirámide.
Por tanto, existe una jerarquía sobre el dominio del conocimiento. Te puede importar más o menos, pero es innegable que cuando alguien reconoce que X información ha sido extraída por una persona, le otorgas más dominio a la persona que a ese alguien que te transmite a ti la información. Como si de alguna manera, el conocimiento le perteneciese más a la persona con mejor posición en la jerarquía, a pesar de que tu te hayas informado más y objetivamente lo sepas mejor.
꩜
Somos adictos a la validación y a la vez somos esclavos del conocimiento. Estamos sometidos a una esclavitud silenciosa, residimos en un lugar donde el conocimiento no es de nadie, sino de todos, sin embargo al final siempre acabará siendo dividido y repartido desigualmente. Siempre seremos esclavos de la justificación y del reconocimiento a alguien superior. Nunca escaparemos de reconocer y agradecer a alguien mayor. Siempre le deberemos otorgar la responsabilidad epistemológica a alguien anterior a ti, alguien que supuestamente ha pensado, actuado o conocido mejor que tú. El conocimiento no es de nadie, sin embargo, la propiedad (una vez más) reina supremamente en un mundo dividido y condescendiente. Por ello, somos esclavos, porque cuando nos convertimos en los “amos”, esclavizamos a otra orda de personas interesadas por tu conocimiento. No hay escapatoria, solo sumisión al sistema. No hay escapatoria más allá de elegir entre conocer o desconocer.
Nada es gratis, la moral jamás descansa.
Nota:
Esta reflexión puede ser considerada como una forma extrema, absolutista y exagerada de plantearse el conocimiento. No estoy desacreditando mi escrito, simplemente lo pongo en duda, al igual que lo hago con todo. El escepticismo es un guilty pleasure, sin embargo, debemos tener en cuenta que este escrito no es ni mucho menos fáctico. Es una forma más (ya sea más o menos retorcida) de demostrar otro caso dónde la jerarquía adopta un papel relevante pero silencioso, tanto en el conocimiento como en las relaciones interpersonales. Puede que solo sea una forma más de demostrar que soy retorcido y que me guío demasiado por mi percepción subjetiva de la realidad. Este escrito es fácilmente contraargumentable, no obstante, no veo conveniente la refutación en este escrito. Prefiero presentar la situación y que el lector interprete y argumente a su propio jucicio y basándose en su propia versión de la realidad.