Otro deseo
Slow de Marija Kavtaradzè nos invita a repensar el amor, nuestra corporalidad y la intimidad desde la disidencia y la ternura.
M. Camí (05/04/2025)
Slow de Marija Kavtaradzè nos invita a repensar el amor, nuestra corporalidad y la intimidad desde la disidencia y la ternura.
M. Camí (05/04/2025)
Hoy, como la mayoría de días, me encontraba buscando qué película ver. Ni muy larga para que no fuese un coñazo, ni muy corta para que hubiese un debido desarrollo argumental y de personajes. He acabado viendo Slow, un filme de 2023 de la directora libanesa Marija Kavtaradzė, que nos presenta la historia de amor entre Elena, una profesora de danza contemporánea, y Dovydas, un intérprete de lenguaje de signos; ella responde a lo que comúnmente solemos entender por 'deseo sexual', él no. Una historia de amor, sí, pero no al uso. Quizá sea esa la razón por la que me ha gustado tanto esta película, a pesar de siempre decir que no soy un gran seguidor del género.
Hoy vengo a hablar de Slow –intentando no desvelar aspectos clave de la trama– y de la forma tan sumamente íntima y tierna de abordar, no solo la asexualidad de Dovydas, sino también las distintas aristas que presenta la intimidad y la afectividad, lo aplicable que su mensaje es para todas las relaciones –y no solo para aquellas que disiden de la norma.
Elena y Dovydas se conocen en la academia donde ella imparte clases de danza a personas sordomudas; él ha llegado para facilitar la comunicación entre ella y sus alumnos. Desde el primer momento vemos que la corporalidad asume un papel clave como medio de comunicación entre los personajes; primero con los alumnos –incapaces de escuchar y sentir la música e intentando descubrir nuevas formas de lenguaje, de expresión–, y luego con la relación de pareja que ambos mantendrán. Este paralelismo, en el que ella utiliza su corporalidad como una forma de expresión tanto artística como sexual, y él no lo considera necesario, genera una situación que desafía los cimientos y los límites de lo que ambos, pero especialmente ella, comprenden por ‘amor’.
“No me atrae nadie sexualmente. No me ha pasado nunca.”
“Entonces yo no te gusto?”
“No, sí que me gustas, por eso quería contártelo.”
La danza y la expresión corporal son aspectos fundamentales en la vida de ella, lo cual parece contrastar a la perfección con la poca necesidad de Dovydas de llevar a cabo su corporalidad. Sin embargo, que Dovydas use el término asexual para hablar de su deseo no significa que no comprenda el lenguaje corporal en su intimidad, como muchos de nosotros podríamos llegar a pensar. Por tanto, la película no habla tanto de la asexualidad de Dovydas (que también), sino de las formas que ambos tienen de comprender su propia corporalidad y el papel que le otorgan en su relación. Dovydas no renuncia ni al erotismo ni a la sensualidad, simplemente los entiende de otra forma. No le asquea pensar en ello, como bien responde a la pregunta de Elena, simplemente piensa en ello de manera distinta.
“¿Pero te asquea pensar en ello?”
“No, no me asquea. No pienso en ello y punto. O pienso en ello de forma distinta. No lo necesito.”
Es realmente interesante que se hable de la asexualidad como otra forma de percibir el encuentro sexual –sea con uno mismo o con más personas– y no solamente haciendo uso de su corta definición. En esta película, el término ‘asexualidad’ no es para Dovydas más que una etiqueta para definir un sentimiento inabarcable, en su caso ni siquiera explorado, pues no son pocas las veces en las que Elena le pregunta: "¿Cómo se siente ser asexual?" y él no sabe cómo describirlo con palabras. "No sé, así es y ya", suele responder. La película, pues, no muestra solamente la complejidad y porosidad de la ‘asexualidad’, sino que ayuda a desmitificar lo que colectivamente solemos entender cuando se habla del término. Nos invita a trascender la simple y reductiva definición (“orientación sexual en la que no se siente atracción sexual hacia otras personas”) y llegar a considerar todos sus factores, lados y etapas; considerar que, al igual que el resto de orientaciones sexuales, la ‘asexualidad’ no es más que una simple palabra para describir todo un paradigma de deseos y curiosidades corpóreas.
Además, Slow insta a forjar relaciones basadas en una comunicación honesta y constructiva, donde no se dé nada por sentado y que con el tiempo dará como resultado una confianza más sólida. Por ejemplo, en una conversación durante un campamento de verano al que ambos asisten –y en un momento de su relación en el que ya han expresado ciertos sentimientos mutuos–, Dovydas le pregunta si sería demasiado raro darle la mano. Ella responde que sí, pero que lo hiciese de todos modos. La relación entre nuestros protagonistas se construye de manera delicada e íntima, centrando especial atención en el afecto físico que desean transmitir y en qué momento quieren hacerlo.
En la película también se llegan a deconstruir los modelos relacionales establecidos y a considerar otros. Durante la vuelta en taxi, después de una noche de fiesta, Dovydas –quien ya había sentido ciertos celos con la manera tan tradicional en que Elena mostraba su deseo– le comenta que no le importaría que ella mantuviera relaciones sexuales con otras personas.
“Puedes acostarte con otros si quieres. Pero sí que me gustaría saberlo. Mira, no creo que haya una forma correcta de estar juntos. Hay muchos tipos de acuerdos, ¿no? Relaciones abiertas y todo eso. Joder, ¿quién puso esas normas que tenemos que seguir todos? No sé por qué todo tiene que ser así siempre (...) que esté todo pautado. La manera en que se supone que debemos actuar en una relación. Cómo acercarse, cómo hablar, qué decir. Pero esa vida no es para todo el mundo.”
Esta conversación pone en duda los valores afectivo-sexuales que han marcado la vida de Dovydas e invita a reflexionar sobre el impacto que estos tienen en la concepción del amor, el deseo e, incluso, de los roles de género. Dovydas es autoconsciente de que su forma de entender el deseo puede limitar a Elena en la suya y, por tanto, decide proponer otra forma de fundamentar su relación con tal de que ambos puedan acercarse a una libertad personal sin dejar de disfrutar el amor que sienten entre ellos.
Slow es una película que necesitamos, ahora más que nunca. No solo por la exploración de una orientación sexual culturalmente poco abarcada y representada, sino también por el planteamiento de otras realidades sexo-afectivas, que queramos o no, han existido, existen y existirán. En este filme encontramos otras formas de intimar en pareja sin olvidar la corporalidad; Elena y Dovydas bailan, hablan y ríen; no follan, pero eso no debilita su relación, su sexualidad trasciende a otro tipo de intimidad. Explorar el deseo es necesario, sobre todo desde la disidencia, desde la experiencia queer, desde la libertad y la interseccionalidad. En Slow se logra profundizar desde la comprensión y no desde el prejuicio, sin perder de vista las complicaciones que implica llevar adelante una relación disidente, que, a contracorriente, va abriéndose paso.