Colonización Hetero
La Hipocresía de la Masculinidad Tóxica en la Cultura Queer (carta a todos los queerbaiters, pero en especial los hombres)
M. Camí y M. Recio (21/06/2024)
La Hipocresía de la Masculinidad Tóxica en la Cultura Queer (carta a todos los queerbaiters, pero en especial los hombres)
M. Camí y M. Recio (21/06/2024)
Aunque parezca irónico, todo empieza con la palabra ‘Maricón’.
Este “pequeño e insignificante” término puede tomar dos caminos diferentes cuando es pronunciado por un hombre cis heterosexual. O bien se convierte en un insulto que dejará huella en la vida de cualquier hombre afeminado, o bien se quedará en una simple broma en un espacio queer-friendly, donde lamentablemente se perdona el hecho de que un hombre cis hetero la utilice. La jodida pregunta recae en por qué cojones perdonamos que una persona heterosexual, cuyo privilegio le ha permitido ser quién es sin ser día tras día ridiculizado al grito de ‘Maricón’, use esta palabra.
A veces nos preguntamos: ¿por qué no hacen entonces el mismo uso de la palabra ‘tortillera’ o de la palabra ‘marimacho’? ¿Por qué mayoritariamente ocurre con términos propios de los hombres homosexuales o bisexuales y no con aquellos relacionados con el lesbianismo o la comunidad ace? El caso es que este tipo de hombre, conocido por haber realizado el suficiente ejercicio mental para deconstruir su identidad y analizar su posición de privilegio en una sociedad llena de hegemonía masculina, es el mismo que necesita beber de nuestra existencia para reafirmarse como un ser progresista, abierto y deconstruido. Parece ser necesario tener relaciones queer para demostrar que son lo suficientemente abiertos y considerados; necesitan, pues, establecer un vínculo para reforzar su postura como HOMBRES.
El uso de la palabra 'Maricón' les acerca a un colectivo que históricamente ha estado separado socioculturalmente de la norma. Ellos, ahora, vienen a demostrar un avance en la mentalidad hetero, en la norma. Son rompedores y héroes, pero no lo suficientemente arrogantes y condescendientes, ya que muestran una humildad enmascarada que les hace esconder su único fin: salir ellos ganando. Quizás pueda sonar malévolo este discurso, pero es que somos las personas queer las que finalmente acabamos perdiendo; las que acabamos cediendo nuestra sexualidad para que un hombre hetero se ponga la medallita de bisexual con el único fin de follar con tías alternativas que se mojan al enterarse de la grandiosidad cognitiva que deberán poseer esos hombres. Luego, estas tías son las mismas que suben el TikTok diciendo que les atraen mucho los hombres que parecen gays; vaya, que les gustan hombres lo suficientemente abiertos para ponerse la etiqueta de bisexuales, pero no hombres afeminados; de ser así, quedan completamente descartados.
El hombre cis heterosexual, pues, ha conseguido varias cosas: en primer lugar, ha establecido cierto vínculo de amistad con personas queer, lo cual nos lleva directamente a la segunda cosa que han conseguido: su propia reafirmación sexual y de género. Ahora, más que nunca, son hombres deconstruidos, son hombres que han conseguido usar la palabra ‘Maricón’ de manera saludable; hombres que se han visto tres TED Talks sobre teoría de género y que tienen una hermana bisexual; collar de perlas y las uñas pintadas de negro. Ahora, de cierto modo, han dejado de ser heterosexuales; el caso es que jamás dejarán de serlo. Esto es justo lo que ellos desean; ser hombres heterosexuales (que nadie les quite el privilegio), pero ser lo suficientemente cercanos a la minoría LGTBIQ+ para que se les tenga en cuenta en la escena progre. No se pueden acercar tanto al feminismo, menos a la lucha racial, mucho menos a la lucha anticapitalista y de clase; tendrán, pues que acercarse a la escena queer cuyos rasgos son imperceptibles al ojo humano; es decir, no se puede saber la orientación sexual de alguien solamente mirando sus rasgos físicos; por tanto, nadie les puede decir que no son hombres bisexuales.
Este debate abierto es lo que hace que las personas queer salgamos perdiendo y los heteros ganando. Y sentimos rabia, porque justificáis vuestra masculinidad tóxica con vuestro grupo de amigos mayoritariamente queer. Ganáis con vuestra expresión dudosa de género que podéis permitiros, porque no os van a pegar ni insultar; nadie va a confundir vuestro género, porque vuestra voz es dos octavas más grave de lo habitual y hay un bigote escondiendo vuestras bocas manchadas de homofobia. Porque es homofobia, la apropiación del poco orgullo y la poca identidad que hemos podido conseguir como personas queer, y convertirla también en algo vuestro. Es homofobia no tener que clarificar tu sexualidad porque en vuestra cabecita neandertal, que a día de hoy aún no ha sido capaz de entender nada, cegados por el privilegio, lo guay es “no ser hetero”. Pero lo sois, aunque a las tías que os interesen “les vuelva menos locas”. No sabéis lo que es ser queer. No sabéis lo que significa. No es un cropped-top que podéis llevar, vosotros con vuestro cuerpo normativo y esa masculinidad tan deconstruida y sin embargo socialmente aceptada. No es la falda que os ponéis para ir a un museo, porque aunque seáis hetero sois conocedores de la opresión de las personas al tener que encasquetarse en ciertas formas de vestir. Ser queer no es pintarse las uñas de un color que no sea negro en verano y anillos dorados porque tu introspección filosófica te ha llevado a percatarte de todos los prejuicios que llevas encima y ahora has decidido mostrar “tu verdadero yo” (siendo, casualmente, el mismo que el de decenas de influencers igual de deconstruidos y cis heterosexuales).
Pudríos, porque os apropiáis de nuestra lucha y la convertís en vuestra y la convertís en un disfraz. Ser queer no es una mentira, no es una actuación. No es una estética que te ayude a liarte con más tías. La esperanza de vida de las personas Trans es de cuarenta años por motivos de suicidio. Las personas bisexuales siguen enfrentándose al binarismo en la sexualidad. Las familias siguen preguntándoles a las personas homosexuales que cuándo van a traer a un hijo (biológico) a casa, cuándo se les va a pasar “esto”. Por no hablar del binarismo en el género, donde no hay espacio en un paisaje socio-idiomático como el nuestro para algo más allá de la dicotomía chico-chica. Las camisetas sin mangas, “slutty”, como os gusta llamarlas con pequeñas sonrisas satisfechas, por las que a nosotros se nos pega, no son para enorgulleceros. No sois hombres deconstruidos porque os vistáis con prendas de ropa asociadas al colectivo siendo cis heterosexuales.
La reapropiación -y la aceptación de esta- de la palabra “maricón” o “transformer” porque, como las personas queer, "no la utilizáis como un insulto", es homofobia y transfobia. No es vuestra lucha. No es vuestro derecho. No sois más interesantes por ello. Por vuestra culpa, el colectivo LGTBIQ+ vuelve a quedarse, una vez más, rezagado, y vosotros, cual colonizadores, os lleváis lo bueno, pero escondéis el hurto entre publicaciones que abogan por los derechos trans.
Pudríos todos.