Charles Baudelaire

El alma del vino

Cantó una noche el alma del vino en las botellas:

«¡Hombre, elevo hacia ti, caro desesperado,

Desde mi vítrea cárcel y mis lacres bermejos,

Un cántico fraterno y colmado de luz!»


Sé cómo es necesario, en la ardiente colina,

Penar y sudar bajo un sol abrasador,

Para engendrar mi vida y para darme el alma;

Mas no seré contigo ingrato o criminal.


Disfruto de un placer inmenso cuando caigo

En la boca del hombre al que agota el trabajo,

y su cálido pecho es dulce sepultura

Que me complace más que mis frescas bodegas.


¿Escuchas resonar los cantos del domingo

y gorjear la esperanza de mi jadeante seno?

De codos en la mesa y con desnudos brazos

Cantarás mis loores y feliz te hallarás;


Encenderé los ojos de tu mujer dichosa;

Devolveré a tu hijo su fuerza y sus colores,

Siendo para ese frágil atleta de la vida,

El aceite que pule del luchador los músculos.


Y he de caer en ti, vegetal ambrosía,

Raro grano que arroja el sembrador eterno,

Porque de nuestro amor nazca la poesía

Que hacia Dios se alzará como una rara flor!»