Hubo un Tiempo en que las Logias Dominaron la escena local. ¿Quienes fueron sus miembros? ¿Qué legado dejaron?


Los masones, una historia donde

se mezcla el esoterismo y la política

Por Marcelo Lorenzo

Una de las sociedades secretas más misteriosas que han existido jamás, la masonería, ha suscitado fascinación y recelo al mismo tiempo. Aquí florecieron bajo el impulso de Justo José de Urquiza, él mismo un célebre masón, dejando una impronta social y cultural.

Aún no se ha escrito una saga de los masones locales, pese al potencial atractivo que tiene la influencia material y espiritual de las logias y sus miembros en Gualeguaychú.

Se diría que es un tema clandestino con mucha tradición esotérica e intriga histórica.

¿Por qué ha devenido en un tema tabú hablar de la masonería? En principio ella misma hizo del secretismo su manera de ser. De ahí que se asocie a una imagen de misterio, de ritos secretos, de intenciones ocultas, cuando no de un real poder en las sombras.

Pero además porque fue siempre una enemiga secular de la Iglesia Católica, de la que se convirtió en su contracara ideológica en el mundo occidental.

Las mutuas acusaciones de oscurantismo (por parte de las logias) y ateísmo (por parte de la Iglesia), que ambas organizaciones intercambiaron durante mucho tiempo, son un clásico de la lucha ideológica en Occidente.

Mundialmente los masones surgieron en el siglo XVIII para minar el poder de la Monarquía y de la Iglesia, las dos entidades que representaban el Antiguo Régimen. Protagonizaron tras bambalinas, camuflándose para evitar ser perseguidos, cuanta guerra, revolución y conspiración hubo en Europa y en América, contra el poder de los reyes y los Papas.

La masonería tiene dos dimensiones: una “esotérica”, que se mantiene oculta y secreta, y otra “exotérica”, que es lo externo y exteriorizable, accesible a todos.

El lado esotérico, que permanece en la penumbra, que el gran público desconoce, que tiene un costado misterioso, se vincula a su carácter de hermandad en torno a creencias gnósticas.

El gnosticismo es una mística secreta de la salvación, propia del paganismo antiguo. Los masones, así, al igual que los antiguos gnósticos, buscan la “gnosis”, el conocimiento profundo, de carácter místico.

Para celebrar esta suerte de culto los masones se reúnen en recintos exclusivos donde tienen lugar las “tenidas”, que siguen determinada liturgia, asambleas equivalentes a las misas católicas, aunque realizadas en absoluto hermetismo y sólo para los “iniciados”.

Desde el punto de vista exotérico, la masonería es una asociación que se identificó con la Ilustración, un movimiento europeo que buscó derribar el Antiguo Régimen y todas sus rigideces: la sociedad estamental, el absolutismo monárquico, la hegemonía intelectual y moral de la Iglesia.

Bajo esa bandera, lo que empezó siendo un gremio medieval de albañiles experimentó, a lo largo del siglo XVIII, una extraordinaria expansión entre sectores intelectuales y aristocráticos, creando una poderosa red de influencias por todo el mundo, cuyos miembros exportaron a todos lados el “liberalismo” en el plano político, social y económico.

POR ESTOS LARES

En la memoria local la masonería tiene genes decimonónicos.

Se sabe positivamente que los “librepensadores”, así se llamaban quienes adherían a sus postulados, pulularon en la época urquicista.

Tras la batalla de Caseros (1852), y a tenor de una movida de carácter nacional, el liberalismo triunfante se expresó en el resurgir de las logias, las cuales habían sido perseguidas durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas.

Por entonces se vivió un verdadero “boom masónico”, si es que cabe la expresión. Los masones animaron la empresa de la Organización Nacional y la Constitución de 1853.

De hecho los primeros cuatro presidentes que gobernaron la Argentina tras la caída de Rosas fueron masones: Justo José de Urquiza, Santiago Derqui, Bartolomé Mitre y Domingo F. Sarmiento.

En la segunda mitad del siglo XIX Gualeguaychú tuvo una intensa actividad masónica. Esas sociedades, siempre envueltas en un aura de secreto y misticismo, luego entraron en una suerte de ocaso, aunque dejando rastros en la memoria cultural y física.

El momento masónico coincidió con la vigencia del modelo ciudad-puerto, que no sólo hizo fluir riqueza sino que “europeizó” a la sociedad nativa, con el ingreso de extranjeros provenientes del Viejo Continente, muchos de ellos identificados con el ideario liberal masónico, como los franceses e italianos.

Se trató de un momento de quiebre de la historia local, que empezó a virar de la villa hispánica a la ciudad cosmopolita, la cual conoció un despertar social reflejado en la aparición de clubes, sociedades de socorros mutuos, liceos, establecimientos educativos, etc.

En la nueva atmósfera espiritual libertaria, la actividad política y periodística se incrementó, y los masones se reunían en cenáculos.

La historiadora Susana T.P. de Domínguez Soler cuenta que en 1850 un grupo de conspicuos vecinos de Gualeguaychú, vinculados a la masonería, fundó una sociedad que se denominó “Casino del Plata”.

Diez años después, treinta y nueve miembros de esa sociedad crean el “Club Recreo Argentino”, en cuya comisión directiva se encuentran miembros de tradicionales familias locales.

En tanto en octubre de 1875 se creó formalmente en Gualeguaychú la logia “Unión y Filantropía” Nº56, una de las tantas que proliferaban en el país, América y el mundo. Su sede estaba en el primer piso de la casa ubicada en la esquina SE de Urquiza y España.

La antinomia “católico” versus “masón” fue un clásico de la época. Aunque fue el masón Urquiza, como presidente de la Confederación Argentina, quien restableció las relaciones diplomáticas con el Vaticano, interrumpidas por Rosas.

Los vínculos entre familiares y políticos enlazaban prácticas relacionadas con logias y centros culturales”, refiere la historiadora local Leticia Mascheroni, quien hace notar que era común que ilustres vecinos alternaran entre el templo católico y el masón. Y había quienes sostenían que se podía ser cristiano y participar al mismo tiempo de las logias.

La masonería constituyó para mucha gente algo tabú, que alimentó la fantasía colectiva. El hecho de que sus adeptos se reunieran en secreto, y lo hicieran en ceremonias incomprensibles, la rodearon siempre de misterio.

El diario local, “El Noticiero”, en una edición de enero de 1891, da cuenta de la aprensión o recelo que despertaban las famosas “tenidas”.

Allí se lee: “Los procedimientos simbólicos de esta clase de asociaciones, el misterio de que están rodeadas, las sombras de la noche, y lo apartado y oscuro del lugar en que efectuaban sus tenidas, empezó a despertar en el ánimo de la vulgaridad, sospechas de que se trataba de brujas o aparecidos o algo así extraordinario y consiguientemente a levantar ciertas resistencias contra sus afiliados, a quienes algunos llegaban hasta suponer poseídos del demonio”.

LA IMPRONTA URBANA DE LAS LOGIAS

El testimonio físico de la actividad masónica de esa época se puede ver reflejado en mobiliario (que se exhibe en museos) y en el patrimonio arquitectónico local, sobre todo en edificios y tumbas.

Así, en el edificio de calle Montevideo N°132 existió uno de los templos masónicos identificados de Gualeguaychú. Aún hoy se puede ver en su fachada una profusión de simbología masónica, que conecta ancestralmente con el mundo de la construcción.

Por ejemplo, las columnas (árbol de la vida, unión entre el cielo y la tierra), el frontón triangular (tomado del templo griego y que simboliza la perfección), la escuadra (rectitud moral), el compás (los límites), el globo terráqueo (regularidad y sabiduría).

No es casual la relación de estas sociedades secretas con la arquitectura, ya que ellas se inspiran en los gremios de constructores del medioevo y utilizan mucha simbología asociada a la labor de albañilería (la palabra “masón”, de hecho, significa “albañil” en francés).

La iconografía masónica que se detecta, por ejemplo, en los elementos funerarios del cementerio Norte, testimonian no sólo la presencia de masones. El fenómeno debe entenderse en relación al estilo neoclásico de mitad del siglo XIX, expresión del ideario liberal de la época.

El neoclasicismo fue un movimiento de renovación artística producido en el siglo XVIII, y sus iniciadores fueron masones.

Fue un estilo de fuerte énfasis conceptual, caracterizado por la racionalidad, la normatividad, la ciencia y el orden”, refiere la antropóloga María Carlota Sempé, especialista en simbología y arquitectura masónica.

La masonería usó este estilo agregándole su simbolismo específico y resignificando los rasgos arquitectónicos propios del estilo”, dice la profesional.

Gualeguaychú conoció un boom constructivo a fines del siglo XIX, motorizado por residentes extranjeros, quienes dan origen a centros y sociedades cuya finalidad era brindar protección y servicios a los connacionales.

Al adquirir poder financiero, por esas actividades, lograron montar construcciones de envergadura. Así nacieron los edificios de la Sociedad Unione e Benevolenza, de la Societè Unión Française, de la Sociedad Operai Italiani y de la Sociedad entre Argentinos y Orientales.

Miembros de esas entidades interactúan estrechamente con las logias masónicas, más allá de que sus funciones fuesen diversas. Los unía el espíritu republicano, la filantropía y el sistema de creencias progresista y liberal.

Desde el punto de vista arquitectónico, los vinculaba el neoclasicismo, con su gran admiración por lo griego. En los edificios de las colectividades es factible reconocer símbolos clásicos masones, como manos entrelazadas, coronas de hojas, globo terráqueo, escuadra, compás, entre otros.

SIMBOLOGÍA EN EL CEMENTERIO

Los panteones y bóvedas del cementerio Norte de Gualeguaychú reflejan el estilo neoclásico. Pero también muchas expresiones funerarias presentan una simbología masónica explícita.

Las marcas masónicas no necesariamente están relacionadas con el difunto, sino quizá con el estilo del constructor, que integraba alguna logia.

Es el caso de Américo Patriarca, autor de varios de los panteones y bóvedas de la necrópolis local, y miembro de una de las sociedades secretas.

Impacta visualmente el panteón de este constructor italiano, en cuya fachada se destacan esculturas de ancianos con calaveras en las manos, y en la parte inferior querubines (caras aladas de ángeles).

El ejemplo emblemático de la presencia masónica en el cementerio Norte es el panteón de Jacobo Spangenberg, un empresario de la época que participó activamente en la vida cívica de la ciudad, y fue intendente en 1883.

En ese monumento funerario se visualiza, por caso, la fachada con dos columnas que sostienen el frontón triangular con el "ojo que todo lo ve" (símbolo del Gran Arquitecto observando la creación) en su interior.

En la puerta hay una clepsidra alada, una lanza y una antorcha unidas por un lazo, flores de nomeolvides, elementos agrupados de a 3, y en el interior el piso ajedrezado.

Otro miembro notable de la sociedad nativa de la época fue Luis Paulino Acosta. Era un influyente empresario casado con Isabel Méndez Casariego, hija de una familia tradicional de Gualeguaychú.

En el cementerio Norte puede verse una lápida de mármol con sus nombre tallado, encima del cual está el triángulo con el "ojo que todo lo ve", en tanto debajo hay un querubín sosteniendo una antorcha que apunta hacia abajo (vida que se extingue).

El conjunto está adosado a la pared del panteón de Emilio Marchini. La causa de esto es que ese elemento fue traído desde el "Cementerio Oeste o de La Loma", al cambiarse el emplazamiento a la necrópolis local.

En diversos panteones, bóvedas y placas, en tanto, se puede identificar simbología propia de la masonería.

Así se observan: lámparas votivas (que simboliza conocimiento divino), palma circular de hojas (triunfo sobre la muerte y trascendencia del individuo), antorchas hacia arriba (purificación por iluminación) y hacia abajo (extinción de la vida).

Otros elementos: clepsidra alada o reloj de arena con alas (el tiempo de la vida ha sido bien empleado y ha llegado a su fin), lazo (unión entre los hermanos masones), piso ajedrezado en blanco y negro (dualidad), flores de amapola (dos significados: regeneración y sueño eterno), hachas cruzadas (identifica a las logias de los carbonarios y los leñadores, muy usada en el rito escocés) y hojas de palma (victoria por las virtudes y los méritos).

ILUSTRES MASONES LOCALES

Los masones han contado entre sus adeptos locales con distintas personalidades que se han destacado en la política, la ciencia y la cultura.

Además de los nombrados en la nota, se menciona a Olegario Víctor Andrade, que se inició en la logia San Juan de la Fe de Paraná (1862) y fue miembro honorario de la logia Unión y Filantropía N°56 de Gualeguaychú.

Según la literatura masónica, José S. Alvarez (Fray Mocho), quien fue director de la revista Caras y Caretas, perteneció a la logia Unión y Filantropía de Gualeguaychú, al tiempo que integró otras sociedades en Buenos Aires.

Por otra parte, el uruguayo Isidoro de María, que llegó aquí de la mano de Urquiza para dirigir “El Progreso de Entre Ríos” -primer periódico de la ciudad-, fue un conspicuo masón.

Juan Manuel de Goyri estanciero y empresario y su hijo Bernardo Ramón Goyri, periodista y redactor de periódicos locales, fueron también miembros de la masonería local.

En el caso de Juan Francisco Seguí (h) abogado, constituyente, secretario de Justo José de Urquiza, casado con Cornelia Villar -hija de una renombrada familia de Gualeguaychú-, integró las logias Jorge Washington de Concepción del Uruguay y Bien Social de Rosario.

También figuran en los registros de la masonería Cándido Irazusta, médico e intendente de la ciudad en dos oportunidades; y Antonio Daneri, comerciante e intendente municipal, presidente en varias oportunidades de la logia Unión y Filantropía.

Entre los representantes de la inmigración francesa fueron militantes masones Joseph Lefevre, hojalatero y redactor de periódicos locales, y Honoré Roustán, empresario, secretario municipal y director del periódico “El Eco de Entre Ríos”.

Los registros locales dan cuenta que fue en la casa del comerciante Domingo Repetto donde se hicieron las primeras “tenidas” (reuniones) de la logia Unión y Filantropía.

La lista de masones locales es más larga y su extensión revela la influencia que tuvieron los miembros de estas sociedades en la comunidad local de fines del siglo XIX.

Revista Semanario Nº 122 - Junio 2022- Dirección Periodística: Rubén H. Skubij