ANÉCDOTAS SOBRE LOS SUCESOS OCURRIDOS EN EL SITIO SANTO


Historias y secretos del Cementerio Norte

Por: Rubén Skubij - Especial para Semanario

Fotografías: Jerónimo Fernández


Una recorrida diferente por el sitio donde la quietud predomina en forma notable. El Cementerio Norte, en su enorme predio, guarda historias y anécdotas desconocidas. Por allí pasaron “las lloronas” y se concentraban familias para compartir un encuentro en los días especiales. La noche, una experiencia única, con las fguras de diversas sombras.

La historia de los orígenes de Gualeguaychú se guarda en un lugar respetado y venerado por todos: el Cementerio Norte. Más de 56 mil 200 personas (registradas desde 1965) ubicadas en un sitio que a lo largo de décadas fueron y seguirán siendo visitadas por familiares, amigos y el resto de la comunidad.

Allí yacen los restos de hombres y mujeres que enriquecieron la ciudad en todos los aspectos: económico, social, cultural y deportivo, entre otros. Recorrer las galerías, panteones o los extensos sectores de la necrópolis nos ubica en lo importante que fueron aquellos que ocuparon cargos públicos o trabajaron en la actividad privada o entidades sin fines de lucro; también simples vecinos. Todos recibiendo diferentes homenajes los que se ven plasmados en los escritos de las lápidas.

El Cementerio Norte es una gran urbe donde el silencio o los ruidos de vientos con cantos de los pájaros nos invaden en forma permanente. Y de ellos son testigos directos y en forma diaria sus empleados los que tienen en su memoria “historias”, “situaciones” y sucesos pocos conocidos.

Inocencio “Lito” Gómez Pastor es el capataz. Se crió en la zona de la Capilla San Pedro de Gualeyán y estudió en la Escuela N° 6. Pasó desde chico por el sitio “sin saber que hoy cumpliría mi labor en este lugar”, contó a Semanario mientras señala con el dedo todo su alrededor.Lito ingresó a la municipalidad de Gualeguaychú el 1° de agosto de 1977 a la sesión Vialidad –cuadrillas-, en el predio instalado atrás del club Sud América. En 1980 se intervino el cementerio –problemas internos- “y el señor Escóboli que era mi capataz –había arribado de Buenos Aires- pidió que me pasaran acá”.

-¿Cuál fue su reacción?

Y mucho no me gustaba porque a pesar que me crié en el Gualeyán y conocía todos los lugares (pasaba por calle Sobral al cotado de los muros varias veces al día) no me sentía cómodo.

Corría el año 80, una mañana me encontré acá trabajando en algo que no imaginaba pero seguí y aprendí la tarea. Muchas veces los empleados más viejos -han fallecido-nos hablaban a los nuevos sobre ciertos trabajos que debíamos realizar, lo hacían para que tuviéramos miedo. Se hablaba de las reducciones y de los olores dado que los cuerpos estaban en muy mal estado, o que cuando fuéramos a nuestras casas al comer íbamos a recordar eso.

Éramos jóvenes y pensábamos que no lo íbamos a poder hacer. Pero conté con el apoyo de algunos compañeros como Néstor Peñalva que trabaja actualmente conmigo y otros empleados. Gracias a ellos aprendí a perder el miedo y olvidarme de todos los comentarios, me fui acostumbrando a manipular gente sin vida.

- ¿Acostumbrar a qué, por ejemplo?

Y bueno, aprendí a realizar reducciones, traslados y todos los servicios necesarios para este tipo de ocasiones; es medio complejo porque tenemos que adaptarnos a estar con familiares que están dolidos en ese momento por la pérdida de un ser querido. Los chiquitos son los que más siempre me golpearon. Cuando uno ve que sufren y lloran realmente ese el sufrimiento verdadero.

DÍAS “DE FIESTA”

Don Lito siempre trabajó en el horario de 6 ó 7 a 13, a veces de tarde cuando hacía guardia. “Una vez me tocó venir de noche cuando se produjo un grave accidente en la curva Barbará; estaba en casa y me fue a buscar Alfredo Ressel -jefe del cementerio en ese momento-.

Lloviznaba ese día, me dijo que había que ir hasta la morgue del hospital. Me encontré con varios muertos, con criaturas muy chiquitas, hasta ahora recuerdo eso, me tocó andar hasta la noche en el cementerio trabajando con esos cuerpos. Fue durísimo”.

-¿Qué ha cambiado en su etapa respecto a lo que le contaban en los años 80?

Vamos a hablar de la gente que estuvo muchos años atrás. En ese tiempo los empleados no tenían mucha seguridad, no usaban guantes. Tal vez estaban haciendo una reducción, se lavaban un poquito las manos en una canilla, iban y comían un sándwich, era otro tipo de gente.

No es como ahora que usamos todos los elementos de trabajo, incluso contamos con los baños para higienizarnos. Antes no había nada, cuando vine todavía estaban y relataban la tarea diaria y cómo se hacía.

El cementerio antiguamente, según comentarios, durante todas las celebraciones especiales como el Día de la Madre, el Padre o el los Santos; recibía a miles de personas, era impresionante. Se quedaban en el monte de atrás, pasaban el día, comían asados, tomaban.

Como si fuese una fiesta de carnaval el cementerio venían y gustaban de estar todo el día recorriendo acá. No lo viví a eso, sí la presencia de los familiares en todas las galerías y panteones, ahora esto no se ve.

EL CUENTO “DE LA LUZ”

Con 34 años de servicio en el Cementerio, aclara, no tiene problemas de recorrerlo en horas de la noche. “Siempre vine cuando me olvidé de algo, o caminé con un sereno o un jefe por diferentes motivos. Lo hice a las 23 o en invierno cuando ingreso a las 7 que está oscuro y no me pasó nada”.

- La mayoría de las personas no se arriman ni a la puerta de acceso en la noche…

Esas anécdotas y cosas que cuentan que un muerto hizo esto o apareció tal cosa, no sucede, nunca lo presencié. Ha habido compañeros que fueron serenos y comentaban que veían una luz que los seguía delante de ellos, que se metía dentro de un nicho, por ejemplo. También lo hizo mucha gente que veía luces que se metían arriba de un nicho. Siempre pensé y lo sigo haciendo hasta ahora que si hay un ruido en el cementerio de madrugada es por una puerta que se mueve por el viento o por las lechuzas panteoneras -en este caso los búhos- que chistan. O porque se cae una lápida que está floja por los movimientos de la galería que son antiguas y la encontramos rota al otro día.

Si me preguntas si pueden ser cosas de los muertos, que se vean ánimas o cosas así pienso que no. Siempre digo que si hay alguien que habla acá, es un vivo.

-¿Los serenos se encontraron con personas en el interior?

Ellos mismos han corrido a varios o detenidos a muchachos jóvenes que andaban haciendo macanas acá adentro. Más de una vez sacaron a varios, inclusive llamaron a la policía. El joven supuestamente hace alguna apuesta o algo parecido, supongo yo.Pienso que pueden ser jugadas o vienen en estado de ebriedad.

“LAS MACUMBERAS”

También lo hacen individuos por la macumba. Se siguen repitiendo esas historias, reconoció ante Semanario.

“En la puerta que da a calle Sobral más de una vez encontramos gallos muertos en una caja, comidas, copas. Tuve la oportunidad una vez de conversar con una macumbera, quería hablar conmigo para saber qué hacer para autorizarlos a colocar una ofrenda. Para esto, le respondí, no se requiere ningún permiso. Claro, una vez ya los había sacado la policía y allí comprendí que apuntaban a otra cosa. Querían hacer macumba dentro del cementerio lo que no está permitido”, relató.

-¿Lo citó la macumbera a su casa?

Sí, aproveché la oportunidad para saber más de sus intenciones. Ni bien empezó la charla le aclaré que nada podían realizar y me aceptó a que yo le hiciera unas preguntas.

Ella trabajaba con un supuesto pai. Traían comidas, ropa y otros objetos en el columbario o en el osario: como ser muñequitos de trapo con alfileres metidos, imagen de San la Muerte, flores con calaveras de plástico. En el columbario, en una oportunidad que subí, había un cajoncito chico de unos 20 centímetros. Según dicen ellos es para separar parejas o desear algo malo hacia una determinada persona. Además, me contó, hacen esos movimientos como un pago a los espíritus porque se le cumplió lo que ellos pidieron. Todo imaginario e irreal.

- ¿Insistió en hacer alguna actividad?

Sí pero le reiteré que todo estaba descartado. Sin van, vamos a llamar a la policía, afirmé en esa charla. No se puede, ni yo lo permito, ni el jefe ni nadie, está prohibido totalmente. Si alguna persona lo hace afuera del perímetro, que lo haga, es libre pero acá adentro no. En otra oportunidad le pregunté a una persona que no tenía nada que ver pero anda supuestamente en algo de estas cosas, por qué elegían el cementerio. Me respondió porque acá hay muchas lágrimas, dolor, y está fuerte el sufrimiento de la gente.

También han pedido tierra de las tumbas y se los rechazamos. Nunca le dimos a nadie, con qué fin quieren no se pero los muertos están muertos, nadie los debe molestar y yo me aseguro que esté todo controlado.

La conversación se interrumpió en varias oportunidades por los llamados constantes que recibe, es el capataz de uno de los cementerios más grande de la provincia. “Seguiré trabajando mientras Dios me de salud y vida, entré muy joven, nuestra jubilación es de 62 años de edad y 30 años de servicio. El 14 de mayo cumplí 58 años, me faltan cuatro. Voy a tener 42 años de servicio, del aporte estoy pasado pero eso no me interesa”.

Su agradecimiento es constante con Néstor Peñalva. “Él me orientó en todo, empezamos a salir a los 20 años. Me casé yo primero, después él, vinieron las comuniones de los hijos. Yo me divorcié y él enviudó. Es como un hermano porque hemos vivido la etapa juntos”.

LA MUJER Y EL DIABLO

Néstor Peñalva ingresó el 30 de abril de 1979 al Cementerio Norte y hoy continúa allí. “No recorrí ninguna otra sesión en la municipalidad. Llegué acá por un tío que era capataz, me hizo hablar con el jefe de entonces (Ressel). Tuve que esperar un mes, comencé un lunes a las 6 de la mañana, me dieron un montón de herramientas y a hacer pozos”, relató a Semanario.

-¿Le resultó fácil?

No me podía acostumbrar bien, a los tres meses estaba para irme hasta que más o menos le fui agarrando la mano. Venía del campo. Imagínese, de trabajar con animales pasé a tener muertos por todos lados. No es que tenía miedo pero no me hallaba pero pude sobreponerme y acá estoy, hace 36 años.

-¿Qué le llamó más la atención de este lugar?

Recuerdo que eran todas tumbas grandes. De sereno nunca trabajé, los que sí lo hacen cuentan que se escuchan ruidos, más en las noches de tormenta por la acción del viento que provoca la caída de floreros. No es que ande gente.

Los hallazgos de objetos fueron una constante. “Una madrugada, cerca de las 2, 15 años atrás, encontramos en la puerta 5 una estatuilla de una mujer y la completaba una figura del diablo. Tenía alrededor de un metro, al otro día la cargamos en una carretilla y llevamos al galpón. Permaneció más de un mes hasta que fue llevada y arrojada en el arroyo Gualeyán, dicen que el Padre Jeannot tomó conocimiento de esto”, relató.

Sobre esta ‘historia’ se recuerda que la estatuilla no se sumergía, flotaba, pese al importante peso. “Al final se hundió” y desapareció.

Peñalva rememora y habla de situaciones. “Lo de las macumbas era constante tiempo atrás, encontrábamos cosas insólitas como asado preparado al lado de una tumba, muñecos pinchados en el osario, gallos desangrados, velas encendidas en la noche”.

Yabrán y Gilda



A Inocencio Gómez Pastor le brotan historias del Cementerio Norte y de las cosas que ha vivenciado.

“Las muertes de Alfredo Yabrán y la cantante Gilda no me olvido más.

Al enterarme de la muerte del empresario vine por curioso, Ressel me vio y pidió que lo ayudara.

Estuve hasta las 3 de la mañana, viví todo a pleno.

Lo ingresamos en la bolsa anaranjada a la morgue, depositando su cuerpo en la mesada de mármol.

Lo miraba y no podía creer estar frente al hombre poderoso, en algunos momentos me quedaba solo con el cuerpo”, explicó con detalles que no olvida.

En tanto, Don Lito no conocía a Gilda. “estaba de guardia y un compañero me contó que en la morgue estaba la cantante.

No sabía de ella, ingresé y abrí la bolsa y estaba ahí, pobrecita, con el cuello dislocado”.



Cien mil


Desde 1965 que empezó la contabilidad, hasta el cierre de esta edición, se contabilizan 56235 personas inhumadas. La idea fue del administrador de ese entonces –de apellido Gómez-.

“Consideró pertinente hacer un relevamiento y desde ese momento existe un registro. Pero la apertura de este cementerio data de 1877 por lo que se considera que una cifra similar descansa en este lugar porque no se realizaron las anotaciones correspondientes”, consignó Gómez Pastor.

A esto hay que recordar los otros lugares santos con que contó la ciudad desde su fundación.

El Cementerio Norte fue inaugurado el 2 de noviembre de 1877 a partir de una Ordenanza suscripta por el Intendente Asisclo Méndez en 1875 para que se construyera uno fuera del ejido de la ciudad.

Se estima en cien mil las personas inhumadas.

Las Lloronas


Gómez Pastor ha visto muchas situaciones. Recuerda el arribo “cada tanto de dos señoras vestidas totalmente de negro, enteras. Se dirigían a una de las galerías de los jubilados. Ingresaban conversando normalmente como que nada pasaba. De repente –frente a un nicho- comenzaban a llorar a los gritos, después rezaban, bajaban y se

iban tranquilamente conversando. Les pusimos las lloronas, parecía que eran dos contratadas para derramas muchas lágrimas”.

Acotó: “cuando lo cuento se me viene todo a la memoria, a estas dos mujeres las veo en ese nicho y con su vestimenta”.

Sensaciones en la noche

Confieso que fue la primera vez que caminé por el interior de un cementerio en horas de la noche.

El de Gualeguaychú cuenta con varios sectores donde se han colocado importantes lámparas que rompen “lo oscuro”.

Aunque uno sigue rodeado de panteones y galerías de nichos. Junto al fotógrafo Jerónimo Fernández, acompañados por el sereno Juan Cabezas, encaramos e ingresamos.

Y las sensaciones fueron fuertes y cambiantes al mismo tiempo.

El silencio impacta, los únicos sonidos son el provocado por las palomas “panteoneras”, los árboles y el ladrido de varios perros que son fieles amigos de los serenos del lugar.

Y nada más. Al caminar se observan las interminables figuras de sombras producidas por una penetrante luna y alguna que otra luz provenientes de las galerías. No pasa nada en un cementerio en la noche. También es cierto que somos pocos –ahora me incluyo- los que “nos animamos a entrar”.

El sereno acostumbrado a caminarlo varias veces por día- portando una potente linterna nos guió siempre. “Quieren ir al Columbario”, preguntó. Allí fuimos. Un sector especial donde están los pequeños nichos. Una galería cerrada, la oscuridad es total. Llegamos hasta el acceso y Jerónimo logró unas imágenes únicas. Desde el subsuelo de una galería de nichos emana una luz y un silencio que se torna especial.

Panteones con las puertas abiertas (como el de los residentes uruguayos), flores esparcidas por el viento, palomas que producen una estampida en cualquier momento, y el caminar por la zona de panteones en la absoluta oscuridad, son una característica.Ingresé con el temor y toda la carga de relatos y anécdotas. Salí con sensaciones encontradas, las que estoy compartiendo con el lector.

Revista Semanario Nº 39 - Junio 2015- Dirección Periodística: Rubén H. Skubij