“VUELTA DE LA 25” – RIBERA SILENCIOSA – COSTANERA, LA NOVEDAD


Hábitos y cambios en el verano de la ciudad

El verano de Gualeguaychú, con todas comodidades y avances, dista mucho de las jornadas calurosas de los años 50 ó 60. ¿Cómo pasaba esas jornadas el vecino?. Interrogante que analizamos con una docente e investigadora.

Por: Rubén Skubij

Delia Reynoso de Ramos

El verano es la época del año donde una ciudad cambia su fisonomía dado el movimiento que adquiere. Sucede en las pequeñas y de gran desarrollo, tomando mayor dimensión las consideradas turísticas.

Gualeguaychú a lo largo de su historia trajo para su comunidad cambios constantes, un progreso que es destacado en la provincia. Las sucesivas generaciones generaron obras en beneficio de todos, incluyendo al segmento turístico.

Pensar en una ciudad en los años 50/60 y posterior a la presencia de los puentes/Túnel que comunicaron a Entre Ríos con el resto del país y el Uruguay; es materia de la presente nota.

Imaginar a la juventud paseando por la Costanera un domingo de enero en la década del 60 es impensable puesto que “la movida” pasaba por calle 25 de Mayo.

La profesora Delia Reynoso, investigadora de los sucesos y acontecimientos del lugar, dialogó con Semanario. La diferencia es notable, cambió mucho el modo vida en Gualeguaychú en verano, las siestas/tardes eran muy calurosas por lo que había creatividad. “Por ejemplo, los comercios confeccionaban los tradicionales almanaques pero sumaban otro recurso publicitario que era la pantalla de cartón.

Al frente un paisaje o la cara de un personaje como Gardel o de alguna diva del cine argentino, en la contracara se inscribía la propaganda del comercio. A fin de año te obsequiaban la pantalla que se utilizaban”.

En aquellos tiempos “no podemos hablar de ventiladores de techo, en una casa tal vez se instalaba uno, con los comercios pasaba lo mismo donde el aire acondicionado no se veía. A lo sumo en los comercios importantes, salones de fiesta y bancos estaban unos grandes ventiladores de techo”.

Relató que la movida del verano desde mediados del siglo XX estaba en la calle 25 de Mayo en la que por las tardes-noches confiterías, bares y pizzerías instalaban mesas en las veredas; ejemplos: Confitería París, Bar Caravana, Bar Central y Pizzería de Pedrito, ambos en 25 de y Montevideo. “Las heladerías completaban las propuestas para disfrutar del verano en Gualeguaychú. Se pueden mencionar Heladería “Don Pepín –ubicada aproximadamente donde se encuentra ahora una reconocida joyería; Helados Danil y Heladería Vaena, hasta que llegó Bahillo y se instaló en la Costanera”.

La “vuelta por la 25” era el paseo obligado de la juventud, algo así como lo que es la Costanera hoy, aunque en menor dimensión porque era inferior la población y no existía el turismo. “En aquella época todos nos conocíamos”, aclaró. “Para soportar el calor del verano, puertas y ventanas de las casas estaban abiertas, sin temores ni riesgos; sólo con el propósito de hacerlo más llevadera la canícula”.

- El turismo no existía décadas atrás.

Pensar en la explotación turística en aquellos tiempos era una utopía por la geografía, Gualeguaychú era casi una isla y la conexión con Buenos Aires exigía un viaje de varias horas por malos caminos, cuestión que se superó con el complejo Brazo Largo-Zárate y el Puente a Fray Bentos.

El puerto a pesar que ya no tenía tanto movimiento lo seguía siendo, no “paseo del puerto”, función que cambió con el actual perfil de ciudad que apunta al turismo como otro recurso económico.

La Costanera, no tenía la convocatoria que tiene en la actualidad pues era un sector de la ciudad casi despoblado, con poca edificación y sin movimiento comercial. Era un espacio para contemplar el río, que cambió su fisonomía gradualmente.

En ese aspecto marcaron hitos el Comedor Dacal y la heladería Bahillo con su tradicional e inolvidable calesita en la esquina de calle San Lorenzo.

El puente La Balsa, hoy Méndez Casariego, que también ha cambiado de colores con el tiempo (rojo, gris y ahora -desde hace unos cuantos años- naranja) en un tiempo era levadizo, el paso vehicular obligado para cruzar el río.

Pero era también -para los adolescentes- una atractiva y arriesgada diversión en el verano pues lo usaban de trampolín para arrojarse al río, hasta que finalmente Subprefectura estableció controles para evitar riesgos y posibles accidentes.

PRESENCIA DEL RÍO

Hablar de Gualeguaychú nos lleva irremediablemente pensar en el río que vio crecer a esta pujante comunidad. Sobre él yace mucha historia, epicentro de grandes acontecimientos sociales y hasta de algunas batallas siglos atrás.

Delia acotó que el río como atractivo, “además del paisaje era (y es) una invitación para refrescarse, nadar, navegar, pescar, etc. Las playas disponibles eran la de los clubes Náutico y Neptunia -para socios-, el Balneario Municipal y la isla de carácter públicos”.

Respecto a la isla, recordó que tenía una playa de suave pendiente con cantina llamada “El Dorado”; se daba una competencia “La vuelta de la isla” -carrera de natación- que aún se practica pero que no tiene tanta trascendencia como en aquel tiempo, quizá porque en ese entonces no eran tantas las propuestas deportivas”.

- ¿La juventud se volcaba mucho a ese sector?

Sí, muchos grupos de chicas y jóvenes lo hacían. El cruce del río para llegar al Náutico, al Neptunia o a la isla se hacía en un servicio de canoas. Por alrededor de 50 centavos de entonces el “Lobo Barreto o Matecito Blanc efectuaban la tarea. También funcionaba el embarcadero de Godoy (contiguo al balnerio Municipal) donde se alquilaban canoas. Otros espacios ribereños tradicionales y apropiados para refrescarse, hacer vida en contacto con la naturaleza y disfrutar del paisaje natural eran la Horqueta y el Chalet de Vela.

- El carnaval era el otro gran programa del verano de Gualeguaychú.

Una vieja tradición que desde fines del siglo XIX, según está señalado en documentos, ya contaba con reglamento y control municipal a través de la Comisión de Carnaval que daba las pautas para realizar los festejos del Rey Momo.

Tradicionalmente el circuito era desde la esquina de Rocamora hasta Chile por calle 25 de Mayo. Cuentan las crónicas que en distintas partes del recorrido las casas de familia armaban sus palcos para disfrutar del espectáculo que consistía en desfile de mascaritos sueltos o -en grupo con coches adornados- murgas y alguna comparsa como la de Litardo Queirolo.

Eran algo similar a los actuales corsos “Matecito”, en los que se trata de rescatar el espíritu de aquel carnaval.

-¿Se dio en la ciudad el Corso de Agua?

En algunos años este programa se complementaba con el Corso de Agua que generalmente se hacía el jueves de carnaval por calle 25, en horario vespertino-nocturno en el que se organizaban los grupos que querían divertirse y cargados de bombitas, tachos con agua salían en camiones, camionetas o a pie a mojarse y mojar en lo que supuestamente era una sana diversión.

Fueron famosos, muy concurridos, los bailes del Club Independiente; muchas veces se traían orquestas que gozaban de gran popularidad y con una fuerte convocatoria. Como festejo de carnaval muchos de los concurrentes iban disfrazados. Estos bailes por mucho tiempo fueron una tradición.

SÓLO ZONA RIBEREÑA

Hablar de la Costanera como zona ribereña y casi inexistente para los vecinos nos lleva a mirar 70/80 años atrás. Las aguas del Gualeguaychú lindaban donde hoy yace un bello paisaje protegida por la obra de cemento. “Era el río y el paisaje natural nada más hasta que se construyó la costanera en dos etapas. La primera fue del 35 al 45 aproximadamente, luego continuó la segunda desde el Puerto hasta la zona sur.

Anteriormente había actividad y se fijaba por ordenanza municipal. Existe una de 1913 donde la autoridad establecía que los aguateros no podían cargar en determinada zona porque servía de bañadero y lavadero de vehículos; debían concurrir a sacar agua al pozo donde luego funcionó el astillero de Giusto y luego distribuir entre los pobladores.

- Desde tiempos remotos el río ha sido un bálsamo

Sí y hay un detalle. Tenemos la costa derecha del río que es la del balneario, una zona de suave pendiente y playa en general.

Enfrente -sector del Parque- es bastante barrancoso debido al movimiento de rotación, la tierra que se saca de una orilla se la deposita en la otra. En los meses de enero y febrero, décadas atrás, los que se acercaban al río disfrutaban de un bello panorama, todo natural.

FAMILIARES, NO TURISTAS

La siesta de Gualeguaychú 60 años atrás “era un desierto, hasta las 4:30 de la tarde. Desde los 50 hasta los 70 más o menos se llevaba una tranquila vida pueblerina. Hablar de turismo era casi una utopía dado la no comunicación vial. No estaba el puente internacional, ni el Túnel, ni Brazo Largo- Zárate”, precisó Delia Reynoso.

- Cuando venía alguien de afuera el vecino lo detectaba.

Sí, nos conocíamos todos. Hablar de turismo se refería a algún familiar proveniente de Buenos Aires, naturalmente venía en vacaciones a reencontrarse con sus seres queridos. La idea de turismo surgió en los 80 después de la construcción de los puentes; incluso hasta la misma calle Alem -que en su momento tuvo un gran auge por el Puerto-, cuando el transporte terrestre reemplaza a la vía fluvial entonces quedó totalmente olvidada.

A mediados del Siglo XX la costanera era un espacio casi desértico, estaba la avenida sin la presencia de construcciones, comercios. Las pérgolas aparecieron muchos años después.

Pasado el tiempo la ciudad debe recordar y destacar el paso dado por los señores Dacal (Adolfo) y Bahillo (Alberto), fueron dos visionarios porque dieron apertura a sus comercios pensando en el futuro turístico.

Y no se equivocaron.

Revista Semanario Nº 94 - Enero 2020 - Dirección Periodística: Rubén H. Skubij