mi vida entre dos ventanas

Mi vida entre dos ventanas

Maria Villalonga Pons


Mi ventana norte amanece hoy cubierta de una espesa bruma. A lo lejos, las copas de los árboles y los grandes arbustos asoman entre ella, como si fueran náufragos queriendo mantenerse a flote en mitad de un mar embravecido. Aunque, en realidad, la calma existente nada tiene que ver con una tormenta marina. Más cerca, los corderos pastan tranquilos sobre la hierba mojada, ajenos a cualquier circunstancia humana. El almendro, fiel compañero de vida, sigue aquí, tan cerca de mi patio que extendiendo la mano por encima de la tapia puedo acariciar sus hojas, mientras pequeños pajaritos revolotean entre sus ramas. A su espalda asoma tímidamente un nuevo día, observado de cerca por el viejo molino sin aspas, que, como un centinela, vigila el campo.

Me preparo una taza de buen café con leche y cruzo el pasillo que me llevará a tele-trabajar. Me asomo a la ventana sur. El calendario me dice que hoy es miércoles, aunque últimamente todos los días se asemejan y pierdo la noción del tiempo. El asfalto, aún mojado por la bruma, me cuenta que solo unos pocos neumáticos lo han pisado, rompiendo el silencio para dirigirse, imagino, a sus lugares de trabajo. Los patios de las casas siguen vacíos de gentes, únicamente las flores de sus parterres, que asoman puntuales a la primavera, delatan que alguien los habita. En la acera de enfrente un balcón se abre y una mujer en bata y zapatillas me saluda, como si fuera yo el único ser que quedara sobre la Tierra y es que ahora nuestras ventanas y balcones han tomado protagonismo. Le devuelvo el saludo, sonriente, mientras pienso que nos encontraremos allí, de nuevo, a las 8 en punto de la tarde, viendo desde mi ventana como madres e hijos, padres y abuelos, esposos y amigos aplauden juntos. Pero lo que más me gusta de esto es que, aparte de apoyar la labor de quienes luchan por curarnos, lo que me emociona es ver que nos estamos uniendo de nuevo, como si recordáramos algo por largo tiempo olvidado. Y es que, aunque ya no vivimos en tribus, el aislamiento impuesto esta revelando con toda su fuerza la necesidad de pertenecer a una tribu, a un pueblo.


26/03/2020