Comenzamos un master sobre la profesión de educador, un master previo a ejercer este trabajo y es un buen momento para responder a las preguntas de la página anterior.
¿Qué es enseñar? ¿Qué es aprender?
Es evidente que la profesión de un docente está dirigida a que los alumnos aprendan ¿pero qué significa esto?. Es bueno comenzar a responder a estas preguntas porque luego en el trabajo diario puede ocurrir que el preparar las clases, consultar libros o internet, sufrir e intentar resolver conflictos, corregir trabajos y exámenes, recibir a las familias nos distraiga y haga que acabemos por olvidar las cuestiones clave. Comenzamos a actuar sin pensar, automáticamente, muchas veces hacemos cosas por simple costumbre o imitación, no podemos estar seguros y es fácil caer primero en la insatisfacción y luego en la tristeza, en la pasividad o en la agresión.
¿Cómo pude hacer eso? ¿Cómo no se me ocurrió.....?
Para evitar en lo posible estas situaciones conviene echar una mirada al fondo de nuestro trabajo y fijarnos un marco de referencia, un conjunto de ideas que encaucen y den sentido a nuestra labor. Es importante que estas referencias sean auténticas, no vale un marco bonito pero insuficientemente aceptado. Estas cuatro ideas guiarán nuestra labor y podemos buscarlas leyendo a los grandes pensadores de nuestra profesión, en buenos profesionales, en nuestro interior, estando atentos a la realidad que nos rodea, y sobre todo sometiéndolas frecuentemente a una confrontación con la práctica diaria.
Las dos preguntas que encabezan nuestro trabajo de hoy son claves. Mis referencias son variadas y he escogido dos pensadores para empezar.
Siguiendo a Carl Rogers (Libertad y creatividad en la educación. Carl Rogers. Edit.Paidós 1996)
Para mucha gente, al parecer, enseñar consiste en mantener el orden en la clase, comunicar hechos —por lo común mediante disertaciones y textos—, efectuar exámenes y adjudicar puntos.
La tarea fundamental del maestro es permitirle aprender al alumno, despertarle la curiosidad. La mera absorción de información es de escaso valor en la actualidad y posiblemente menor para el futuro. Aprender cómo aprender es el elemento que siempre tiene valor, ahora y en el futuro. Por eso la tarea del maestro es delicada y exigente, una vocación en verdad elevada. Cuando la docencia es auténtica no hay lugar en ella para el autoritarismo ni para la individualidad egocéntrica.
Después sigue las ideas de Heidegger:
«Enseñar es más difícil aun que aprender ... ¿y por qué es más difícil enseñar que aprender? No porque el maestro deba contar con un mayor caudal de información y tenerlo siempre preparado. Enseñar es más difícil que aprender porque lo que el enseñar exige es esto: permitir que se aprenda. El verdadero maestro, en realidad, no permite que se aprenda otra cosa que... aprender. Por eso, su conducta produce a menudo la impresión de que en rigor no aprendemos nada de él, si por aprender entendemos ahora, con ligereza, meramente la obtención de información útil. El maestro aventaja a sus alumnos sólo en esto: en que él tiene que aprender mucho más que ellos todavía... pues tiene que aprender a permitirles que aprendan. El maestro debe poder ser enseñado más que los alumnos. El maestro está mucho menos seguro de su base de lo que lo están de la suya aquellos que aprenden.
Es una idea que se aparta mucho de la imagen que corrientemente se tiene del maestro. La cuestión sería "qué puede hacer el maestro para facilitar el aprendizaje e inculcar el amor a él en el alumno".
realizar estudios sobre el funcionamiento de la memoria: aprender silabas sin sentido. Memorizar cosas como por ejemplo, faz,ten, sep, ins, fir, etcétera, es tarea difícil. Como esas sílabas no significan nada, no son fáciles de aprender y no es raro que se las olvide pronto.
Con frecuencia no nos damos cuenta de que gran parte del materia que se les presenta en clase a los alumnos tiene para ellos el mismo carácter abstruso y vacío que aquella lista de silabas sin sentido tiene para nosotros. Eso sucede especialmente con el niño desfavorecido, cuya base no provee contexto alguno para el material que se le ofrece; pero poco menos que para la totalidad de los educandos, grandes partes del currículo carecen de significación. De manera que la educación se convierte en un vano intento de aprender material carente de significación para el individuo.
En tal aprendizaje sólo interviene la mente, o sea que se verifica «del cuello para arriba», sin participación de las emociones ni de las significaciones personales, de suerte que no reviste importancia para la persona total.
En contraste con éste, existe algo así como un aprendizaje sugerente significativo, experimental. Por ejemplo, cuando el bebé toca el radiador de la calefacción aprende por sí mismo el significado de la palabra caliente,aprende a tener precaución en adelante con todos los radiadores parecidos y esos conocimientos los adquiere de un modo significativo y que lo involucra, por lo cual no podrá olvidarlos con rapidez. De la misma manera, es probable que el niño que ya ha memorizado que «dos más dos son cuatro», un día se dé cuenta de pronto, jugando con sus cubos o con las canicas, de que «dos más dos son. realmente cuatro». O sea que habrá descubierto algo significativo para él de un modo que involucra tanto a sus pensamientos como a sus sensaciones. O que el chico que ha asimilado con esfuerzo las «técnicas de lectura» se sienta un día atrapado por un texto impreso, sea éste un libro de historietas o de aventuras, y caiga en la cuenta de que las palabras pueden tener un poder mágico que lo sustraigan de su mundo para transportarlo a otro. En ese momento habrá aprendido «realmente» a leer.
Marshall McLuhan da otro ejemplo cuando señala que si a un niño de cinco años se lo traslada a otro país y se le deja jugar a su antojo durante horas con sus nuevos amigos y sin que posea conocimiento alguno del idioma de éstos, al cabo de pocos meses aprende esa lengua e inclusive adquiere el acento propio de ella. Es decir que el niño aprende de una manera que para él tiene sentido y significación, aprendizaje este que avanza con ritmo veloz en extremo. Sin embargo, si se pretende enseñarle esta nueva lengua fundando la instrucción en los elementos que tienen significación para el maestro, el aprendizaje se torna sumamente lento y hasta es probable que se detenga.
Aunque con diferencias, la mayoría de los psicólogos y pedagogos se han movido desde la segunda mitad del siglo XX en estas coordenadas. Cada uno aportando matices o pequeños desarrollos a la idea central del aprendizaje significativo y de la educación centrada en el alumno. Conviene recordar a Ausubel, Vygotsky, Piaget y otros que ya hemos visto en otras partes del Master. El educador debe sentir la necesidad de acercarse a estos autores, debe sentir la necesidad de responder a la preguntas clave que guiará su labor:
¿cómo ayudar a que nuestros alumnos aprendan?
Podemos responder nosotros esta pregunta. La escribimos en nuestro blog y la comentamos en clase.
En un extremo de la escala se halla el tipo de tarea que a veces los psicólogos preparan para
Considero que el aprendizaje se puede situar en una escala según sea su significación para el alumno.