Entra un señor en un bar...

Entra un señor a un bar y el camarero le pregunta:

—¿Qué quiere?

—¡Que qué quiero!, una casa más grande, tener más dinero, que mi mujer sea más guapa.

— No, hombre, ¿Que qué desea?

—¡Que qué deseo!, tener una mansión, ser millonario, que mi mujer sea estupenda.

—¡No hombre! ¿Que qué va a ser?

—¿Que Qué va a ser? Yo prefiero que sea chica pero si es un niño, no me importa.

—¡No hombre! ¿Que qué va a tomar?

—¡Ah, hombre, eso se dice antes! ¿Qué hay?

— Pues nada, por aquí, siempre detrás de la barra...

La ruptura de las expectativas conversacionales provoca el chiste e impide la comunicación. Las respuestas del cliente no se adecuan ni a la situación comunicativa ni a los sucesivos intentos del camarero para conseguir un intercambio eficaz. En el contexto de un bar, las expresiones subrayadas tienen un valor formulístico y no el valor literal con el que el cliente lo entiende.

Para rematar, cuando el señor entiende la pregunta, es el camarero el que yerra con la respuesta.