Novena al Glorioso Patriarca San José:
PADRE DE JESÚS, ESPOSO DE MARÍA, SANTO PATRIARCA,
FUNDADOR Y PADRE DEL CARMELO TERESIANO, PROTECTOR, PATRONO Y SEÑOR SAN JOSÉ.
Adaptación Iván Mora Pernía
Todos los días se inicia la Novena con estas oraciones:
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Glorioso Padre, San José: confiados en el valioso poder que tienes ante el Trono de la Santísima Trinidad y de María,
tu Esposa y nuestra cariñosa Madre, te suplicamos intercedas por nosotros y nos alcances las gracias y dones que estamos necesitando:
SAN JOSÉ, con Jesús y María, protege siempre nuestras almas.
SAN JOSÉ, con Jesús y María, asístenos en nuestra última agonía.
SAN JOSÉ, con Jesús y María, lleva al Cielo nuestras almas.
SAN JOSÉ, con Jesús y María, danos salud de alma y cuerpo.
SAN JOSÉ, como el lirio tu pureza... Ruega por nosotros.
SAN JOSÉ, violeta de humildad... Ruega por nosotros.
SAN JOSÉ, rosa mística de amor... Ruega por nosotros.
SAN JOSÉ, Patrono del Carmelo... Ruega por nosotros.
San José, casto Esposo de María, cuida nuestras familias, concédenos salud mental y de alma y cuerpo, ayúdanos en el trabajo,
en el descanso y en el estudio diario, protégenos de las enfermedades y peligros, defiéndenos de los enemigos y custodia nuestra Iglesia.
Santo Padre San José protege nuestro país y a nuestras familias.
Oración personal (del P. Jaime Llano):
Bendita sea tu humildad
Oh! José del alma mía,
Pues todo un Dios se gloría
Asombro de santidad.
A ti clamo, en ti confío
Séme favorable y pío
En la vida y en la muerte
En trance tan duro y fuerte
No me dejes Padre mío. Amén.
PRIMER DÍA: “El nacimiento de Jesús fue así. Su madre María estaba comprometida con José. Pero, antes de que vivieran juntos, quedó esperando por obra del Espíritu Santo” Mateo 1, 18.
“¡Vigilantísimo Custodio del Hijo de Dios hecho hombre, glorioso San José!, junto con María santísima, nuestra madre, protégenos y líbranos de los peligros, de las enfermedades y pestes, de los robos, de los secuestros y sicariatos, de los asesinatos y suicidios, de los atentados terroristas, de las guerrillas, del pago de “vacuna”, del hampa común u organizada, de los incendios e inundaciones y desastres naturales. También líbranos de caer en tentaciones. Tu que tuviste la dicha de ver y oír al Hijo de Dios, y también tuviste la gracia de llevarlo entre tus brazos, vestirlo, guardarlo y defenderlo de todo, intercede ante Él junto con la Virgen María, a favor de nosotros. ¡Glorioso Patriarca San José, ruega por nosotros! Amén. Realizar las peticiones..., Padrenuestro, Avemaría, rezar el Gloria, la Petición General y la oración final (de igual modo cada día)
PETICIÓN GENERAL: Acuérdate, santo Patriarca San José, Esposo de María, Padre de Jesús, protector de la Iglesia y del Carmelo, que jamás se ha oído decir, que alguno haya invocado tu protección e implorado tu auxilio, sin que haya sido atendido y favorecido por Ti. Con esta confianza venimos a Ti y a tu santidad nos acogemos con todo el fervor de nuestras almas. No deseches nuestras súplicas y ruegos, antes bien dígnate recibirlas benignamente. Amén.
La Novena termina diciendo y orando lo que sigue:
LE CONSTITUYÓ SEÑOR DE SU CASA Y PRÍNCIPE DE TODA SU POSESIÓN.
OREMOS: Oh! Dios que por una providencia inefable te dignaste elegir a San José por esposo de María Santísima, concede, te rogamos que, al venerarle como protector en la tierra, merezcamos tenerle como fiel intercesor en el Cielo. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
SEGUNDO DÍA: “José, su esposo, como era un hombre justo, y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” Mateo 1, 19-21.
“¡Bendito San José! Padre adoptivo de Nuestro Señor, guardián fiel de Jesús, casto esposo de la Madre de Dios, te suplicamos nos alcances junto con la Virgen que, después del camino de esta vida, vayamos a participar de las alegrías del cielo y que aquí en la tierra santifiques nuestro trabajo y descanso de cada día con tu presencia y con tu alegría. Danos trabajo estable y remunerado, bienestar y muy buena salud. Por el amor de Jesús Nuestro Señor y por la gloria de Su Nombre, oye nuestras oraciones y protégenos de todos los peligros y enfermedades mentales y virales constantemente. ¡San José, ruega por nosotros y defiéndenos! Amén. Realizar las peticiones..., Padrenuestro, Avemaría, rezar el Gloria, la Petición General y la oración final.
TERCER DÍA: “Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: Sepan que una virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa: Dios con nosotros” Mateo 1, 22-23.
“Santo Patriarca, modelo de santidad, glorioso San José! Pon en nuestros corazones una chispa de tu caridad para que en nuestro país sepamos vivir en fraternidad y concordia, así como con otros países hermanos. San José, no permitas nunca que caigamos en regímenes dictatoriales, en golpes de estado o militarización. Que no seamos engañados ni oprimidos por falsas y negativas revoluciones. Líbranos de las corrupciones, mentiras y engaños por parte de nuestros gobernantes y autoridades religiosas, civiles y militares. Guarda junto con la Virgen María nuestras almas y nuestras familias, para santificar la gloria del Señor. Protégenos de los peligros, de los incendios, de las enfermedades, de los terremotos, maremotos, huracanes, ciclones y volcanes. Regálanos abundantemente la salud mental y del alma y del cuerpo. ¡Bendito San José, ruega por nosotros! Amén. Realizar las peticiones..., Padrenuestro, Avemaría, rezar el Gloria, la Petición General y la oración final.
CUARTO DÍA: “Despertando José del sueño, hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado, y tomó consigo a su mujer. Y sin que tuvieran relaciones dio a luz un hijo, al que José puso el nombre de Jesús”. Mateo 1, 24-25.
“Glorioso San José! Instrumento del Padre Eterno en su plan para la redención de la humanidad, protege nuestros derechos y deberes humanos. Tu que tuviste la felicidad de ser el custodio de Jesús y guía de la Sagrada Familia, intercede ante tu hijo Jesús, por los favores que te pedimos. Bendice y protege una vez más, junto a la Virgen María, nuestras relaciones personales, nuestras casas, vecinos y familias, a los matrimonios, a los laicos comprometidos, a los jóvenes, niños y ancianos, a las religiosas y religiosos, a los sacerdotes, a los obispos y al Papa. ¡José y María, rueguen por nosotros! Amén. Realizar las peticiones..., Padrenuestro, Avemaría, rezar el Gloria, la Petición General y la oración final.
QUINTO DÍA: “Los magos... al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino”. Mateo 2, 10-12.
“¡Castísimo esposo de María Santísima, glorioso San José! Ayúdanos material y espiritualmente a ser cada día mejores. Concédenos junto con la Virgen, vivir siempre una vida santa, asegurada bajo tu Patrocinio. Permanece con nosotros en cada una de nuestras familias y comunidades. Cuida siempre nuestros hogares y casas, estemos o no en ellas. Tú que protegiste a la Virgen y amaste al Niño Jesús como a tu propio Hijo, protégenos como padre, de todos los peligros, de la injusticia, de las torturas, de las incursiones paramilitares, de la mafia, de los vicios, de las drogas, de las dictaduras, de las enfermedades mentales y virales, de las depresiones y demás enfermedades. ¡Glorioso Patriarca San José, intercede por nosotros! Amén. Realizar las peticiones..., Padrenuestro, Avemaría, rezar el Gloria, la Petición General y la oración final.
SEXTO DÍA: “Después que los magos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y quédate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.” Mateo 2,13.
“¡Glorioso San José, ejecutor obediente de las leyes divinas! Guardián prudente de la Sagrada Familia, te imploramos nos guardes de la infidelidad de la mente, del cuerpo y del espíritu. Enséñanos a orar como conviene y a ser devotos de María Santísima tu Esposa. Que nuestro apostolado sea fructífero y bendecidos por tu patrocinio, trabajemos con alegría por el Reino de tu Hijo Jesús. Ayúdanos a frecuentar los sacramentos de la Iglesia. Protege siempre al papa y a nuestros obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos; danos cada día, más laicos y vocaciones santas. De una manera particular te pedimos que nos regales muchas vocaciones en el Carmelo de Santa Teresa y San Juan de la Cruz. ¡San José, ruega por nosotros! Amén. Realizar las peticiones..., Padrenuestro, Avemaría, rezar el Gloria, la Petición General y la oración final.
SÉPTIMO DÍA: “José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: Yo llamé de Egipto a mi hijo.” Mateo 2, 14-15.
“¡Oh Santo Patrono de la Iglesia universal, glorioso San José!, imploramos junto a la virgen del Carmen, la intercesión poderosa para obtener del misericordioso Corazón de Jesús toda la ayuda y gracia necesaria para nuestro bienestar espiritual y temporal. San José una vez más te pedimos que nos ampares de todo peligro y nos quites toda enfermedad. Ayúdanos material y espiritualmente a ser cada día mejores, para que aprendamos a compartir con los más necesitados las riquezas materiales y espirituales que nos concedas. Y que si estamos urgidos materialmente, seas tú, nuestro socorro oportuno. Colma nuestras arcas de aquello que realmente necesitemos. Llena nuestras almas de tu humildad y nuestras manos de tu alegre y santo trabajo. ¡Bendito Patrono de los trabajadores, ruega por nosotros! Amén. Realizar las peticiones..., Padrenuestro, Avemaría, rezar el Gloria, la Petición General y la oración final.
OCTAVO DÍA: “ Muerto Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: “Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño.” Mateo 2, 19-20.
“¡Glorioso Patriarca San José, Padre de la Humildad, del silencio y del Amor! Toma bajo tu protección las situaciones tan serias y difíciles o problemáticas que te encomendamos, especialmente las que no podemos expresar con nuestros labios públicamente, a fin de que tengan feliz solución lo más pronto posible. Bendice nuestro silencio al pedírtelas. San José, líbranos de la esclavitud del horóscopo, la hechicería, ocultismo, esoterismo, adivinación, idolatría, cábala, quiromancia, cartomancia y otras ciencias ocultas. Danos tu fe, la alegría de tu esperanza, tu bondad y tu firme servicio. Concédenos, que siempre bajo tu protección, podamos pasar nuestras vidas sin caer en pecado, cumpliendo los mandamientos de Dios. Te encomendamos de una manera particular a las siguientes familias, personas, comunidades e instituciones... Ayúdanos en la agonía y danos una santa muerte. ¡San José, junto con María Santísima, rueguen por nosotros! Amén. Realizar las peticiones..., Padrenuestro, Avemaría, rezar el Gloria, la Petición General y la oración final.
NOVENO DÍA: “José se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquéalo reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea, y fue a vivir en una ciudad llamada Nazaret; para que se cumpliese lo que dijeron los profetas: Lo llamarán Nazareno”. Mateo 2, 21-23.
“¡Varón justo, glorioso San José! Modelo y patrono de aquellos que aman los Sagrados Corazones de Jesús y de María, a ti nos encomendamos. Líbranos de la tristeza, del engaño, de las opresiones, ataduras y enfermedades afectivas y sexuales; líbranos San José, de los trastornos psicóticos, del desánimo, de las depresiones, de la melancolía, de las manías, psicosis y alteraciones mentales. No desprecies nuestras peticiones, querido padre adoptivo de nuestro Redentor, ruega por nosotros ante tu Divino Hijo adoptivo para que, al sentirnos familia del Carmelo Teresiano Sanjuanista recibamos las gracias especiales que regalas a todos tus hijos carmelitas que bajo tu protección se amparan. Al llevar el Santo Escapulario de la Virgen del Carmen, favorécenos con especial atención y no desoigas las súplicas que te hacemos. ¡San José, Esposo de María, ruega por nosotros! Amén. Realizar las peticiones..., Padrenuestro, Avemaría, rezar el Gloria, la Petición General y la oración final.
Siguen las otras oraciones finales que se prefieran.
LETANÍAS DE SAN JOSÉ (opcional)
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos.
Dios Padre celestial... ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo... ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo... ten piedad de nosotros.
Trinidad Santa, único Dios... ten piedad de nosotros.
Santa María, ruega por nosotros.
San José, ruega por nosotros.
Descendiente ínclito de David, ruega por nosotros.
Luz de los Patriarcas, ruega por nosotros.
Esposo de la Madre de Dios, ruega por nosotros.
Custodio de la Virgen pura, ruega por nosotros.
Padre nutricio del Hijo de Dios, ruega por nosotros.
Fiel defensor de Cristo, ruega por nosotros.
Solícito defensor de los pobres, ruega por nosotros.
Jefe de la Sagrada Familia, ruega por nosotros.
José justísimo, ruega por nosotros.
José castísimo, ruega por nosotros.
José prudentísimo, ruega por nosotros.
José fortísimo, ruega por nosotros.
José obedientísimo, ruega por nosotros.
José fidelísimo, ruega por nosotros.
Espejo de paciencia, ruega por nosotros.
Modelo de los obreros, ruega por nosotros.
Ejemplar de artesanos, ruega por nosotros.
Glorioso carpintero, ruega por nosotros.
Esplendor de la vida doméstica, ruega por nosotros.
Custodio de las vírgenes, ruega por nosotros.
Sostén de las familias, ruega por nosotros.
Consuelo de los menesterosos, ruega por nosotros.
Esperanza de los enfermos, ruega por nosotros.
Abogado de los moribundos, ruega por nosotros.
Terror de los demonios, ruega por nosotros.
Maestro de oración, ruega por nosotros.
Patrón y protector de la Santa Iglesia, ruega por nosotros.
Fundador y Padre del Carmelo, ruega por nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo... perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo... óyenos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo...
ten piedad y misericordia de nosotros.
Dios escogió a “una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María” (Lc 1,26-27) “María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo” (Mt 1,18) para que Jesús “llamado Cristo” naciera de la esposa de José en la descendencia mesiánica de David (Mt 1,16) Y el ángel anuncia a José: “Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,21).
José, como padre del recién nacido, le circuncida al octavo día y le impone el nombre de Jesús, que era un derecho inherente a la misión del padre. José es quien transmite a Cristo su ascendencia y genealogía y con ello la descendencia de Abraham y la de David junto a las promesas del reino mesiánico y eterno (cf Rm 1,3; 2 Tm 2,8; Ap 22,16).
La presencia de San José en la Iglesia de Dios, destacada por San Mateo, como varón justo, Esposo verdadero de María y Padre singular y virginal de Jesús, ha sido celebrada por los Carmelitas, quienes fueron los primeros que en la Iglesia latina compusieron un oficio propio en honor de San José (Breviario, Bruselas, 1580) Pío IX lo declaró Patrono de la Iglesia Universal el 8 de diciembre de 1870; aunque la fiesta fue suprimida más tarde. Actualmente le recordamos y celebramos el 19 de marzo.
La devoción a San José en el Carmelo Teresiano va esencialmente unida a Santa Teresa de Jesús (de Ávila - España) Es ella, quien le asocia como Fundador de la Reforma carmelitana. Por esta causa, puso sobre la portería de todos los monasterios que fundó, a la virgen María y al glorioso San José; y en sus fundaciones llevaba consigo una imagen de bulto del Patriarca San José.
Nos dice Santa Teresa de Ávila:
“Tomé por abogado y señor al glorioso San José, y encomendéme mucho a él. Vi claro, que así de esta necesidad (por las falsas devociones que se tienen), como de otras mayores de honra y pérdida de alma, este padre y señor mío me sacó con más bien que yo le sabía pedir. No me acuerdo, hasta ahora, de haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta (que maravilla) las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; a este glorioso santo tengo experiencia que socorre en todas, y que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra, que como tenía nombre de padre - siendo ayo - le podía mandar, así en el cielo hace cuanto le pide. Esto han visto otras algunas personas, a quien yo decía se encomendasen a él, también por experiencia; y aun hay muchas que le son devotas de nuevo, experimentando esta verdad...
Querría yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes, que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios, que no la vea más aprovechada en la virtud; porque aprovecha en gran manera a las almas que a él se encomiendan. Paréceme ha algunos años que cada año en su día le pido una cosa, y siempre la veo cumplida. Si va algo torcida la petición, él la endereza para más bien mío.
Si fuera persona que tuviera autoridad de escribir, de buena gana me alargara en decir muy por menudo las mercedes que ha hecho este glorioso santo a mí y a otras personas... Sólo pido, por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere y verá por experiencia el gran bien que es el encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción.
En especial personas de oración siempre le habían de ser aficionadas; que no sé como se puede pensar en la Reina de los Ángeles, en el tiempo que tanto pasó con el Niño Jesús, que no le den gracias a San José por lo bien que les ayudó en ellos. Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso santo por maestro y no errará en el camino” (Vida 6,6-8).
Si San José mandaba a Jesús como a hijo en la tierra y éste le obedecía, como a hijo sigue mandándole en el cielo: “San José no pide, manda; no ruega, ordena”
Juan Gersón.
Solemnidad de San José
19 de marzo de 2010. San José. (P.Eduardo Sanz de Miguel) 12 kb Ver Descargar
Nueve días con San José. (Fray Gregorio Cortázar Vinuesa) 79 kb Ver Descargar
SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA
NVulgata 1 Ps 2 E E -- BibJer2ed (en) -- Concordia y ©atena Aurea (en)
Juan Pablo II, Audiencia general 19-3-1980 (sp fr it po)
Juan Pablo II, Homilía 19-3-1981 (sp it po)
Glorioso Padre, San José: confiados en el valioso poder que tienes ante el Trono de la Santísima Trinidad y de María, tu Esposa y nuestra cariñosa Madre, te suplicamos intercedas por nosotros y nos alcances las gracias y dones que estamos necesitando (se pide el favor).
San José, casto Esposo de María, cuida nuestras familias, concédenos salud mental y de alma y cuerpo, ayúdanos en el trabajo, en el descanso y en el estudio diario, protégenos de las enfermedades y peligros, defiéndenos de los enemigos y custodia nuestra Iglesia. Santo Padre San José protege nuestro país y a nuestras familias.
Bendita sea tu humildad
Oh! José del alma mía,
Pues todo un Dios se gloría
Asombro de santidad.
A ti clamo, en ti confío
Séme favorable y pío
En la vida y en la muerte
En trance tan duro y fuerte
No me dejes Padre mío. Amén.
1era parte Celebración S. José Obrero: 01-05-2008
2da parte Celebración S.José Obrero: 01-05-2008
Fray Gregorio Cortázar Vinuesa, O.C.D
NUEVE DÍAS CON SAN JOSÉ
ESPOSO DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA[1]
1. Antífona de entrada[2] (Una de las siguientes)
1) Deja que el gozo taladre / las tablas de tu taller. / Sombra de Dios has de ser: / ¡Esposo de Virgen Madre! / Te pide el eterno Padre / tu dócil consentimiento: / has de servir al portento / de su Verbo en su bajada. / Por María, tu mirada / velará su crecimiento.
2) Oh José, justo varón, / sombra del Padre, despliegas / en silencio las entregas / de tu amante corazón. / Se inicia la Redención / en tu casa nazarena. / De tu Esposa, en Gracia llena, / compartes su travesía, / su ser del Hijo y su vía, / su implorarnos dicha plena.
3) Solícito desde el cielo, / nos apremias, buen José, / a imitar tu invicta fe / y tu temporal desvelo: / si a Madre e Hijo tu anhelo, / a sólo ellos nuestro amor; / si en todos piden tal don, / démoslo sin calcular[3]. / Nuestro ser en caridad / lo ansía tu corazón.
2. Lectura del día
3. Rito de conclusión
Responsorio:
R/ Siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor[4].
- Cual Dios quiere recibes, / José, a María; / a la Madre y al Hijo / te los confía // y que ella forme / a Cristo, en el Espíritu, / en todo hombre[5]. R/
- Como esposo compartes / el maternal / misterio de tu Esposa: / su dignidad. // Tal de ella vives, / que por su Hijo y por todos / fiel te desvives[6]. R/
- Éste es de tu grandeza, / José, el secreto: / hacer de ti holocausto, / servicio a esto: // la Encarnación / y el plan que le está unido / de redención[7]. R/
Padrenuestro. Avemaría. Gloria.
Oración. Dios todopoderoso, que confiaste los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de san José; haz que, por su intercesión, la Iglesia los conserve fielmente y los lleve a plenitud en su misión salvadora. Por Jesucristo nuestro Señor[8].
O bien:
Oh Dios, que concediste al esposo de la Madre de tu Hijo concluir su vida terrena en presencia de Jesús y de María[9]; concédenos, por su intercesión, una muerte semejante a la suya: en el amor y en los brazos de la Madre y del Hijo. Por Jesucristo nuestro Señor.
CÁNTICOS PARA LOS NUEVE DÍAS INSPIRADOS EN TEXTOS DE LOS PAPAS EN CADA CÁNTICO SE INDICA LA MÚSICA CON LA QUE PUEDE CANTARSE Y, SALVO ERROR U OMISIÓN, SE SEÑALAN LAS SINALEFAS
«En el canto la fe se experimenta
como exuberancia de alegría,
de amor, de confiada espera
en la intervención salvífica de Dios»
(Juan Pablo II, Carta a los Artistas 4-4-1999, 12)
1. GLORIA Y HONOR, ESPOSO DE MARÍA
Música: «Gloria y honor, oh Reina del Carmelo»
Gloria y_honor, / esposo de María, / de quien nació / Jesús, el Redentor. / Les sirves fiel, / por tu_amor tú compartes / su plan, su ser, / su_afán por nuestro bien.
1. Es de la_Iglesia / muy propio_honrar / con muy excelso / culto_a José; / de Dios recibe / gloria_abismal, / todos arriba / gozan le ver.
2. Esposo virgen / de la sin par / Madre de su_Hijo / Dios te_eligió; / ellos, por tanto, / son ya tu_afán, / tu vida_entera, / todo tu_amor.
3. Velar por ellos / es tu misión. / Dios, pues, de gracias / te_enriqueció, / que te_habilitan / desempeñar / tan grande_oficio / fiel sin cesar.
4. De tu grandeza / es el porqué / que_un fiel servicio / tu vida fue / al gran misterio / de_Encarnación / y_al plan anejo / de Redención[10].
2. VIVIR PARA JESÚS Y MARÍA
Música: «Caminaré en presencia del Señor», de J. A. Espinosa
Caminaré en presencia del Señor. / Caminaré en presencia del Señor.
1. Oigo_a Gabriel, mensajero de Dios, que me dice[11]: / «Tú no temas llevarte_a María, / ¡que_es Madre del buen Dios!».
2. Gozo_en mi Dios, porque_ha puesto_en su siervo sus ojos: / por esposa me_ha dado_a su Madre, / ¡su Socia generosa!
3. Veo_a mi lado_al que_anhela morir por los hombres, / y la_entrega_en su Madre la_admiro: / ¡abismos de virtudes!
4. Cómo vivir ante tanta_humildad y dulzura; / sólo_anhelo a ellos servir: / ¡mil vidas entregarles!
5. Oh mi Señor, mi Señora, pues voy ya_a morir, / no podré_a vuestra_ofrenda_asistir, / ¡Jesús, Jesús, María!
6. ¡Cuánto la Madre y_el Hijo procuran viváis! / Sin medida también yo os amo. / ¡Oh cuánto_a mí me_apremian!
3. UNA GRAN MISIÓN
Música: «Tu palabra me da vida» de J. A. Espinosa
Tu palabra me da vida, / confío en ti, Señor. / Tu palabra es eterna, / en ella esperaré.
1. Humilde_y manso, lleno del Espíritu, / preciado carpintero_en Nazaret; / su santa prometida_ha concebido, / y_él sufre_y llora_y no sabe qué_hacer.
2. El joven piadosísimo ya_inmola / su_amor a la doncella sin igual, / con quien, en el Espíritu, pactaron / vivir en matrimonio virginal.
3. Entonces, del buen Dios, le dice_un ángel: / «José,_hijo de David, ve sin temor, / recibe tú_a María,_y con su Hijo, / pues ella lo_engendró del Santo_Amor.
4. Si_esposo de_esa Madre Dios te quiere, / Jesús, con ella,_a su_Hijo_has de llamar, / él es el Emmanuel, Dios con vosotros, / que_a todos, por amor, viene_a salvar».
5. Y_así_a José Dios Trino_Amor confía / al Verbo ya_hecho carne_en la Mujer / y que_ella le dé_a luz en todo tiempo / por obra del Espíritu, que_es fiel[12].
6. Dichoso,_el buen José, y generoso, / su_esposa, con presteza, recibió; / su casa_es, pues, la de_ella_y de su Hijo; / servirles, ahora_y siempre,_es su pasión[13].
4. SAGRADA FAMILIA
Música «¡Qué detalle!», de F. M. Viejo
Obediente_a sus padres Jesús siempre_estaba, / y su someterse / contribuye_al clima / de pleno_entenderse / la Santa Familia. / ¡Oh Jesús, obediente_a José y_a María!
O bien:
Educado_en familia Jesús se_aprestaba / a_anunciar el Reino / -cual predijo_el ángel-, / y_hasta, por salvarnos, / en cruz inmolarse. / ¡Oh María_y José, oh_educar admirable!
1. José_y María viven / la fe suya_en respuesta / a su_excelsa llamada: / servir al Señor. / Y su don a_él los hace / más y más solidarios, / a_ellos nada desune / y_es a todos su_amor.
2. El Niño Dios recibe / de continuo_el cuidado / de su Madre, que, virgen, / fue toda de Dios. / Y José,_en obediencia, / custodiaba_el secreto: / que_ella_es Virgen y su_Hijo / es el Dios Salvador.
3. Dios en el centro, viven / en servicio_al Dios-Hombre / y_en amor mutuo tierno, / fiel, fuerte sin par. / Muestran que_en matrimonio / de_uno_y una_es pactada / -fiando_en Dios él y ella- / mutua fidelidad.
4. Si_a_ejemplo de María / y José son los cónyuges, / roca son en que_apoyan / sus hijos confiar. / Si_el hogar fe respira, / energía_hay que_afronta / pruebas, aun las difíciles. / Nazaret lo mostrar[14].
DÍA 1.°
MARÍA Y JOSÉ, UN MATRIMONIO VIRGINAL
Comenta el Papa Juan Pablo II:
«El evangelista san Lucas, al presentar a María como virgen, añade que estaba "desposada con un hombre llamado José" (Lc 1, 27). Hay que notar que el término griego utilizado no indica la situación de una mujer que ha contraído el matrimonio y que, por tanto, viva en el estado matrimonial, sino la del noviazgo. Pero, a diferencia de cuanto ocurre en las culturas modernas, la institución del noviazgo preveía un contrato y tenía normalmente valor definitivo: introducía a los novios en el estado matrimonial, si bien el matrimonio se cumplía plenamente cuando el joven conducía a la muchacha a su casa. En el momento de la Anunciación María se halla, pues, en la situación de esposa prometida.
Nos podemos preguntar por qué había aceptado el noviazgo si tenía el propósito de permanecer virgen para siempre. Se puede suponer que entre José y María, en el momento de comprometerse, existiese un entendimiento sobre el proyecto de vida virginal. Por lo demás, el Espíritu Santo, que había inspirado en María la opción de la virginidad con miras al misterio de la Encarnación y quería que ésta acaeciese en un contexto familiar idóneo para el crecimiento del Niño, pudo muy bien suscitar también en José el ideal de la virginidad. El ángel del Señor, apareciéndosele en sueños, le dice: "José hijo de David, no temas recibir a María tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo" (Mt 1, 20). El humilde y sencillo joven[15] recibe así la confirmación de estar llamado a vivir de modo totalmente especial el camino del matrimonio. A través de la comunión virginal con la mujer predestinada a dar a luz a Jesús, Dios lo llama a cooperar en la realización de su designio de salvación.
El tipo de matrimonio hacia el que el Espíritu Santo orienta a María y a José es comprensible sólo en el contexto del plan salvífico y en el ámbito de una elevada espiritualidad. La realización concreta del misterio de la Encarnación exigía un nacimiento virginal que pusiese de relieve la filiación divina y, al mismo tiempo, una familia que pudiera asegurar el desarrollo normal de la personalidad del Niño. José y María, en orden precisamente a su contribución al misterio de la Encarnación del Verbo, recibieron la gracia de vivir juntos el carisma de la virginidad y el don del matrimonio»[16]. «A la maternidad virginal de María corresponde, pues, el misterio virginal de José»[17].
DÍA 2.°
NO TEMAS RECIBIR A MARÍA TU ESPOSA
Comenta el Papa Juan Pablo II:
«"El ángel del Señor anunció a María, y concibió por obra del Espíritu Santo". Por obra del Espíritu Santo fue concebido el Hijo de Dios para hacerse hombre. Éste era el misterio del Espíritu Santo y de María. El misterio de la Virgen, que a las palabras de la Anunciación contestó: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38). Y "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1, 14). Vino a habitar sobre todo en el seno de María, que permaneciendo virgen se convirtió en Madre.
Éste era el misterio de María. José no conocía este misterio. No sabía que en aquella de quien era esposo -aun cuando de acuerdo con la ley judía no la había recibido aún en su casa- se había cumplido la promesa de la fe hecha a Abrahán: "Te hago padre de muchedumbre de gentes" (Gn 17, 5); esto es, que en ella, en María, de la estirpe de David[18], se había cumplido la profecía que había dirigido en otro tiempo el profeta Natán a David: "Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia, y tu trono durará por siempre" (2Sam 7, 16).
Éste era el misterio de María. José no conocía este misterio. Ella no se lo podía transmitir, porque era misterio superior a las capacidades del entendimiento humano y a las posibilidades de la lengua[19]. Se podía solamente aceptarlo de Dios y creer. Tal como creyó María. José no conocía este misterio, y por ello sufría muchísimo interiormente. Leemos: "José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, pensó repudiarla en secreto" (Mt 1, 19). Pero llegó cierta noche en la que también José creyó; le fue dirigida la Palabra de Dios, y se hizo claro para él el misterio de María: "José hijo de David, no temas recibir a María tu esposa; pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo" (Mt 1, 20s). Creyó, pues, que en ella se había cumplido la promesa de la fe hecha a Abrahán y la profecía que había escuchado el rey David. Ambos, José y María, eran de la estirpe de David[20]. Y José "hizo como el ángel del Señor le había ordenado" (Mt 1, 24).
Y amó más profundamente a María de la estirpe de David, porque aceptó todo su misterio. "José hijo de David, no temas recibir a María y al que ha sido engendrado en ella" (cf Mt 1, 20). Así dice Dios Padre al hombre con el que, en cierto modo, ha compartido su paternidad[21]. La paternidad es responsabilidad por la vida. El Dios que dice: "No abandones a la mujer tu esposa", dice al mismo tiempo: "Acoge la vida concebida en ella", como le dijo a José de Nazaret, ese hombre justo»[22].
DÍA 3.°
CREYÓ EN DIOS QUE DA LA EXISTENCIA
Comenta el Papa Juan Pablo II:
«Leemos en la Carta a los Romanos: "No fue por la ley por lo que se prometió a Abrahán y a su descendencia heredar el mundo, sino por la justicia de la fe... Y fue por fe para que sea por gracia. Y así la promesa -según lo que está escrito: Te hago padre de muchedumbre de gentes (Gn 17, 5)- esté asegurada a toda la descendencia, no sólo a la legal, sino también a la que procede de la fe de Abrahán en aquel en quien creyó, esto es, en Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe" (Rm 4, 13. 16-17). Abrahán es "padre" de nuestra fe y de nuestra esperanza: "Apoyado en la esperanza creyó contra toda esperanza que llegaría a ser padre de muchedumbre de gentes... Por lo que le fue reputado como justicia" (Rm 4, 18-22).
Esas palabras de san Pablo se proclaman de nuevo en la liturgia de la fiesta de san José, las leemos pensando en ese "hombre justo", a quien le fue "reputado como justicia" haber creído en Dios "que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe"[23]. En efecto, Dios mismo, con el poder del Espíritu Santo, llamó a la existencia en el seno de la Virgen de Nazaret, desposada con José, a la humanidad que fue propia del Verbo eterno del Padre. Dios es quien llama a la existencia a lo que aún no existe. Y José de Nazaret creyó a Dios; creyó cuando Dios le habló por medio del ángel: "No temas recibir a María tu esposa; pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo" (Mt 1, 20-22). Y José "hizo lo que le había mandado el ángel del Señor" (Mt 1, 24): tomó consigo a María y al que había sido engendrado en ella.
La fe de José es la más perfecta semejanza y analogía con la fe de María»[24]. «Podemos decir que obtuvo el don de una "participación" singular e inmediata en la fe de María»[25]. «Ambos, María y José, están unidos con ese vínculo admirable. Ante los hombres su vínculo es el matrimonial; pero ante Dios y la Iglesia son las nupcias en el Espíritu Santo. Mediante estas nupcias en la fe se han convertido ambos, María y junto a ella José, en los testigos y dispensadores de aquel misterio[26] por el que los corazones humanos se hacen de nuevo morada del Dios vivo. José de Nazaret es "hombre justo" porque "vive totalmente de la fe"; es santo porque su fe es verdaderamente heroica. "José hijo de David, no temas recibir a María, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo" (Mt 1, 20). ¡Pueblo de Dios, no temas llevarte contigo, junto con José de Nazaret, a María!»[27].
DÍA 4.°
LA ALIANZA CON DIOS EN LA PATERNIDAD
Comenta el Papa Juan Pablo II:
«"Tú eres mi Padre, mi Dios, mi Roca salvadora". Con estas palabras del salmo 89 (v. 27) deseo adorar la Paternidad de Dios en la grande y humilde figura de san José, el esposo de María Santísima. Dios dice: "Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo: Te fundaré un linaje perpetuo" (Sal 89, 4-5). El Salmista habla de David-rey, pero la liturgia de la fiesta indica a José de Nazaret. Dios selló con él una alianza especial que la Iglesia compara a la establecida con Abrahán y con David. El Dios de la alianza dice a Abrahán: "Te hago padre de muchedumbre de gentes" (Gn 17, 5). Y a José de Nazaret le dice: ¡Te he hecho el padre de mi Hijo! He hecho de ti el padre de aquel que fue "concebido por obra del Espíritu Santo".
Abrahán creyó "contra toda esperanza" que llegaría a ser "padre de muchedumbre de gentes"; contra toda esperanza, porque humanamente no podía esperar un hijo. Y José creyó que junto a él se había realizado el cumplimiento de la Esperanza. Creyó que "por obra del Espíritu Santo" María su prometida esposa, la Virgen de Nazaret, "antes de que viviesen juntos", se había convertido en Madre (cf Mt 1, 18)»[28]. «De cara al misterio de la Encarnación nadie ha tenido una participación tan directa en la fe de María como José»[29]. «He aquí las palabras del mensajero de Dios a las que José creyó: "No temas recibir a María tu esposa; pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo; dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1, 20s). Y José selló con Dios una alianza especial: la alianza en la Paternidad.
Desde entonces sabría lo que debían significar en su vida y en su vocación las expresiones del Salmo: "Él me invocará: Tú eres mi padre". En efecto, Jesús lo llamaba así. Y José sabía que esas palabras se referían al Padre eterno, creador del cielo y de la tierra; sabía que su pobre casa de Nazaret se había llenado con el inescrutable misterio de la Paternidad divina, del que él mismo se había convertido en el fiduciario más próximo y el siervo fiel; él, el esposo de María, la esclava del Señor. La liturgia pone, en cierto modo, en su corazón y en sus labios las palabras del salmo: "Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades" (89, 2-3). José, hombre justo, esposo castísimo de María, proclama la gracia extraordinaria que Dios le otorgó a semejanza de Abrahán: La gracia de la alianza en la Paternidad. Y proclama la fidelidad de Dios a esta alianza»[30].
DÍA 5.°
MARÍA Y JOSÉ LE PUSIERON POR NOMBRE JESÚS
Comenta el Papa Juan Pablo II:
«"Dios envió a su Hijo nacido de Mujer" (Ga 4, 4). Ella se convierte en el primer testimonio materno de la dignidad humana del Hijo de Dios. Él ha nacido de ella. Ella es su Madre»[31]. «María fue la primera de todos los que, en virtud del Espíritu Santo, pudieron pronunciar el nombre de "Jesús": ¡Jesús es el Señor! Y esto fue el día de la Anunciación, cuando el Espíritu bajó sobre ella en el secreto de la casa de Nazaret»[32].
«El mensajero divino le dijo[33]: "Concebirás en el seno y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús; será grande y se llamará Hijo del Altísimo" (Lc 1, 31s)»[34]. Y «como Abraham, "esperando contra toda esperanza, creyó, y fue hecho padre de muchedumbre de gentes" (Rm 4, 18), así María creyó que por el poder del Altísimo, por obra del Espíritu Santo, se convertiría en la Madre del Hijo de Dios según la revelación del ángel»[35]. Y así, «al octavo día después del nacimiento, al cumplir el rito vetero-testamentario de la circuncisión, ella da el nombre al Niño[36]. Y el nombre es éste: Jesús. Un nombre que habla de la salvación llevada a cabo por Dios. Esta salvación ha sido traída por su Hijo. "Jesús" quiere decir Salvador. Así fue llamado el Hijo de María en el momento de la Anunciación el día en que fue concebido en su seno. Y así lo llama ella ahora ante los hombres. Él es Salvador del mundo. Su Madre es Madre del Salvador»[37].
Ahora bien, «por tradición eran siempre los padres [esto es, ambos progenitores] quienes ponían el nombre a sus hijos»[38]. Por ello, si el ángel le dice a José: «No temas recibir a María tu esposa; pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo; dará a luz un hijo» (Mt 1, 20-21), se infiere que «del matrimonio con María, del que derivan para José su singular dignidad y sus derechos sobre Jesús»[39], deriva, como uno de ellos, el de ponerle el nombre. Por eso, como a María, también a José le ordena el ángel: «Le pondrás por nombre Jesús» (Mt 1, 21). Y así, «obediente a la voluntad divina»[40], también «José en la circuncisión pone al Niño el nombre de Jesús. Este nombre es el único en el que se halla la salvación (cf Hc 4, 12). Al ponerle el nombre declara su paternidad legal sobre Jesús, y al proclamar el nombre proclama también su misión salvadora»[41].
«¡Jesús! Este nombre lo escuchó por vez primera la Virgen en Nazaret. Así llamó el ángel en la Anunciación al Niño antes de ser concebido. Y ella, María, fue la primera en pronunciar este nombre. Todos los demás aprendieron este nombre de ella, de la Madre. Y continúan aprendiéndolo»[42].
DÍA 6.°
PATERNIDAD HUMANA Y PATERNIDAD DIVINA
Comenta el Papa Juan Pablo II:
«"Hijo, ¿por qué has obrado así con nosotros? Mira que tu padre y yo, apenados, andábamos buscándote" (Lc 2, 48). María alude a la solicitud paterna de José -partícipe como es del misterio de ella y de su Hijo divino[43]-; y Jesús, con doce años, se retrotrae a la Paternidad del mismo Dios: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?" (Lc 2, 49).
Hay un profundo nexo entre la paternidad humana y la paternidad divina. Para el hombre engendrar un hijo es sobre todo "recibirlo de Dios": se trata de acoger como un don de Dios la criatura que se engendra. ¿No se sitúa tal vez aquí la grandeza de la misión confiada al padre y a la madre? ¡Ser instrumentos del Padre celestial en la obra de formar a los propios hijos! Deben, pues, educarlos prestando atención constante a la relación privilegiada que tienen con el Padre celestial; del cual, más que de sus padres terrenos, deben "ocuparse" como Jesús.
Por otra parte, la paternidad de José, como la de Abrahán, se basa en la fe: se basa en la fe de forma exclusiva. Por obra del Espíritu Santo creyó en el misterio de la concepción del Hijo de Dios en el seno de la Virgen, que era su Esposa; y por obra del Espíritu Santo, mediante la fe, llegó a ser testigo del nacimiento del Hijo de Dios en la noche de Belén[44]. Y se convirtió en el custodio más diligente de este misterio, y en custodio de la Madre y del Hijo: primero en Belén, luego en Egipto, y por fin en Nazaret, donde Jesús crecía bajo su mirada y estaba a su lado para trabajar la madera como "hijo del carpintero" (cf Mt 13, 55)»[45].
Y «cuando María y José lo encuentran en el templo, después de tres días de angustiosa búsqueda, su Madre no pudo contener este amoroso lamento: "Hijo, ¿por qué has obrado así con nosotros?"»[46]. «Una frase muy "humana", una manifestación ante todo de solicitud. La paternidad y la maternidad se expresan precisamente en la cotidiana solicitud creadora por el hombre desde el momento de su concepción en el seno de la madre[47], por el niño, por el adolescente, por el adulto. Esta solicitud es un reflejo de la Providencia divina. Y Jesús añade: "¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?" (Lc 2, 49). En el ámbito de la solicitud del padre y de la madre se abre en el alma del niño el espacio interior de la vocación que procede del mismo Dios: "Debo ocuparme". ¡Dichoso aquel engendrar humano que restituye el hombre a Dios: a la Paternidad del mismo Dios!»[48].
DÍA 7.°
JESÚS SOMETIDO A MARÍA Y A JOSÉ[49]
Comenta el Papa Juan Pablo II:
«Se podría pensar que Jesús, al poseer en sí mismo la plenitud de la divinidad, no tenía necesidad de educadores; pero el misterio de la Encarnación nos revela que el Hijo de Dios vino al mundo en una condición humana totalmente semejante a la nuestra (cf Hb 4, 15), requiriendo por ello la acción educativa de sus padres. Ahora bien, el hecho de que en Jesús no hubiera pecado exigía siempre de ellos una orientación positiva. Y así su misión educativa se limitó a garantizar las condiciones favorables para que pudieran realizarse los dinamismos y los valores esenciales del crecimiento ya presentes en el Hijo.
Jesús en Nazaret se hallaba sometido a José y a María (cf Lc 2, 51): tenía la disposición de recibir y estaba abierto a la obra educativa de su Madre y de José. Los dones singulares con los que Dios les había colmado les hacían particularmente idóneos para desempeñar la misión de educadores. En las circunstancias concretas de cada día, Jesús podía encontrar en su Madre un modelo para seguir e imitar y un ejemplo de amor perfecto a Dios y a los hermanos[50]. Además podía contar con la figura paterna de José, hombre justo (cf Mt 1, 19), que cooperó con su Esposa[51] para que la casa de Nazaret fuera un ambiente favorable a la maduración personal del Salvador de la humanidad»[52]. «Cuando Jesús muestre su Corazón manso y humilde, abierto a todos, acogedor y benévolo, lleno de compasión por los infelices, a todos ofrecerá los frutos de su desarrollo, en los que María y José habrán tenido una parte notable aunque oculta»[53].
«María fue, junto con José, quien introdujo a Jesús en los ritos y prescripciones de Moisés, en la oración al Dios de la alianza mediante el uso de los salmos y en la historia del pueblo de Israel centrada en el éxodo de Egipto. De ella y de José aprendió Jesús a frecuentar la sinagoga y a realizar la peregrinación anual a Jerusalén con ocasión de la Pascua. Sin embargo, aunque fueron ellos quienes lo introdujeron en la cultura y en las tradiciones del pueblo de Israel, ayudándolo a crecer desde la infancia hasta la edad adulta "en sabiduría, en estatura y en gracia" (Lc 2, 52) y a formarse para su misión, será él quien revele, desde el episodio de su encuentro en el templo (cf Lc 2, 49)[54], su plena conciencia de ser el Hijo de Dios enviado a irradiar la verdad en el mundo, siguiendo exclusivamente la voluntad del Padre. De "maestros" de su Hijo, se convirtieron así en humildes discípulos del divino Maestro»[55].
DÍA 8.°
HACEDLO TODO COMO PARA EL SEÑOR
Comenta el Papa Juan Pablo II:
«"Lo que hacéis, hacedlo de corazón, como para el Señor... Servid a Cristo Señor" (Col 3, 23s). ¿Cómo no ver en estas palabras de san Pablo el programa y la síntesis de toda la existencia de san José? José, "hombre justo", pasó gran parte de su vida trabajando junto al banco de carpintero. Una existencia aparentemente igual a la de muchos otros de su tiempo; y sin embargo, tan singular y digna de admiración, que llevó a la Iglesia a proponerla como modelo ejemplar para todos los trabajadores del mundo.
¿Cuál es la razón de esta distinción? Está en la orientación a Cristo, que sostuvo toda la fatiga de san José. La presencia en la casa de Nazaret del Verbo encarnado, Hijo de Dios e Hijo de su esposa María, ofrecía a José el cotidiano porqué de volver a inclinarse sobre el banco de trabajo, a fin de sacar de su fatiga el sustento necesario para la familia. Realmente "todo lo que hizo" José lo hizo "para el Señor"»[56]. «Servir a Cristo fue toda su vida, servirlo en la humildad más profunda, en la dedicación más completa, servirle con amor y por amor»[57].
«Todos los trabajadores están invitados a mirar el ejemplo de este "hombre justo". La experiencia singular de san José se refleja de algún modo en la vida de cada uno de ellos. En efecto, por muy diverso que sea el trabajo, su actividad tiende siempre a satisfacer alguna necesidad humana; está orientada a servir al hombre. Y el creyente sabe que Cristo ha querido ocultarse en todo ser humano, afirmando que "todo lo que se hace por un hermano, incluso pequeño, es como si se le hiciese a él mismo" (cf Mt 25, 40). Así pues, en todo trabajo es posible "servir a Cristo", cumpliendo la recomendación de san Pablo e imitando el ejemplo de san José, custodio y servidor del Hijo de Dios. Todos los trabajadores deben tomar, pues, renovada conciencia de la dignidad que les es propia: con su fatiga sirven a los hermanos, sirven al hombre, y en el hombre sirven a Cristo. Que san José les ayude a ver el trabajo en esta perspectiva para valorar toda su nobleza.
Y al hablar de san José y de la casa de Nazaret, el pensamiento se dirige a aquella que en esa casa fue durante años la Esposa afectuosa y Madre tiernísima, ejemplo incomparable de serena fortaleza y confiado abandono. Que la Virgen Santa entre, pues, también en nuestras casas, obteniendo con la fuerza de su intercesión materna que cada familia cristiana pueda llegar a ser una "pequeña Iglesia" en la que se refleje y reviva el misterio de la Iglesia de Cristo»[58].
DÍA 9.°
LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARET
Comenta el Papa Juan Pablo II:
«La fiesta de la Sagrada Familia nos lleva con el pensamiento a la casa de Jesús, de su madre y de su padre putativo. La liturgia nos hace recorrer una línea no sólo geográfica, sino también espiritual, que va desde Belén -lugar del nacimiento del Niño- y desde Egipto -lugar del refugio de la primera persecución- hasta Nazaret en Galilea, patria de María. Allí se establece esa familia de artesanos compuesta por José, carpintero, María, ama de casa, y Jesús, que permanecerá con el sobrenombre de "hijo del carpintero" (cf Mt 13, 55; Mc 6, 3)»[59]. «Fue en Nazaret donde Cristo, viviendo bajo la mirada amorosa de la Virgen Santísima y de San José, valoró y santificó la familia»[60].
«Allí María y José viven su vida de fe, correspondiendo a una vocación sublime que vincula su existencia al misterio de Dios presente en ese Hijo suyo, que es el mismo Verbo de Dios encarnado. Dedicándose a él encuentran la motivación diaria para una solidaridad entre ellos que ninguna dificultad logra resquebrajar. De la fe en aquel que saben que ha venido "a salvar a su pueblo" (cf Mt 1, 21), sacan el estímulo para abrirse a una solidaridad inagotable hacia los demás. Así realizan "su peregrinación en la fe", de la que los relatos de la infancia de Jesús nos hacen ver sólo "el punto de partida"»[61]. «El Hijo de Dios, hecho un niño como todos los nacidos de mujer, recibía continuamente los cuidados de la Madre. María, que siempre había permanecido virgen, consagraba diariamente su vida a la sublime misión de la maternidad. Y José, designado para proteger el misterio de la filiación divina de Jesús y de la maternidad virginal de María, cumplía su papel de forma consciente, en silencio y en obediencia a la voluntad divina»[62].
«El mensaje que aporta la Sagrada Familia es, ante todo, un mensaje de fe: la casa de Nazaret es una casa en la que Dios es verdaderamente el centro. Para María y José esta opción de fe se concreta en el servicio al Hijo de Dios que se les confió, pero se expresa también en su amor recíproco, rico en ternura espiritual y fidelidad. María y José enseñan con su vida que el matrimonio es una alianza entre el hombre y la mujer, una alianza que los compromete a la fidelidad recíproca y que se apoya en la confianza común en Dios. La fidelidad de los cónyuges es, a su vez, como una roca sólida en la que se apoya la confianza de los hijos. Cuando padres e hijos respiran juntos esa atmósfera de fe, tienen una energía que les permite afrontar incluso pruebas difíciles, como muestra la experiencia de la Sagrada Familia»[63].
APÉNDICE
EJERCICIO DE LOS SIETE
DOLORES Y GOZOS DE SAN JOSÉ
1. Salutación (Del Papa Pío IX)
«Con razón la Iglesia católica honra con el culto más excelso y venera con el más profundo sentimiento de amor al glorioso patriarca san José, coronado ahora de honor y de gloria en el cielo, a quien Dios todopoderoso, con preferencia a todos los demás santos, escogió para ser en la tierra purísimo y verdadero esposo de la Inmaculada Virgen María y padre virginal de su Hijo Unigénito, y a quien enriqueció y colmó de gracias enteramente singulares, habilitándolo así para desempeñar con la mayor fidelidad tan excelsos ministerios»[64].
2. Dolor y gozo en verso (recitar lentamente)
Día 1.° Primer dolor y gozo: Ves, José, con gran sorpresa, / que tu Esposa concibió; / y, apenado, ya decides / inmolar tu fiel amor. / Y qué gozo que, del ángel, / sabes que ella es del Señor / la elegida Madre Santa, / y servirles es tu honor. / Oh de amor servicio cuánto, / que a José lo encumbra tanto.
Día 2.° Segundo dolor y gozo: Qué dolor de no encontrarle / a María dónde dar / luz al Hijo, al que cobija / en su seno y en su amar. / Y qué gozo, aunque en establo, / al Dios Niño contemplar / y tomarle de las manos / de esa Madre sin igual. / La exterior y vil pobreza / tórnase en sin par riqueza.
Día 3.° Tercer dolor y gozo: Qué dolor de que derrame / ya tan presto el Niño Dios / sangre, al ser circuncidado, / y qué gozo resonó: / es «Jesús» su nombre santo, / su persona y su misión; / todo el Padre en él ha dado: / él es nuestra salvación. / Exclusivo es de este Nombre / que se salve en él todo hombre.
Día 4.° Cuarto dolor y gozo: Simeón por Luz lo anuncia, / no sin gran contradicción; / y es espada que atraviesa / de María el Corazón. / Oh José, tú sufres de ello; / pero es gran consolación, / que con tantas penas logren / nuestra eterna salvación. / Ya la cruz bien se divisa, / que es de amor aquesta prisa.
Día 5.° Quinto dolor y gozo: Con María tú compartes / el dolor del escapar / al Egipto y que a Dios Hijo / busque Herodes lo matar. / Y también con ella gozas / del amor que el Padre da / a quien, fiel y generoso, / colabora con su plan. / Pues gustasteis del exilio, / en el nuestro es vuestro auxilio.
Día 6.° Sexto dolor y gozo: Al volver de Egipto sabes / que Arquelao es de temer; / con María y con su Niño / partes presto a Nazaret. / Oh José, y qué gran gozo / -lo que Dios de ti querer- / de vivir para esa Madre / y ese Hijo, Flor de Edén. / Y si así, fiel, fue tu vida, / fiel por ellos me desviva.
Día 7.° Séptimo dolor y gozo: Con la Madre tú convives / su apenarse, buen José, / pues Jesús quedó en el templo / sin deciros el porqué. / Y con ella luego gozas / la alegría de tener / muy al lado al que es la Vida, / don del Padre, nuestro Bien. / Cristo, así, pues, te busquemos, / cual Bien sumo te anhelemos.
3. Conclusión
V/ Lo nombró administrador de su casa.
R/ Y señor de todas sus posesiones.
Padrenuestro. Avemaría. Gloria.
Oración. Oh Dios, que concediste al esposo de la Madre de tu Hijo concluir su vida terrena en presencia de Jesús y de María; concédenos, por su intercesión, una muerte semejante a la suya: en el amor y en los brazos de la Madre y del Hijo. Por Jesucristo...
[1]. Designación oficial de la fiesta del 19 de marzo: S. Ioseph, Sponsi Beatae Mariae Virginis.
[2]. Nuestra gratitud a Rafael Matesanz Martín por la parte que ha tenido en la elaboración de las antífonas de entrada.
[3]. Cf Juan Pablo II, En el Cottolengo 13-4-1980: «Ante Cristo, que "no buscó su propia complacencia" (Rm 15, 3), sino que "se entregó por nuestros pecados" (Ga 1, 4), el cristiano aprende a "no buscar su propio interés, sino el interés de los demás" (Flp 2, 4), a apartar la mirada de sí para dirigirla a los demás, llegando, quizá por primera vez, a tomar plena conciencia de la existencia del otro, con sus problemas, sus necesidades, su soledad...
Esta actitud de pobreza radical, de total separación de sí y de las cosas propias, es la que hace posible la apertura sin reservas a las interpelaciones de la gracia de Dios y de la miseria humana... El que se ha separado de todo, ha renunciado incluso a hacer cálculos sobre lo que tiene o no tiene cuando se trata de salir al encuentro de las necesidades del prójimo. Es plenamente libre, porque es totalmente pobre».
[4]. Mt 25, 21: «Serve bone et fidelis... intra in gaudium domini tui» (Neo-Vulgata).
[5]. Cf Juan Pablo II, Audiencia general 19-3-1980: «"José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de los pecados" (Mt 1, 20-21)... Dios confía a José el misterio cuyo cumplimiento habían esperado desde hacía muchas generaciones la estirpe de David y toda la "casa de Israel" -la encarnación del Verbo eterno en el seno de la Virgen María (Carta A Concilio Constantinopolitano I 25-3-1981 III,8)-; y le confía al mismo tiempo todo aquello de lo que depende la realización/ejecución de dicho misterio en la historia del pueblo de Dios -que la Virgen María, cubierta con la sombra del Espíritu Santo, siga dando a luz a Cristo en cada generación (Al final de la Misa en Acra 8-5-1980)-. Desde el momento en que estas palabras llegaron a su conciencia, José se convierte en el hombre de la elección divina, el hombre de una particular confianza. Se define su puesto en la historia de la salvación... "Al despertar José de su sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado" (Mt 1, 24). En estas pocas palabras está todo. Toda la decisión de la vida de José y la plena característica de su santidad».
Homilía 19-3-1988: «José es el hombre al cual se le confió de modo especial y excepcional "el gran misterio" de Dios mismo: el misterio de la Encarnación».
Audiencia general 10-7-1996: «A José se le comunica la generación virginal de Jesús en un segundo momento: no se trata para él de una invitación a dar su consentimiento previo a la concepción del Hijo de María -fruto de la intervención sobrenatural del Espíritu Santo y de la cooperación exclusiva de la Madre-, sino sólo de aceptar libremente su papel de esposo de la Virgen y su misión paterna respecto del Niño».
[6]. Cf León XIII, Encíclica Quamquam pluries 15-8-1889: «Si Dios concedió a la Virgen a José como esposo, se lo dio en verdad no sólo como compañero de la vida, testigo de la virginidad y defensor del honor, sino también como partícipe de su excelsa dignidad en virtud de la misma alianza matrimonial».
San José participa en lo que constituye la excelsa dignidad de María: su maternidad del Cristo total. Participa, pues, de María -"virginal" y "paternalmente"- en la gracia y solicitud por la Cabeza y por los miembros. Y así, como estuvo «plenamente entregado a Jesús y a María» (Pablo VI, Ángelus 19-3-1975), «se alberga todavía y se albergará siempre en su corazón, ahora dichoso con inconmensurable sabiduría y poder..., una singular y preciosa simpatía por toda la humanidad» (Pablo VI, Homilía 19-3-1969). Y, pues «por José somos conducidos directamente a María y, mediante María, a la fuente de toda santidad, Jesús» (Benedicto XV), «la Virgen hará suya la intervención de él en la comunión de los Santos» (Pablo VI, Ángelus 19-3-1975).
[7]. Cf Pablo VI, Homilía 19-3-1966: «Éste es el secreto de la grandeza de San José, que tan bien rima con su humildad: haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio en holocausto del misterio de la Encarnación y de la misión redentora que le está unida; haber usado de la autoridad legal que le pertenecía sobre la Sagrada Familia, para transformarla en total don de sí mismo, de su vida y de su trabajo; haber convertido su humana vocación al amor doméstico en sobrehumana oblación de sí mismo, de su corazón y de todo su ser, en el amor puesto al servicio del Mesías, engendrado en su casa, hijo suyo nominal e hijo de David, aunque en realidad Hijo de María e Hijo de Dios.
Si jamás a alguno pudo convenir esta enseña evangélica, que es la gloria de María, la profetisa de "Magníficat", que es la del Precursor, que es, se puede decir, de todo santo: "servir por amor", ése fue San José, que se nos aparece revestido de ella, como del perfil que lo define, como del esplendor que lo glorifica: servir a Cristo fue toda su vida, servirlo en la humildad más profunda, en la dedicación más completa, servirle con amor y por amor».
[8]. Oración colecta. 19 de marzo, solemnidad de san José.
[9]. Cf Juan Pablo II, Audiencia general, 21 de agosto de 1996: «Los cristianos han reconocido siempre en José a aquel que vivió una comunión íntima con María y Jesús, deduciendo que también en la muerte gozó de su presencia consoladora y afectuosa».
[10]. La música nos parece muy bella. Quien no la sepa, procure se la enseñen.
Cf Pío IX, Inclytum Patriarcham 7-7-1871: «Con razón la Iglesia católica honra con el culto más excelso y venera con el más profundo sentimiento de amor al glorioso patriarca san José, coronado ahora de honor y de gloria en el cielo, al que Dios todopoderoso, con preferencia a todos los demás santos, escogió para ser en la tierra el purísimo y verdadero esposo de la Inmaculada Virgen María y padre putativo de su Hijo Unigénito, y a quien enriqueció y colmó de gracias enteramente singulares, habilitándolo así para desempeñar con la mayor fidelidad tan excelsos ministerios».
Pablo VI, Homilía 19-3-1966: «Éste es el secreto de la grandeza de San José, que tan bien rima con su humildad: haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio en holocausto del misterio de la Encarnación y de la misión redentora que le está unida; haber usado de la autoridad legal que le pertenecía sobre la Sagrada Familia, para transformarla en total don de sí mismo, de su vida y de su trabajo; haber convertido su humana vocación al amor doméstico en sobrehumana oblación de sí mismo, de su corazón y de todo su ser, en el amor puesto al servicio del Mesías, engendrado en su casa, hijo suyo nominal e hijo de David, aunque en realidad Hijo de María e Hijo de Dios.
Si jamás a alguno pudo convenir esta enseña evangélica, que es la gloria de María, la profetisa de "Magníficat", que es la del Precursor, que es, se puede decir, de todo santo: "servir por amor", ése fue San José, que se nos aparece revestido de ella, como del perfil que lo define, como del esplendor que lo glorifica: servir a Cristo fue toda su vida, servirlo en la humildad más profunda, en la dedicación más completa, servirle con amor y por amor».
[11]. Si Gabriel anuncia a Zacarías el nacimiento del precursor de Cristo (cf Lc 1, 19), y a María el nacimiento del mismo Cristo (cf Lc 1, 26), es de suponer que haya sido también Gabriel quien se lo anuncia a José. Si san Lucas lo hubiera referido, no parece hubiera omitido el nombre del ángel; pero a san Mateo le bastó decir que fue «un ángel del Señor» (Mt 1, 20).
Juan Pablo II: Audiencia general 14-1-1987: «Por tradición eran siempre los padres quienes ponían el nombre a sus hijos. Sin embargo, en el caso de Jesús, Hijo de María, el nombre fue escogido y asignado desde lo alto, ya antes de su nacimiento, según la indicación del ángel a María en la Anunciación (Lc 1, 31) y a José en sueños (Mt 1, 21)».
Homilía 19-3-1988: «Conocemos bien el texto de la Anunciación de María en el Evangelio de Lucas. Allí se dice que la Virgen de Nazaret se turbó; aquí (en el Evangelio de Mateo) se habla de que se turbó José. Allí María manifiesta su emoción ante el mensajero celeste. Aquí el ángel, en cierto sentido, prevé la pregunta de José y responde a su inquietud. Allí María responde: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 58); aquí José "hizo lo que le había mandado el ángel del Señor" (cf Mt 1, 24)... No hay ninguna "diferencia" en lo sustancial del mensaje. No hay disparidad entre lo que María primero y José después oyen de boca del mensajero: Es el anuncio de que el Hijo de Dios se hará hombre al nacer de la Virgen».
Citamos algunas de las liras que Carmen Teresa del Niño Jesús de Praga (22-8-1898 / 6-4-1978), carmelita descalza que fue de Plasencia, dedica en sus Poesías (pp. 164-165) al arcángel san Gabriel:
5ª Se mostró a Zacarías, / del Altar del Incienso a la derecha, / y le dijo que Elías, / cuando él no lo sospecha, / vendrá en el Precursor, de su cosecha.
6ª Y más tarde a María, / la Virgen que es más pura que azucena: / ¡Alégrate -decía-, / de gracia toda llena, / el Señor es contigo; no hayas pena!
8ª También se le aparece / en sueños a José, a quien decía / que el Hijo que le ofrece / en su esposa María, / del Espíritu Santo provenía.
[12]. Cf Juan Pablo II, Audiencia general 19-3-1980: «Dios confía a José el misterio cuyo cumplimiento habían esperado desde hacía muchas generaciones la estirpe de David y toda la casa de Israel -esto es, "la encarnación del Verbo eterno en el seno de la Virgen María" (Carta A Concilio Constantinopolitano I 25-3-1981 III, 8)-, y le confía, al mismo tiempo, todo aquello de lo que depende la realización de dicho misterio en la historia del Pueblo de Dios», es decir, que la Virgen María, «cubierta con la sombra del Espíritu Santo, siga dando a luz a Cristo en cada generación» (cf Al final de la Misa en Acra 8-5-1980).
[13]. Cf Pablo VI, Homilía 19-3-1975; Juan Pablo II, Audiencia general 24-3-1982; Carta Apostólica 6-8-1985, con motivo del Cuarto Simposio Internacional de estudios josefológicos; Ángelus 19-3-1986; Homilía 19-3-1986; Homilía 19-3-1987; Homilía 19-3-1988; Homilía 31-12-1988; Discurso de bienvenida en Magliano Sabina 19-3-1993; Ángelus 29-12-1993.
[14]. Cf Juan Pablo II, Homilía 19-3-1988; Ángelus 27-12-1987, 31-12-1989 y 29-12-1996.
[15]. «Joven». Con esta palabra sintetizamos el siguiente párrafo del Papa: «La dificultad de acercarse al misterio sublime de la comunión esponsal de María y José ha inducido a algunos, ya desde el siglo II, a atribuir a José una edad avanzada y a considerarlo el custodio de María, más que su esposo. Es el caso de suponer, en cambio, que no fuese entonces un hombre anciano, sino que su perfección interior, fruto de la gracia, lo llevase a vivir con afecto virginal la relación esponsal con María».
Nunca un esposo fue tan semejante a su esposa como José lo era a María. Semejante en dones de naturaleza y de gracia; y también, cómo no, en edad, estatura y apariencia externa. Si ella era «la joven de Nazaret» (Audiencia general 13-9-1995; cf Is 7, 14; Mt 1, 22s), José no podía menos de ser joven. Y si Jesús era extremadamente parecido a María, ya que su carne procedía toda de ella, también hubo de ser -¡milagro de la gracia!- parecidísimo a José. En suma, cuanto más José se parecía a María, tanto más se parecía a Jesús.
«Humilde y sencillo». Cf Audiencia general 19-3-1980: «Desde el momento en que esas palabras llegaron a su conciencia, José se convierte en el hombre de la elección divina: el hombre de una particular confianza. Se define así su puesto en la historia de la salvación. José entra en este puesto con la sencillez y humildad en las que se manifiesta la profundidad espiritual del hombre».
[16]. Audiencia general 21-8-1996.
[17]. Audiencia general 24-3-1982.
[18]. Cf Radiomensaje para la celebración del 1.600 aniversario del Concilio Constantinopolitano I y 1.550 aniversario del Concilio de Éfeso 7-6-1981: «La obra del Espíritu Santo, la obra más perfecta en la historia de la creación y de la salvación, está constituida simultáneamente por el hecho de que el Hijo de Dios, de la misma naturaleza del Padre eterno, se ha hecho hombre, y que María de Nazaret, la esclava del Señor, de la estirpe de David, ha llegado a ser la verdadera Madre de Dios: Theotókos».
[19]. Cf Juan Pablo II, Alocución a los delegados de Cáritas Internacional 30-5-1983: «María acude a compartir con su prima Isabel la alegría de la Buena Nueva del Salvador y a ofrecer sus servicios».
La afirmación del Papa, «ella no se lo podía transmitir», indica, pues, que, si el Espíritu Santo no la inspiraba comunicarlo, no podía menos de callar.
[20]. Cf Juan Pablo II, Ángelus 5-1-1997: «Hoy deseo detenerme en un título que se da a Jesús más de una vez en los evangelios. Se le llama "hijo de David". El evangelio de Mateo comienza precisamente con estas palabras: "Genealogía de Jesucristo, hijo de David" (Mt 1, 1).
Podríamos decir que es un título de familia. A través de José, su padre putativo, Jesús se vincula a toda la cadena humana que de hijo a padre llega hasta el rey David. Esta relación genealógica subraya el carácter concreto de la encarnación: el Verbo eterno de Dios, al hacerse hombre, entró con pleno título en la familia humana, insertándose en una tradición familiar particular. También en esto quiso ser uno de nosotros, experimentando ese vínculo singular que, uniendo a las generaciones, permite a cada persona sentirse arraigada no sólo en el tiempo y en el espacio, sino también en un entramado benéfico de recuerdos y de afectos.
Pero, además de este significado antropológico, el título de "hijo de David" reviste también un sentido específico que arroja luz sobre el designio de Dios. En efecto, nos recuerda que el evento cristiano es la cumbre de una historia de salvación que Dios actúa progresivamente desde el Antiguo Testamento, ofreciendo al pueblo judío una "alianza" especial y haciéndolo portador de promesas salvíficas que, en Jesús de Nazaret, se realizarían para toda la humanidad.
Así, cuando los contemporáneos lo llaman "hijo de David", reconocen que en él se cumplen las promesas antiguas y proclaman la realización definitiva de la esperanza mesiánica. Todo hombre puede tener ya esta esperanza, haciendo suyo el grito que en el evangelio dirige el ciego Bartimeo: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!" (Mc 10, 47). Invocando al "hijo de David", la humanidad puede reencontrar la luz de los ojos del corazón.
María, la humilde joven de Nazaret, que al engendrar al Hijo de Dios lo introdujo en la genealogía davídica y en la entera familia humana, nos ayude a comprender cada vez mejor nuestra inserción en esta historia de salvación. Dejemos que ella nos guíe a la intimidad de la Sagrada Familia, donde se halla el germen de la humanidad nueva. Que al comienzo de este nuevo año, la Virgen santa bendiga a todas las familias del mundo, para que reconozcan en Jesús a su auténtico Salvador».
[21]. El Papa añade: «Queridos hermanos: Dios comparte, en cierto modo, su paternidad con cada uno de vosotros. No del modo misterioso y sobrenatural con que lo hizo con José de Nazaret. Y sin embargo, toda paternidad en la tierra, toda paternidad humana, toma su origen de Dios y en él encuentra su modelo».
[22]. Homilía 19-3-1981.
[23]. El Papa añade: «Así pues, la fe de san José debía manifestarse ante el misterio de la encarnación del Hijo de Dios. Precisamente entonces José de Nazaret pasó por la gran prueba de su fe, como había pasado Abrahán».
[24]. Homilía 19-3-1982; Cf Homilía para los enfermos 11-2-1981: «La fe permitió a María asomarse sin temor al abismo inexplorado del designio salvífico de Dios: no resultaba fácil creer que Dios pudiera "hacerse carne" y venir a "habitar entre nosotros" (cf Jn 1, 14), es decir, que quisiese ocultarse en la insignificancia de nuestra vida ordinaria, vistiéndose de nuestra fragilidad, sometida a tantos y tan humillantes condicionamientos. María se atrevió a creer en ese proyecto "imposible", se fio del Omnipotente y se convirtió en la principal cooperadora de esa admirable iniciativa divina»; Ángelus 3-7-1983: «Aun siendo llamada a creer lo increíble, María exclama: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38)».
[25]. Homilía 19-3-1988.
[26]. Cf Benedicto XV, Motu proprio Bonum sane, 25-6-1920: «De José vamos derechamente a María, y mediante María a la fuente de toda santidad, Jesús, namque ab Ioseph ad Mariam recte deducimur, per Mariam autem ad omnis sanctitatis fontem, Iesum».
Pablo VI, Ángelus 19-3-1975: «San José, que fue pobre y humilde, hombre de fe y de sacrificio, plenamente entregado a Jesús y a María, es ciertamente, un intercesor eficaz y capaz de escucharnos y de ser escuchado por Cristo... Amémosle mucho y procuremos que él nos ame... La Virgen -pensamos- se sentirá feliz por ello, y hará suya la intervención de él en la comunión de los Santos».
[27]. Homilía 19-3-1982.
[28]. Homilía 24-3-1985.
[29]. Homilía 19-3-1988.
[30]. Homilía 24-3-1985. «José, hombre justo, esposo castísimo de María, proclama la gracia extraordinaria que Dios le otorgó..., la gracia de la alianza en la paternidad..., la fidelidad de Dios a esta alianza». Hacerle Dios Uno y Trino a José "padre" de Jesús, era comprometerse a hacerle el don día tras día, no sin súplica constante por parte de él, de un amor paternal, siempre creciente, digno de tal Hijo. A María la primera, a José el segundo, y al resto de los santos después, se pueden aplicar, a cada cual en su medida, los siguientes versos de Carmen Teresa del Niño Jesús de Praga (22-8-1898 - 6-4-1978), carmelita descalza que fue de Plasencia: «Jesús, adorado Esposo, / único amor de mi alma (...), compadécete de mí, / que de tu amor fascinada / sufro el martirio más cruel / que traspasa mis entrañas, / por no amarte cual mereces, / dueño adorado del alma» (Poesías, Añoranza del cielo, pp. 109. 111).
[31]. Homilía 1-1-1987.
[32]. Homilía en Pentecostés 22-5-1988.
[33]. Cf Audiencia general 23-5-1990: «Es difícil explicar el origen de la página de san Lucas sobre la Anunciación (cf Lc 1, 26-38) sin pensar en una narración de María, la única que podía dar a conocer lo que había acontecido en ella en el momento de la concepción de Jesús».
[34]. Carta enc. Redemptoris Mater, 25-3-1987, 13.
[35]. Ib., 14.
[36]. Cf Al Congreso Eucarístico Nacional de Ecuador 13-11-1988: «En el Pan bajado del cielo adoramos al Hijo de Dios, "nacido de mujer" (Ga 4, 4), nacido de María, quien por obra del Espíritu Santo concibió en su seno y dio a luz un Hijo a quien puso por nombre Jesús (cf Lc 1, 31-35)».
Mensaje Urbi et Orbi de Navidad 25-12-1999: «"Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado" (Is 9, 5)... Estas palabras proféticas se ven realizadas en la narración del evangelista Lucas, que describe el "acontecimiento" lleno cada vez más de nueva admiración y esperanza. En la noche de Belén, María dio a luz un Niño, al que puso por nombre Jesús».
Benedicto XVI, Homilía 1-1-2007: «La liturgia medita hoy en el Verbo hecho hombre, y repite que nació de la Virgen. Reflexiona sobre la circuncisión de Jesús como rito de agregación a la comunidad, y contempla a Dios que dio a su Hijo unigénito como cabeza del "pueblo nuevo" por medio de María. Recuerda el nombre que dio al Mesías, y lo escucha pronunciado con tierna dulzura por su Madre. Invoca para el mundo la paz, la paz de Cristo, y lo hace a través de María, mediadora y cooperadora de Cristo (cf Lumen gentium, 60‑61)».
[37]. Homilía 1-1-1987.
[38]. Audiencia general 14-1-1987: «Por tradición eran siempre los padres quienes ponían el nombre a sus hijos. Sin embargo, en el caso de Jesús Hijo de María el nombre fue escogido y asignado desde lo alto ya antes de su nacimiento, según la indicación del ángel a María en la Anunciación (Lc 1, 31) y a José en sueños (Mt 1, 21)».
[39]. Exhort. Ap. Redemptoris Custos, 15-8-1989, 7. 20: «La paternidad de José -una relación que lo sitúa lo más cerca posible de Jesús, término de toda elección y predestinación (cf Rm 8, 28-29)- pasa a través del matrimonio con María (...). Es precisamente del matrimonio con María del que derivan para José su singular dignidad y sus derechos sobre Jesús».
[40]. Homilía 18-3-1991.
[41]. Redemptoris Custos, 12.
[42]. Homilía 31-12-1988.
[43]. Ángelus 19-3-1986.
[44]. Cf Mensaje Navideño 25-12-1988: «¡Qué hermosa es la Navidad!... Este encanto es la revelación del misterio del recién nacido, la revelación de la verdad, del bien y de la belleza que subsisten en él y que, más bien, son él mismo. El encanto del nacimiento de Cristo atraviesa todas las generaciones; se manifiesta a los hombres y a los pueblos: por doquier se quedan arrobados sus ojos iluminados por la fe...
Los ojos iluminados por la fe descubren el encanto del Misterio de Dios bajo la apariencia de la pobreza y del abandono. ¡Cuánta belleza han visto los ojos de María aquella noche! No hay modo de expresarla. Y la mirada de José seguía la de su esposa. Así toda la pobreza exterior se transformaba en sus corazones en la más grande riqueza, a la cual nada puede compararse. Verdaderamente sólo de este modo podía nacer Cristo. Sólo así podía habitar entre los hombres el Emmanuel, "el Mensajero que trae buenas nuevas" (Is 52, 7).
El encanto de la Navidad se extiende por todos los caminos por donde pasará él, el Santo de Dios. El Hijo, que es resplandor de la gloria del Padre e impronta de su sustancia (cf Hb 1, 3). Él pasará haciendo el bien a todos (cf Hc 10, 38). Dios dirigirá, en él y por él, su palabra definitiva a la humanidad».
[45]. Homilía 19-3-1986.
[46]. Ángelus 31-7-1983.
[47]. Cf Juan Pablo II, Ángelus 19-12-1993: «"Concebirás en el seno, concipies in utero, y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús" (Lc 1, 31)... La concepción del Hijo de Dios en el seno de la Virgen es, ciertamente, un acontecimiento único e irrepetible; pero, indirectamente, arroja luz también sobre la dignidad del hombre, de todo ser humano, desde el momento de su concepción en el seno materno...
La evidente proyección del embrión hacia su futuro impide que se le trate como pura materia biológica, ya que, en el plan divino sobre el hombre, la precisa "individualidad" biológica, acogida en el seno materno, es acogida también por el amor omnipotente de Dios, que interviene para dotarla de un alma inmortal... De ahí se sigue que al ser humano, incluso al más frágil, protegido a la vez por el calor del seno materno y por el amor creador de Dios, se le debe brindar el respeto debido a toda persona humana».
Así pues, Dios es «creador en cada hombre del alma espiritual e inmortal» (Pablo VI, Credo del pueblo de Dios 30-6-1968 n. 8), no cuando el óvulo de una mujer es fecundado por el espermatozoide de un hombre, sino cuando el embrión humano o «"individualidad" biológica» resultante de la fecundación, anidando -implantándose- en el tapizado del útero (cf ABC, El médico responde 775) o, rarísimamente, en otro lugar del cuerpo de la mujer (cf Ib. 601: embarazo "ectópico"), comienza a recibir su nutrición de la madre, lo cual es ser «acogida en el seno materno, protegida por el calor del seno materno».
Como en Cristo no hubo fecundación, sino sólo concepción -y nuestro misterio se esclarece a la luz del suyo (cf Gaudium et spes 22)-, se comprende que la Iglesia haya deducido que nuestro ser personal comienza en la concepción, no en la fecundación. «La persona humana -afirma el Catecismo de la Iglesia Católica- desde su concepción está destinada a la bienaventuranza eterna» (n. 1703). La inmaculada concepción es lo primero que celebramos de María. El mismo Catecismo (nn. 2273-2275), no sólo en su promulgación definitiva (15-8-1997), sino también en la provisional (11-10-1992), al citar la instrucción Vitae donum (22-2-1987), donde todavía latía la hipótesis de que el momento de la creación del alma coincidiera con el de la fecundación, no le cita nada que no esté de acuerdo con lo expresado por Juan Pablo II en el Ángelus aludido.
Apuntamos algunas conclusiones que parece pueden deducirse de lo dicho:
1.ª Cada uno de nosotros tiene lo que pudiéramos llamar una "prehistoria" -una "individualidad" biológica- y una "historia", es decir, desde el momento de la concepción, en que, por la acogida en el seno materno y la consiguiente acogida del amor omnipotente de Dios -que intervino para dotarla de un alma inmortal-, se pasó de "individualidad" biológica a persona humana. De la "historia" se deduce el respeto debido a la "prehistoria".
2.ª A toda "historia" le es debida una "prehistoria" digna: «El matrimonio no confiere a los cónyuges el derecho a tener un hijo, sino solamente el derecho a realizar los actos naturales que de suyo se ordenan a la procreación. Un verdadero y propio derecho al hijo sería contrario a su dignidad y a su naturaleza» (Vitae donum II, 8b). «La generación de un hijo ha de ser el fruto de la donación recíproca realizada en el acto conyugal, en el que los esposos cooperan como servidores, y no como dueños, en la obra del Amor Creador» (Ib. II, 4c). «El acto de amor conyugal es... el único lugar digno de la procreación humana» (Ib. II, 5f).
3.ª Toda "prehistoria" indigna de preceder a una "historia", es decir, todos los embriones humanos -"individualidades" biológicas- obtenidos artificialmente nos parece que deben destruirse cuanto antes. Se evita así eficazmente la posibilidad de que lleguen a ser "historias", es decir, personas humanas, con "prehistoria" indigna y, quizás, manipulada. Obviamente, no son menos dignas las personas con "prehistoria" indigna de ellas.
4.ª Cuando una mujer "presta" su útero a la implantación y desarrollo de un óvulo de otra mujer fecundado in vitro, ¿de quién es más hijo el que va a nacer, de aquella de la que era el óvulo, y cuyo parecido en cierta medida heredará, o de aquella en la que fue creada el alma y, por lo mismo, constituida la persona?
[48]. Homilía 19-3-1986.
[49]. La alocución de Juan Pablo II, de la que se extrae la presente lectura, fue pronunciada en el contexto de una catequesis sistemática sobre María, en la que el Papa hizo sólo algunas alusiones a José. Unos contenidos se los atribuye a la Virgen, otros a ella y a José. No vemos inconveniente en que, tanto los unos como los otros, se atribuyan a ambos. Y así, los párrafos -de punto a punto- en que hacemos tal atribución, los iniciamos, para que se sepa, con frase en cursiva.
He aquí un texto que nos confirmaría en buena medida: «José, en la casa de Nazaret, ofreció al Niño que crecía a su lado el apoyo de su equilibrio viril, de su clarividencia, de su valentía, de las dotes propias de todo buen padre, sacándolas de esa fuente suprema "de quien toma nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra" (Ef 3, 15) (...). José y su Esposa castísima, la Virgen María, no abdicaron de la autoridad que les competía como padres. El Evangelio dice significativamente de Jesús que "les estaba sometido" (Lc 2, 51). Era una sumisión "constructiva" aquella de la que fueron testigos las paredes de la casa de Nazaret, ya que dice también el Evangelio que, gracias a ella, el Niño "crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres" (Lc 2, 52). En este crecimiento humano José guiaba y sostenía al Niño Jesús, introduciéndolo en el conocimiento de las costumbres religiosas y civiles del pueblo judío» (Juan Pablo II, Homilía 19-3-1983).
[50]. Cf Exhort. Ap. Catechesi tradendae, 16-10-1979, 73: «En su regazo, y luego escuchándola a lo largo de la vida oculta en Nazaret, este Hijo, que era el Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad, ha sido formado por ella en el conocimiento humano de las Escrituras y de la historia del designio de Dios sobre su pueblo en la adoración al Padre. Por otra parte, ella ha sido la primera de sus discípulos».
Audiencia general 4-1-1984: «Tras la concepción extraordinaria por obra del Espíritu Santo, María, con su maternidad, permite al Hijo de Dios tener un desarrollo humano y una inserción normal en la sociedad de los hombres... Siempre sentimos el asombro de que una mujer haya podido dar al mundo al que es Dios, que haya recibido la misión de amamantarlo como cada madre amamanta a su hijo, que haya preparado al Salvador, con la educación materna, para su futura actividad. María ha sido plenamente Madre y, por ello, ha sido también una admirable Educadora. El hecho, confirmado por el Evangelio, de que Jesús, en su infancia, les estaba sometido (cf Lc 2, 51), indica que su presencia materna influyó profundamente en el desarrollo humano del Hijo de Dios. Es éste uno de los aspectos más impresionantes del misterio de la Encarnación».
[51]. Cooperó con su Esposa. He aquí la síntesis de toda la labor educativa de José respecto de Jesús. El Magisterio de la Iglesia, según que esté hablando principalmente de María o principalmente de José, aporta expresiones que, miradas unilateralmente, harían suponer que todo o casi todo depende de ella o que todo o casi todo depende de él. A veces habla de los dos a un tiempo, atribuyendo unos contenidos a María y otros a José, sin que, necesariamente, debamos excluir a ella de lo que se dice de él o a él de lo que se dice de ella.
Un ejemplo. Juan Pablo II, en el estadio de Jalisco, Guadalajara, México 30-1-1979, dijo: «Me viene a la mente la figura de aquel que nació en el seno de una familia artesana, que creció en edad, sabiduría y gracia, que de su Madre aprendió los caminos humanos, que en aquel varón justo que Dios le dio por padre tuvo al maestro en la vida y en el trabajo cotidiano».
Evidentemente, también puede decirse que Jesús aprendió de José los caminos humanos; y también que María fue la maestra de su Hijo en la vida y en los trabajos cotidianos. Si Jesús «asimiló todos los secretos del trabajo humano en el que José era experto» (Juan Pablo II, Homilía 19-3-1983), también asimilaría todos los secretos de los trabajos en los que ella era experta, ya que a ello le llevaba su extremado espíritu de servicio y su singularísima capacidad de aprender.
[52]. Audiencia general 4-12-1996.
[53]. Ángelus 10-12-1989.
[54]. Cf Discurso a los niños en el santuario de Loreto 10-9-1995: «Para Jesús la primera escuela verdadera de vida fue precisamente su familia: de José y de María aprendió las cosas más importantes: la humildad, la fidelidad, la oración, el trabajo... Jesús, a los doce años, quiso dar a entender a sus padres que deseaba seguir, ante todo, la voluntad del Padre celestial, y, podríamos decir, precisamente por eso fue siempre obediente, viviendo en Nazaret y ayudando a José en su trabajo de carpintero».
[55]. Audiencia general 4-12-1996.
Benedicto XVI, Discurso en la inauguración y bendición en los jardines vaticanos de la nueva funte dedicada a San José, 5-7-2010: «José... vive la angustia de perder al hijo Jesús. San Lucas describe la afanosa búsqueda y la maravilla de encontrarlo en el Templo..., pero aún más el asombro de sentir las misteriosas palabras: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?" (Lc 2, 49).
Estas dos preguntas del Hijo de Dios nos ayudan a entender el misterio de la paternidad de José. Recordando a sus padres el primado de aquel al que llama "mi Padre", Jesús afirma la primacía de la voluntad de Dios sobre cualquier otra voluntad, y revela a José la verdad profunda de su papel: también él está llamado a ser discípulo de Jesús, dedicando su existencia al servicio del Hijo de Dios y de la Virgen Madre, en obediencia al Padre celestial».
[56]. Regina caeli 1-5-1982.
[57]. Pablo VI, Homilía 19-3-1966.
[58]. Regina caeli 1-5-1982.
[59]. Juan Pablo II, Ángelus 30-12-1990.
[60]. Ángelus 26-12-1993. El Papa añade: «El 5 de enero de 1964 mi venerado predecesor Pablo VI, precisamente desde la basílica de la Anunciación en Nazaret, pronunciaba una vigorosa meditación, que conserva una palpitante actualidad. Presentaba a Nazaret como escuela de Evangelio y escuela de vida familiar. "Enseñe Nazaret ‑decía‑ lo que es la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable; enseñe lo dulce e insustituible que es su pedagogía; enseñe lo fundamental e insuperable de su sociología".
Hoy es más urgente que nunca, amadísimos hermanos y hermanas, redescubrir el valor de la familia como comunidad basada en el matrimonio indisoluble de un hombre y de una mujer, que, en el amor, funden juntos su existencia y se abren al don de la vida; redescubrir la familia como ambiente vital donde cada niño que viene al mundo es acogido desde su concepción con ternura y gratitud y encuentra todo lo que necesita para crecer serenamente -como dice el Evangelio refiriéndose a Jesús- "en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres" (Lc 2, 52). El redescubrimiento de ese originario plan divino es de importancia decisiva en la crisis que atraviesa la humanidad en nuestra época».
[61]. Homilía 19-3-1988. El Papa añade: «El resto del camino, especialmente de José, está como envuelto en el silencio. Sabemos sólo que su vida se consumió en la cotidiana fatiga de carpintero, junto al Hijo de Dios Jesús, el cual, creciendo a su lado, se hacía cada vez más su colaborador eficaz: carpintero al lado del carpintero.
También todo hombre que trabaja es llamado por Dios a construir la propia existencia en el afán diario y con generosa solidaridad, recorriendo con perseverancia su camino. Un camino en el que la fe aporta un rayo de luz vivaz, enseñando a amar a cada hombre como hermano en Cristo, ayudándolo a cargar con la parte de cruz cotidiana que se encierra en cada tipo de actividad, invitándolo a leer su destino en el cuadro de un designio providencial más amplio, que tiene como finalidad la salvación de la humanidad y como perspectiva final el triunfo de la justicia y del amor cuando Cristo vuelva en la gloria.
Amadísimos trabajadores: Estas verdades no son abstractas; el ejemplo de los miembros de la Sagrada Familia las hacen extremadamente concretas. Son verdades que pasan por la fatiga de María en la casa, se empapan del sudor cotidiano de José, tienen el espesor de las herramientas maniobradas por las manos encallecidas del mismo Hijo de Dios».
[62]. Ángelus 27-12-1987.
[63]. Juan Pablo II, Ángelus 29-12-1996.
[64]. Inclytum Patriarcam 7-7-1871.
«Padre virginal». Pío IX dice: «Padre putativo». El término "putativo" es ya poco usual. A la luz de los textos que siguen, pensamos que se puede sustituir por "virginal". Es "madre virginal" la que lo es sin concurso de varón, y es "padre virginal" el que lo es sin su propio concurso.
Juan Pablo II, Audiencia general 24-3-1982: «Cristo -casi contra las expectativas de toda la tradición veterotestamentaria- nació de María, que en el momento de la Anunciación dice claramente de sí misma: "¿Cómo será esto, pues no conozco varón?", esto es, profesa su virginidad. Y aunque él nazca de ella como cada hombre, como un hijo de su madre, y aunque esta venida suya al mundo esté acompañada también por la presencia de un hombre -que es esposo de María y, ante la ley y los hombres, su marido-, sin embargo, la maternidad de María es virginal: y a esta maternidad virginal de María corresponde el misterio virginal de José, que, siguiendo la voz de lo alto, no duda en "recibir a María..., pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo" (Mt 1, 20)».
Juan Pablo II, Homilía 19-3-1986: «Cuando encuentran a Jesús a los 12 años en el templo de Jerusalén, María dice: "Mira que tu padre y yo, apenados, andábamos buscándote". Estas palabras tan "humanas" contienen toda la grandeza del misterio divino. La paternidad virginal de san José de Nazaret encuentra su confirmación en este misterio. En él encuentra también la fuente de su irradiación espiritual».