15 de septiembre: Memoria litúrgica
«Beatae Mariae Virginis perdolentis»
La bienaventurada Virgen María dolorosísima
(1/2) Juan Pablo II, Ángelus 1-4-1984 (sp it):
«1. Nos disponemos a rezar el Ángelus reflexionando sobre "María y el sufrimiento humano".
"Festejad a Jerusalén, gozad con ella todos los que la amáis, alegraos de su alegría" (...). En las palabras de Isaías (66, 10), que la liturgia aplica a la Iglesia, me gusta entrever el misterio de la Virgen Madre, de su gozo y de su dolor maternal. Porque María es la verdadera Hija de Sión, compendio espiritual de la Jerusalén antigua, comienzo y vértice de la Iglesia de Cristo; más aún, ella es la Nueva Eva, la verdadera Madre de todos los vivientes.
Hoy se la invita a gozar como Hija de Sión y Nueva Eva. Pues no se puede comprender el dolor humano sino en el contexto de una felicidad perdida, y no tiene sentido el dolor sino en la perspectiva de una felicidad prometida. "¡Festejad a Jerusalén!".
2. El dolor de la Jerusalén alabada por los Profetas era consecuencia de la infidelidad de sus hijos, que habían provocado el castigo de Dios y el exilio de la patria. El dolor de esta misteriosa nueva Hija de Sión, María, es consecuencia de las culpas innumerables de todos los hijos de Adán, culpas que fueron causa de nuestra expulsión del paraíso.
En María se revela, por tanto, de modo único el misterio salvífico del sufrimiento y el significado y amplitud de la solidaridad humana. Porque la Virgen no sufrió por Sí misma, pues era la Toda Hermosa, la siempre Inmaculada; sufrió por nosotros, por ser Madre de todos. Y como Cristo "tomó sobre Sí nuestras enfermedades y cargó con nuestros dolores" (Is 53, 4), también María fue abrumada como de dolores de parto a causa de una maternidad inmensa que nos regenera para Dios.
El sufrimiento de María Nueva Eva al lado de Cristo Nuevo Adán fue y sigue siendo el camino real de la reconciliación del mundo. "¡Festejad a Jerusalén. Alegraos de su alegría los que por ella llevasteis luto!".
3. En la figura de la Virgen Madre, sellada de dolor por la infidelidad de los hijos e invitada a rebosar de alegría por la perspectiva de su redención, se inserta nuestro dolor; también nosotros podemos ser "una partícula del tesoro infinito de la redención del mundo" (Salvifici doloris, 27), para que otros lleguen a compartir este tesoro y alcanzar la plenitud de gozo que él nos ha merecido».
(2/2) Benedicto XVI, Homilía en la basílica de Nuestra Señora del Rosario, Lourdes 15-9-2008 (ge sp fr en it pl po):
«Queridos hermanos y hermanas: Ayer celebramos la Cruz de Cristo, instrumento de nuestra salvación, que nos revela en toda su plenitud la misericordia de nuestro Dios. En efecto, la Cruz es donde se manifiesta de manera perfecta la compasión de Dios con nuestro mundo. Hoy, al celebrar la memoria de la Madre dolorosa, contemplamos a María que comparte la compasión de su Hijo por los pecadores. Como afirma san Bernardo, la Madre de Cristo entró en la Pasión de su Hijo por su compasión (cf Sermón en el domingo de la infraoctava de la Asunción). Al pie de la Cruz se cumple la profecía de Simeón de que su Corazón de Madre sería traspasado (cf Lc 2, 35) por el suplicio infligido al Inocente nacido de su carne.
Igual que Jesús lloró (cf Jn 11, 35), también María ciertamente lloró ante el cuerpo lacerado de su Hijo. Sin embargo, su discreción nos impide medir el abismo de su dolor; la hondura de esta aflicción queda solamente sugerida por el símbolo tradicional de las siete espadas. Se puede decir, como de su Hijo Jesús, que este sufrimiento la ha guiado también a ella a la perfección (cf Hb 2, 10), para hacerla capaz de asumir la nueva misión espiritual que su Hijo le encomienda poco antes de expirar (cf Jn 19, 30): convertirse en la Madre de Cristo en sus miembros. En esta hora, a través de la figura del discípulo a quien amaba, Jesús presenta a cada uno de sus discípulos a su Madre, diciéndole: "Ahí tienes a tu hijo" (Jn 19, 26-27).
María está hoy en el gozo y la gloria de la Resurrección. Las lágrimas que derramó al pie de la Cruz se han transformado en una sonrisa que ya nada podrá extinguir, permaneciendo intacta, sin embargo, su compasión maternal por nosotros. Lo atestigua la intervención benéfica de la Virgen María en el curso de la historia y no cesa de suscitar una inquebrantable confianza en ella; la oración "Acordaos, oh piadosísima Virgen María", expresa bien este sentimiento. María ama a cada uno de sus hijos, prestando una atención particular a quienes, como su Hijo en la hora de su Pasión, están sumidos en el dolor; los ama simplemente porque son sus hijos, según la voluntad de Cristo en la Cruz.
El salmista, vislumbrando de lejos este vínculo maternal que une a la Madre de Cristo con el pueblo creyente, profetiza a propósito de la Virgen María que "los más ricos del pueblo buscan tu sonrisa" (Sal 45, 13). De este modo, movidos por la Palabra inspirada de la Escritura, los cristianos han buscado siempre la sonrisa de Nuestra Señora, esa sonrisa que los artistas en la Edad Media han sabido representar y resaltar tan prodigiosamente. Este sonreír de María es para todos; pero se dirige muy especialmente a quienes sufren, para que encuentren en ella consuelo y sosiego. Buscar la sonrisa de María no es sentimentalismo devoto o desfasado, sino más bien la expresión justa de la relación viva y profundamente humana que nos une con la que Cristo nos ha dado como Madre.
Desear contemplar la sonrisa de la Virgen no es dejarse llevar por una imaginación descontrolada. La Escritura misma nos la desvela en los labios de María cuando entona el Magnificat: "Engrandece mi alma al Señor, y exultó mi espíritu en Dios, mi Salvador" (Lc 1, 46-47). Cuando la Virgen María da gracias a Dios nos convierte en testigos. María, anticipadamente, comparte con nosotros, sus futuros hijos, la alegría que vive su Corazón, para que se convierta también en la nuestra. Cada vez que se recita el Magnificat nos hace testigos de su sonrisa (...). En la sonrisa que nos dirige la más destacada de todas las criaturas, se refleja nuestra dignidad de hijos de Dios, la dignidad que nunca abandona a quienes están enfermos. Esta sonrisa, reflejo verdadero de la ternura de Dios, es fuente de esperanza inquebrantable.
Sabemos que, por desgracia, el sufrimiento padecido rompe los equilibrios mejor asentados de una vida, socava los cimientos fuertes de la confianza, llegando incluso a veces a desesperar del sentido y el valor de la vida. Es un combate que el hombre no puede afrontar por sí solo sin la ayuda de la gracia divina. Cuando la palabra no sabe ya encontrar vocablos adecuados, es necesaria una presencia amorosa; buscamos entonces no solo la cercanía de los parientes o de aquellos a quienes nos unen lazos de amistad, sino también la proximidad de los más íntimos por el vínculo de la fe. Y ¿quién más íntimo que Cristo y su Santísima Madre, la Inmaculada? Ellos son, más que nadie, capaces de entendernos y apreciar la dureza de la lucha contra el mal y el sufrimiento.
La Carta a los Hebreos dice de Cristo que él no solo "no es incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros" (cf Hb 4, 15). Quisiera decir humildemente a los que sufren y a los que luchan, y están tentados de dar la espalda a la vida: ¡Volveos a María! En la sonrisa de la Virgen está misteriosamente escondida la fuerza para continuar la lucha contra la enfermedad y a favor de la vida. También junto a ella se encuentra la gracia de aceptar sin miedo ni amargura el dejar este mundo a la hora que Dios quiera».
Natividad de María
Día 8 septiembre 2013
(1/2) Pablo VI, Homilía 8-9-1964 (it):
«La aparición de la Virgen en el mundo fue como la llegada de la aurora que precede al sol de la salvación, Cristo Jesús, como el florecimiento sobre la tierra, llena del fango del pecado, de la más hermosa flor que haya brotado en el devastado jardín de la humanidad.
Es decir, el nacimiento de la criatura humana más pura, más inocente, más perfecta, más digna de la definición que Dios mismo había dado del hombre al crearlo: imagen de Dios, semejanza de Dios, es decir, belleza suprema, profunda, tan ideal en su esencia y en su forma y tan real en su expresión viviente, que deja intuir que tal primera criatura estaba destinada, por un lado, al diálogo, al amor de su Creador en una inefable efusión de la beatísima y beatificante Divinidad y en una abandonada respuesta de poesía y de alegría, como es el Magníficat de la Virgen, y destinada, por otro lado, al dominio real de la tierra.
Aquello que aparecería y se desvanecería miserablemente en Eva, por un designio de la infinita misericordia, podríamos decir casi que por un propósito de revancha –como el del artista que, al ver destruida su obra, quiere rehacerla, y la reconstruye más hermosa aún y más de acuerdo con su idea creadora–, Dios lo hizo revivir en María. "Con la cooperación del Espíritu Santo la preparaste para que fuera una digna morada de tu Hijo", como dice la oración.
Y hoy, día dedicado al culto de este regalo, de esta obra maestra de Dios, recordemos, admiremos y alegrémonos porque María ha nacido, porque María es nuestra, y porque María nos devuelve la figura de la humanidad perfecta en su inmaculada concepción humana, que está plenamente de acuerdo con la misteriosa concepción en la mente divina de la creatura reina del mundo.
Y María, como nuevo motivo de gozo, de gozo encantador para nuestras almas, no detiene en sí nuestra mirada, sino que la invita a mirar más adelante, al milagro de luz, de santidad y de vida que ella anuncia al nacer y que llevará consigo: Cristo, su Hijo, Hijo de Dios, del que ella misma todo lo ha recibido. Éste es el célebre milagro de gracia que se llama Encarnación y que hoy se nos presagia anticipadamente en María, antorcha portadora de la luz divina, puerta por la que el cielo descenderá a la tierra, madre que da vida humana al Verbo de Dios, nuestra salvación».
(2/2) Benedicto XVI, Homilía en el atrio del Santuario de Nuestra Señora de Bonaria, Cagliari 7-9-2008 (ge sp fr en it po):
«Queridos hermanos y hermanas:
(...) Estamos en el día del Señor, el domingo, pero, dada la circunstancia particular, la liturgia de la Palabra nos ha propuesto lecturas propias de las celebraciones dedicadas a la santísima Virgen. En concreto, se trata de los textos previstos para la fiesta de la Natividad de María, que desde hace siglos se ha fijado el 8 de septiembre, fecha en la que en Jerusalén fue consagrada la basílica construida sobre la casa de santa Ana, madre de la Virgen.
Son lecturas que contienen siempre una referencia al misterio del nacimiento. Ante todo, en la primera lectura, el estupendo oráculo del profeta Miqueas sobre Belén, en el que se anuncia el nacimiento del Mesías. El oráculo dice que será descendiente del rey David, procedente de Belén como él, pero su figura superará los límites de lo humano, pues "sus orígenes son de antigüedad", se pierden en los tiempos más lejanos, confinan con la eternidad; su grandeza llegará "hasta los últimos confines de la tierra" y así serán también los confines de la paz (cf Mi 5, 1-4).
Para definir la venida del "Consagrado del Señor", que marcará el inicio de la liberación del pueblo, el profeta usa una expresión enigmática: "Hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz" (Mi 5, 2). Así, la liturgia, que es escuela privilegiada de la fe, nos enseña a reconocer que el nacimiento de María está directamente relacionado con el del Mesías, Hijo de David.
El evangelio, una página del apóstol san Mateo, nos ha presentado precisamente el relato del nacimiento de Jesús. Ahora bien, antes el evangelista nos ha propuesto la lista de la genealogía, que pone al inicio de su evangelio como un prólogo. También aquí el papel de María en la historia de la salvación resalta con gran evidencia: el ser de María es totalmente relativo a Cristo, en particular a su encarnación. "Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo" (Mt 1, 16).
Salta a la vista la discontinuidad que existe en el esquema de la genealogía: no se lee "engendró", sino "María, de la que nació Jesús, llamado Cristo". Precisamente en esto se aprecia la belleza del plan de Dios que, respetando lo humano, lo fecunda desde dentro, haciendo brotar de la humilde Virgen de Nazaret el fruto más hermoso de su obra creadora y redentora.
El evangelista pone luego en escena la figura de san José, su drama interior, su fe robusta y su rectitud ejemplar. Tras sus pensamientos y sus deliberaciones está el amor a Dios y la firme voluntad de obedecerle. Pero ¿cómo no sentir que la turbación y, luego, la oración y la decisión de José están motivados, al mismo tiempo, por la estima y por el amor a su prometida? En el corazón de san José la belleza de Dios y la de María son inseparables; sabe que no puede haber contradicción entre ellas. Busca en Dios la respuesta y la encuentra en la luz de la Palabra y del Espíritu Santo: "La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel", que significa "Dios con nosotros" (Mt 1, 23; cf Is 7, 14).
Así, una vez más, podemos contemplar el lugar que ocupa María en el plan salvífico de Dios, el "plan" del que nos habla la segunda lectura, tomada de la carta a los Romanos. Aquí, el apóstol san Pablo, en dos versículos de notable densidad, expresa la síntesis de lo que es la existencia humana desde un punto de vista meta-histórico: una parábola de salvación que parte de Dios y vuelve de nuevo a él; una parábola totalmente impulsada y gobernada por su amor.
Se trata de un plan salvífico completamente penetrado por la libertad divina, la cual, sin embargo, espera que la libertad humana dé una contribución fundamental: la correspondencia de la criatura al amor de su Creador. Y aquí, en este espacio de la libertad humana, percibimos la presencia de la Virgen María, aunque no se la nombre explícitamente. En efecto, ella es, en Cristo, la primicia y el modelo de "los que aman a Dios" (Rm 8, 28).
En la predestinación de Jesús está inscrita la predestinación de María, al igual que la de toda persona humana. El "Heme aquí" del Hijo encuentra un eco fiel en el "Heme aquí" de la Madre (cf Hb 10, 7), al igual que en el "Heme aquí" de todos los hijos adoptivos en el Hijo, es decir, de todos nosotros».
El Corazón Inmaculado de María
Juan Pablo II, Ángelus 17-8-1980 (sp it po)[1]
EL CORAZÓN DE MARÍA
Música «La Virgen sueña caminos», de C. Erdozáin
Cf Juan Pablo II, Ángelus 17‑8‑1980 y 1‑1‑1985
1. El Ángelus nos recuerda / la concepción / del Verbo_eterno debajo / del Corazón / de María_en Nazaret; / y contemplamos / a Cristo_y ella_así_unidos / con dulce lazo / –en el Espíritu_Amor– / de Madre e_Hijo; / misterio_en que Dios nos hace / en su_Hijo hijos.
Guárdanos, Madre,_en tu / materno Corazón, / pues, en tu_Hijo,_eres tú / la Madre del amor.
2. La Virgen Madre guardaba / allá_en el fondo / del Corazón todo_evento / de su_Hijo Dios: / su vivir en Nazaret / y vida pública, / sin par testigo del Verbo, / su Madre, su_única. / Luego,_en la_Iglesia, sin par / guardando sigue / cuanto_esta, Cuerpo de su_Hijo, / continuo vive.
3. Queremos, Madre,_a la gloria / de Dios, que_es Trino, / sufrir, morir y_obra toda / en ti vivirlo, / en tu_abismal Corazón; / y ya que_oremos, / o_hagamos esto o_aquello, / ser cual tornemos / de ti de nuevo_a tomar, / de tu memoria, / tu Corazón, Madre Santa, / la nuestra_historia.
[1] JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 17 de agosto de 1980
1. Al reunirnos, como cada domingo para la plegaria que nos recuerda el misterio de la concepción del Verbo Eterno bajo el Corazón de la Virgen de Nazaret, nuestros pensamientos se dirigen hacia Cristo y hacia María, unidos en el Espíritu Santo con el feliz vínculo de la Madre y del Hijo.
Adoramos el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, en que el eterno Padre manifestó al hombre su definitiva vocación y su último destino en la participación eterna de la vida divina. Por eso, amamos tanto esta oración y tan frecuentemente acudimos a ella.
2. Tenemos fija la mirada en Jesús, "autor y perfeccionador de la fe", como dice de él el autor de la Carta a los Hebreos en la liturgia de hoy (12, 2). Ser cristiano quiere decir precisamente tener fija la mirada en Cristo como guía de nuestra fe. Él comenzó a conducirnos por este camino de la fe cuando se hizo Hombre, y nos conduce por él mediante la sabiduría y la sencillez siempre vivas de la palabra de su Evangelio, enlazado con el misterio pascual de su muerte y resurrección. Esta admirable guía permanece por siempre, vivificando los corazones humanos en la potencia del Espíritu Santo y haciendo de ellos una comunidad del único Pueblo de Dios que, en toda la tierra, desde el oriente al occidente, no cesa de aspirar al cumplimiento de los misterios y de las promesas de la fe. ¡He ahí el Cristo de nuestras almas! ¡El Cristo de la Iglesia! ¡El Cristo de la historia de la humanidad!
3. Y he ahí a María-Virgen, María Madre de Cristo, de la que el Evangelista dice que "conservaba todo esto en su Corazón..." (Lc 2, 51) y también todos los acontecimientos que se sucedieron en los años de la vida de su Hijo, especialmente los transcurridos durante su vida oculta en Nazaret. ¡Ella, testigo particular del Verbo Encarnado!
¡Ella que, como toda madre, es memoria viva y vivificante de su Hijo! María permanece en la Iglesia y está presente en ella de modo materno, como lo expresó el último Concilio, y continúa guardando incesantemente en su Corazón todo lo que vive la Iglesia, Cuerpo Místico de su Hijo, y lo que en la Iglesia vive toda la familia humana y, al mismo tiempo, todo hombre redimido por Cristo.
4. Por eso, cuando nos reunimos para rezar el "Ángelus", recordamos ante ella todas estas cosas, las hacernos resurgir, por decirlo así, de la memoria de su Corazón materno. Todos los problemas de los hombres, de la humanidad, de los pueblos, especialmente los problemas más dolorosos. Y al mismo tiempo no cesamos de rogar a fin de que a Cristo, que nos guía en la fe y la perfección, lo volvamos a encontrar constantemente, mediante todos esos problemas, en todos los caminos por los que el hombre, la familia humana, marcha hacia el cumplimiento de sus destinos, que tuvieron comienzo en el amor del Padre.
31 de Mayo 2013
Visitación de la Virgen María
NVulgata 1 1 Ps E – BibJer2ed (en)
Juan Pablo II, Audiencia general 2-10-1996 (sp it)
Juan Pablo II, Audiencia general 6-11-1996 (sp it)
MARÍA Y EL SALUDO
Música: «Peregrino, ¿a dónde vas?», de C. Gabaráin
Cf Juan Pablo II, Homilía a enfermos 11‑2‑1981; Ángelus 27‑5‑1989
1. Quiero, Madre, tu faz mirar / con los ojos de Isabel / cuando ve que_a su casa llegas... / ¡Qué parabién! / Sobresalto_a tu voz sintió / de_alegría; ¡cuán bello_el don / que_encerrar puede_un tal saludo / de_un alma_en Dios!
Virgen Madre del Señor, / tierna_y dulce sin igual, / abre nuestro corazón / a la piedad. // Virgen Madre del Señor, / tierna_y dulce sin igual, / abre nuestro corazón / a la piedad.
2. Buen palabra pronto_es decir; / pero_a veces la frialdad, / el cansancio, la_indiferencia / nos frena_hablar. / Y pasamos muy junto_a quien, / conociendo, no_hay un mirar; / no pensamos en cuánto sufre / verse_ignorar.
3. De María su voz colmó / de_alegría a Isabel; / ¡oh sonrisa, voz o detalle / de_afecto fiel! / Aire fresco se puede_alzar / en un alma que triste_está. / Dios bendiga cualquier buen gesto / que dicha da.
MARÍA Y EL SÁBADO SANTO
Texto de Juan Pablo II
«María llevó el cuerpo de su Hijo en su seno virginal. Llevó dentro de sí al Hombre Dios. Lo llevó en sus brazos siendo niño. Lo llevó al templo el día de su presentación. Y sus ojos, más que los de cualquier otro, vieron al Verbo encarnado. Y sus oídos lo escucharon ya desde sus primeras palabras. Y sus manos tocaron al Verbo de la vida (cf 1Jn 1, 1). Y lo llevó, más aún que en sus brazos, en su Corazón, especialmente cuando tuvo que estar junto a la cruz a los pies del divino Condenado. Y su Corazón fue traspasado por la espada del dolor, según las palabras del anciano Simeón (cf Lc 2, 35). Y compartió el dolor de su Hijo asociada con ánimo materno a su sacrificio. Y consintió en la inmolación de la Víctima engendrada por ella (cf LG 58). Consintió amorosamente, con aquel amor que él había injertado en su Corazón, con aquel amor que es más fuerte que la muerte y más fuerte que el pecado.
Y luego, cuando ya había expirado y lo habían bajado de la cruz, él descansó una vez más en sus brazos, igual que tantas veces había descansado de niño» (Mensaje pascual Urbi et Orbi 3‑4‑1988 sp it). «Y ante sus ojos lo envolvieron en la sábana fúnebre y lo llevaron al sepulcro. ¡Ante los ojos de la Madre!» (Audiencia general 2‑5‑1979 sp fr en it po). «Y lo depositaron en el sepulcro. Y cerraron el sepulcro con una losa» (Mensaje pascual "Urbi et Orbi" 3‑4‑1988 sp it). «El Sábado santo es el día en que la Iglesia contempla el descanso de Cristo en la tumba después del combate victorioso de la cruz. Recuerda su descenso al mundo de la muerte para sanar las raíces de la humanidad, y espera que se cumpla su promesa: "El Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, que le condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles; lo matarán, y a los tres días resucitará" (Mc 10, 33s).
El Sábado santo la Iglesia se identifica, una vez más, con María: toda su fe se recoge en ella, la primera creyente. En la oscuridad que envuelve la creación María es la única que mantiene viva la llama de la fe, preparándose para acoger el anuncio gozoso y sorprendente de la Resurrección» (Audiencia general 3‑4‑1996 sp it). «La espera que vive la Madre del Señor el Sábado santo constituye uno de los momentos más altos de su fe: en las tinieblas que envuelven el universo, ella confía plenamente en el Dios de la vida y, recordando las palabras de su Hijo, espera la realización plena de las promesas divinas» (Audiencia general 21‑5‑1997 ge sp fra en itpo).
11 de febrero
MEMORIA LITÚRGICA DE LA VIRGEN DE LOURDES
JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO
Juan Pablo II
Carta de Institución de las J.M.E. 13-5-1992 (sp it)
Mensaje para la I J.M.E. 1993 (sp en it)
Benedicto XVI
Mensaje para la XXI J.M.E. 2013
«Anda y haz tú lo mismo» (Lc 10, 37) (ge sp fr en it pl po)
Desde el momento en que Juan Pablo II fijó la celebración de la Jornada Mundial del Enfermo el día de la celebración litúrgica de la Virgen de Lourdes, se hizo deseable, si no extremadamente lógico, que tal celebración litúrgica tenga como mínimo en toda la Iglesia el rango de memoria obligatoria.
LA INMACULADA CONCEPCIÓN
NVulgata 1 Ps 2 E --- BibJer2ed (en) --- Concordia y©atena Aurea (en)
ÁNGELUS EN LA PLAZA DE SAN PEDRO
8-12-2008 (ge hr sp fr en it po); 8-12-2009 (ge hr sp fr en it po); 8-12-2010 (ge hr sp fr en it po); 8-12-2011 (ge sp fr en it po)
DISCURSOS EN LA PLAZA DE ESPAÑA
8-12-2008 (ge sp fr en it po); 8-12-2009 (ge sp fr en it po); 8-12-2010 (ge sp fr en it po); 8-12-2011 (ge sp fr en it po)
Benedicto XVI, Ángelus 11-12-2005: ¿Cuándo comenzar a montar el Belén? (ge hr sp fr en it po).
Juan Pablo II, Homilía en Santa María la Mayor 8-12-1978 (sp fr en it po): «Cruzo por primera vez como Obispo de Roma el umbral de la basílica de Santa María la Mayor (...). Me invitan a venir aquí todos mis predecesores en la Cátedra de San Pedro (...), todas las generaciones de romanos, todas las generaciones de cristianos y todo el pueblo de Dios.
Parecen decirme: ¡Ve! Honra el gran misterio escondido desde la eternidad en Dios mismo. ¡Ve, y da testimonio de Cristo, Salvador nuestro, Hijo de María! Ve, y anuncia este momento tan especial, el momento que señala en la historia el rumbo nuevo de la salvación del hombre.
Este momento decisivo en la historia de la salvación es precisamente la "Inmaculada Concepción".
Dios en su amor eterno eligió desde la eternidad al hombre: lo eligió en su Hijo. Dios eligió al hombre para que pueda alcanzar la plenitud del bien mediante la participación en su misma vida: la vida divina a través de la gracia. Lo eligió desde la eternidad e irreversiblemente.
Ni el pecado original, ni toda la historia de culpas personales y de pecados sociales han podido disuadir al eterno Padre de este plan de amor. No han podido anular la elección de nosotros en el Hijo, Verbo consustancial al Padre.
Y porque esta elección debía tomar forma en la Encarnación, y porque el Hijo de Dios debía hacerse hombre por nuestra salvación, precisamente por ello el Padre eterno eligió para él, de entre los hombres, a su Madre.
Cada uno de nosotros es hombre por ser concebido y nacer del seno materno. El Padre eterno eligió el mismo camino para la humanidad de su Hijo eterno.
Eligió a su Madre del pueblo al que, desde siglos, había confiado particularmente sus misterios y promesas. La eligió de la estirpe de David y al mismo tiempo de toda la humanidad. La eligió de estirpe real y a la vez de entre la gente pobre. La eligió desde el principio, desde el primer momento de su concepción, haciéndola digna de la maternidad divina, a la que sería llamada en el tiempo establecido. La hizo la primera heredera de la santidad de su propio Hijo. La primera entre los redimidos con su Sangre, recibida de ella, humanamente hablando. La hizo Inmaculada en el momento mismo de la concepción.
La Iglesia entera contempla hoy el misterio de la Inmaculada Concepción y se alegra en él. Éste es un día singular en el tiempo de Adviento (...).
Cristo nos ha traído la salvación, y él solo nos la trae constantemente. Y su Madre, que, precisamente como Madre, ha sido redimida por él, su Hijo, de modo excepcional, "más sublime" (Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios (sp en it lt po), ¿no está, quizás, llamada ella por él, su Hijo, de modo más explícito, sencillo y poderoso a la vez, a participar en la salvación de los hombres (...), en la salvación de toda la humanidad?
María está llamada a llevar a todos al Redentor. A dar testimonio de él, aun sin palabras, sólo con el amor, en el que se manifiesta "la índole de la Madre". A acercarle incluso a quienes oponen más resistencia, a aquellos para los que es más difícil creer en el amor, que juzgan al mundo como un gran campo "de lucha de todos contra todos", como ha escrito uno de los filósofos del pasado.
Está llamada a acercar a todos, es decir, a cada uno a su Hijo. A anunciar la victoria final del amor. ¿Acaso no piensa la Iglesia en esta victoria cuando nos recuerda hoy las palabras del libro del Génesis: "Este (el linaje de la mujer) aplastará la cabeza de la serpiente?" (cf Gn 3, 15)».
21 de noviembre 2012
Memoria litúrgica de la presentación de María en el templo
Jornada de oración por las comnidades religiosas de clausura
Juan Pablo II, Ángelus 8-12-1978 (sp fr en it po): «Desde sus más tiernos años deseaba pertenecer sin reservas, completamente, al Señor, como atestigua la conmemoración de la Presentación, que se celebra cada año el 21 de noviembre».
Benedicto XVI, Ángelus 19-11-2006 (ge hr sp fr en it po)
12 DE OCTUBRE 2012: NUESTRA SEÑORA DEL PILAR
Juan Pablo II, Discurso en Zaragoza 6-11-1982 (sp it po)
Homilía en Santo Domingo 11-10-1992 (sp it)
Ángelus en Santo Domingo 11-10-1992 (sp it)
31 DE MAYO 2012: FIESTA DE LA VISITACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
Juan Pablo II, Audiencias 2-10-1996 (sp it) y 6-11-1996 (sp it)
Asunción de María 15-08-2011. (P. Eduardo Sanz de Miguel) 13 kb Ver Descargar
Julio, mes del Carmen 2011. (P. Eduardo Sanz de Miguel) 17 kb Ver Descargar
Julio 2010. Mes de la Virgen del Carmen. (P. Eduardo Sanz de Miguel) 20 kb Ver Descargar
ACOJAMOS A CRISTO CON LA FE Y ESPERANZA DE MARÍA
Juan Pablo II, Ángelus 20-12-1992 (it)
Texto preparado por Fr. Gregorio Cortázar Vinuesa, O.C.D. España.
«Amadísimos hermanos y hermanas: 1. Faltan ya pocos días para la celebración de la Navidad del Señor y queremos vivirlos siguiendo las huellas de María y haciendo nuestros en la medida de lo posible los sentimientos que ella experimentó en la trémula espera del nacimiento de Jesús.
El evangelista Lucas narra que la Virgen santa y su esposo José se dirigieron de Galilea a Judea para ir a Belén, la ciudad de David, obedeciendo un decreto del emperador romano que ordenaba un censo general del Imperio.
Pero, ¿quién podía reparar en ellos? Pertenecían a la innumerable legión de pobres, a quienes la vida a duras penas regala un rincón para vivir, y que no dejan rastro en las crónicas. De hecho no encontraron acomodo en ningún sitio, a pesar de que llevaban el «secreto» del mundo.
Podemos intuir cuáles eran los sentimientos de María, totalmente abandonada en las manos del Señor. Ella es la mujer creyente: en la profundidad de su obediencia interior madura la plenitud de los tiempos (cf Ga 4, 4).
2. Por estar enraizada en la fe, la Madre del Verbo hecho hombre encarna la gran esperanza del mundo. En ella confluye tanto la espera mesiánica de Israel como el anhelo de salvación de la humanidad entera. En su espíritu resuena el grito de dolor de los que, en toda época de la historia, se sienten abrumados por las dificultades de la vida: los hambrientos y los necesitados, los enfermos y las víctimas del odio y la guerra, los que no tienen hogar ni trabajo y los que viven solos y marginados, los que se sienten aplastados por la violencia y la injusticia o rechazados por la desconfianza y la indiferencia, los desanimados y los defraudados.
Para los hombres de toda raza y cultura, sedientos de amor, de fraternidad y de paz, María se prepara a dar a luz el fruto divino de su vientre. Por más oscuro que pueda parecer el horizonte, hay un alba que despunta. La humanidad, como recuerda san Pablo, gime y «sufre dolores de parto» (Rm 8, 22): en el nacimiento del Hijo de Dios todo renace, todo está llamado a vida nueva.
3. Queridos hermanos y hermanas preparémonos para la Navidad con la fe y la esperanza de María. Dejemos que el mismo amor que vibra en su adhesión al plan divino toque nuestro corazón. La Navidad es tiempo de renovación y fraternidad: miremos a nuestro alrededor, miremos a lo lejos. El hombre que sufre, dondequiera que se encuentre, nos atañe. Allí se encuentra el belén al que debemos dirigirnos, con solidaridad activa, para encontrar de verdad al Redentor que nace en el mundo. Caminemos, por consiguiente, hacia la Noche Santa con María, la Madre del Amor. Con ella esperemos el cumplimiento del misterio de la salvación».
(Tomada de internet)
SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
NVulgata 1 Ps 2 E --- BibJer2ed (en) --- Concordia y ©atena Aurea (en)
Benedicto XVI, Ángelus 8-12-2008 (ge hr sp fr en it po); 8-12-2009 (ge hr sp fr en it po); 8-12-2010 (ge hr sp fr en it po)
Texto preparado por Fr. Gregorio Cortázar Vinuesa, O.C.D. España.
Juan Pablo II, Homilía en Santa María la Mayor 8-12-1978 (sp fr en it po)
«Cruzo por primera vez como Obispo de Roma el umbral de la basílica de Santa María la Mayor (...). Me invitan a venir aquí todos mis predecesores en la Cátedra de San Pedro (...), todas las generaciones de romanos, todas las generaciones de cristianos y todo el pueblo de Dios.
Parecen decirme: ¡Ve! Honra el gran misterio escondido desde la eternidad en Dios mismo. ¡Ve, y da testimonio de Cristo, Salvador nuestro, Hijo de María! Ve, y anuncia este momento tan especial, el momento que señala en la historia el rumbo nuevo de la salvación del hombre.
Este momento decisivo en la historia de la salvación es precisamente la "Inmaculada Concepción".
Dios en su amor eterno eligió desde la eternidad al hombre: lo eligió en su Hijo. Dios eligió al hombre para que pueda alcanzar la plenitud del bien mediante la participación en su misma vida: la vida divina a través de la gracia. Lo eligió desde la eternidad e irreversiblemente.
Ni el pecado original, ni toda la historia de culpas personales y de pecados sociales han podido disuadir al eterno Padre de este plan de amor. No han podido anular la elección de nosotros en el Hijo, Verbo consustancial al Padre.
Y porque esta elección debía tomar forma en la Encarnación, y porque el Hijo de Dios debía hacerse hombre por nuestra salvación, precisamente por ello el Padre eterno eligió para él, de entre los hombres, a su Madre.
Cada uno de nosotros es hombre por ser concebido y nacer del seno materno. El Padre eterno eligió el mismo camino para la humanidad de su Hijo eterno.
Eligió a su Madre del pueblo al que, desde siglos, había confiado particularmente sus misterios y promesas. La eligió de la estirpe de David y al mismo tiempo de toda la humanidad. La eligió de estirpe real y a la vez de entre la gente pobre. La eligió desde el principio, desde el primer momento de su concepción, haciéndola digna de la maternidad divina, a la que sería llamada en el tiempo establecido. La hizo la primera heredera de la santidad de su propio Hijo. La primera entre los redimidos con su Sangre, recibida de ella, humanamente hablando. La hizo Inmaculada en el momento mismo de la concepción.
La Iglesia entera contempla hoy el misterio de la Inmaculada Concepción y se alegra en él. Éste es un día singular en el tiempo de Adviento (...).
Cristo nos ha traído la salvación, y él sólo nos la trae constantemente. Y su Madre, que, precisamente como Madre, ha sido redimida por él, su Hijo, de modo excepcional, "más sublime" (Pablo VI, Credo), ¿no está, quizás, llamada ella por él, su Hijo, de modo más explícito, sencillo y poderoso a la vez, a participar en la salvación de los hombres (...), en la salvación de toda la humanidad?
María está llamada a llevar a todos al Redentor. A dar testimonio de él, aun sin palabras, sólo con el amor, en el que se manifiesta "la índole de la Madre". A acercarle incluso a quienes oponen más resistencia, a aquellos para los que es más difícil creer en el amor, que juzgan al mundo como un gran campo "de lucha de todos contra todos", como ha escrito uno de los filósofos del pasado.
Está llamada a acercar a todos, es decir, a cada uno a su Hijo. A anunciar la victoria final del amor. ¿Acaso no piensa la Iglesia en esta victoria cuando nos recuerda hoy las palabras del libro del Génesis: "Éste (el linaje de la mujer) aplastará la cabeza de la serpiente?" (cf Gn 3, 15)».
¿POR QUÉ ENLACES A LA NEO-VULGATA? «Esta edición de la Neo-Vulgata puede servir también (además de especialmente para la liturgia) para que la tengan en cuenta las versiones en lengua vulgar que se destinan a uso litúrgico y pastoral, y (...) como base segura para los estudios bíblicos» (Juan Pablo II, Constitución apostólica «Scripturarum thesaurus» 25-4-1979).
7 DE OCTUBRE: LA MADRE DEL SANTO ROSARIO
(ver texto al final)
Juan Pablo II, Carta ap. Rosarium Virginis Mariae 16-10-2002 (ge hr zh sp fr en it lt pl po)
Texto preparado por Fr. Gregorio Cortázar Vinuesa, O.C.D. España.
MEMORIA LITÚRGICA DEL 15 DE SEPTIEMBRE:
«BEATAE MARIAE VIRGINIS PERDOLENTIS»
LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA DOLOROSÍSIMA
NVulgata 1 Ps E --- BibJer2ed (en)
Texto preparado por Fr. Gregorio Cortázar Vinuesa, O.C.D. España.
Juan Pablo II, Ángelus 1-4-1984 (it):
«1. Nos disponemos a rezar el Ángelus reflexionando sobre "María y el sufrimiento humano".
"Festejad a Jerusalén, gozad con ella todos los que la amáis, alegraos de su alegría" (...). En las palabras de Isaías (66, 10), que la liturgia aplica a la Iglesia, me gusta entrever el misterio de la Virgen Madre, de su gozo y de su dolor maternal. Porque María es la verdadera Hija de Sión, compendio espiritual de la Jerusalénantigua, comienzo y vértice de la Iglesia de Cristo; más aún, ella es la Nueva Eva, la verdadera Madre de todos los vivientes.
Hoy se la invita a gozar como Hija de Sión y Nueva Eva. Pues no se puede comprender el dolor humano sino en el contexto de una felicidad perdida, y no tiene sentido el dolor sino en la perspectiva de una felicidad prometida. "¡Festejad a Jerusalén!".
2. El dolor de la Jerusalén alabada por los Profetas era consecuencia de la infidelidad de sus hijos, que habían provocado el castigo de Dios y el exilio de la patria. El dolor de esta misteriosa nueva Hija de Sión, María, es consecuencia de las culpas innumerables de todos los hijos de Adán, culpas que fueron causa de nuestra expulsión del paraíso.
En María se revela, por tanto, de modo único el misterio salvífico del sufrimiento y el significado y amplitud de la solidaridad humana. Porque la Virgenno sufrió por Sí misma, pues era la Toda Hermosa, la siempre Inmaculada; sufrió por nosotros, por ser Madre de todos. Y como Cristo "tomó sobre Sí nuestras enfermedades y cargó con nuestros dolores" (Is 53, 4), también María fue abrumada como de dolores de parto a causa de una maternidad inmensa que nos regenera para Dios.
El sufrimiento de María Nueva Eva al lado del Nuevo Adán Cristo fue y sigue siendo el camino real de la reconciliación del mundo. "¡Festejad a Jerusalén. Alegraos de su alegría los que por ella llevasteis luto!".
3. En la figura de la Virgen Madre, sellada de dolor por la infidelidad de los hijos e invitada a rebosar de alegría por la perspectiva de su redención, se inserta nuestro dolor; también nosotros podemos ser "una partícula del tesoro infinito de la redención del mundo" (Salvifici doloris, 27), para que otros lleguen a compartir este tesoro y alcanzar la plenitud de gozo que él nos ha merecido».
Juan Pablo II, Ángelus 15-9-1991 (sp it)
Juan Pablo II, Ángelus 15-9-2002 (ge sp fr en it po)
FIESTA DE LA NATIVIDAD DE MARÍA
Homilía de Benedicto XVI en Cágliari 7-9-2008 (ge fr en it po)
Texto preparado por Fr. Gregorio Cortázar Vinuesa, O.C.D. España.
«Queridos hermanos y hermanas:
(...) Estamos en el día del Señor, el domingo, pero, dada la circunstancia particular, la liturgia dela Palabra nos ha propuesto lecturas propias de las celebraciones dedicadas a la santísima Virgen. En concreto, se trata de los textos previstos para la fiesta de la Natividad de María, que desde hace siglos se ha fijado el 8 de septiembre, fecha en la que en Jerusalén fue consagrada la basílica construida sobre la casa de santa Ana, madre de la Virgen.
Son lecturas que contienen siempre una referencia al misterio del nacimiento. Ante todo, en la primera lectura, el estupendo oráculo del profeta Miqueas sobre Belén, en el que se anuncia el nacimiento del Mesías. El oráculo dice que será descendiente del rey David, procedente de Belén como él, pero su figura superará los límites de lo humano, pues "sus orígenes son de antigüedad", se pierden en los tiempos más lejanos, confinan con la eternidad; su grandeza llegará "hasta los últimos confines de la tierra" y así serán también los confines de la paz (cf Mi 5, 1-4).
Para definir la venida del "Consagrado del Señor", que marcará el inicio de la liberación del pueblo, el profeta usa una expresión enigmática: "Hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz" (Mi 5, 2). Así, la liturgia, que es escuela privilegiada de la fe, nos enseña a reconocer que el nacimiento de María está directamente relacionado con el del Mesías, Hijo de David.
El evangelio, una página del apóstol san Mateo, nos ha presentado precisamente el relato del nacimiento de Jesús. Ahora bien, antes el evangelista nos ha propuesto la lista de la genealogía, que pone al inicio de su evangelio como un prólogo. También aquí el papel de María en la historia de la salvación resalta con gran evidencia: el ser de María es totalmente relativo a Cristo, en particular a su encarnación. "Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo" (Mt 1, 16).
Salta a la vista la discontinuidad que existe en el esquema de la genealogía: no se lee "engendró", sino "María, de la que nació Jesús, llamado Cristo". Precisamente en esto se aprecia la belleza del plan de Dios que, respetando lo humano, lo fecunda desde dentro, haciendo brotar de la humilde Virgen de Nazaret el fruto más hermoso de su obra creadora y redentora.
El evangelista pone luego en escena la figura de san José, su drama interior, su fe robusta y su rectitud ejemplar. Tras sus pensamientos y sus deliberaciones está el amor a Dios y la firme voluntad de obedecerle. Pero ¿cómo no sentir que la turbación y, luego, la oración y la decisión de José están motivados, al mismo tiempo, por la estima y por el amor a su prometida? En el corazón de san José la belleza de Dios y la de María son inseparables; sabe que no puede haber contradicción entre ellas. Busca en Dios la respuesta y la encuentra en la luz de la Palabra y del Espíritu Santo: "La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel", que significa "Dios con nosotros" (Mt 1, 23; cf Is 7, 14).
Así, una vez más, podemos contemplar el lugar que ocupa María en el plan salvífico de Dios, el "plan" del que nos habla la segunda lectura, tomada de la carta a los Romanos. Aquí, el apóstol san Pablo, en dos versículos de notable densidad, expresa la síntesis de lo que es la existencia humana desde un punto de vista meta-histórico: una parábola de salvación que parte de Dios y vuelve de nuevo a él; una parábola totalmente impulsada y gobernada por su amor.
Se trata de un plan salvífico completamente penetrado por la libertad divina, la cual, sin embargo, espera que la libertad humana dé una contribución fundamental: la correspondencia de la criatura al amor de su Creador. Y aquí, en este espacio de la libertad humana, percibimos la presencia de la Virgen María, aunque no se la nombre explícitamente. En efecto, ella es, en Cristo, la primicia y el modelo de "los que aman a Dios" (Rm 8, 28).
En la predestinación de Jesús está inscrita la predestinación de María, al igual que la de toda persona humana. El "Heme aquí" del Hijo encuentra un eco fiel en el "Heme aquí" de la Madre (cf Hb 10, 7), al igual que en el "Heme aquí" de todos los hijos adoptivos en el Hijo, es decir, de todos nosotros».
22 DE AGOSTO: MEMORIA DE SANTA MARÍA REINA
Juan Pablo II, Audiencia general 23-7-1997 (sp fr en it po)
Pío XII, Encíclica Ad caeli reginam 11-10-1954 (sp en it lt po)
Texto preparado por Fr. Gregorio Cortázar Vinuesa, O.C.D. España.
15 de agosto 2011. La Asunción de la Virgen
P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.
Esta fiesta surge en el s. V en Oriente, con el título de la «Dormición de la Virgen» por influjo de algunos escritos apócrifos anteriores, como elEvangelio de Juan y el Tránsito de María. En Occidente fue asumida en el s. VII y encontró muy buena acogida desde el principio, aunque la declaración dogmática no tuvo lugar hasta 1950, durante el pontificado de Pío XII. La liturgia actual ofrece una profunda síntesis del significado de esta solemnidad, poniéndola en referencia a Cristo, a la Iglesia y al pleno cumplimiento de la esperanza cristiana. La liturgia de las horas, inspirándose en el Cantar de los Cantares, presenta a María como modelo de la Iglesia, enamorada de Cristo.
Benedicto XVI explica que, en María asunta al cielo, partícipe de la gloria de Cristo resucitado, contemplamos la culminación de su camino de fe: «Siguiendo a Jesús desde Belén hasta el destierro en Egipto, en la vida oculta y en la pública, hasta el pie de la cruz, María vive su constante ascensión hacia Dios […] En María elevada al cielo contemplamos la coronación de su fe» (Homilía, 15-08-2009). Partiendo del hecho central del cristianismo, que es el misterio pascual, en el que los cristianos somos incorporados por el bautismo, añade que su destino es también el nuestro si, como ella, perseveramos en la fe y en el seguimiento de Cristo: «Lo que san Pablo afirma de todos los hombres, la Iglesia, en su magisterio infalible, lo dice de María en un modo y sentido precisos: la Madre de Dios se inserta hasta tal punto en el Misterio de Cristo que es partícipe de la resurrección de su Hijo con todo su ser ya al final de su vida terrena; vive lo que nosotros esperamos al final de los tiempos […]; ya vive lo que proclamamos en el Credo: “Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro”»(Homilía, 15-08-2010).
El Papa insiste en sus intervenciones en los sentimientos de gozo y esperanza que esta fiesta suscita en los cristianos: «La fiesta de hoy nos impulsa a elevar la mirada hacia el cielo. No un cielo hecho de ideas abstractas, ni tampoco un cielo imaginario creado por el arte, sino el cielo de la verdadera realidad, que es Dios mismo. Y Él es nuestra meta, la meta y la morada eterna, de la que provenimos y a la que tendemos» (Homilía, 15-08-2008).
El beato Francisco Palau y Quer, carmelita descalzo, tiene una preciosa doctrina en la que presenta a María como tipo de la Iglesia, como su modelo y su realización plena. Ella es, al mismo tiempo, parte de la Iglesia y su mejor realización histórica. La Iglesia (y cada cristiano) está llamada a vivir de fe, como María, a generar a Cristo permaneciendo virgen para Dios, a dar a luz a Cristo y ofrecerlo al mundo, a seguirle y servirle con corazón indiviso, a permanecer de pie junto a la cruz, a orar insistentemente para recibir el don del Espíritu Santo, con la esperanza de ser un día glorificada, como María asunta al cielo.
La fiesta de la Asunción ha dado lugar a numerosas obras de arte y manifestaciones de piedad, entre las que destaca el famoso Misterio de Elche, patrimonio de la humanidad.
SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
NVulgata 1 Ps 2 E --- BibJer2ed (en) --- Concordia y ©atena Aurea (en)
Benedicto XVI, Homilías 15-8-2008 (ge sp fr en it po);
15-8-2009 (ge sp fr en it po); 15-8-2010 (ge sp fr en it po)
Texto preparado por Fr. Gregorio Cortázar Vinuesa, O.C.D. España.
Juan Pablo II, Homilía ante la gruta de Lourdes 15-8-1983 (fr it):
«"Apareció un gran signo en el cielo: una Mujer vestida del sol" (Ap 12, 1).
Hemos venido en peregrinación a este signo. Es la solemnidad de la Asunción al cielo: he aquí que el signo alcanza su plenitud. Una mujer vestida del sol de la inescrutable Divinidad, el sol de la impenetrable Trinidad. "Llena de gracia": ella está llena del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que se dan a ella como único Dios, el Dios de la creación y de la revelación, el Dios de la alianza y de la redención, el Dios del principio y del fin. El Alfa y Omega. El Dios-Verdad, el Dios-Amor, el Dios-Gracia, el Dios-Santidad.
Una mujer vestida del sol. Realizamos hoy la peregrinación a este signo. Es el signo de la Asunción al cielo, que se realiza sobre la tierra, y al mismo tiempo se eleva partiendo de la tierra (...).
Nadie se ha sumergido como María en el corazón del misterio de la redención. Nadie como ella puede acercar este misterio a nosotros. Ella se encuentra en el centro mismo del misterio (...).
Nos encontramos (...) en el día de la solemnidad de la Asunción de María al cielo, cuando la Iglesia proclama la gloria de su nacimiento definitivo para el cielo. Queremos participar en esta gloria, sobre todo mediante la liturgia (...).
Se puede decir que la liturgia nos presenta la Asunción de María al cielo bajo tres aspectos.
El primero es la Visitación en la casa de Zacarías. Isabel dice: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre... Dichosa la que creyó que se cumplirían las cosas que le dijeron de parte del Señor" (Lc 1, 42. 45).
María creyó en las palabras que le fueron dichas de parte del Señor, y acogió al Verbo que en ella se hizo carne, y que es el fruto de sus entrañas. La redención se ha basado en la fe de María, ha estado vinculada a su fíat en el momento de la Anunciación; ha comenzado a realizarse por el hecho de que "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1, 14).
Durante la Visitación, María, en el umbral de la casa hospitalaria de Zacarías y de Isabel, pronuncia una frase que se refiere al comienzo del misterio de la redención. Dice: "Hizo en mí grandes cosas el que es poderoso, y santo su nombre" (Lc 1, 49).
Esta frase, tomada del contexto de la Visitación, se inserta a través de la liturgia de hoy, en el contexto de la Asunción. Todo el Magníficat, pronunciado durante la Visitación, se convierte, a través de la liturgia de hoy, en el himno de la Asunción de María al cielo.
La Virgen de Nazaret pronunció estas palabras cuando, por obra suya, el Hijo de Dios iba a nacer sobre la tierra. ¡Con qué fuerza las pronunciaría de nuevo cuando, por obra de su Hijo, ella misma iba a nacer para el cielo!
La liturgia de esta solemne fiesta nos presenta el segundo aspecto de la Asunción en las palabras de san Pablo tomadas de su primera carta a los Corintios.
La Asunción de la Madre de Cristo al cielo forma parte de la victoria sobre la muerte, de esa victoria cuyo comienzo se encuentra en la resurrección de Cristo: "Cristo ha resucitado, primicia de todos los que han muerto" (1Co 15, 20).
La muerte es la herencia del hombre después del pecado original: "Por Adán murieron todos" (1Co 15, 22). La redención realizada por Cristo ha destruido esta herencia: "Por Cristo todos volverán a la vida; pero cada uno en su puesto: primero Cristo como primicia; después, cuando él vuelva, todos los de Cristo" (1Co 15, 22-23).
¿Y quién pertenece más a Cristo que su Madre? ¿Quién ha sido más que ella rescatado por él? ¿Quién ha cooperado como ella a la propia redención, de forma más íntima, mediante su fíat en la Anunciación y su fíat al pie de la cruz?
Así pues, la victoria sobre la muerte experimentada por la Madre del Redentor, es decir, su Asunción al cielo, encuentra su fuente en el corazón mismo de la redención realizada con la cruz en el Calvario, en la potencia misma de la redención revelada en la resurrección (...).
El tercer aspecto de la Asunción (...) aparece en las palabras del Salmo responsorial (...): toda radiante de gloria entra la hija del Rey; su vestido está tejido de oro; entra para ocupar su puesto al lado del trono del Rey: "¡Tu trono subsiste por siempre jamás! ¡Cetro de rectitud es tu cetro real!" (Sal 44/45, 7) (...).
María, la Madre del Redentor, es la primera en participar de este reino de gloria y de unión con Dios en la eternidad. Su nacimiento para el cielo es el comienzo definitivo de la gloria que los hijos y las hijas de esta tierra alcanzarán en Dios mismo en virtud de la redención de Cristo (...).
María es la primera de los redimidos. Y en ella también ha comenzado ya la transformación de la historia del cosmos en el reino de Dios. Esto es lo que expresa el misterio de la Asunción al cielo: el nacimiento para el cielo con su alma y su cuerpo (...).
¡Hermosa Señora! ¡Mujer vestida del sol! (...). Ayúdanos a penetrar en tu misterio: el misterio de la Virgen Madre, el misterio de la Reina Esclava, el misterio de tu omnipotencia suplicante. Ayúdanos a descubrir cada vez más plenamente en tu misterio a Cristo, Redentor del mundo, Redentor del hombre. Tú que estás vestida del sol, el sol de la inescrutable Divinidad, el sol de la impenetrable Trinidad. "Llena de gracia" hasta el vértice de la Asunción al cielo.
Y al mismo tiempo, para nosotros que vivimos en esta tierra, para nosotros, pobres hijos de Eva en el destierro, estás vestida del sol de Cristo (...), del sol de la Redención del hombre y del mundo, realizada mediante la cruz y la resurrección de tu Hijo. Haz que este sol resplandezca sin cesar para nosotros en la tierra. Haz que no se oscurezca nunca en el alma de los hombres. Haz que ilumine los caminos terrenos de la Iglesia, de la que tú eres la primera figura. Y que la Iglesia, fijando su mirada en ti, Madre del Redentor, aprenda continuamente ella misma a ser madre (...).
¡Oh Madre de la Iglesia! Ante esta humanidad que parece siempre fascinada por lo temporal, y cuando "la dominación sobre el mundo" oculta la perspectiva del destino eterno del hombre en Dios, sé tú misma un testimonio de Dios; tú, su Madre. ¿Quién puede resistir al testimonio de una madre? Tú que has nacido para las fatigas de esta tierra: concebida de forma inmaculada. Tú que has nacido para la gloria del cielo: asunta al cielo.
Tú que estás vestida del sol de la insondable Divinidad, del sol de la impenetrable Trinidad, llena del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Tú, a quien la Trinidad se da como único Dios, el Dios de la alianza y de la redención, el Dios del comienzo y del fin. El Alfa y Omega. El Dios-Verdad. El Dios-Amor. El Dios-Gracia. El Dios-Santidad. El Dios que lo supera todo y lo abraza todo. El Dios que es "todo en todos".
Tú que estás vestida del sol. ¡Hermana nuestra! ¡Madre nuestra! Sé el testimonio de Dios (...) ante nosotros, hijos de Eva en el destierro. ¡Sé el testimonio de Dios! Amén».
5 DE AGOSTO: DEDICACIÓN SANTA MARÍA LA MAYOR
Texto preparado por Fr. Gregorio Cortázar Vinuesa, O.C.D. España.
Juan Pablo II, Ángelus 5-8-2001 (ge fr en it po): «¡María, Madre de Dios! Así la venera hoy Roma, celebrando la dedicación de la patriarcal basílica de Santa María la Mayor, la más antigua de las iglesias consagradas a la santísima Virgen María en Occidente. Esta fiesta, tan querida para los romanos, invita a dirigir la mirada a la mujer que el Padre eligió como Madre de su Hijo unigénito y, por esto, como Madre de la humanidad entera. Pidámosle que nos ayude a permanecer siempre unidos a su Hijo Jesús: ahora y en la hora de nuestra muerte».
Benedicto XVI, Ángelus 5-8-2007 (ge hr fr en it po): «La Virgen María, a quien hoy recordamos particularmente celebrando la memoria litúrgica de la Dedicación de la basílica de Santa María la Mayor. Como es sabido, esta es la primera basílica de Occidente construida en honor de María y reedificada en el año 432 por el Papa Sixto III para celebrar la maternidad divina de la Virgen, dogma que había sido proclamado solemnemente por el concilio ecuménico de Éfeso el año anterior. La Virgen, que participó en el misterio de Cristo más que ninguna otra criatura, nos sostenga en nuestro camino de fe».
JULIO, MES DEL CARMEN 2011
P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.
El Carmelo está de moda. En los últimos años se han sucedido las celebraciones carmelitanas, acompañadas por numerosas publicaciones, conferencias, programas de radio y televisión, exposiciones, etc. El cuarto centenario de la muerte de santa Teresa de Jesús (1982), el cuarto centenario de la muerte de san Juan de la Cruz (1991), el primer centenario de la muerte de santa Teresita del Niño Jesús y su declaración como Doctora de la Iglesia universal (1997), la declaración de santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) como copatrona de Europa (2000), el 750 aniversario de la entrega del escapulario (2001). Y ahora nos estamos preparando al cuarto centenario de la beatificación de santa Teresa de Ávila (2014) y al quinto centenario de su nacimiento (2015).
El mes de julio es el mes carmelitano por excelencia, en el que se celebra la fiesta de la Virgen del Carmen (el 16), además de las de los beatos Luis y Celia, padres de santa Teresita (el 12), santa Teresa de Jesús de los Andes (el 13), las carmelitas mártires de Compiègne (el 17), el profeta Elías (el 20), las carmelitas mártires de Guadalajara (el 24) y el Beato Tito Brandsma (el 27). La novena en honor de la Virgen del Carmen es una buena ocasión para reflexionar brevemente sobre la historia y espiritualidad del Carmelo.
El libro del Apocalipsis habla de «una muchedumbre inmensa, que nadie puede contar, de toda raza, lengua, pueblo y nación, que se encuentra ante el trono de Dios» (Ap 7,9ss). Los Carmelitas Descalzos somos una pequeña imagen de esta Iglesia del Cielo. Efectivamente, somos una Orden religiosa compuesta por hombres y mujeres de todas las razas y extendida por los cuatro continentes. La rama femenina del Carmelo Teresiano tiene unas 13.000 monjas contemplativas en 900 monasterios y están presentes en casi todos los países del mundo. La masculina cuenta con algo más de 4.000 frailes distribuidos en 500 conventos repartidos en 69 naciones. Más de 60 congregaciones religiosas de vida activa afiliadas a la Orden y unos 30.000 miembros del Carmelo Seglar, junto con otros grupos de laicos de todo el mundo se nutren en la actualidad de nuestra espiritualidad.
Nos puedes encontrar en los lugares más insospechados, como Irak, Egipto, Burkina Faso, Camerún, Japón, Australia... o a la vuelta de la esquina. Atendemos casas de oración, institutos de espiritualidad, editoriales, estaciones misioneras, damos clases, tenemos parroquias y colegios... Hay hermanos nuestros trabajando en congregaciones del Vaticano y en orfanatos de la India, en universidades europeas y en leproserías africanas. Tenemos presencias en grandes ciudades, como Dallas o París y en pequeños pueblos, como Amorebieta o Benicasim. Sin embargo, independientemente de dónde nos encontremos o qué hagamos, descubrirás en nosotros un aire de familia que nos une y caracteriza. Pero no corramos demasiado. Para comprender algo de lo que quiero contarte, tenemos que hacer un largo viaje en el tiempo.
LOS ORÍGENES: En el s. IX a.C. vivió en el Monte Carmelo Elías, el profeta de fuego. Desde el s. IV d.C. numerosos ermitaños se retiraron allí para vivir dedicados a la oración, siguiendo su ejemplo. En el s. XII se les unieron algunos caballeros europeos, para los que escribió una regla de vida el patriarca de Jerusalén. A lo largo del siglo XIII regresaron a Europa y fundaron conventos por todo el continente, extendiendo la devoción a la Virgen del Carmen.
SANTA TERESA DE JESÚS: En 1515 nació en Ávila Teresa de Cepeda y Ahumada. Mujer excepcional, inquieta y andariega, mística y escritora, que con 20 años se hizo Carmelita en el Monasterio de la Encarnación de su ciudad natal y más tarde dio origen a una nueva familia religiosa en la Iglesia: El Carmelo Teresiano. Conservó todo lo bueno que encontró en la tradición carmelitana y lo enriqueció con otros valores nuevos en su época: radical igualdad entre todas las monjas, valoración del trabajo manual como medio de subsistencia, desarrollo de una oración y espiritualidad afectivas, afirmación de las virtudes humanas y de las relaciones fraternas como cimiento de la consagración religiosa... En torno suyo se creó un movimiento de religiosas, frailes, sacerdotes y seglares, a los que ella formó en el camino de la oración y de la interioridad. Pronto, sus palomarcicos, como ella llamaba a los conventos que iba fundando, se extendieron por toda la geografía española. En 1582 falleció en Alba de Tormes.
Teresa de Jesús estuvo adornada de una simpatía natural, que la hacía enormemente atractiva. Repetía que «un Santo triste es un triste Santo» y que «tristeza y melancolía no las quiero en casa mía». Tenía, además, una extraordinaria capacidad de comunicación, lo que hizo que numerosas personas de todos los estamentos sociales buscaran su amistad: obispos y arrieros de los caminos, nobles y campesinos, teólogos y estudiantes. Ella insistía en que «cuanto más santos, han de ser más conversables».
Profundamente enamorada de Cristo, nos enseña a poner los ojos en Él, a mirarle siempre como «amigo que nunca falla, compañero de camino, valiente capitán en la batalla, siempre cercano... Si estáis tristes, miradle camino del calvario y Él, por consolar vuestras penas olvidará las suyas; si estáis contentos, miradle resucitado y veréis cómo su gloria os inunda». Insiste en que «la oración es un trato de amistad con quien sabemos que nos ama» y nos invita a vivir nuestra existencia en una continua relación amorosa con el Señor Jesús.
SAN JUAN DE LA CRUZ: Juan de Yepes nació en Fontiveros en 1542, en una familia pobre de tejedores. Su padre y un hermano murieron como consecuencia del hambre y su madre tuvo que comenzar una larga peregrinación para que no se le murieran también los dos hijos que le quedaban. Terminaron estableciéndose en Medina del Campo. Allí Juan fue admitido en un colegio para niños huérfanos, que le ofreció la oportunidad de realizar estudios elementales. Desde los 10 años entra a servir en un hospital, donde se compagina el estudio, la vida de piedad, la atención a los enfermos y las cuestaciones de limosnas para atender el centro. Además, tiene la oportunidad de estudiar humanidades con los Jesuitas, que acababan de establecerse en la ciudad. De todas estas experiencias le quedarán conocimientos de albañilería y otros oficios manuales, una sólida formación intelectual, un profundo amor hacia los enfermos y la capacidad de contentarse sólo con lo esencial, rechazando todo lo accesorio.
Con 21 años ingresó en los Carmelitas, que pronto le envían a estudiar Teología a Salamanca, donde entra en contacto con los más importantes pensadores del momento. En 1567 es ordenado sacerdote y regresa a Medina para cantar su primera Misa. Allí se encuentra con Teresa de Jesús. Desde el primer momento se sentirá cautivado por la Santa, que termina convirtiéndole en el primer fraile de la rama masculina de su Orden.
Santa Teresa escribió de él que era un «hombre celestial y divino... muy espiritual y de grandes experiencias y letras». Realizó un infatigable magisterio oral entre jóvenes Carmelitas en formación, monjas y seglares, adaptándose a las capacidades de cada uno, sabiendo ser suave y exigente al mismo tiempo. Resumía toda la vida cristiana en «actuar como actuaría Cristo si tuviera mi edad, mi condición y se encontrara en las circunstancias en las que yo me encuentro, meditando frecuentemente en su vida para poder imitarla». Falleció a los 49 años en Úbeda.
NUESTRA VOCACIÓN Y MISIÓN: Siguiendo el camino trazado por santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz, numerosos hombres y mujeres hemos consagrado nuestra existencia en el Carmelo Descalzo para cultivar una íntima relación de amistad con Jesucristo, amado sobre todas las cosas. Vivimos en pequeñas comunidades orantes al servicio del Reino. Nuestra mayor riqueza es la herencia espiritual que nos legaron nuestros Santos Padres y la inmensa cantidad de Santos que han encarnado el espíritu del Carmelo Teresiano en las distintas circunstancias que les ha tocado vivir a través del tiempo.
Estos son los elementos fundamentales de nuestro carisma: Queremos vivir en obsequio de Jesucristo, revestirnos de Él, a quien pertenecemos por completo. En nuestra familia, María es la hermana mayor, compañera, madre, protectora y modelo de consagración. Como el profeta Elías, buscamos momentos de soledad para tener una fuerte experiencia de la cercanía del Dios vivo. La pasión por la Iglesia nos lleva a asumir los trabajos pastorales y misioneros en beneficio de los hermanos. Cultivamos la formación intelectual y las virtudes humanas y sociales como base de la vida fraterna en comunidad. Nos esforzamos por vivir en «esencialidad» de vida, no permitiendo que lo accesorio ocupe puestos importantes en los corazones. ¿A que es un proyecto interesante? No siempre lo conseguimos, pero queremos seguir intentándolo. Pide al Señor para que nos ayude a ponerlo en práctica.
Imposición del Escapulario de la Virgen del Carmen
Fórmula de imposición del Escapulario. 31 kb Ver Descargar
NUEVE DÍAS CON LA VIRGEN DEL CARMEN
Texto preparado por Fr. Gregorio Cortázar Vinuesa, O.C.D. España.
Del libro que me publicaron sobre la Virgen del Carmen en diez opciones con textos del papa Juan Pablo II, os entrego, con las mejoras introducidas hasta el día de hoy, lo correspondiente a los años acabados en 1.
El título de los textos diarios es el siguiente:
1. El anuncio de la mujer cuyo linaje aplasta a la serpiente
2. La profecía de la Virgen que da a luz al Emmanuel
3. La profecía del Hijo que la Madre da a luz en Belén
4. Del don divino de toda maternidad a ese don en María
5. De las heroínas bíblicas a la heroicidad de María
6. De la nobleza de mujeres bíblicas a la nobleza de María
7. De la hija de Sión infiel a la fidelidad de María
8. María, la nueva Hija de Sión invitada a la alegría
9. La Virgen del Carmen y la vida de intimidad con ella
Os entrego también diez canciones inspiradas en textos de los Papas y cantables con músicas conocidas.
Espero que todo ello os pueda servir, no sólo como ejercicio piadoso en honor de la Virgen del Carmen o simple lectura de los textos, sino también como ayuda para los predicadores. Las tres cosas pueden coexistir, pues la homilía del que predica puede hacer más comprensible el texto leído o escuchado en ejercicio piadoso.
Gracias por vuestra acogida.
Nueve días con la Virgen del Carmen. 255 kb Ver Descargar
MEMORIA DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
Juan Pablo II, Ángelus 17-8-1980 (sp it po)
Texto preparado por Fr. Gregorio Cortázar Vinuesa, O.C.D. España.
CON MARÍA EN EL CENÁCULO
Texto preparado por Fr. Gregorio Cortázar Vinuesa, O.C.D. España.
Textos de Juan Pablo II
1. «Todos ellos perseveraban unánimes en la oración (Hc 1, 14).
Conocemos la suprema promesa y la última orden de Jesús: "Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto" (Lc 24, 49 cf Hc 1, 4). Aquella orden fue obedecida: "Vueltos a casa, entraron en la estancia superior donde habitaban" (Hc 1, 13s). Junto a los apóstoles y en comunión con ellos estaban igualmente presentes en el Cenáculo otras personas: hombres y mujeres, simples fieles. Toda la comunidad -unas ciento veinte personas (Pablo VI, Audiencia general 17-5-1972; cf Hc 1, 14-15; 2, 1)- se está preparando, y en ella cada uno personalmente.
Se trata de una preparación hecha de oración: "todos ellos perseveraban en la oración". Es como una prolongación de la oración con la que Jesús de Nazaret se preparaba a la venida del Espíritu Santo en el momento del bautismo en el Jordán (cf Lc 3, 21s). Ello indica que es indispensable orar para recibir oportunamente "el don que viene de lo alto" (St 1, 17). Por lo demás, cada año la solemnidad de Pentecostés es preparada por la "novena" al Espíritu Santo, que reproduce la experiencia de la primera comunidad. La oración era además "unánime". Este detalle indica que se había realizado una importante transformación en los corazones. Era la señal de que la oración sacerdotal de Jesús había producido sus frutos: "Que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros" (Jn 17, 21). Esta oración de Jesús por la unidad de la Iglesia conserva su actualidad.
La oración de la comunidad era además perseverante: "perseveraban en la oración". La palabra griega empleada por el autor de los Hechos de los Apóstoles indica que se trata de una perseverancia paciente y, en cierto sentido, incluso obstinada, que lleva consigo sacrificio y superar dificultades. Tal oración era ya un fruto de la acción interior del Espíritu Santo, porque es él quien inspira la oración y ayuda a perseverar en ella. A Jesús mismo "el Espíritu lo empujó" (Mc 1, 12; cf Mt 4, 1) y "condujo al desierto" (cf Lc 4, 1). Así pues, el Espíritu Santo ya actuaba en los apóstoles en lo oculto de la oración, a fin de que el día de Pentecostés estuvieran dispuestos para recibir este don grande y "decisivo", por cuyo medio debía comenzar definitivamente sobre la tierra la vida de la Iglesia de Cristo» (Selección de la Audiencia general 21-6-1989 sp it).
2. «Perseveraban con María, la Madre de Jesús (Hc 1, 14). Con estas sencillas palabras, san Lucas, autor de los Hechos de los Apóstoles, señala la presencia de la Madre de Cristo en el Cenáculo en los días de preparación para Pentecostés. La nombra sin añadir nada de particular respecto de ella; pero sabemos que fue él quien escribió de la forma más completa acerca de la maternidad divina y virginal de María, utilizando informaciones (cf Lc 1, 1ss; Hc 1, 1ss) que, al menos indirectamente, se remontaban a la primerísima fuente de todo dato mariológico: la misma Madre de Jesús. Y así como la venida del Hijo de Dios al mundo la presenta en estrecha relación con María, así también presenta vinculado a ella el nacimiento de la Iglesia.
Ya en el momento de la Anunciación María había experimentado la venida del Espíritu Santo; el ángel Gabriel le había dicho: "El Espíritu Santo sobrevendrá en ti, supervéniet in te" (Lc 1, 35); por medio de esta venida María fue asociada de modo único e irrepetible al misterio de Cristo. Ella es "Templo del Espíritu Santo" (Lumen gentium 5) por su plenitud de gracia y su maternidad divina; pero se encuentra en el Cenáculo para preparar una nueva venida del Paráclito y un nuevo nacimiento: el nacimiento de la Iglesia, nacida del costado de Cristo traspasado en la cruz. Como Esposa mística del Espíritu Santo implora su venida a la Iglesia, a fin de que con su poder suscite en la comunidad apostólica el impulso hacia la misión: la que Cristo, al venir al mundo, recibió del Padre (cf Jn 5, 36), y que, vuelto al Padre, transmitió a la Iglesia (cf Jn 17, 18).
"Todos quedaron llenos del Espíritu Santo" (Hc 2, 4). Luego también la que había concebido "por obra del Espíritu Santo" (Mt 1, 18) recibió una nueva plenitud de él. Toda su vida de fe, de caridad, de perfecta unión con Cristo, quedó desde aquella hora unida al camino de la Iglesia. María esla Madre del Hijo, predestinado por Dios a ser el "primogénito entre muchos hermanos" (cf Rm 8, 29), y "coopera a la generación y educación" (LG 63) de estos "hermanos" de Cristo con su amor de Madre» (Selección de la Audiencia general 28-6-1989 sp it). «La Iglesia está siempre en el Cenáculo que lleva en su corazón, persevera en oración junto a María, persevera en oración con María» (Carta Enc. Dominum et vivificantem 18-5-1986 66 ge sp fr en it lt pl po). «La presencia de la Madre de Dios, vigilante y solícita, sigue siendo garantía de una auténtica fe católica y de una genuina esperanza nunca perdida» (Homilía 21-8-1989 sp it).
3. La presencia materna de María, memoria de Cristo: «El próximo jueves, con la fiesta dela Ascensión de Cristo al cielo, comenzará la novena de Pentecostés, y las comunidades cristianas podrán revivir la experiencia originaria del Cenáculo, donde los discípulos perseveraban unánimes en la oración con María la Madre de Jesús (cf Hc 1, 14).
La presencia materna de María en medio de los Apóstoles era para ellos memoria de Cristo: sus ojos llevaban grabado el rostro del Salvador; su corazón inmaculado conservaba sus misterios, desde la Anunciación hasta la Resurrección y la Ascensión al cielo, pasando por la vida pública, la pasión y la muerte.
En este sentido, se puede decir que en el Cenáculo nació la oración del rosario, porque allí los primeros cristianos comenzaron a contemplar con María el rostro de Cristo, recordando los diversos momentos de su vida terrena.
Ojalá que cada vez más se redescubra y se valore el rosario como oración cristológica y contemplativa» (Regina caeli 25-5-2003 ge sp fr en it po).
EL MENSAJE DE NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA
Selección de textos de la homilía de Juan Pablo II en Fátima 13-5-1982 (it po)
«"Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1, 15), así dice el Mesías a la humanidad. El mensaje de Fátima es en su núcleo fundamental una llamada a la conversión, como en el Evangelio. Es una llamada maternal y, a la vez, enérgica y hecha con decisión. La caridad, que "se complace en la verdad" (1Co 13, 6), sabe ser clara y firme. El llamamiento a la penitencia se une, como siempre, con la llamada a la plegaria. La Señora del mensaje de Fátima indica el Rosario, que puede definirse como "la oración de María", la plegaria en la que ella misma reza con nosotros. En esta oración se incluyen los problemas de la Iglesia, los de la Sede de Pedro y los del mundo entero.
Cuando Jesús dijo en la cruz: "Mujer, he ahí a tu hijo" (Jn 19, 26), abrió de un modo nuevo el Corazón de su Madre, el Corazón Inmaculado, y le reveló la nueva dimensión y el nuevo alcance del amor al que era llamada en el Espíritu Santo en virtud del sacrificio de la cruz. A la luz de este amor materno comprendemos el mensaje de Fátima. Si lo que más se opone al camino del hombre hacia Dios es el pecado, la permanencia en el pecado y, finalmente, la negación de Dios, )¿cómo es posible que la Madre, que con toda la fuerza de su amor desea la salvación de todos los hombres, pueda callar sobre lo que socava las bases mismas de esta salvación? Por eso el mensaje de Fátima, tan maternal, es, a la vez, tan vigoroso y decidido. Invita a la penitencia, advierte, llama a la oración. Este mensaje se dirige a todos. El amor de la Madre del Salvador llega dondequiera que llega la obra de la salvación.
Con la fuerza de la Redención el mundo y el hombre han sido consagrados, han sido confiados al que es infinitamente Santo, han sido ofrecidos y entregados al mismo Amor, al Amor misericordioso. La Madre de Cristo nos exhorta a unirnos a la Iglesia del Dios vivo en esta consagración, en este acto de entrega, a través del cual el mundo y todos y cada uno de los hombres son ofrecidos al Padre eterno en el Corazón traspasado del Redentor. La fuerza de la redención supera infinitamente toda especie de mal existente en el hombre y en el mundo. El Corazón de la Madre es consciente de ello. Y por este motivo llama, llama no sólo a la conversión, nos llama para que nos dejemos ayudar por ella, que es Madre, y volver así de nuevo a la fuente de la Redención».
Selección de texto preparado por Fr. Gregorio Cortázar Vinuesa, O.C.D. España.
SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR
NVulgata 1 Ps 2 E --- BibJer2ed (en) --- Concordia y ©atena Aurea (en)
Homilía de Juan Pablo II en Santa María la Mayor 8-12-1988 (it)
Texto preparado por Fr. Gregorio Cortázar Vinuesa, O.C.D. España.
«1. "Alégrate, llena de gracia" (Lc 1, 28). La Virgen escucha en el pueblecito de Nazaret las palabras de saludo del ángel. Y experimenta una profunda emoción: "Se turbó"; y al mismo tiempo su mente se abre: "¿Qué sentido tenían aquellas palabras?" (cf Lc 1, 29). Dios le habla de su eterno misterio. Le dice que es Padre, y esta paternidad, que es Dios mismo, se manifiesta admirablemente en el Hijo. El Hijo de la misma naturaleza del Padre y él mismo Dios. Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado. ¡Sí! Engendrado y continuamente generado desde la eternidad en la unidad de la Divinidad. En la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu-Amor.
2. En el pueblecito de Galilea Dios mismo visita, mediante el mensajero, a la Virgen. Y le habla de su eterno misterio. Comparte con ella, con su humilde esclava el misterio de sus eternos designios. Son éstos los designios del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo: en la unidad de la Divinidad, que es Amor. Dios, que es Amor, abraza a toda la creación, visible e invisible. El Amor, que es el Existir de Dios, el "Ser" de la Trinidad "ayer, hoy y siempre" (cf Hb 13, 8), se concentra sobre el hombre, desea hacer partícipe gratuitamente al hombre de su Vida, de su Naturaleza, de la Divinidad misma. Y he aquí que en el camino de tal don se encuentra ella: la "llena de gracia". En ella el corazón de una criatura y la historia de un ser humano llegan a ser la primera morada del Emmanuel: "El Señor es contigo" (Lc 1, 28). "Bendita tú entre las mujeres" (Lc 1, 42).
3. María escucha las palabras de saludo del ángel, y junto a María escucha estas palabras toda la creación, la humanidad entera. Precisamente en esas palabras se trata de la causa del hombre. "Concebirás en el seno y darás a luz un Hijo" (Lc 1, 31). De la mujer nace el hombre. Ella lo concibe; lo lleva bajo su corazón; lo da a luz. María, siendo virgen y permaneciendo virgen, debe realizar la misma experiencia: debe llegar a ser Madre. "¿Cómo será esto, pues no conozco varón?... El Espíritu Santo sobrevendrá en ti" (Lc 1, 34-35).
4. El Espíritu Santo. Aquel que es el Amor increado. Consustancial al Padre y al Hijo. ¡Precisamente él! Es propio de él, que es Amor, realizar el misterio del nacimiento humano del Hijo de Dios: de aquel que, siendo de la misma naturaleza del Padre, nace desde la eternidad en la Unidad de la Divinidad. Tú, María, preguntas "cómo será eso". Esto no puede realizarse "ni de amor carnal, ni de amor humano" (cf Jn 1, 13), sino de Dios. Sólo de Dios puede nacer aquel que será "llamado santo, Hijo de Dios" (cf Lc 1, 35). "El Espíritu Santo sobrevendrá en ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra" (Lc 1, 34s). Sólo de esta potencia, que es Amor, puede nacer aquel que, siendo Dios, será también hombre; aquel que, siendo hombre, será también Hijo de Dios. ¡Hijo tuyo, María! ¡No temas!».
Pablo VI, Exhort. Ap. "Marialis cultus" 2-2-1974, n. 6 (ge sp fr en it lt po)
Juan Pablo II, Audiencia general 25-3-1981 (sp it po).
SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA
NVulgata 1 Ps 2 E E--- BibJer2ed (en) --- Concordia y ©atena Aurea (en)
Juan Pablo II, Audiencia general 19-3-1980 (sp it po)
Juan Pablo II, Homilía 19-3-1981 (sp it po)
Texto preparado por Fr. Gregorio Cortázar Vinuesa, O.C.D. España.
MEMORIA LITÚRGICA DE
NUESTRA SEÑORA DE LOURDES
JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO
Juan Pablo II, Carta de Institución de la J.M.E. 13-5-1992 (sp it)
Benedicto XVI, Mensaje para la XIX J.M.E. (ge hr sp fr en it pl po)
«Por sus llagas habéis sido curados» (1P 2, 24)
Texto preparado por Fr. Gregorio Cortázar Vinuesa, O.C.D. España.