Los militares españoles abandonan Bosnia-Herzegovina 23 años después
Fue la primera misión de "imposición de la paz" en el exterior. 22 militares españoles y un intérprete han perdido la vida.
La misión de BosniaEspaña vivió el año 1992 mirando casi únicamente hacia sí misma. Los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Exposición Universal (EXPO) de Sevilla, la Capitalidad Europea de la Cultura de Madrid y la celebración del quinto centenario del Descubrimiento de América, que trajo consigo la celebración de la II Cumbre Iberoamericana en la capital, hacía sentirse a los españoles en el centro de las miradas internacionales.Pero los telediarios también estuvieron plagados ese año de imágenes desagradables. Mantenida unida desde el final de la Segunda Guerra Mundial por el puño de hierro del Mariscal Tito, Yugoslavia comenzaba a desintegrarse una década después de la muerte del dictador y no precisamente siguiendo los cauces pacíficos de otras exrepúblicas socialistas del Telón de Acero como Checoslovaquia.
Yugoslavia no fue una excepción dentro del derrumbamiento económico de los países comunistas europeos. El Muro de Berlín había caído y tanto la presidencia federal como el gobierno federal yugolavo se derrumbaron como un castillo de naipes en seis meses entre 1989 y 1990. A finales de ese año, todos los territorios celebraron elecciones libres. Sólo en Serbia y Montenegro consiguieron ganar los herederos del comunismo, aunque ya reconvertidos en nacionalistas.
Los discursos étnicos llenaron las intervenciones de los principales partidos de cada territorio y terminaron yendo acompañadas de declaraciones unilaterales de independencia en Eslovenia, Croacia, Macedonia y Bosnia entre 1991 y 1992. Las intervenciones militares no tardaron en llegar y los Balcanes se convirtieron en un polvorín de serbios luchando contra croatas, bosniacos (musulmanes de Bosnia) y albanokosovares, y de croatas luchando contra bosniacos.
Las imágenes de masacres contra la población civil y la aparición tolerada de 'escuadrones de la muerte' en todos los bandos terminaron obligando a intervenir a la comunidad internacional. Fue a finales de agosto de 1992 cuando el entonces presidente del Gobierno, Felipe González, solicitó autorización para que un contingente de las Fuerzas Armadas fuera desplegado en Bosnia-Herzegovina como cascos azules de las ONU. El apoyo del Parlamento a la misión fue unánime.
Esta región balcánica suponía así la puesta de largo en misiones internacionales de una Fuerzas Armadas españolas que se estaban modernizando a gran velocidad para ponerse a un nivel parecido al de los ejércitos del resto de socios de la Unión Europea o la Alianza Atlántica. Los primeros integrantes de la misión, componentes mayoritariamente de la Legión, llegaron a su nueva zona de operaciones en noviembre de 1992.
Durante tres años, los militares españoles se encontraron en medio de una guerra que no era la suya, esquivando de forma habitual los disparos de los francotiradores y la fusilería de los bandos en contienda, y todo ello para intentar crear espacios de seguridad en localidades bosnias medio derruidas que permitiesen a la población local esquivar el hambre que provoca la guerra gracias a los convoyes de ayuda humanitaria de la ONU, que eran escoltados por los propios cascos azules.
La presencia de estos cascos azules internacionales no conseguía acallar ni las armas de los bandos en contienda ni la limpieza étnica. Prueba de ello, la conocida como Masacre de Srebrenica (julio de 2005), donde unos 8.000 bosniacos fueron asesinados a manos de escuadrones de la muerte serbobosnios ante la incapacidad manifiesta de los cascos azules holandeses que debían proteger a la población civil de la zona. Finalmente, la guerra consiguió pararse en Bosnia con los Acuerdos de Daytondel 14 de diciembre de 2005.
Comenzó entonces un difícil proceso de reconstrucción en Bosnia-Herzegovina cimentado en la reconciliación entre los tres principales grupos étnicos (serbocroatas, serbobosnios y bosniacos) que todavía no ha terminado de cristalizar, pero que con el paso de los años ha avanzado de forma considerable.
Al tiempo, las limpiezas étnicas continuaron en otros puntos de los Bálcanes, en Serbia especialmente, lo que obligó a la OTAN a atacar el país y las zonas que controlaba en el Este de Bosnia para evitar más masacres contra las minorías étnicas. Las FAS españolas aportaron para esta misión paralela un total de seis cazas de combate F-18 y una avión C-130 Hércules. La escuadrilla que lanzó el primer ataque aéreo estuvo compuesto por dos cazas españoles y cuatro cazas F-16 estadounidenses.
Durante estos 23 años de presencia en Bosnia-Herzegovina, más de 46.000 militares españoles (del Ejército de Tierra, Aire e Infantería de Marina) han rotado en las diferentes misiones que bajo bandera de la ONU primero, la OTAN después, y la Unión Europea en la actualidad, han intentado enderezar el país. Se han escoltado más de 6000 convoyes; transportado más de 25.000 toneladas de alimentos, medicinas y ropa; desactivado centenares de minas antipersona.
En total, se ha tenido que lamentar la muerte de 22 militares españoles y de un intérprete. Los últimos fallecidos en la misión fueron el teniente Santiago Hormigo y el sargento Joaquín López, que murieron el 19 de junio de 2008 al estrellarse el helicóptero en el que viajaban en las cercanías de la localidad bosnia de Travnik.
La presencia en el país de las tropas españolas ha dejado huella y es reconocida por la población. Muestra de ello es que la antigua Plaza Mayor de Mostar lleve ahora el nombre de Plaza de España; que la larga carretera que bordea el río Neretva y que durante años fuese conocida como "la ruta de la muerte" sea conocida ahora como "la ruta de los españoles" o que una de las principales avenidas de Trebinje lleve también el nombre de España.
Esta misma semana, los seis militares españoles y cuatro intérpretes que conforman la última rotación del equipo de asesoramiento al Ejército de Bosnia, en el marco de la operación europea EUFOR Althea, que abandonarán el país en próximas fechas, participaron en la plaza de España de Mostar en un acto de homenaje a los 23 caidos en la misión. Acompañados por el alcalde de la localidad, colocaron una corona de flores en el monolito que en medio de la plaza recuerda a estos españoles que dieron su vida por ayudar a los ciudadanos bosnios.
El simbólico Stari Most (Puente Viejo) de Mostar, ya reconstruido.
Por qué hemos de recordar la misión española en Bosnia-Herzegovina
Después de 23 años, los últimos militares españoles dicen adiós a la misión más emblemática de las Fuerzas Armadas españolas.
La de Bosnia-Herzegovina fue la primera misión internacional en la que intervinieron operativamente contingentes de soldados españoles y fue la que abrió los ojos de una opinión pública que estaba, quizás, demasiado condicionada por el pasado militar de España. De hecho, gracias a esos soldados, y también, por qué no, a los periodistas que se hicieron eco de sus hazañas, las Fuerzas Armadas son, hoy en día, una de las instituciones más valoradas por los españoles… y gracias a su trabajo, sacrificio, entrega y abnegación contribuyeron a establecer la paz en el corazón de Europa.
Esos soldados demostraron su solidaridad más allá de nuestras fronteras, y también sus capacidades militares, a la altura, y por encima, del resto de ejércitos europeos. Realizaron, en definitiva, una labor que fue reconocida por todas las comunidades implicadas en el conflicto –serbios, croatas y bosníacos- y que recibió, en 1993, el Premio ‘Príncipe de Asturias’ de Cooperación Internacional, como reconocimiento a su esfuerzo en pro de la reconciliación de los diversos pueblos de Bosnia-Herzegovina.
Un punto de inflexión en la opinión sobre los militares
En noviembre de 1992, la Resolución 776 del Consejo de Seguridad de la ONU dispuso el envío de fuerzas multinacionales, en misión humanitaria, a Bosnia-Herzegovina, donde el horror de la guerra y el sufrimiento de la población civil habían hechos presencia unos meses antes. Alrededor de 400.000 militares de 35 países, entre ellos España, comenzaron su despliegue en los Balcanes.
Cuando las primeras tropas españolas fueron enviadas, por el Gobierno del entonces presidente Felipe González, a esta guerra fratricida –que desembocó en el desmembramiento de Yugoslavia-, la idea que la sociedad española tenía sobre ‘sus’ Fuerzas Armadas permanecía todavía anclada en un pasado que ya nada tenía que ver con las nuevas generaciones de militares que comenzaban a salir de las academias.
Cuando el primer contingente español fue enviado a Bosnia-Herzegovina –la denominada Agrupación Táctica ‘Málaga-, bajo el mando del entonces coronel Francisco Javier Zorzo Ferrer y formado sobre la base del Tercio ‘Alejandro Farnesio’, IV de la Legión, la disolución de esta unidad de élite del Ejército de Tierra estaba ‘sobre la mesa’ en el Congreso de los Diputados, por diversos incidentes que habían protagonizado algunos de sus componentes.
Pero las noticias que llegaban a España desde los Balcanes marcaron un punto de inflexiónen la imagen que la sociedad tenía entonces de ‘sus’ Fuerzas Armadas. Los, hasta entonces, considerados “conflictivos legionarios” se estaban jugando la vida en una guerra que se estaba produciendo en pleno corazón de Europa; y lo hacían, no sólo para defender los intereses de España más allá de nuestras fronteras, sino para ayudar a una población que se desangraba en un conflicto interno que parecía no tener solución.
Esa primera Agrupación española proporcionó ayuda humanitaria a los más necesitados –sin reparar en si eran bosníacos, croatas o serbios-, ayudó a evacuar heridos y refugiados, medió en el intercambio de prisioneros, proporcionó atención sanitaria a personal civil… Y esas informaciones fueron llegando, a través de los medios de comunicación, a los hogares de los españoles. Su Ejército, sus legionarios, ya no eran tan conflictivos; ahora estaban desarrollando una labor encomiable bajo bandera de Naciones Unidas, como ‘cascos azules’de las Fuerzas de Protección de la ONU (UNPROFOR).
Las bajas españolas en los Balcanes
Otras Agrupaciones Tácticas sucedieron a la ‘Málaga’. Fue precisamente la inmediatamente posterior, la Agrupación Táctica ‘Canarias’, la que sufrió la primera de las 23 bajas españolas que se produjeron en el conflicto de los Balcanes: el teniente de la Legión Arturo Muñoz Castellanos, herido grave por una granada de mortero el 13 de mayo de 1993 en Mostar, cuando transportaba con su sección plasma sanguíneo al hospital musulmán de dicha ciudad. Una placa, situada junto al lugar en el que falleció, sigue recordando aquel fatídico momento.
Fue en aquella primera época cuando ingenieros españoles montaron una pasarela en el simbólico y destruido -por bombardeos del entonces Ejército yugoslavo- Stari Most (Puente Viejo) de la ciudad de Mostar, para comunicar ambos lados de la ciudad bañada por las aguas del río Neretva, y emblemática para las tropas españolas, por ser la localidad donde más tiempo estuvo establecido el Cuartel General de los diferentes contingentes que desplegaron en la zona (más de 12 años, puesto que anteriormente estuvo en Medjugorje).
Es precisamente en esta ciudad donde siempre se recordará el paso por tierras balcánicas de más de 43.000 militares españoles, y también quedarán en el recuerdo los 23 –uno de ellos era intérprete de las tropas- que perdieron la vida en el cumplimiento de su misión. La denominada Plaza de España de Mostar -donde se despidió en 2007 al último contingente que desplegaba en la zona y en la que se ha despedido, hace unos días, a los últimos oficiales que permanecían en el país balcánico instruyendo a las Fuerzas Armadas bosnias- es el único lugar (o espacio urbano) dedicado a un país extranjero en una zona en conflicto.
Niños y adultos aprendieron a hablar español
España también permanecerá en el recuerdo de muchos niños y adolescentes de las tres comunidades que combatieron entre sí –serbios, croatas y bosníacos- gracias al ‘Programa Cervantes’ que puso en marcha, en 1999, la Brigada Paracaidista –y que continuaron todos los contingentes posteriores- y a través del cual se enseñaron la lengua y cultura españolas a miles de estudiantes.
Los ‘cascos azules’ españoles integrados en la UNPROFOR dieron paso, en diciembre de 1995, cuando estaba desplegada en la zona la Brigada de Montaña, bajo el mando del general Luis Palacios Zuasti, a las fuerzas de la OTAN. Tras la firma de los Acuerdos de Dayton, que ponían, al menos sobre el papel, fin a un conflicto que permaneció todavía latente durante años, las Agrupaciones Tácticas aumentaron al nivel de Brigadas Españolas en el marco de las Fuerzas de Implementación aliadas.
Las “gracias” de la ciudad de Mostar
Les siguieron las Fuerzas de Estabilización y, a partir del año 2005, la Unión Europea asumió el mando de las operaciones en la zona, cuando la región balcánica, ya dividida en tres países –Croacia, Bosnia-Herzegovina, y Serbia y Montenegro- comenzó a recuperar la normalidad, una normalidad que ahora es más efectiva que nunca por los deseos de Bosnia-Herzegovina de ingresar, como miembro de pleno derecho, en la Unión Europea.
Los militares españoles que desplegaron en esta región de los Balcanes no sólo repartieron ayuda humanitaria, sino que contribuyeron a que la paz se instalase definitivamente en el corazón de Europa: realizaron miles de patrullas, desactivación de minas, escolta de convoyes, protección de desplazados, reconstrucción de infraestructuras, atenciones sanitarias… y así un largo etcétera de operaciones que fueron reconocidas y valoradas por la población de las tres comunidades, y por el alcalde de Mostar, Ljubo Beslic, con un sencillo: “Gracias por todo lo que habéis hecho”.