Seguimos junto con María en nuestro camino de encuentro con su Hijo, recordemos que la hemos acogido en nuestros corazones, hemos aceptado una vez más el don de la vida que escuchamos ayer con ese ¡Levántate!, pero nos levantamos por algo y mejor dicho por alguien, que tiene, historia, que tiene rostro, que no es una Idea, nos levantamos para ser testigos de Jesús, del Jesús de los evangelios. Del Jesús que nos dice que nos necesita y nos invita a ser como su Madre discípulos y misioneros en salida apresurada al encuentro de los demás especialmente de los últimos, de los descartados de la sociedad.
Hagamos oración cantando juntos.
María nos invita a abrir nuestros corazones para acoger la Palabra de su Hijo Jesús (Mt 28, 16-20):
“Los once discípulos fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había mandado. Al verlo se postraron, incluso los que habían dudado. Jesús se acercó y les dijo: Dios me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos a todos los pueblos: bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenle a cumplir todo lo que yo les he mandado. Sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos”.
Palabra de Dios
Jesucristo confía plenamente en todos, pero creemos que tiene una especial predilección los jóvenes, ellos hoy están llamados a ser discípulos y misioneros en salida, ellos tienen creatividad, entusiasmo, son soñadores, desean cambios, buscan la manera de ser mejores, hoy son “comunicados y globales”. El mundo juvenil hoy necesita de discípulos y misioneros que vivan a concho la vida, que se entreguen sin esperar nada a cambio. A veces y otros dirían a menudo se equivocan, pero quién no se ha equivocado. La Iglesia debe tener rostro juvenil que es escuchado, valorado y acompañado. La Iglesia necesita que esos jóvenes vayan y hagan que todos vivan coherentemente su fe y sean creíbles. Abramos las puertas de nuestras comunidades a los jóvenes y dejemos que ellos nos evangelicen y nos digan con su vida que Cristo es amigo y hermano.
Madre de Jesús, fortalece y enciende en nuestro corazón joven, para ser auténticos discípulos y misioneros de tu Hijo; anunciadores de vida buena para todos.
Te invitamos: ¿Hasta que punto puedo decir un “sí” verdadero a Jesús que me pide ir a los demás jóvenes? ¿Aceptaría ser un joven o una joven que evangelice?
Recemos juntos la oración final de nuestro mes.