El Diccionario de la lengua española ofrece varias acepciones: asistir, guardar, conservar. En latín existe el verbo “curare” con el significado de cuidar, tener cuidado de, ser solícito, mirar por, atender, preocuparse de… “Desde el dato de la revelación bíblica: el Dios que cuida de los suyos; el Dios encarnado -Jesucristo el Señor- que cuida con mayor atención a quien más lo requiere, pero que también, como hombre, se deja querer y cuidar; el Dios que nos invita a cuidar cuanto nos rodea: a nuestros congéneres y a la creación entera”.
La Biblia nos habla en el Antiguo Testamento del Dios “amigo de la vida” (Sabiduría 11, 26) que “ha llevado sobre alas de águila a su pueblo” para liberarlo de Egipto (Éxodo 19,4) y que ordena cuidado y el respeto del otro: “honrarás a tu padre y a tu madre; no matarás; no cometerás actos impuros; no robarás; no darás falso testimonio ni mentirás; no consentirás pensamientos ni deseos impuros; no codiciarás los bienes ajenos” (Éxodo 20, 12-17). En el Nuevo Testamento, los evangelios muestran que “todo la vida pública [de Jesús] es un continuo llevar a cabo un modelo de vida “curativo” en la praxis cotidiana, el mismo que Él quiere para sus seguidores, a los que pide que sean verdaderos cuidadores de los demás”.
Y si centramos la mirada en el calvario, “en el primer Viernes Santo de la historia, un hombre que había sido crucificado a las afueras de Jerusalén por la insidia judía y la ley romana, encomendaba a su propia madre el cuidado del ‘discípulo al que amaba’ y, en él, de todos los suyos, cada uno de nosotros. Al discípulo amado (a ti, a mí) le confiaba el cuidado de la madre. Y obedeció el discípulo aquella voluntad postrema; ‘desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio’ (Juan 19, 27)”.
[Ver Miguel Ángel Nuño, Misión Joven 552-553, 19-29]
María fue llamada por Dios
y bendecida
para ser la Madre del Hijo que Él enviaría.
Y Ella -que nunca ha sido Reina ni Señora engreída-
se fue hacia las montañas;
Isabel la requería.
Nadie se lo dijo, pero supo por Gabriel,
la alegre noticia
de que Juan el Bautista también nacería,
para anunciar al Emmanuel, al Salvador que vendría
y se quedó tres meses en la amable casa
del buen Zacarías.
Allí, la Virgen bella
que a todos sonreía,
barría la casa, cocía la comida, tendía la ropa
y, por la tarde fresca con la dueña de casa,
tejiendo tiernas prendas,
allí se entretenía.
Los niños entrañables
que la luz pronto verían,
Crecían y pujaban por salir pronto a jugar
Con los pocos primos, con las muchas tías;
uno es el Profeta;
Mesías el otro se revelaría.
Cantando y meciendo
a Juanito en su falda
María le pedía que de su Hijito querido,
cuidara con cariño por el más chiquito,
y cuando grandes fueran
los mejores Amigos.
Se fue luego a casa
la Bienaventurada,
pues dentro de seis meses también Madre sería.
Debía Ella cuidarse, cuidar de su marido,
cuidar a su Niñito
y tenerlo sanito.
Ha nacido Juan Bautista,
temblad maltratadores:
con furia sus maldades, les enrostrará.
Jesús ha nacido, paz sea a los hombres
que sanará dolencias
y Buen Pastor será!
Cuando el Crucificado
muera allá en la Cruz,
María dolorosa recibirá su cuerpo herido;
y cuando Resucite y al cielo haya Ascendido,
Ella como Madre cuidará a la Iglesia
que emprende su camino.
AMÉN.
[P. Juan C. Zura, sdb]
Caín debía cuidar de Abel,
su hermano,
por mandato de Dios;
pero la envidia insidiosa lo encegueció,
y por mano propia,
le dio muerte un día.
Desde entonces,
la sangre de cuantos han caído
por el rencor ajeno
que sin derecho alguno les quitó la vida,
clama al Dios del cielo
por la vida perdida…
Jesús, el Hijo Amado
del Padre y de María,
ha venido compasivo a reprimir la espada,
a imponer silencio al tronar de las armas
y a proclamar que cualquiera
que ofenda a su hermano,
se hace reo de muerte
por ser un fratricida.
Es triste la guerra,
pues nos roba la alegría;
pero sus muertos se alzarán un día
en la presencia divina
y juzgarán a los imperialistas
de toda la historia,
pues se adueñaron cruelmente
de la vida y de cuanto
no les pertenecía.
Pero no miremos lejos
para identificarlos:
hay muchas veces, desgraciadamente,
un opresor en cada uno;
un juez tantas veces implacable,
que condena al hermano
aun siendo inocente,
por el simple hecho
de con cruzarse nosotros.
Y entonces también se asoma
en nuestros ojos
el semblante indolente de Pilatos;
nos lavamos las manos
mirando inocentes hacia otro lado…
“y aquí no ha pasado nada,
pues nadie nos ha hecho guardias,
de nadie ni de nada”.
[P. Juan C. Zura, sdb]
Relator 1:
Abel fue pastor de ovejas… Caín labrador de tierras. Y miró Dios con agrado al pastor y sus ofendas, pero no miró propicio el corazón de Caín ni aceptó sus sacrificios. Muy enojado, Caín lleva saña en su semblante ¿Por qué está triste tu rostro? ¿Por qué tu mirada turbaste?
Relator 2:
Caín se va silencioso caminando por sus mundos. Caín, jinete de sangre, cabalga sendero oscuro. Caín, Caín, Caín ¿Dónde estás? Hijo mío ¿Adónde vas? Caín va tronchando rosas y pájaros amarillos, va con sus manos de sangre manchando los ríos. Caín, Caín, Caín ¿Dónde estás? Hijo mío ¿Adónde vas? Está el pecado a la puerta, acechando como fiera. Caín, Caín, Caín ¿Dónde estás? Hijo mío ¿Adónde vas?
Relator 2:
Hay silencios escondidos que gritan nombres de muerte; los ríos oscuramente sangraban el firmamento. ¿Dónde -pregunta el Señor- dónde está tu hermano Abel? Y le contestó Caín: “Yo de mi hermano, NO SÉ”.
[Esteban Gumucio, Cantata de los Derechos Humanos]
Altísimo y omnipotente buen Señor,
tuyas son las alabanzas,
la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, te convienen
y ningún hombre es digno de nombrarte.
Alabado seas, mi Señor,
en todas tus criaturas,
especialmente en el Señor hermano sol,
por quien nos das el día y nos iluminas.
Y es bello y radiante con gran esplendor,
de ti, Altísimo, lleva significación.
Alabado seas, mi Señor,
por la hermana luna y las estrellas,
en el cielo las formaste claras
y preciosas y bellas.
Alabado seas, mi Señor,
por el hermano viento
y por el aire y la nube y el cielo sereno
y todo tiempo,
por todos ellos a tus criaturas das sustento.
Alabado seas, mi Señor,
por el hermano fuego,
por el cual iluminas la noche,
y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.
Alabado seas, mi Señor,
por la hermana nuestra madre tierra,
la cual nos sostiene y gobierna
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.
Alabado seas, mi Señor,
por aquellos que perdonan por tu amor,
y sufren enfermedad y tribulación;
bienaventurados los que
las sufran en paz, porque de ti,
Altísimo, coronados serán.
Alabado seas, mi Señor,
por nuestra hermana
muerte corporal,
de la cual ningún hombre
viviente puede escapar.
Ay de aquellos que mueran
en pecado mortal.
Bienaventurados a los que encontrará
en tu santísima voluntad
porque la muerte segunda
no les hará mal.
Alaben y bendigan a mi Señor
y denle gracias y sírvanle con gran humildad.
Amén.
Si todavía queremos seguir orando, podemos hacerlo con la letra de un antiguo canto titulado “Ave María de los jóvenes” (1) y otro más nuevo cuya letra canta La Gloria de Dios en el hombre (2):
1) Miles de jóvenes llevan
tu nombre bonito, María.
Miles de jóvenes lucen
tu encanto que es flor y alegría.
Por dentro el alma se llena
de gracia que es vida de Dios.
Te llevan, María, en el nombre,
te llevan en el corazón.
Ave María, Ave María (2)
2) Tu Gloria, Señor,
es la vida del hombre,
el hombre de pie es tu alabanza.
Tu gloria, Señor, es la vida del hombre,
el hombre de pie quien te rinde honor.
La paz entre los hombres… ¡es tu alabanza!
La paz sobre la tierra…
La paz en sus corazones…
La paz en lo alto del cielo…
La vida que da la vida…
La vida que vence a la muerte…
La vida que dice sí,
La vida que nace en la cruz…
El gozo del nuevo sol…
El gozo del que es salvado…
El gozo del arrepentido…
El gozo de un mundo nuevo…
En su Exhortación
Querida Amazonía, n. 111 nos dice:
Madre de la vida
en tu seno materno
se fue formando Jesús,
que es el Señor de todo lo que existe.
Resucitado, Él te transformó con su luz
y te hizo reina de toda la creación.
Por eso te pedimos que reines, María,
en el corazón palpitante de la Amazonia.
Muéstrate como madre
de todas las creaturas,
en la belleza de las flores, de los ríos,
del gran río que la atraviesa
y de todo lo que vibra en sus selvas.
Cuida con tu cariño esa explosión
de hermosura.
Pide a Jesús que derrame todo su amor
en los hombres y en las mujeres
que allí habitan,
para que sepan admirarla y cuidarla.
Haz nacer a tu hijo en sus corazones
para que Él brille en la Amazonia,
en sus pueblos y en sus culturas,
con la luz de su Palabra,
con el consuelo de su amor,
con su mensaje de fraternidad
y de justicia.
Que en cada Eucaristía
se eleve también tanta maravilla
para la gloria del Padre.
Madre, mira a los pobres
de la Amazonia,
porque su hogar está siendo destruido
por intereses mezquinos.
¡Cuánto dolor y cuánta miseria,
cuánto abandono y cuánto atropello
en esta tierra bendita,
desbordante de vida!
Toca la sensibilidad de los poderosos
porque aunque sentimos que ya es tarde
nos llamas a salvarlo que todavía vive.
Madre del corazón traspasado
que sufres en tus hijos ultrajados
y en la naturaleza herida,
reina tú en la Amazonia
junto con tu hijo.
Reina para que nadie más
se sienta dueño
de la obra de Dios.
En ti confiamos, Madre de la vida
no nos abandones en esta hora oscura. Amén
Un documento ya citado y muy recomendable para tomar otros textos en el tema ecológico o para encontrar más información acerca de las tomas de posición de la Iglesia al respecto, es el DOCAT Latinoamérica, ¿Qué hacer? La Doctrina Social de la Iglesia. Con prólogo del Papa Francisco, Editorial Verbo Divino, 2017 (Edición para Latinoamérica).
Dedica el capítulo 10 al tema de “Cuidar la creación” cuyo subtítulo es “El medio ambiente” Ver páginas 237-249.