Como parte de mi proceso de enseñanza he elegido varios métodos para la evaluación del aprendizaje. Estoy muy consciente que no todo el mundo aprende de la misma manera. Así que durante mis años como maestro, he ido desarrollado varios métodos para que mis alumnos puedan entender el material. Desde que comienzan a tomar mi clase, los recibo con un opúsculo o "broshure" para que puedan entender, de manera general, los temas que estaremos abarcando. Además, les entrego un prontuario y un calendario para organizarnos. Este material lo discutimos completo en los primeros días de clase. De esta manera, ellos pueden prepararse con tiempo y hacer sus ajustes pertinentes. Esta metodología me permite mantener un control y una estructura desde el principio.
Una vez comienzo a abarcar los temas, voy evaluando de diferentes formas, no necesariamente con una prueba corta, sino que lo hago a través de juegos teatrales, debates y foros en clase que, a su vez, acompaño con rúbricas de evaluación. También complemento con asignaciones y proyectos especiales, ensayos y reseñas, y luego utilizo las pruebas cortas y exámenes para asegurarme que van entendiendo el material.
Evito los exámenes escritos de forma tradicional. Prefiero medir su aprendizaje a través de presentaciones orales, pequeños montajes de escenas, monólogos, videos y dinámicas para que vayan soltando su timidez. Durante el semestre, hacemos una presentación más compleja donde podemos trabajar una obra de teatro, una recopilación de escenas cortas o presentaciones fuera de la escuela, todo depende de la cantidad de estudiantes, su nivel escolar, género, edades y capacidades. En estas presentaciones trabajan todos mis grupos a la misma vez, unos enfocados en la actuación y otros en el área técnica, como la utilería, escenografía, publicidad y regiduría de escena. Es de mi costumbre, dividir el grupo en diferentes comités para que cada cual se destaque en áreas distintas de la producción.
Utilizo planes donde establezco mis objetivos y con los cuales me voy dejando guiar. Estos planes usualmente son una idea para dejarme llevar pero cuando estoy en el salón de clase, enfrentándome con la realidad del alumnado, comienzo hacer ciertos ajustes y cambios. Así que por tal razón, siempre tengo un plan A, plan B y plan C. Aprendí que la redacción de objetivo es una labor que al refinar nuestra redacción puede conducir el proceso educativo hacia formas más efectivas de aprendizaje y al desarrollo de destrezas. Pude constatar la importancia de la alineación de los objetivos con los estándares, la expectativa, los valores y las destrezas. He aprendido a que cada objetivo debe ir anclado a hacia a estos elementos. Al hacerlo logramos construir un marco de acciones sólido y claro para la orientación de nuestros objetivos sin desenfocar la planificación y sus resultados. Al hacer esto podemos especificar de mejor forma lo que queremos que los estudiantes desarrollen, del mismo modo que sincronizamos más armónicamente las expectativas de cada dimensión trabajada.
A continuación, he acompañado esta competencia con varios documentos y fotos para demostrar parte de mi proceso educativo y mis métodos de evaluación. Las evidencias son parte de mi Práctica Docente en la Escuela José Antonio Dávila en Bayamón con un grupo de séptimo grado y de mi experiencia en mi antiguo trabajo en la Escuela de Bellas Artes de Bayamón.