El Aleph: porqué hacemos lo que hacemos. Crónica de la Gran Canaria Maratón 2014

Post date: Feb 1, 2014 10:24:47 PM

-“¿El Aleph? Repetí. – Si, el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos”. Borges, Jorge Luis (1949), El Aleph.

Sentado frente a la comisaría de policía, a sólo unos metros de la meta, el sol caía a plomo. La cerveza sin alcohol que nos acercó Carmelo me supo a gloria. José Castellano, licenciado en Educación Física, a quien se le había escapado el objetivo de bajar de hora y veintidós en la media maratón, me decía que se me veía deshidratado. Que el sudor me había dejado manchas blancas en la cara, signo de que había perdido muchas sales. Y mientras hablaba con Daniel, un amigo que de los que se acercan a verte a las carreras aunque no corra, no pude evitar acordarme de la frase con la que Borges comienza “El Aleph”: “La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió (…) noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita”. Cuando en 2012 estuve en Buenos Aires comprendí que lo normal es que en Argentina las mañanas de febrero sean candentes: es el hemisferio Sur y allí es pleno verano. En Las Palmas de Gran Canaria, aunque sea a finales de enero, las mañanas en que se corre el maratón, si hace sol (que hasta ahora han sido todas), acaban siendo candentes, de un calor que seca y deshidrata. La última vez que había venido a mi ciudad, de manera inesperada, hacía sólo un par de semanas, había sido por el fallecimiento de mi amigo Willy. Éste había sido, y será para siempre, el maratón que corrí 15 días después de la muerte de uno de mis mejores amigos. Al igual que los carteles de la Plaza de la Constitución que nombrara Borges, el tiempo pasa, el universo cambia y se va alejando inexorablemente de los hechos que nos marcan y marcarán para siempre. Lo cual, a veces, se siente como una liberación. Ya está, hecho. Éste era el maratón del duelo, ahora a seguir corriendo por la vida mientras estemos vivos. (Seguir leyendo).