Gioconda Belli

Vigilia

Uno tras otro se amontonan los días de la vida.

Pasan. Se suceden.

Soy yo la que construye esperanza sobre la hierba.

La que se ve desnuda aun rosa y piel cálida.

Allá están las colinas de mi retozar.

Los arroyos y los valles de las correrías bajo la lluvia.

Veo pasar los rostros que alguna vez alzados como

lámparas

iluminaron el mío y me poblaron de símbolos y

palabras nuevas.

Los poemas vuelan como bandadas de palomas

sobre la cabeza.

Todo esto lo observo desde mi celda virgen donde

nadie penetra.

Al final del encuentro con el mundo de los sueños

desperté con la anunciación del júbilo

pero no hubo quien abrazara mi cuerpo y soplara

caricias en mi oído.

Sin embargo soy feliz.

Veo los vientres hinchados de vida que vendrá.

Los campos arados.

Es la hora de la meditación y tejo un sueño

porque aprendí que los sueños son posibles.

Escribo manuscritos viejos y reescribo una nueva historia del mundo.

Esta es la tierra prometida de la cual nos habían arrojado.

Ejércitos de querubines, coros de ángeles

cuidan a los moradores del paraíso

para que soporten las privaciones

y no coman la manzana de la perdición.

Me han dejado la lámpara de las vírgenes prudentes

pero también las visiones de los bosques

donde habitan los unicornios.

El amado no llega.

A veces pareciera que diviso su sombra acercándose

y que su voz como las trompetas de Jericó parece pronta a alzarse

para derrumbar los muros que contienen el amor.

Me dicen que la perseverancia es virtud de los triunfadores.

La paciencia seguro escudo contra los espejismos que producen falsos sueños.

Entonces doy vuelta al reloj de arena

y dibujo en largos pergaminos la sustancia de mi felicidad.

Esa que sólo espero habrá de levantarse

de la niebla y el vapor

hacerse hombre y venir a habitarme

aparecida en medio de todos

puerto final de mis tempestades

por los siglos de los siglos

Amén.