Oda a cobardía

Mucho tiempo me acompañó

abrazada a mi cintura

aferrada a su mano,

besándonos la amargura.

Ayer la despedí

me miraba con desprecio

sus ojos eran tan bellos.

Me ofendía

con sus labios tan tersos

que, a pesar de sus palabras

hirientes e iracundas,

no dejaba de contemplarla.

Admiré su piel

por última vez,

aquella piel cobriza

extenuada por el paso de los años,

acaricié sus manos;

las manos más suaves que he sentido

a las que se aferraron las mías

creyendo que me quería.

Le pedí que se fuera,

ella se negó.

Le mostré la salida

y se reveló ofendida.

Una pelea constante

entre gritos y golpes

que, para mí

fueron las últimas caricias

que me dedicaba.

Se burlaba de mí

de tal forma, que,

para pretender irse,

me obligó a arrodillarme

y pedirle perdón,

frente a ella me desplomé;

ante su belleza sublime

y su cuerpo inmune.

Imponente ante mí,

la miraba con pena

y reconozco,

que cierto amor le tenía.

Le pedí perdón

me miro y contestó:

“la que no te quiere

soy yo”.

Me reí en su cara,

me levanté enojada

le señalé la puerta,

cruzó los brazos

y me sugirió que me fuera.

En verdad no entendía nada

¿Por qué no quería irse?

¿Por qué me pidió que lo hiciera?

Un ambiente no favorable para mí,

en realidad

tenía miedo de abandonarla,

temor a retirarme

miedo de ser valiente.

No me daba cuenta

lo valiente que era al dejarla,

al arrodillarme

y pedirle perdón,

valiente al decirle adiós,

valiente al seguir sin ella.

Y me di cuenta

que nunca me quiso

y yo no quería soltarla,

era egoísta,

me enamore de sus ojos

de su piel y su presencia.

Ayer me despedí,

junto con ella

se quedaron mis miedos

y mi ansiedad,

me retiré para no volver.

ella no me quería,

al final;

qué valiente fue la cobardía.