El plagio al ser nosotros

Cada día me decepciono más de mí, me he vuelto en una parodia de lo que era. Me he vuelto en lo peor. “Si la imitación y el plagio son virtudes, Julio Cortázar es un gran escritor”, así iniciaba una de las primeras críticas a Rayuela. ¿Y yo? yo soy un genio.

No es cierto, ni siquiera escribo, no puedo. Incluso me cito a mí mismo, pero no creo nada nuevo, nada original. Mírame escribiendo esto, arrumbado en el piso de mi pieza, escuchando cantos sefardíes, fumando a media luz, jodiéndome los ojos y los pulmones. Puros clichés.

Observamos lo nuevo, nos maravillamos en la novedad, no vemos las inspiraciones, y eso no significa que no existan. Pero el detalle está en el problema, en la imposibilidad de ser uno mismo, uno no puede ser uno mismo y no existe el original. “Eres el eco del eco del eco del eco del eco, son las doce, cenicienta” nos recuerda Dolphant en una de sus canciones.

Una de las frases que más me jodió el pensamiento en mi juventud fue que no me permitía ser yo mismo; y me busqué en cada esquina, en cada frase dicha, en cada acción, en cada prenda de ropa, pero ¿qué soy? ¿qué es netamente mío?

Rubén Franco en la novela corta nos plantea un hombre desesperado por la búsqueda de sí mismo y se lleva al límite, desentrañando cada una de las actitudes de su personaje para buscarles el origen —el original—, para intentar desligarse de ellas como el pez buscando la iluminación cuando está obscuro, “Luces de catarsis”, así decidió Rubén titular su libro.

“Entre más leo, más me percato que yo no soy yo (soy repetición) y me vuelvo automáticamente en nadie, un collage burdo donde los recortes nuevos son de periódicos viejos. Me vuelvo nada, me vuelvo nadie. Mi cara se vuelve borrosa y no puedo ser yo. Nada ni nadie.

Ni mi nombre es mío, es de mi padre”

Luces de catarsis. Pp. 25

Franco convierte en un espejo el fondo de su narrativa e hizo de sus frustraciones en una de las obras del siglo XX más introspectivas —tanto para el autor como para el lector mismo—. Nos hace dudar, nos muestra la incapacidad de ser nosotros mismos en la carne; y es más fuerte que cualquier ensayo o artículo; son sus memorias.

Recuerdo haber visto en mis épocas de bachiller una obra de teatro en la que tres actores presentan una misma línea argumental, solo que, tras cada escena, aparecían vestidos de diferente manera y con los nombres cambiados; personajes actuales, personajes griegos, personajes chinos, y en la escena final máscaras de teatro según la tradición helenística. A pesar de los años y los lugares somos humanos y caemos en lo mismo, en las mismas tramas argumentales y es imposible salir de ellas por el simple hecho de que somos humanos. “Hombre soy, nada humano me es ajeno”. Franco se dio cuenta de esa imposibilidad y escribió:

“Quizás la culpa es de ser hombre, de hablar el lenguaje de los hombres y de haber leído las historias de los hombres mismos. Soy muy hombre para ser yo mismo. La humanidad nos limita”

Luces de catarsis. Pp. 32

Hablamos y las palabras no son propias, las repetimos “hasta hacerlas nuestras”. Basta leer la sección de “Influecias” del artículo sobre El Señor de los Anillos en la Wikipedia. El mundo es la inmensa biblioteca de Babel donde cada frase ya está dicha en todas sus combinaciones y donde cada idea ya fue pensada con eras de antelación. Todo esto ya venía rondando en mi cabeza, y me di de topes al leer y ver que alguien ya las había escrito, caí en cuenta de que es cierto, ya todo está escrito, o casi todo, para no sonar pesimista. Porque pude haber sido yo quien escribió las frases anteriores, pude haber sido el original; pero eso es imposible y es más honesto citar.

Rubén Franco se suicidó en su casa al sur de España al besar un revolver al igual que su personaje. También dejó una nota:

“Incluso para morir es imposible ser nosotros mismos, me he copiado de mí mismo, yo ya había muerto. ¿Esto? Esto solo es repetición.

Como todo.”

Lloro ante la interrogante: si él no pudo ¿podré yo encontrarme a mí mismo? o peor aún ¿podremos encontrar lo que nos hace ser nosotros? Dios nos perdone si lo intentamos.

Ahora fumo contra la ventana, no hay preguntas, no quiero hacerme más preguntas durante la noche.

“Me vuelvo nada, me vuelvo nadie y caigo en cuenta de que no puedo; nada nuevo puede surgir, ya todo está escrito. Ecos de ecos que parecen nuevos ruidos, nuevas palabras; solo hay distorsiones, no hay originales”

Luces de catarsis. Pp. 1


René F. Ortíz

Escribidor ocasional. Dadaista de corazón. Tapatío de esos que odian su ciudad pero que no se largan porque la ciudad los tiene atrapados. Creo que soy un hombre dramático y por eso me gusta la poesía. Aunque la gente crea que no, soy bien barrio. Fui colaborador de la revista de SEMS, Vaivén; con un cuento y un microrrelato. Súper yo, amiga. Si hiciera música sería como Baco Exu do Blues pero en blanco.