Hablemos de cultura. Parte I

¿Qué es la cultura?

Empecemos por lo más importante, la definición, la UNESCO desde 1982 en el marco de la "Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales" realizada en México, la comunidad internacional contribuyo a la creación de la siguiente declaración:

...la cultura puede considerarse actualmente como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias y que la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden.”

Por otro lado nosotros los marxistas utilizamos, o más bien pensamos, en definiciones menos esperanzadoras. Por lo regular el criterio marxista en la materia cultural no varía del ya tradicional: "el conjunto de los valores materiales y espirituales acumulados por el hombre en el proceso de su práctica histórico-social". Evidentemente cuenta con sus ineficiencias, aun destacando el carácter histórico de la misma, no delimita las características esenciales de dicho fenómeno.

Es por ello que otros autores, como D. I. Chesnokov incursionan en definiciones más amplias partiendo siempre, eso sí, desde la dialéctica marxista. Para Chesnokov, en su obra “materialismo histórico”, la cultura reside en todo aspecto de la vida en sociedad, el diría que la cultura va “desde la producción hasta las formas ideológicas inclusive, Es tan polifacética como la vida social”. Sin embargo esto no quiere decir que simplemente coincida con lo social sino que: "la cultura no se identifica con la sociedad, sino que se la considera como un producto de la actividad por ésta desarrollada".

Chesnokov añadiría la distinción entre una cultura material o cultura de la producción, y una cultura espiritual. El primero se entendería como la organización social de trabajo cultural y sus formas. Mientras que la cultural espiritual atiende al desarrollo científico y la situación de la literatura y el arte. Así el autor terminaría definiendo la cultura como:

"El conjunto, históricamente condicionado de hábitos, conocimientos, ideas y sentimientos de los hombres, así como su fijación y materialización en la tánica de la producción, en los servicios públicos, en el nivel de instrucción del pueblo y de los institutos que reglamentan y organizan la vida social, en los resultados de la ciencia y de la técnica, en las obras de la literatura y del arte".

Por otro lado y en términos Gramascianos:

"Por la propia concepción del mundo se pertenece siempre a una determinada agrupación, y precisamente a la de todos los elementos sociales que comparten ese mismo modo de pensar y de obrar. Siempre se es conformista de algún tipo de conformismo, siempre se es hombre masa u hombre-colectivo".

En Gramasci encontramos una fórmula que llamaremos (a sus palabras) “todos los hombres son filósofos” que denuncia como hasta en la más mínima expresión intelectual se contiene ya un determinado concepto del mundo, concepto arraigado en todo el sistema de creencias supersticiones, opiniones, modos de ver y obrar que desembocan en lo que generalmente se llama "folklore".

Para Gramsci "todos los hombres son filósofos", entendiendo la palabra filosofía en un aspecto amplio como “concepción del mundo”, como cultura. Una concepción real que se expresa a través de la acción de un grupo social. Todos los hombres son filósofos, poseen una forma de pensar y de actuar, poseen una cultura. Entonces la cultura de cada quien es un hecho histórico y social. Todos participamos del mundo de forma consciente en y a través de un grupo social determinado, sujeto a los materiales que el camino de la historia les ha otorgado. Es decir la cultura se da en la sociedad en conexión con las clases sociales, hablamos de una relación de expresión y conformación.

Llevado esto a la dialéctica marxista. Hablamos entonces de una cultura popular, una concepción acrítica y poco consciente del mundo. Es decir de carácter espontaneo, una filosofía espontanea, estandarte de las condiciones de vida, la clase social y cultural del pueblo. Dado a esta situación de reflejo de los desvalidos y clases subalternas podemos decir que (una vez más a palabras de Gramsci) el folklore se definiría como: "Conocerse a sí mismo es equivalente a conocer la historia, leerla, interpretarla". Sin llegar nunca a una sola concepción sino una multitud de concepciones, dado a que cada grupo o estrato social tendrá su propia concepción. Un concierto de concepciones, sin elaborar, sin ordenar, puesto a que las clases bajas (subalternas) se encuentran faltas de las condiciones del grupo social homogéneo.

Hemos aquí el origen del término “hegemonía” así como la génesis misma del propio concepto que podemos entender como la cultura de las clases altas, dominantes o dirigentes de la sociedad. En este punto los aspectos negativos dentro de la cultura popular se enfrentan a unos, otros, formalmente positivos, que son inherentes a la concepción del mundo de la clase hegemónica. Entendiendo estas como unitarias, coherentes, explicitas, originarias del hegemon y de ellas se asegura el carácter socialmente activo de la clase dominante. Esta diferencia en el grado de desarrollo hace referencia a una determinación social es en base un análisis de clase. La cultura entonces es lucha de clases.