El concurso

EL CONCURSO

Ser pobre y feo tiene sus ventajas. Cuando se enamoran de ti, lo hacen de corazón. Alguna ventaja tendrían que tener los feos, dirá más de alguno con justa razón, por más que alguno corroído por la envidia, te haya dicho en alguna ocasión “¡no sé qué te vio!” al verte del brazo de una bella dama que se prendó de ti por tu forma de ser.

El tema que hoy abordo, tiene que ver —no obstante— con esos que la gente denomina “feos”, así —con desprecio y sin miramientos— dicho esto al margen de si la vida es contigo tan justa como eres con los demás. Así que, a manera de amarrarme el dedo, déjenme decirles, que yo era feo, pero empecé a ir a terapia y ahora soy feo pero feliz.

“Sobre el muerto las coronas”, o lo que es lo mismo “a lo que te truje Chencha”. He aquí uno más de los cientos de anécdotas que pululan por los rincones de mi pueblo, enclavado en la Región del Totonacapan, y que lleva por nombre Misantla.

Resulta que cierta vez en una cantina llamada “El paraíso”, lugar al que algunos dieron en llamar “el lugar de los éxitos”, y que se localizaba en una de las calles más céntricas el pueblo —para ser más exacto en la calle Juárez— se encontraban libando un grupo de amigos a los cuales les gusta (o les gustaba, eso no lo sé) ingerir las bebidas espirituosas hasta llegar a la embriaguez.

A uno de estos personajes de cuyo nombre no quiero acordarme, pero que le encanta el desmadre y además es “muy comunicativo” y por si fuera poco, ocurrente como él solo, se le prendió el foco y tuvo la brillante idea de realizar un concurso de feos.

Aprovechando que casualmente en la cantina se encontraban no menos de cinco de esos que como en el cuento, al llegar al infierno el diablo les dice, “en el nombre de Dios, lárguense de aquí” —feos pues—, el aludido “malora” y organizador del evento, comenzó las inscripciones.

Ni tarde ni perezoso, el buen amigo Antonio y apodado “el trompo” del meritito Misantla, se inscribió a invitación abierta por aquel canijo y endiablado amigo, que ya había prometido “un pomo” al gusto del triunfador.

A Toño le siguieron al menos otros dos, entre ellos un personaje de la Benito Juárez y uno más de allá del rumbo de Arroyo Frío, ambos con fama no precisamente de guapos en sus respectivos lugares de origen, trompudos y “más feos que pegarle al chamuco”.

Esa noche, entre gritos, porras, y todo tipo de manifestaciones de alegría bajo los influjos del alcohol, se conformó el jurado calificador con otros que allí se encontraban y a los cuales les gusta empinar el codo más que el pan, y que no cantan mal las rancheras en eso del desmadre (El buen Blandido, y tres más de quienes cito sus apodos tal cual me lo platicó el organizador del concurso: El sueño, la rabia, y la jarocha).

Las pruebas para ganar consistían en un baile, una pasarela, una cara o gesto, y todo aquello que se les ocurría a los beodos que se pegaron la divertida de su vida, mientras vaciaban las botellas de varios líquidos de distintos colores y sabores con propiedades embrutecedoras.

El representante de Misantla centro, cuyo domicilio se encuentra por el barrio de las cruces, o sea “el trompo”, inocentemente le confió al organizador -a quien no le gusta el chisme- que al único que le temía era “al de la Benito Juárez”, pues dicho sea de paso, tenía conocimiento de que “Los Joao” se habían inspirado en él para componer la canción esa que habla de un feo llamada “que cara mal hecha” en cuya letra dice: Oh oh oh….♫♫♫ Oh oh oh ♫♫ ♫ que cara mal hecha, quien te hizo esa cara perdió la receta”♫♫♫

Pero no te preocupes le dijo Toño al ver que le iba ganando el temido rival, “apuéstame lo que sea….Si veo que ya de plano me va a ganar, me rapo”. Vaya inocencia del trompo…. ¡Y luego a quien le fue a comentar! Le gusta el chisme más que el pan….¡Casi a nadie!, dicen en el pueblo, cuando le cuentan a alguno que de antemano saben que lo pregonará a los cuatro vientos.

Al final, y después de mucho rato de deliberar, la decisión fue unánime. La botella prometida temblaba ya en el estantero a la espera de ser ingerida por el ganador.

El anuncio se hizo entre gritos, hurras y vivas de emoción. El triunfador resultó ser “el trompo”; aquel cuyo apodo hace honor a su cara, de cabeza alargada y que termina en punta, con una boca exuberante y dentadura macrodóntica, que ya bajo los efectos del alcohol no acertaba si reír o llorar.

Al siguiente día, el malora organizador se lo encontró más crudo y seco que la lengua de un perico. Sediento y con ganas de unas frías, inocentemente le comentó: “No vuelvo a tomar Bacardí, me duele hasta la conciencia”.

Sabrá Dios lo que vivió el pobre Toño la noche anterior, lo cierto es que desde entonces ya no toma Bacardí.

Termino mi relato con una reflexión: Si un hombre dice que eres feo, es un cabrón. Si una mujer dice que eres feo, es una envidiosa. Pero, si un niño dice que eres feo, eres feo.

Más de alguno se curará en salud y dirá: “Como me gustaría ser feo por un minuto, para saber lo que se siente”. Más eso es lo de menos, particularmente creo que la belleza se mide no por tu apariencia personal, es más bien por lo que llevas en el corazón. En el caso del buen amigo Toño, él es bello sin lugar a dudas a los ojos de Dios, tiene noble sentimientos y es un hombre con muchas cualidades que en estos tiempos ya quisieran tener muchos. Cierto es que le gusta el vino en ocasiones, pero eso no obsta para reconocer que es un hombre de buen corazón y con un espíritu de servicio enorme.

De la anécdota, algunas cosas quizá sean inventiva del organizador que es un cabrón bien hecho. Lo referente a que el concurso fue real y lo de la rapada para ganar, lo corroboré con el mismísimo “trompo”, en ocasión reciente y en el negocio en el que por cierto le hace mandados al autor del evento que hoy les relato. Con esos amigos, pa' que quiero enemigos, cabría decir. Quede pues la anécdota como uno más que muestra el ingenio de mis paisanos, y nada más. Ni duda cabe, los de Misantla son más cabrones que bonitos.

Vaya ingenio del cabrón, de feos hacer un concurso

Dijo que la aburrición, a veces lo vuelve injusto

y me ha dado explicación, con brevísimo discurso:

Aprovechó la ocasión, para estar un rato a gusto.

Sin duda la acotación, fue mucho más que un recurso

que sin mucha apuración, en lo inmediato propuso.