En varios países se ha demostrado que la pesca sostenible se logra, entre otras cosas, gracias a la eficiencia de los artes de pesca utilizados, los cuales están bajo rigurosas medidas de ordenación. De lo anterior podemos realizar el cuestionamiento acerca de cuál de todas las artes de pesca existentes es la mejor, la respuesta se resume en la selectividad de especies, la efectividad de la pesca y la calidad de las presas obtenidas.
Ahora bien, debemos considerar que existe cierta clasificación en los artes ya mencionados. La clasificación más general conocida es: artes pasivos, que son aquellos que se colocan estáticos en el agua y los artes activos, que requieren ser desplazados en el agua.
Entre los artes pasivos más conocidos podemos mencionar a: los anzuelos (que normalmente requieren del uso de cebos para aumentar su eficiencia), las trampas (conformadas por estructuras rígidas para la captura de las especies objetivo), redes o mallas (cuya ventaja es que pueden cubrir grandes extensiones de área y diferentes niveles de profundidad en la columna de agua). En cuanto a los artes activos más comunes encontramos: artes por herida (que lastiman a las presas para poderlas capturar), redes de arrastre (muy ampliamente utilizadas por el sector industrial, además son de los artes que más daño provocan a los ecosistemas), redes de cerco (también muy usados en la industria, son menos dañinas al ambiente, pero su selectividad es baja).
Existe una clasificación que, bien puede relacionarse con los artes de pesca, o bien puede relacionarse con el tipo de embarcación necesaria para llevar a cabo la tarea de pescar. La pesca de altura está dirigida a especies marinas que pueden encontrarse lejos de la costa, las embarcaciones necesarias para esta pesca son del tipo alto tonelaje y factoría, lo que les permite llevar grandes cargas y procesarlas durante el viaje que puede durar meses. La pesca de bajura se realiza en embarcaciones de bajo tonelaje, cuyas travesías normalmente duran un solo día.