La pesca o pesquería puede definirse como la suma de todas las actividades pesqueras utilizadas para la obtención de recursos bióticos acuáticos silvestres (generalmente marinos), en todas las escalas posibles. Abarca desde la utilización de equipos y embarcaciones para la captura estos recursos, el manejo, almacenamiento y transporte de la captura, hasta su procesamiento, distribución y venta (Cifuentes-Lemus et al., 1997). En este sentido es importante diferenciar entre la pesca y la acuacultura, la cual es un conjunto de técnicas de cría y cultivo que utiliza los conocimientos biológicos, ecológicos y de ingeniería para producir, de manera controlada, y aprovechar recursos acuáticos, normalmente dulceacuícolas (SAGARPA, 2016). Ambas actividades son complementarias y en conjunto se encargan de satisfacer la demanda mundial de productos acuáticos.
La pesca es considerada como una importante actividad económica en América Latina. Esto se debe principalmente a la generación de empleo e ingresos para las familias latinoamericanas. Los países con mayor producción primaria a nivel mundial son Perú (5º), Chile (13º), México (17º), Brasil (21º), Argentina (25º), (Ecuador (27º), de los cuales, Perú y Chile son los principales exportadores de productos pesqueros en Latinoamérica, ocupando el séptimo y octavo lugar en el mundo. México a pesar de contar con una extensión litoral con más de 11,000 kilómetros, respecto a Perú, con 3,080 kilómetros y Chile con 7,000 kilómetros, tiene una producción alrededor de 1,768 millones de toneladas anuales, con una exportación muy baja, ocupando el lugar 24 (LPIM, 2013; CONAPESCA, 2017), siendo sus principales productos: tiburón y cazón (3º lugar), camarón silvestre (9º lugar), sardina y anchoveta (10º lugar) y túnidos (12º lugar) (CONAPESCA, 2017).