Este artículo sobre los deportes de competición y sus implicaciones psico-sociológicas fue escrito con motivo de los Juegos Olímpicos del Mediterráneo que se celebraron en 2005 en Almería (de ahí que aparezca alguna alusión concreta a este evento) pero entonces se quedó sin difusión, así que aprovechamos para sacarlo con motivo del próximo Mundial de fútbol que nos espera, y es válido para cualquier otra competición adulterada, ¿acaso no lo están todas?
Esto no lo escribe alguien que detesta el fútbol y los deportes en general sino alguien que, en su adolescencia sobre todo, ha visto más deportes televisivos de los que son recomendables para toda una vida.
BOICOT AL MUNDIAL, BOICOT A LOS JUEGOS OLÍMPICOS Y A TODA COMPETICÓN ESPECTACULAR-CAPITALISTA.
(Archivo en pdf. al final del texto).ENTENDIDOS COMO MEDIO DE MANIPULACIÓN DE MASAS
Pocas son las personas que pueden imaginarse un mundo sin deportes de élite. Hasta tal punto se han ido integrando en nuestras vidas a lo largo de todo el siglo XX que ya casi nadie puede imaginarse un fin de semana sin su dosis de competición futbolística adulterada, sin el mundial, el Tour de Francia, los Juegos Olímpicos de los veranos. Y sin embargo pocas veces nos paramos a analizar las implicaciones psico-socio-afectivas que la omnipresencia de los deportes profesionales tiene en nuestras vidas.
No es muy difícil entender, sin embargo, la importante labor que los deportes profesionales de competición desempeñan en un mundo donde la pasividad es fomentada cada día por unos medios de comunicación que ya ni siquiera se molestan en disimular de parte de quién están. No es difícil entender su capacidad para, al tiempo que idiotizan al espectador con sus interminables competiciones y clasificaciones, fomentar los roles que el poder del capital necesita seguir expandiendo y, a ser posible, exaltando entre la masa de consumidores que lo mantiene a flote.
Competitividad enfermiza, patriotismo exacerbado, machismo, racismo, fama, son algunas de las cualidades que se ensalzan alrededor de los deportes de élite. Cualidades que se podrían sintetizar en la frase: “adoremos al más fuerte” y el más fuerte hoy por hoy no es otro que el capital. ¿O es casualidad acaso que los medalleros de los Juegos Olímpicos y de otras competiciones similares estén copados por los países del llamado primer mundo? Por supuesto que no, como tampoco lo es que la mayoría de los deportes que forman parte de las Olimpiadas hayan sido inventados por los países occidentales, que, por otra parte, son quienes tienen los medios económicos para preparar a sus deportistas profesionales para mayor gloria de sus estados.
Un ejemplo muy concreto lo podemos encontrar en los Juegos del Mediterráneo que estos días se celebran en Almería, donde los países del norte del Mediterráneo serán los grandes beneficiarios deportivos relegando a los países musulmanes del norte de África a meras comparsas de los todopoderosos países occidentales. Un caso claro de nacionalismo y racismo (la superioridad del blanco como mensaje) que no hacen sino ridiculizar los tímidos eslóganes de integración intercultural difundidos por las autoridades responsables.
Mediante eventos como las Olimpiadas y sucedáneos (véase Juegos del Mediterráneo, Universiadas, Juegos Panamericanos, Juegos Paralímpicos) así como otros grandes acontecimientos deportivos de nivel internacional como mundiales de atletismo, natación, gimnasia, etc., tratan de vendernos como positivos roles que no son ni más ni menos que los roles del capitalismo. Los estereotipos del más rápido, el más fuerte, el más alto, el más hábil, el triunfador, en definitiva, que priman en esta sociedad, son exaltados por estos acontecimientos socioeconómicos antes que deportivos a través del llamado espíritu olímpico (donde la frase hecha “lo importante es participar”, de claras connotaciones positivas, queda reducida a lo irrisorio si se echa un vistazo a la práctica de endiosamiento que se lleva a cabo en estos espectáculos del capital).
Tengamos siempre presente, siempre, que los más arriba mencionados roles, que son los roles sobre los que se ha construido la actual sociedad capitalista, con su catastrófico espíritu de competitividad al frente, son los responsables morales y “espirituales” del paulatino pero apremiante deterioro del medio ambiente terrestre, de la expansión de la miseria y la muerte en los países subdesarrollados y en los guetos del “primer mundo”, de las masacres programadas para expandir el mercado y controlar las materias primas, o de la aparición o acentuación de enfermedades mentales claramente relacionadas con este siniestro espíritu como el stress o el mobing, y de un sinfín de consecuencias catastróficas al que se empeñan en acostumbrarnos con sus medios de comunicación de nefasta influencia adormecedora. Medios de comunicación que, como no, cuentan entre sus principales armas de falsificación de la realidad con la inestimable ayuda de un bombardeo incesante de competiciones deportivas.
No olvidemos tampoco que las consecuencias del espíritu de competitividad que se fomenta con los distintos deportes de competición afecta principalmente y sobre todo a los mismos deportistas, cuya presión por conseguir los títulos exigidos por su entorno, muchas veces el propio entorno familiar que es capaz de traumatizar a un adolescente por los sueños de un padre, les lleva en ocasiones a deteriorar su propio cuerpo mediante el uso de sustancias dopantes o el sometimiento del cuerpo a situaciones límite de entrenamiento, aparte de los problemas psicológicos que suele acarrear la susodicha presión teniendo en cuenta además que los atletas profesionales dedican toda su vida a la actividad deportiva.
La hipocresía de quienes tratan de vendernos este espíritu suyo es bochornosa. Y ésta se hace especialmente espinosa cuando hablamos del voluntariado, cuya colaboración es requerida para Juegos Olímpicos o del Mediterráneo, que para el caso lo mismo da ocho que ochenta.
¿Cómo se puede pedir a los jóvenes de una ciudad (o de una provincia), muchos de ellos parados o futuros licenciados en paro, que trabajen de forma altruista para una organización que recogerá y repartirá entre las grandes empresas millones de euros de beneficio? Esto sólo se entiende viniendo de unas instituciones, y todos los conocemos, cuya ruindad y capacidad de explotación es ilimitada; de unas instituciones dispuestas a comerse hasta la última miga de pan de los insensatos que caen (caemos) en sus hipócritas redes.
Y encima lo piden con esa buena cara maquillada por kilos y kilos de una publicidad rayana en la cursilería, de un empalagoso que sólo se hace creíble en las manos de semejantes entidades que viajan muy lejos ya de la realidad. Como si a quien estuvieran ayudando fuera a un pobre desamparado sin un lugar donde caerse muerto. Pues no, muy al contrario, a quien ayudan es a unas instituciones cuya miseria moral y rapacidad está más que probada. Y los casos de corrupción tan oportunamente maquillados en los distintos Comités Olímpicos no hacen sino confirmarlo.
Estos casos se entienden perfectamente si tenemos en cuenta las importantes sumas de dinero que mueve la especulación urbanística que gira alrededor de estos importantes eventos deportivos y en los que los miembros de los comités de las ciudades organizadoras, que curiosamente suelen coincidir con los políticos de la ciudad, son directamente responsables mediante concesiones a constructoras o la recalificación de terrenos. De ahí que la competición de las grandes ciudades (Londres, París, Madrid, Nueva York) por conseguir organizar unos Juegos Olímpicos o de ciudades más pequeñas como Almería para organizar los Juegos del Mediterráneo se convierta en una lucha bastante más encarnizada que las mismas competiciones deportivas celebradas. Y aquí vemos, una vez más, la clara localización de los sin duda beneficiosos eventos deportivos en los centros neurálgicos del Imperio económico. Repito: Londres, París, Madrid, Nueva York son las ciudades candidatas a celebrar los próximos Juegos Olímpicos de 2012. Así pues, en las Olimpiadas todos participan, todos son candidatos a la gloria universal, pero la creación y las mejoras de infraestructuras que suele acompañar a estos acontecimientos van siempre a los mismos lugares de referencia. El capital siempre termina en manos del capital. Es la ideología básica de la tan traída, y ahora parece que olvidada, globalización.
Porque debe quedar claro, en este sentido, sería preocupante si no lo estuviera quedando, que esta crítica no tendría razón de ser si no se hiciera dentro de una crítica radical a todos los aspectos socioeconómicos de la sociedad capitalista. Es decir, que las grandes competiciones deportivas, incluidos los aparentemente inocentes Juegos Olímpicos, no son más que la parte de un todo. Una parte cuya lógica interna, el sistema de compra-venta, de la oferta y la demanda, se ajusta perfectamente al funcionamiento habitual del todo. Y las relaciones, por tanto, con el individuo, son las mismas. Una comunicación vacía entre emisor y receptor, en la que la intercambiabilidad de los papeles, tan necesaria para que la comunicación sea satisfactoria, no se produce, quedando el receptor (el espectador) reducido a un simple observador del espectáculo en el que, en cualquier caso, se le beta la participación. Es el vivo ejemplo de la relación actual del individuo con el sistema que lo subyuga.
Tal vez por eso no sea de extrañar que algunos individuos elijan precisamente estos acontecimientos para manifestar espontáneamente su rabia ante la sociedad que los ignora y los relega a la mediocridad del simple espectador, y reclamen para sí la mirada momentánea de los millones de espectadores que contemplan estos espectáculos.
La misión final de estos juegos teledirigidos es, pues, la misma que la de otros espectáculos de lógica similar: mantener la actividad del ciudadano en su grado más bajo. La pasividad absoluta que parece ser el signo de nuestros días. De este modo, los deportes profesionales, así como otros medios vacíos de expresión pseudoartística, parecen haber sustituido en esta labor a la religión. Podríamos decir que se trata del nuevo opio, aunque éste mucho más cargado de colorido y espectacularidad. No en vano hemos podido observar, a lo largo del pasado siglo, cómo las ciudades se han ido llenando de esas nuevas iglesias (estadios, pabellones deportivos) donde, como en las anteriores, son unos pocos los que hablan (actúan) y muchos los que escuchan (observan); contribuyendo, a su manera, a mantener este orden caótico que gobierna el mundo y nuestras vidas.
Por todo ello, frente a la degradación profesional del deporte de competición, debemos apostar por un ocio creativo (que supondrá a la larga trabajar para cambiar los cimientos de esta sociedad agresiva), por la asociación libre y activa (contra la pasividad del espectador televisivo o la militancia política), por la asunción o toma de conciencia individual de nuestras vidas (frente al acongojamiento que reduce la reflexión a la observación idiotizada del ocio ofrecido por el sistema).
(Para que no nos acusen de no dar propuestas, cuando hablamos de ocio creativo, asociación libre y activa, etc. nos referimos por ejemplo a la propuesta de Hakim Bey y su Zona Temporalmente Autónoma (TAZ) que puedes encontrar en el sigiente enlace: http://www.merzmail.net/).
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P.S: Leed este texto del Grupo Surrealista de Madrid http://gruposurrealistademadrid.org/todav%C3%ADa-no-se-han-parado-todos… se recomienda por varias razones, porque aunque no habla del mundial (mejor) va más allá que el mío al referirse a las carreras populares y otras mierdas similares (se olvidan aquí del “más patético todavía” del voluntariado) que al contrario que los deportes de élite televisivos propugnan la pseudo-participación, etc. con lo que la capacidad adoctrinadora es aún mayor… y además porque lo enlaza con el tema del trabajo, adelantando mi “deserción laboral” que yo creía original (para qué, pobre de mí) aunque ellos la llaman “insumisión al trabajo”, respondiendo de alguna manera en el último párrafo a la incomprensión que ha causado el texto de la “bendita” pegatina y a su supuesta ofensividad (en parte buscada)… y sobre todo por las propuestas de acción que en él se recomiendan y en algunas de las cuales más de uno hemos pensado y tan apropiadas y necesarias resultan en este momento de la “historia” (si es que queremos volver a estar en la historia)… y para terminar y sin ánimo de resultar pesado, que ya sé que lo soy, no puedo dejar de entresacar la declaración de uno de los organizadores de la carrera popular aludida en el artículo:
“Es impresionante la imagen de tanta gente corriendo tan temprano”,
en contraposición a la declaración igualmente estúpida y esclarecedora del (supongo) gobernador del Estado de Michigan durante las revueltas de Chicago de 1967, que podéis encontrar en el libro Motherfuckers! editado por la Felguera:
“El gobernador Hughes, después de un paseo en coche por las calles destrozadas por los disturbios, afirmó: lo que más me repugnó fue el ambiente de fiesta… es como reírse en un funeral”.
Para profundizar más en el tema recomendamos este libro aparecido bastante después de la escritura de este texto:
Citius, altius, fortius, el libro negro del deporte, de los autores Federico Corriente y Jorge Montero. Comprar a través del Catálogo de Pepitas de Calabaza.
Reseña para blog de n-1
Como ya escribimos en la reseña de "La revolución traicionada" en una de nuestras colaboraciones para Almería Inmunda, en nuestro afán de evitar a toda costa la “contaminación intelectual”, el confusionismo, la acumulación vana de palabras, el despilfarro de pensamiento, hemos decidido escoger un puñado de fragmentos de la obra, e insertarlos aquí sin más comentarios que lo ya dicho, como si el lector hojeando el libro en la librería los eligiera al azar antes de decidirse a robarlo.
Por lo demás, la erradicación progresiva de la festividad por obra de la disciplinaridad deportiva no podía dejar de desembocar en un vigoroso retorno de lo reprimido, como ponen de manifiesto las derivaciones vandálicas del moderno espectáculo deportivo. La pasión de jugar, destruida, renace como juego de la destrucción pasional. (Pag. 16)
Mantener las calles despejadas será precisamente una de las tareas de la nueva policía creada en la década de 1830. A partir de ese momento, la calle pierde terreno como lugar de encuentro, desplazada por una concepción fría y aséptica del "espacio público", considerado ante todo como vía de tránsito y de circulación de mercancías. (Pag. 91)
Al igual que en el mundo de la empresa, las nuevas relaciones laborales establecidas en el ámbito deportivo se orientaron hacia el cumplimiento de unas normas de rendimiento que pudieran medirse estadísticamente, plasmarse en fórmulas probadas y reproducirse a voluntad. No es de extrañar, por tanto, que en aquel entonces el retrato-robot del deportista ideal encajase con el del "buen trabajador": obediente esforzado y poco dado a tener ideas propias. (Pag. 179)
"Avery Brundage era dado a decir que en los campos de deportes no se engendran revolucionarios."
A. Brundage fue un filonazi Presidente del Comité Olímpico Estadounidense en 1936 y posterior presidente del COI, que hizo todo lo posible para que los Juegos Olípicos del 36 se celebraran en Berlín, en la Alemania nazi. La frase es de Carolyn Marvin. (Pag. 256. Nota 58)
La actitud de los comunistas soviéticos ante el deporte quedó definitivamente zanjada en 1925, cuando el Comité Central del Partido aprobó una resolución que instaba a crear una élite de atletas de alto rendimiento. Estos atletas debían desempeñar el mismo papel que los udarniki, u "obreros de choque", los precursores de los futuros estajanovistas: estimular a los menos capacitados o entusiastas a ser más productivos, como lo resumía un cartel ubicuo en aquella época en las paredes de las fábricas: "Todo udarniki, un deportista; todo deportista, un udarniki". (Pag. 278)
En 1931, se celebró en la URSS el Día de la Cultura Física con un desfile multitudinario en la Plaza Roja en presencia de la plana mayor del Partido. El tema más reiterado del desfile, sin embargo, fue la relación entre preparación física y preparación militar, nexo que se haría cada vez más palpable a medida que se fue perfilando en el horizonte una nueva guerra. Pocos años después, el gran auge del atletismo militar y la militarización general del deporte bajo Stalin llamó la atención de un observador militar británico, el teniente coronel Graham Seton Hutchinson: El epicentro de todos los deportes es el propio Ejército Rojo. Dispone de los terrenos de juego más lujosos y, además de la instrucción y el entrenamiento especializado, el soldado dispone de varias horas al día durante las cuales tiene la obligación de participar en alguna clase de deporte sin supervisión. Los oficiales tiene la obligación de ser competentes en alguna forma de atletismo o de deporte... (Pag. 282)
Los organizadores de los JNFE (Juegos de las Nuevas Fuerzas emergentes) proclamaron desde el primer momento el carácter netamente político de este certamen deportivo y denunciaron con vehemencia las hipócritas declaraciones rituales del COI según las cuales política y deporte eran esferas completamente independientes que no debían tener ningún contacto entre sí. Sirva como muestra este fragmento del discurso que el máximo líder de la "revolución indonesia" pronunció ante la conferencia preparatoria de los juegos: Los juegos olímpicos internacionales han demostrado abiertamente ser una herramienta imperialista. [...] Cuando excluyeron a la China comunista, ¿acaso eso no era política? Cuando se muestran hostiles a Corea del Norte, ¿acaso eso no es política? Propongo que seamos francos. Digámoslo con franqueza: el deporte tiene algo que ver con la política. Indonesia se propone ahora mezclar el deporte con la política. (Pag. 304)
La meta del PODH (Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos) era denunciar la utilización de los deportistas negros por parte de los Estados Unidos para proyectar una imagen ficticia de armonía e igualdad racial tanto dentro de sus fronteras como en el exterior. Según el manifiesto fundacional del grupo: No podemos seguir permitiendo que este país [...] utilice a algunos negros para mostrarle al mundo cuánto ha avanzado en la resolución de los problemas raciales, cuando la opresión de los afroamericanos es mayor que nunca... No podemos seguir permitiendo que el mundo del deporte se congratule a sí mismo por ser el baluarte de la justicia racial cuando las injusticias raciales de la industria deportiva son tristemente legendarias... Cualquier negro que se deje utilizar así no sólo es un primo -por permitir que se le utilice contra sus propios intereses- sino un traidor a su raza, porque permite a los racistas blancos el lujo de tener la certeza de que los negros permanecen en los guetos porque ese es su lugar o es donde quieren estar. Así que, ¿por qué deberíamos correr en México y volver a casa arrastrándonos? (Pag. 315-316)
Nada más empezar el mitin, una bengala surcó el aire. Era la señal convenida para que los francotiradores del Batallón Olimpia, una unidad dependiente del Estado Mayor Presidencial [de México] y formada por militares, policías y agentes de los servicios secretos, que había sido organizada para custodiar las instalaciones de los juegos [Olímpicos de México 68], comenzaran a disparar contra las tropas que rodeaban la plaza a fin de hacer creer a los soldados que los disparos procedían de los manifestantes. El ejército respondió abriendo fuego durante casi una hora contra las más de diez mil personas congregadas en la plaza. La noche del 2 de octubre, conocida como la matanza de Tlatelolco, puso fin al movimiento y se saldó con más de trescientos muertos y miles de heridos y presos. [...] Al día siguiente, el Comité Ejecutivo del COI celebró una reunión de urgencia en la que se acordó, por un solo voto a favor, seguir adelante con los juegos. Avery Brundage declaró que el gobierno mexicano le había garantizado que nada ni nadie impediría la entrada de la antorcha olímpica en el estadio. Así pues, el 12 de octubre de 1968, día de la Hispanidad, diez días después de un crimen de estado brutal y premeditado, se celebró la ceremonia inaugural de una olimpiada en una ciudad cuyas calles temblaban al paso de los tanques mientras en las vallas publicitarias podía leerse en una docena de idiomas la consigna orwelliana "Todo es posible en la paz". (Pág. 324)
Tras finalizar la carrera de los doscientos metros, Smith y Carlos, medallas de oro y bronce respectivamente, subieron al podio. Cuando sonaron las primeras notas del himno nacional estadounidense y se izó la bandera, ambos atletas bajaron la cabeza y levantaron un puño enfundado en un guante de color negro. Unas horas después, Tommie Smith y John Carlos fueron expulsados de la villa olímpica, decisión que Brundage justificó con el argumento que cabía esperar de él: "Han violado uno de los principios básicos de las olimpiadas: la política no desempeña ningún papel en ellas.
[Nota 80: Cuando se encontraba en el podio junto a las representantes soviéticas, la gimnasta checoslovaca Vera Cáslavská también bajó la cabeza y miró para otro lado en dos ocasiones sucesivas mientras se interpretaba el himno de la URSS. Por supuesto, el hipócrita e indecente COI no tuvo conveniente en tolerar su protesta ante la reciente invasión de Checoslovaquia por las fuerzas del Pacto de Varsovia. El nuevo régimen checo, sin embargo, fue mucho menos benévolo y no le permitió participar en acontecimiento deportivos ni viajar al extranjero durante largos años después de la Olimpiada de México.]
Así pues, al presidente del COI, que en 1936 no había expresado el menor reparo ante los saludos nazi-fascistas realizados en los podios de Berlín, el saludo del Black Power en los de México 1968 se le antojó inadmisible. [...] Lo más sorprendente, sin embargo, fue que tampoco recibieron la solidaridad ni el apoyo unánime de la "comunidad negra". [...] según declaró Carlos: " Hubo quien se mostró orgulloso, pero se trataba sólo de los más desfavorecidos. ¿Qué otra cosa podían hacer sino mostrar su orgullo? Pero existían hombres de negocios negros y comités políticos negros, y ni los unos ni los otros abrazaron nunca a Tommie Smith o a John Carlos. Cuando mi mujer se quitó la vida en 1977, nunca dijeron: deja que te ayude". (Pág. 325-26-27)
Antes de ser elegido presidente de la FIFA, Joao Havelange se dedicó profesionalmente al espionaje durante casi treinta años, lo que sin duda le ayudó mucho a establecer vínculos con todo tipo de regímenes deleznables. No se sabe gran cosa de sus actividades durante ese período, salvo que vendió armas a Sudáfrica, al Portugal de Salazar, a Taiwán, a Angola y a Bolivia; ya en calidad de presidente de la FIFA fue condecorado por el dictador nigeriano Sani Abaca (tras designar a su país como sede oficial de la Copa del Mundo de Futbol Sub-20 en 1995), así como por el carnicero en jefe de la Junta Militar Argentina, Rafael Videla, durante la ceremonia inaugural del Campeonato del Mundo de 1978. (Pág. 331)
EL DEPORTE es, sin duda, una de las puntas de lanza de un proceso planetario de etnocidio que, desde hace unos años, suele arroparse con los colores del multiculturalismo. En realidad esto no debería extrañar a nadie, pues el multiculturalismo, por mucho que se escude tras eslóganes del tipo “el mundo no es una mercancía”, tiene poco o nada que ver con la defensa de la diversidad cultural, y mucho con la mundialización total de la economía. Por lo demás, y en contra de lo que a primera vista pudiera parecer, la religio athletae no es portadora del sello distintivo de una cultura particular, la angloamericana, por ejemplo, que se hubiera impuesto sobre todas las demás; muy al contrario, encarna el espíritu homogeneizador de un capitalismo “puro”, cada vez más emancipado de cualquier vestigio de las antiguas culturas nacionales, que tiende a suprimir todos los límites consuetudinarios, morales, o legales, y todas las ideas o movimientos sociales que pudieran estorbar el asentamiento de un neototalitarismo capitalista global.
Dicho esto, y antes de verter lágrimas de cocodrilo por la disolución de las antiguas culturas nacionales burguesas (pues es por la pérdida de éstas por las que suele llorarse, no por la extinción de los pocos restos de culturas precapitalistas que quedan en el mundo) a manos del imparable avance de la globalización, conviene recordar que surgieron a su vez de un proceso de destrucción de la diversidad cultural que se prolongó durante varios siglos. (Pág. 334)
Al igual que las olimpiadas de Pekín, el Mundial de Sudáfrica se ha celebrado en un país presidido por una casta política armada hasta los dientes contra su propia población y que ha aprovechado a fondo la ocasión que se le brindaba para aprobar nuevas leyes y poner a prueba nuevos mecanismos y tecnologías de control social, así como para dar una formación intensiva al personal militar y de las empresas de seguridad privada. A partir de marzo de 2010, con la excusa de la presunta falta de efectivos policiales causada por la celebración de la copa del mundo, se comenzó a prohibir sistemáticamente toda protesta. A comienzos del mes de mayo, el South African Police Service (SAPS) envió una circular a muchos municipios para que no autorizasen manifestación ni marcha reivindicativa alguna durante la copa del mundo. Esto supuso que desde varios meses antes del mundial, algunas regiones de Sudáfrica estuvieran sometidas a un estado de emergencia no declarado y además ilegal, pues la ley que regula el derecho de manifestación no contempla la posibilidad de que las autoridades policiales se arroguen una competencia que corresponde al parlamento y que en principio no puede tener una duración superior a veintiún días. (Pág. 344)
A pesar de estos "progresos", en la actualidad los deportistas de élite y sus preparadores no tienen otro remedio que recurrir de forma generalizada al doping. a finales del siglo XIX y comienzos del XX, la forma de doping habitual era el consumo de estimulantes como la cafeína, el alcohol, la nitroglicerina, la cocaína, la estricnina o el éter. La primera "muerte deportiva" asociada al doping fue la del ciclista galés Arthur Linton, que falleció dos meses después de haber ganado la carrera París-Burdeos en 1886 como consecuencia de una fiebre tifoidea inducida por una sobredosis de cafeína y estricnina. En 1904, el vencedor de la maratón de los Juegos Olímpicos de Saint Louis, el estadounidense Thomas Hicks, estuvo a punto de morir al llegar a la meta a consecuencia de una ingesta de brandy y estricnina. Por lo demás, estos ejemplos bastan para demostrar de forma irrefutable que incluso en la "era dorada" del deporte amateur, el deseo de vencer a toda costa era lo suficientemente adictivo como para prevalecer sobre las cacareadas consideraciones éticas, tan caras a los ideólogos del deporte, sin necesidad alguna de que el dinero interviniera como factor "exógeno" de corrupción. (Pág. 351)
"El elemento más importante del "trabajo" de un entrenador ya no es la manipulación psicológica para volver a los deportistas contra los adversarios, sino el esfuerzo por hacerles usar drogas cada vez más monstruosas y aceptar "tratamientos" médicos cada vez más monstruosos. Para los "campeones" contemporaneos el reto principal no reside en la "rivalidad" y la agresión orientada contra un adversario, sino en su disposición a destruirse y agredir a su propio organismo" [L. Simonovic, D. Simonovic 2077]. (Pág. 355-56)
Teniendo en cuenta que una encuesta del año 1984, recogida en el libro de Bob Goldman Death in the Locker Room: Steroids and Sports, en la que preguntaba a ciento noventa y ocho atletas si consumirían un fármaco que les garantizase una medalla de oro a sabiendas de que morirían al cabo de cinco años obtuvo un 52% de respuestas afirmativas, cabe hacerse muchas preguntas acerca de la "psicología del deportista" y del tan cacareado papel de los deportistas como "modelos de conducta" para la juventud. (Pág. 356. Nota 90)
La paulatina incorporación de las mujeres al mundo de los deportes, por tanto, no constituye tanto una “conquista” en el camino de una supuesta “igualdad” -por lo demás jamás alcanzada ni alcnzable en ese terreno- como su reconocimiento de su derecho a integrarse en una jerarquía social productivista basada en la cuantificación del rendimiento. En todas las modalidades deportivas practicadas por ámbos sexos, el primer puesto de esa jerarquía lo ocupan, en estricta conformidad con las exigencias del lema citius, altius, fortius y los preceptos del darwinismo social, los varones “en plenitud de facultades físicas”(asistidos cada vez más por los hallazgos de la química orgánica y la investigación genética). La consecuencia inmediata es que las mujeres, los niños, los ancinos y los discapacitados quedan relegados a la condiciuón de ciudadanos de segunda clase, no sólo debido a su inferioridad “fisiológico-natural”, sino también a su incapacidad (inseparable de esa inferioridad) para atraer capitales de una magnitud socialmente relevante a las empresas correspondientes. (Pág. 361)
La ideología es al intercambio espiritual y emocional entre los seres humanos lo que el dinero es a sus intercambios materiales: el vínculo general de unión a la vez que el medio general de separación. Esta extraordinaria metamorfosis, que permite transformar a individuos completamente ajenos unos a otros en miembros intercambiables de una comunidad abstracta, no sería posible sin el telón de fondo de una atomización social extrema que presupone a su vez un deterioro muy avanzado tanto de la capacidad de diálogo como de la de raciocinio, pues “ningún discurso difundido por medio del espectáculo da opción a respuesta; y la lógica sólo se ha formado socialmente en el diálogo” [G.Debord 1999: 41]
Así pues, el vínculo secreto entre el “individualismo moderno” y los fenómenos de “comunicación colectiva” con líderes carismáticos e ídolos de masas no es otro que la impotencia y el aislamiento del individuo atomizado, al que tanto movimientos totalitarios como “inofensivos” y “apolíticos” clubes deportivos, así como las estrellas de la industria cinematográfica o musical (por muy grandes que puedan parecer a primera vista las diferencias entre todos estos fenómenos) ofrecen una forma de autoafirmación simbólica y de participación pasiva en el marco de una “socialización” abstracta. (Pág. 368)
En el contexto actual de crisis social rampante y renacimiento de una épica guerrera de pacotilla, el deporte-espectáculo ha experimentado un poderoso auge como “máquina de producir significado”. Nadie se exalta ni sufre tanto por la victoria o la derrota de sus héroes deportivos como aquellos cuyas condiciones de existencia, cada vez más desprovistas de todo significado, les predisponen a aprovechar toda ocasión de sumergirse en una identidad colectiva prefabricada e imaginaria y metamorfosear sus frustraciones en fantasías idealizadas y abstractas de poder y protagonismo. También aquí son los medios de formación de masas los que ofician como intérpretes del significado del suceso deportivo e instancia de articulación periódica de la “subjetividad nacional” en torno a la distinción “amigo.enemigo”, que el teórico del “Estado total” Carl Schmitt consideraba como el fundamento de toda política. (Pág. 375)
Creer, por otra parte, que el deporte podría reformarse o abolirse en el marco de unas relaciones sociales que reducen al ser humano a la condición de espectador pasivo de juegos cuyo sentido se le escapa y en los que sus potencias enajenadas cobran vida propia, es ignorar que las pautas de su evolución se mueven dentro de los estrechos límites definidos por una sociedad que, tras perseguir y reprimir los impulsos lúdicos durante su fase de gestación, encontró en el deporte el medio por excelencia para canalizarlos, pervertirlos y explotarlos. De ahí que sólo quepa postular su abolición conjunta, en el marco de un proceso de transformación de las condiciones sociales de existencia de la humanidad entera. Dicho esto, no dudamos de que una cultura lúdica emancipada del fetichismo de la competición y del principio de maximización del rendimiento cuantificable pueda rescatar para disfrute propio muchos elementos de los deportes actuales. (Pág. 378)
GAME OVER