en españa no pasa nada

Este texto fue escrito hace unas semanas, un poco antes del decretazo de recortes del gobierno español, lo que demuestra que nuestros gobernantes actúan muy rápido mientras nosotros seguimos pensando qué podemos hacer.

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Foto tomada hace un par de meses en la puerta de una oficina de empleo Almería, una imagen que se repite cada día, en cada oficina de empleo de cada ciudad de España.
Foto tomada hace un par de meses en la puerta de una oficina de empleo Almería, una imagen que se repite cada día, en cada oficina de empleo de cada ciudad de España.

EN ESPAÑA NO PASA NADA

ANÁLISIS ETÉREO SOBRE LA CRISIS ECONÓMICA EN ESPAÑA Y SUS NO-CONSECUENCIAS

En España no pasa nada. Sólo esa conclusión se puede inferir de visualizar y escuchar durante un día los medios de comunicación españoles. Aparentemente las cosas están exactamente iguales que hace tres o cuatro años. Hace tres o cuatro años cuando la economía crecía y crecía y no parecía tener techo. Como antes de que, arrastrada por la crisis económica norteamericana y el pinchazo previsible de la burbuja inmobiliaria propia, la economía se hundiera o se “regenerara” dejando a su paso cierres de empresas y sus correspondientes EREs (Expediente de Regulación de Empleo) y un reguero de desempleados que a día de hoy, aunque con menor virulencia, parece no tener fin. Más de un millón de parados el último año, más de cuatro millones y medio (cifras oficiales) en total. Y no es que los medios no hablen de la crisis económica y de sus consecuencias, por supuesto que la economía ha tenido su seguimiento espectacular, así como ciertas protestas insignificantes han tenido su correspondiente tratamiento anecdótico como, por ejemplo, las muertes diarias de la violencia machista o las carreras automovilísticas de Fernando Alonso. Sin embargo, cuando uno termina de ver uno de esos abrumadores telediarios no puede tener más que la sensación inequívoca de que “en España no pasa nada”.

Pero no sólo de los medios de comunicación depende esta sensación de quietud total de la sociedad española. Otros factores se suman y se solapan a los anteriores. O incluso se podría decir que trabajan en connivencia para que el grado de letargo inducido de la sociedad española sea lo más elevado posible. Desde ya antes de que la “crisis” fuera llamada así el gobierno español, siguiendo el ejemplo de otros gobiernos, ayudó a los bancos más afectados con préstamos desorbitados, que ahora vemos desde la distancia de un par de años que no eran necesarios, así como viene inyectando importantes ayudas indirectas (ayudas a los consumidores) a la hiper-contaminante y asesina industria automovilística; concibió planes de empleo temporal e inútil para dulcificar el impacto que las primeras avalanchas de parados podían tener, entre ellos el más conocido fue el llamado Plan Ẽ, que consistió en el levantamiento de cientos por no decir miles de plazas y calles de todas las ciudades del país para después volver a asfaltarlas, la paranoia estatal contra el desempleo tomando forma; y después, viendo que parar al paro era completamente imposible, la concesión de ayudas de 420 euros durante seis meses para un puñado de desempleados sin derecho a las prestaciones de desempleo, un tipo de ayuda social que como se sabe son indefinidas en la mayoría de los países llamados del primer mundo; y no debemos olvidarnos del aumento considerable del número de efectivos en las fuerzas de seguridad del Estado, aumento que tiene una doble finalidad, por un lado contribuir también a la disminución del número de jóvenes parados, y por otro lado, y mucho más importante, estar preparados para futuras y previsibles revueltas que de hecho todavía no han tenido lugar, que se sepa.

Y al gobierno y a los medios de comunicación habría que añadir otros no poco importantes aliados. Me refiero a la izquierda parlamentaria y extraparlamentaria, que si bien muy debilitadas numéricamente siguen teniendo un poder muy efectivo para provocar el letargo anteriormente mencionado, y los sindicatos, adalides máximos del colaboracionismo y la corrupción moral, vendidos por las subvenciones estatales y las migajas de poder burocrático, ya nadie puede reconocer en ellos ni un solo atisbo de contestación social más allá de lo meramente figurativo. Unas pocas manifestaciones que ya no son ni numerosas ni espectaculares y que tienen un seguimiento casi ridículo para el dinero que mueven las principales centrales sindicales ha sido su manera de mantener tranquilos a sus poco exigentes afiliados en los dos últimos años. Y esta poca movilización se hace aún más sangrante si tenemos en cuenta que justo ahora el gobierno plantea (para llevarlo a cabo en los próximos veinte años eso sí, no conviene encender demasiadas mechas) aumentar la edad de jubilación de los 65 años actuales a 67, no encontrando por parte de la oposición de izquierdas y los sindicatos más que tímidas declaraciones de protesta, al tiempo que se siguen firmando pactos sociales con gobierno y empresarios.

Entre tanto, en la vida real de los llamados ciudadanos españoles (incluimos en esta denominación a inmigrantes legales e ilegales ya que viven vicisitudes parecidas o peores que los “autóctonos”, aunque el gobierno preferiría deportar a unos y no hacerse cargo de las necesidades sociales de los otros y los empresarios simplemente explotarlos hasta dejarlos sin sangre) el empobrecimiento generalizado de las condiciones de vida, no sólo económicas sino sobre todo morales, que viene acaeciendo desde los años 80 se ha disparado con la crisis. La caída del índice de consumo, sobre todo en los productos llamados de ocio, turismo, etc., es un buen ejemplo de ello. Pese a los intentos gubernamentales de paliarla, como hemos dicho de la industria automovilística, y aunque, como algunas televisiones se han regodeado en enseñarnos, los artículos de super-lujo no han dejado de aumentar sus ventas, síntoma inequívoco de que las desigualdades se disparan con las crisis reales o ficticias. Pero esta austeridad consumista, que no es negativa más que para los comerciantes que venden humo que son, en el sistema ciber-turístico actual, casi todos, no es la única consecuencia de estos reajustes. Mucho más preocupante es el repunte de las actitudes racistas y xenófobas entre las clases bajas, ya sea éste verdadero o usado e inducido por los medias para crear ese pánico que tanto vende. Han aumentado también las personas que rebuscan entre la basura en busca de esos productos de primera necesidad cuyo consumo no disminuye a pesar de todo, así como los índices de extracciones de esos mismos productos en centros comerciales y supermercados. Lo han hecho también los impagos, los endeudados, los asfixiados por las hipotecas que tanto se promovieron en tiempos del auge del sector inmobiliario, y lo habrán hecho también los pillajes para no pagar electricidad, agua, etc., la vuelta de la picaresca que en otra época fue motivo de notable prestigio en la literatura de este país, origen de hecho de la novela moderna. Habrán aumentado los suicidios, y han disminuido los divorcios y las bodas.

En fin, en un mundo que valora todo según las estadísticas (ya tengan un índice de error medio o alto), donde la dictadura de la cantidad lo domina todo, sorprende que lo único que no ha tenido un aumento apreciable (según las valoraciones mediáticas) sea la conflictividad. Sobre todo si se compara con otras “economías en apuros” de similares características. Y no me refiero precisamente al caso de Grecia, que excede a todos los demás, tanto en el plano económico como en el social. (1) De las razones de esta falta insensata de movimientos sociales en el estado español podríamos estar hablando mucho tiempo, aunque creo que las claves esenciales están más o menos expuestas más arriba, sin llegar a “conclusiones activas”, analizando y analizando sin rumbo fijo hasta salirse de órbita. Así que mejor dejarlo así, como la rosa, o para otro momento.

(1) Un análisis interesante de la actual situación griega y las posibilidades de expansión de la revuelta en su relación con España recomendamos el siguiente artículo de Miguel Amorós publicado en lahaine:

La fiesta griega. http://www.lahaine.org/index.php?p=45352

P.S: como conclusión a este superficial análisis de la crisis económica y social en España proponemos el siguiente párrafo de Rodríguez Mora y aprovechamos así para recomendar el librito del que ha sido extraido:

«Ante todo ello no se trata de volver a la época, ya en trance de hacerse pretérita e irrecuperable, del consumo de masas, lo que se pretende con la frase “que la crisis la paguen los capitalistas”, sino de oponerse y denunciar el sistema, desde una perspectiva revolucionaria, en sus tiempos de crisis tanto como en los de prosperidad, negándole en ambos. Con escasez o con abundancia tenemos que condenar toda salida que busque estabilizar de nuevo el orden vigente para poder retornar a consumir a calzón quitado. Se trata de vivir de otro modo, no de tener más bienes y servicios en el actual orden, de manera que “las luchas” obreras y populares por más dinero salarial, menos paro, más prestaciones del Estado de bienestar y más consumo contribuirán muy poco a la gestación de una salida revolucionaria a la crisis, bastante improbable, sin duda, pero al mismo tiempo, la única apropiada, por sí y por lo que aporta en la esfera del fomento de la conciencia.»

Crisis y utopía en el siglo XXI, Félix Rodrigo Mora, Maldecap ediciones, https://maldecap.noblogs.org