Seguramente te resulte extraña la pregunta, pero es este el interrogante que nos planteamos las personas con discapacidad visual que hemos tenido la oportunidad de aprender Braille en el siglo XXI, y que también contamos con la suerte de emplear, en mayor o menor medida, tecnologías de la información y la comunicación (TIC).
En un espacio ameno, llevado a cabo desde la virtualidad, varias personas con diferentes niveles de discapacidad visual conversamos sobre el sistema de lectoescritura Braille y las TIC. Centrándonos en Colombia y América latina, analizamos diversos matices como la implementación del Braille, sus pros y contras, aspectos a mejorar en la educación de personas ciegas, nuestra inmersión en la tecnología y su impacto en nuestras vidas al articularla con el sistema Braille y lo más debatido, si en un mundo que gira entorno a las TIC, ¿el Braille sigue siendo útil, pertinente y necesario?
Antes de mostrar algunos de los puntos tratados en nuestra discusión, quisiera dar un poco de contexto. Quizá sepas, quizá no, que el Braille es un sistema de escritura ideado por Louis Braille, un joven estudiante ciego que diseñó el código que compone este sistema con tan solo 15 años. A partir de la recomendación de un soldado -quien usaba un método similar con sus compañeros en el campo de batalla-, Louis perfeccionó, simplificó y adaptó este método a las personas con discapacidad. La primera versión de su trabajo fue publicada en 1829, conteniendo no solo las letras y números convencionales, sino también las notas musicales, dado que Louis amaba la música.
Este sistema de lectoescritura arribó a Latinoamérica de forma oficial en 1854, cuando un joven ciego llegado de Francia logró, con ayuda del médico imperial, convencer al emperador Pedro 11 de la importancia de educar a las personas ciegas. Él fundó el instituto imperial para niños ciegos, hoy instituto Benjamín Constant de Río De Janeiro, y la primera biblioteca con material tiflológico de América Latina. Así pues, y sorprendentemente, mientras en Europa todavía se hablaba de la viabilidad del Braille, en este lado del globo ya comenzaba poco a poco a implementarse.
A Colombia llegó entre 1925 y 1926, gracias a Francisco Luís Hernández y Antonio Pardo, fundadores de 2 escuelas dedicadas a la enseñanza del Braille en las ciudades de Medellín y Bogotá respectivamente.
Ahora sí, luego de este atisbo de historia, volvamos a lo que nos atañe: ¿qué pensamos las personas con discapacidad visual del sistema Braille en el presente? Primero hablaremos de como aprendimos a leer y escribir.
Sergio Coba, desde el Atlántico colombiano, nos cuenta que comenzó a aprender Braille poco después de haber perdido por completo su visión. También explica que mientras buscaba un curso para realizar, comprendió que herramientas como el Braille o el JAWS (lector de pantalla que permite a las personas con discapacidad visual utilizar equipos de cómputo) eran indispensables en su proceso, por lo que decidió estudiarlos en una fundación.
Alejandra Díaz, por su parte, recuerda con cariño a una profesora que le enseñó Braille siendo muy niña. “Era muy estricta con que lo hiciéramos a la perfección, con excelente ortografía, y aunque a veces era frustrante y nos enojábamos, aprendíamos mucho”.
Lady Jiménez, estudiante de Licenciatura en Música de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Tunja cuenta que, cuando era pequeña, aprender Braille en su escuela era muy complejo por la disponibilidad de educadores que conocían el sistema; y que, aunque le enseñaron a escribir entre un profesor que fue a la institución por un par de meses y unas compañeras entusiastas, aprendió a leer casi sin ayuda, valiéndose de un libro.
John Grisales, por su parte, aprendió hace 3 años gracias a su actual pareja, quien le enseñó este sistema.
Otro tema interesante tiene que ver con el acceso a la tecnología y la forma en que compenetramos este conocimiento con el Braille o viceversa, y a este respecto las respuestas también fueron diversas. Para Estefanía Cubillos, periodista, aprender a usar las tecnologías de la información y la comunicación no significó una experiencia traumática, y supo congeniar su proceso de escritura en Braille con el de la informática con facilidad.
No obstante, Para Lorena Pechené, Psicóloga, fue más complejo. Según ella, aunque en la escuela le enseñaron mecanografía con máquinas de escribir convencionales y la digitación se le daba muy bien, el familiarizarse con la tecnología, luego de salir del colegio le pareció un gran reto, por lo que escuchar libros en su celular en vez de leerlos con sus dedos se le dificulta hasta el día de hoy.
Para finalizar, abordando la vigencia y pertinencia del Braille en el siglo XXI, y a pesar de la falta de información estadística sobre alfabetización en sistema Braille y su descenso en relación con el aumento de la digitalización, hemos podido concluir que, tristemente, cada día son menos las personas que consideran el aprendizaje del Braille como una herramienta indispensable para aprender, trabajar o llevar a cabo labores cotidianas; no obstante, siendo usuarios de este método de escritura, coincidimos en lo útil y práctico que resulta y en que de ninguna manera, podría considerarse el uso de las nuevas tecnologías como un reemplazo de este sistema sino más bien un complemento para optimizar el desempeño de las personas con discapacidad visual en cada una de sus labores. Además, la tecnología puede fallar o no estar disponible, pero una nota rápida en Braille podría hallarse siempre en la punta de nuestros dedos, literalmente.