Fotografía: Miguel Cruz
El 28 de abril del 2021, en Colombia dieron inicio una serie de protestas y enfrentamientos que hasta las 11:30 de la noche del 12 de mayo dejan a nivel Nacional, al menos, 2.110 casos de violencia por parte de la Fuerza Pública, datos suministrados por Temblores ONG.
El seguimiento de la organización no gubernamental también registra 362 víctimas de violencia física, 39 homicidios presuntamente cometidos por miembros de la Fuerza Pública, 1055 detenciones arbitrarias en contra de manifestantes, 42 intervenciones violentas en el marco de protestas pacíficas, 30 víctimas de agresiones oculares, 133 casos de disparos de arma de fuego, 16 víctimas de violencia sexual y 3 víctimas de violencia basada en género.
Entre civiles y Policías, según el reporte más reciente de la Defensoría del Pueblo, han muerto 47 personas en el marco del Paro Nacional.
En un comienzo, indígenas, estudiantes, obreros y campesinos unieron sus fuerzas para protestar al unísono en contra de una reforma tributaria propuesta por el Gobierno. Debido a la presión social, el presidente colombiano, Iván Duque, ya retiró el proyecto y su ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, presentó su renuncia días después. Pese a esto, las protestas siguen.
La sociedad manifiesta un descontento generalizado. Rechazan la desigualdad, la violencia, se resisten a una reforma a la salud, piden una educación de calidad, buscan la restructuración de la Policía y solicitan que cesen las masacres de indígenas, líderes sociales y exguerrilleros
La postura de los colombianos está dividida: Un sector de la opinión pública ha denominado las manifestaciones como sucesos incorrectos en medio de una pandemia y otra ha apoyado la protesta como un canal propicio y necesario para visibilizar las inconformidades de la sociedad.
Para dar a conocer algunas de esas opiniones, especialmente las brindadas por personas que hacen parte de sectores sociales históricamente invisibilizados, La Asociación El Arka, organización que trabaja por “Generar una transformación social”, recopiló múltiples voces al respecto.
Los testimonios recaudados, principalmente de colombianos, son de estudiantes, trabajadores, profesionales, mujeres y hombres quienes, en su mayoría, son personas con discapacidad. Individuos que quisieron brindar su opinión y escuchar puntos de vista diferentes al suyo. Aunque sus posturas fueron muy diferentes, coincidieron en hacerlo de forma respetuosa.
En el momento en el que se publicó este reportaje, en Colombia habían muerto más de 79.000 personas por COVID-19, según cifras oficiales del Ministerio de Salud. Por esta razón, Lady Giménez, estudiante de Licenciatura en Música de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Tunja, menciona no estar de acuerdo con las decisiones tomadas por el gobierno, pero tampoco con las manifestaciones en tiempos de pandemia.
-Los que protestan se les olvida que en este momento hay un virus. Que en muchas familias hay pacientes de riesgo. Eso sí no lo piensan –sentencia.
Por otra parte, Leandro, Psicólogo que reside en Bogotá, está de acuerdo con las manifestaciones, independientemente de la crisis sanitaria que vive actualmente el país debido a la pandemia.
-El contexto de la protesta social, que se establece y actualmente se está generando en medio de una problemática de salud pública, no debe ser sancionada por la existencia de la pandemia, dado que se está buscando establecer un bien mayor, el cuál es el impedir la implementación de una legislación que afecte a la ciudadanía. No puede decirse que el bien mayor sea la salud pública dado que esta ya se encuentra afectada y por defecto en algún momento todos se verán o se han visto afectados por la situación sanitaria que ha traído el COVID–reflexiona.
-Todas las personas que salen a protestar saben que van a estar expuestos al virus. No son niños pequeños. Ya es problema de ellos si se contagian o no –expone John Grisales desde Bogotá.
Jeniffer Sáenz, estudiante de Comunicación Social de la UNIMINUTO Huila, propone protestar, pero desde la virtualidad.
-La gente que sale a la calle representa un nivel de riesgo muy ALTO. Para nadie es un secreto la situación actual. No solo se exponen ellos, sino exponen a sus familias. No es pertinente hacer una manifestación de esa magnitud. En esta situación hubiera sido más viable que se hiciera la protesta de forma virtual a través de hashtags en redes sociales–propone.
Estefanía Cubillos, periodista colombiana que reside en Panamá, difiere con la postura de Sáenz.
-Yo no estoy de acuerdo que se hubiera hecho la protesta de forma virtual. El mundo no se hubiera dado cuenta de forma tangible de lo que estuviera pasando. El ruido no hubiera sido el mismo. Es cierto que hay que tener en cuenta el distanciamiento social, las normas de bioseguridad, pero, igual, hay gente que se va de fiesta, sale a mercar, otra gente que se cuida más. La virtualidad ayuda mucho, pero solo es un paso –refuta.
Para Lorena Pechene, Psicóloga, integrante de la Asociación El Arka y de la ONG Voces de Inclusión, la protesta virtual es un complemento de las marchas y plantones. Ambas son legítimas y necesarias, afirma.
-Siento que la fuerza que se da en redes es el respaldo de la gente que están las calles, porque si sólo se hiciera por medios virtuales tal vez la información no llegaría. Es más, ya ha habido bastante censura
-Por otra parte, no se puede desconocer que aunque hoy por hoy sea más fácil tener dispositivos que nos permiten conexión a internet, todavía sigue siendo un privilegio al que no toda la población tiene acceso y para quiénes su única forma de protesta es alzar la voz. No podemos pensarnos la protesta sólo desde las ciudades, la ruralidad también existe y las condiciones allá son diferentes –añade.
El caso expuesto es sobre las protestas sociales que se viven en Colombia. No obstante, en otras regiones de Latinoamérica, las inconformidades con las acciones llevadas a cabo por los presidentes, en la mayoría de veces, coinciden con las del país cafetero. Así lo afirma Armando Madrid, en El Salvador.
-En la región de Centroamérica esta situación es muy similar. En El Salvador estamos en una situación parecida. Para realizar verdaderos cambios toca de manera presencial que se lleven a cabo las manifestaciones –menciona Armando.
Ya son más de 15 días en los que los grupos de manifestantes continúan buscando un cambio por medio de la protesta social. La mayoría de las manifestaciones son pacíficas. Muchas de ellas, incluso, utilizan el arte como medio de expresión. Pero no todas van a ritmo de cumbia. Otras han sido reprimidas por parte de la Policía y del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad).
Los enfrentamientos entre marchistas y fuerza pública se dan, por lo general, durante las noches. Para Orlando Andrés Cano, activista por los derechos de las personas con discapacidad y estudiante de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional abierta y a distancia, la violencia no se justifica en ninguno de los dos bandos.
–En cuanto al vandalismo, rechazamos cualquier tipo de atentados en el espacio público y privado, sin embargo, entiendo que hace parte de ese descontento social. Hay grupos armados al margen de la ley que se aprovechan de estas expresiones sociales y que se infiltran en las protestas –denuncia.
Orlando también se refiere a los abusos policiales que han sufrido diferentes comunidades a lo largo y ancho del país.
–Se le da la legitimidad a las Fuerzas Públicas del uso de la fuerza, pero debe ir condicionado a ciertos parámetros, también llamados protocolos. Pero el gobierno colombiano lo que menos hace es cumplirlos. No es necesario usar las armas de fuego. Existen otros protocolos de neutralidad –indica.
Por su parte, Danilo Rincón, estudiante universitario, afirma que “Estas protestas no han sido pacíficas. Ha habido violencia de parte y parte”. También señala que los manifestantes están eligiendo la forma incorrecta de buscar un cambio.
–Tenemos que aportar soluciones. Protestamos, pero no aportamos soluciones. Criticamos las reformas, pero no proponemos. No podemos ganarnos las cosas a las malas –exclama.
María Camila Granados, estudiante de Derecho de la Universidad de La Sabana, sí está de acuerdo con manifestarse, pero rechaza vehementemente cualquier tipo de violencia.
–La protesta es necesaria. ¡Anhelamos un cambio!, pero pacíficamente. No estoy de acuerdo con el abuso policial. La fuerza que utilizan es desproporcional con la de los manifestantes, Pero tampoco apoyo el vandalismo. Protestar no es romper los CAI, intentar asesinar a un policía. Ellos también son personas.
Los opositores a la protesta social afirman que otra de las consecuencias del Paro ha sido el desabastecimiento generado por los bloqueos.
–Al obstruir las vías por las que, por ejemplo, van las vacunas del COVID, ahí ya no se están respetando los DD. HH., así sea plantón pacífico. Se está violando los derechos del trabajador –menciona Rincón.
–El derecho a manifestarse, al igual que el derecho al trabajo, son derechos fundamentales. Lo que se busca es un equilibrio. Por esto se crean los corredores humanitarios. Que en Colombia no se cumpla es otra cosa, pero no se puede quitar un derecho como el de la protesta solo por compensar el otro. Aquí los derechos y la vida deben valer para todos por igual –refuta Granados.
12 días después de iniciar la protesta social, El pasado 10 de mayo, el presidente colombiano, Iván Duque, se reunió con el Comité Nacional del Paro. Aunque no hubo acuerdos, el Gobierno está dispuesto a comenzar un diálogo permanente con el Comité.
Mientras tanto, con cánticos y arengas, las manifestaciones continúan en un país que anhela un cambio. Carlos Jaramillo, abogado, opina que ese es el camino correcto para encontrar esa transformación.
–La protesta social es la mayor manifestación de una democracia. Gracias a ellas, en el mundo se han dado las reivindicaciones de diferentes colectivos. Todo lo que se tiene hoy, desde la perspectiva de derechos sociales, ha sido a través de la protesta social. Si no fuera por ella, estaríamos aún en la época de la esclavitud.
Luisa Carmona, estudiante universitaria, desde Medellín también concuerda con lo manifestado por Jaramillo.
–Protestar no está mal. Mucho tiempo estuve del lado de las personas que dicen “que pereza el paro. Que pereza la protesta”, pero hoy, después de estar en la universidad pública, he cambiado de opinión. Ha sido solo a través de los paros, las protestas, que se han logrado los verdaderos cambios. Por ejemplo, la educación es pública gracias a las protestas –explica.
Los diálogos entre el Gobierno y el Comité Nacional del Paro ya dan sus primeros frutos: el 11 de mayo, el presidente Iván Duque, junto a la Ministra de Educación, María Victoria Angulo, anunciaron que en el segundo semestre del año habrá gratuidad para los estudiantes de educación superior pública de estratos 1, 2 y 3.
–Sabemos que la pandemia ha traído muchos efectos negativos en el ingreso de las familias y, por lo tanto, muchas familias expresaron la necesidad de poder tener un mecanismo para ayudar a cubrir los gastos de la educación y la educación técnica y tecnológica pública para nuestros jóvenes –mencionó el mandatario.
A pesar de los avances, aún quedan muchas inconformidades por negociar. Según el Índice de Desarrollo Regional de América Latina, Colombia es el país con más desigualdad en América Latina. No obstante, su población continúa resistiendo y luchando por un cambio.