Boletin N° 15

Primeras huellas fósiles de aves del terror



Ricardo Melchor, Investigador Principal de CONICET, Profesor Titular de la UNLPam 

La costa atlántica de la provincia de Río Negro, entre la desembocadura del Río Negro y San Antonio Oeste, tiene extensos acantilados que alojan incontables huellas fósiles y otras evidencias de actividad de animales y plantas. Éstas se conocen colectivamente como trazas fósiles y corresponden al campo de estudio de la icnología. La formación que compone dichos acantilados se denomina Río Negro y su edad estimada en estudios previos es entre 7 y 4,5 millones de años (Figura 1). Como suele ocurrir en esta formación, hay muchas trazas fósiles pero escasos restos fósiles (huesos o partes duras de los organismos). La mayor parte de esta región corresponde a las Áreas Naturales Protegidas Punta Bermeja y Caleta de los Loros / Punta Mejillón / Pozo Salado de la provincia de Río Negro. La presencia de huellas fósiles ha sido documentada científicamente desde hace más de 40 años. Gracias a los estudios iniciales, y otros que se han desarrollado más recientemente, se conocen aproximadamente veinte morfologías distintas que corresponden a huellas de mamíferos y aves. Estas son identificadas fácilmente por los guardas ambientales que recorren la zona con frecuencia, así como también por el público que visita la zona. Recientemente, el guarda ambiental Andrés Ulloa encontró huellas de un ave gigante en la zona de Pozo Salado, que llamaron su atención por su tamaño y por ser las primeras que veía de su tipo, por ello dio aviso a Secretaría de Ambiente de Río Negro.También el poblador local Sergio Méndez se interesó por que el hallazgo se difundiera y estudiara, brindando apoyo logístico para las tareas de campo. 

Figura 1. Ubicación en Argentina de la zona de estudio con la localidad del hallazgo (arriba) y vista de los afloramientos de la Formación Río Negro, en las cercanías de Pozo Salado, Provincia de Río Negro (abajo).

El ambiente y la edad de las huellas fósiles

Un equipo del INCITAP realizó estudios geológicos e icnológicos en la zona del hallazgo para analizar las huellas fósiles y el entorno en el que se produjeron. Uno de los aspectos importantes fue documentar la morfología de las huellas y el otro aspecto, que ayuda a entender la importancia del hallazgo, fue determinar la edad y el ambiente donde vivió el productor de las huellas. El hallazgo consiste en una rastrillada de unas 16 huellas consecutivas, las que se encuentran en la costa actual y son cubiertas dos veces al día en marea alta. Por ello, su estudio requirió limpiar la arena que las cubría y documentarlas mediante métodos fotogramétricos (Figura 2). Acerca de la edad, fue posible analizar en el laboratorio LA.TE.ANDES (Provincia de Salta) una muestra de toba (ceniza volcánica litificada) por el método U/Pb en circón, la que arrojó una edad de 8,0 ± 0,1Ma (millones de años). Dicha edad corresponde al Mioceno Tardío (Tortoniano) en la escala cronoestratigráfica internacional. La toba analizada refleja una caída de cenizas de un volcán andino que alcanzó esta región. Como se observa en la Figura 1, las capas están en posición casi horizontal, por lo que se aplica el principio que establece que las capas que están por debajo son más antiguas que las suprayacentes. Esa capa de toba se encuentra unos dos metros por encima del nivel en que aparecen las huellas de aves gigantes, lo que indica que las huellas son algo más antiguas que dicha edad. De acuerdo a los estudios geológicos realizados, la zona de Pozo Salado era un ambiente desértico con dunas separadas por numerosos lagos extensos que funcionaban como oasis, y donde concurría la fauna de ese momento. 

Figura 2. Proceso de documentación fotográfica de las huellas en el afloramiento. Notar la cobertura de arena y la proximidad al mar.

El productor de las huellas gigantes

En el barro de la costa de uno de esos lagos, quedaron registradas huellas de 37 cm de largo promedio de un animal bípedo, las que muestran un apoyo principal en dos dedos del pie, el dedo medio y el lateral (III y IV), siendo el restante sólo levemente impreso (II) (Figura 3). Este tipo de huellas fósiles no se conocen en ninguna parte del mundo y sólo tienen algún grado de comparación con aquellas de dinosaurios carnívoros del Cretácico Temprano (entre 145 y 100 millones de años de antigüedad). Dichas huellas cretácicas pertenecen al grupo de los deinonicosaurios, que eran esencialmente bidáctilos y usaban una de las garras del pie para dominar a sus presas. Gracias a la edad obtenida en las rocas, es posible descartar que su productor haya sido algún dinosaurio, dado que la edad de las rocas es mucho posterior a la extinción de los dinosaurios (65 millones de años).

Figura 3. Imágenes de Rionegrina pozosaladensis. Modelo de elevación digital de parte de la rastrillada (izquierda), detalle de una huella izquierda (centro) y modelo de elevación de la misma huella (derecha). II-IV se refiere a las impresiones de los dígitos individuales.

Las huellas fósiles de Pozo Salado han recibido el nombre científico de Rionegrina pozosaladensis y se estima que su productor tenía un peso de aproximadamente 55 -100 kg, por comparación con huellas de aves actuales. La rastrillada muestra un animal bípedo que se alejaba de un lago, donde también había huellas de otras aves pequeñas semejantes a chorlos, de perezosos terrestres y de antecesores del ñandú patagónico o choique. Rionegrina se movió a una marcha de velocidad moderada (10 km/h) al momento de dejar las huellas estudiadas, probablemente había abrevado en el lago o se encontraría en busca de una presa. Las huellas analizadas muestran un gran dedo central y otro lateral, los que serían el apoyo principal, a su vez, tiene un dedo interno muy reducido y casi no apoyaba el talón (Figura 3). Por comparación con las huellas de los avestruces actuales (Struthio camelus), estas características del pie indican marcadas adaptaciones para la carrera, es decir era un ave corredora. Esto se complementa con una gran garra en el dedo interno, la que era llevada  elevada y sólo tocaba el suelo su punta. Esta garra habría servido para inmovilizar a la presa, incluyendo otras aves y mamíferos pequeños, como antecesores de los actuales carpinchos, de acuerdo a lo que se conoce actualmente de la fauna fósil.

El productor de Rionegrina apoyaba mayormente dos dedos y eso lo separa de las huellas de ñandúes actuales y fósiles (los que apoyan tres dedos). Las chuñas actuales apoyan mayormente dos dedos, pero no se conocen como fósiles de un tamaño mayor a las actuales (2-3 kilos de peso), por lo que también se descartan como posibles productores. Las únicas aves corredoras de gran tamaño son el grupo extinguido de las “aves del terror” o fororracos (Aves, Phorusrhacidae), que fueron aves no voladoras, cuyo registro es bastante extenso en Argentina. El nombre vulgar de este grupo hace alusión a sus hábitos carnívoros, gran tamaño (hasta 3 m de altura y más de 200 kg de peso), fuerte pico curvo y la capacidad de desarrollar velocidades significativas, lo que los habría convertido en depredadores temibles. Aunque los huesos de los miembros inferiores de los fororracos se preservan raramente, una comparación con los restos fósiles conocidos sugiere que sería un ave del terror aún no registrada. En la provincia de Río Negro, en capas algo más antiguas que aparecen en la localidad de Comallo, el actual técnico de CONICET Guillermo Aguirre-Zabala descubrió restos de un fororraco. Este espécimen está compuesto esencialmente por un cráneo de unos 70 cm de largo y fue nombrado Kelenken. Kelenken habría tenido un peso de más de 200 kg. En consecuencia, no sería el productor de Rionegrina. La costa atlántica de la provincia de Río Negro aún tiene muchos otros secretos por descubrir y las investigaciones acerca de las huellas fósiles que contiene continúan.


Los investigadores que participaron en este estudio pertenecen al INCITAP y la Universidad Nacional de La Pampa. La autorización para realizar las investigaciones fue otorgada por la Secretaría de Ambiente y Cambio Climático y la Secretaría de Cultura, ambas de la provincia de Río Negro. Los investigadores agradecen la colaboración de los guardas ambientales y el entusiasmo y apoyo brindado por Sergio Méndez, esencial para que este hallazgo llegara a nuestro conocimiento. Estas tareas han sido financiadas por subsidios de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación; y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.

Este hallazgo fue publicado en la revista Scientific Reports y se puede acceder libremente en el siguiente link https://www.nature.com/articles/s41598-023-43771-x (Melchor, RN, Feola, SF, Cardonatto, MC, Espinoza, N, Rojas-Manriquez, MA y Herazo, L 2023. First terror bird footprints reveal functionally didactyl posture. Scientific Reports 13: 16474).