MI ASIGNATURA PENDIENTE

Fecha de publicación: May 25, 2014 8:42:24 AM

Para hablar de mi experiencia con la lactancia he de empezar por cuando estaba embarazada, la ilusión que tenía y la de información que leía sobre parto natural, dar el pecho, etc. Sin embargo, mi niña se empeñaba en estar de nalgas, prácticamente todo el embarazo, y, al final, cesárea programada. Eso de que nazca y que se la lleven... yo no hacía nada más que intentar mover las piernas en la sala de recuperación para que me llevaran a la habitación con mi bebé.

Cuando por fin llego, entre tubos y agujas, le digo a mi marido que me dé a mi niña, que tengo que ponerla al pecho (como os podéis imaginar, allí no había nadie que me ayudara o me guiara). En fin, lo intento una y otra vez y no enganchaba bien. Así que se lo comentamos a la matrona y me dice que si la postura, que si tal, que tengo calostro, que pruebe con un biberón a echar unas gotitas por el lado para que vea que ahí hay

alimento. En fin, resumiendo la etapa de mi estancia en el hospital hasta que me dieron el alta, muchas matronas pasaron por allí pero ninguna daba con la tecla para que mi bebé enganchara y eso de las gotitas, pues como no son tontos, aprendió que la comida venía por el lado y giraba la cabeza. Y cuando conseguía alguna vez que enganchara, me dejaba el pezón con grietas y aplastado. Yo pensaba que eso era la postura de la boca y me decía que, bueno, luego corregíamos eso, primero debía comer.

Hasta tal punto se aburrieron ya de mí las matronas que hasta una me dijo que no sabía cómo lo seguía intentando (menuda ayuda); aunque una, al verla llorar, le pareció ver el frenillo sublingual muy corto... Una pista, ¿quizás?

Como estuve dando gimnasia para embarazadas con una matrona, le pregunté y me dijo que me pusiera en contacto con Lactalmería. Por otro lado, a través de una amiga, contacté también con María Cano, miembro de esta asociación a la que le estoy muy agradecida por el tiempo que me dedicó en mi casa y por enseñarme el uso de las pezoneras, porque a raíz de usarla, mi bebé mamó. Además, me puso en contacto con una pediatra de mi centro de salud que cortaba el frenillo. Pero aquí no se acabaron los problemas, porque cuando fuimos a la pediatra, y aunque le cortó el frenillo, mi bebé había perdido mucho peso, algo más del 10%, y había que completarle con biberón.

En mi afán de que no rechazara el pecho, compré el biberón Calma de Medela y, curiosamente, le daba primero el pecho, luego le ofrecía el biberón y no quería, por lo que entendí que no tenía más hambre. Pero el lunes, cuando volvimos a pesarla, casi no había hecho peso; por lo que la pediatra me dijo que probara primero con otro biberón y que se lo diera antes del pecho. No había terminado la frase cuando las lágrimas brotaron de mis ojos... ¿qué estaba haciendo mal? Pero mi bebé seguía buscando el pecho después de su biberón, cuando tenía sueño, cuando lloraba, entre horas... con pezonera, pero algo era algo.

Y apareció otro obstáculo. Al ser parto de nalgas, al examinarle las caderas, tuvieron sospechas de una displasia de cadera, así que, al mes, cuando fuimos a rehabilitación, resultó que había que ponerle arnés. Allí estábamos, mi bebé y yo, viendo la forma de

encajarnos para tomar el pecho. Y seguíamos con biberón, con pezoneras y sin hacer mucho peso.

A veces probaba sin pezonera, pero no quería y otras intentaba darle el pecho y alargarle las tomas de biberón, pero el miedo a que no cogiera peso ya era mayor; puesto que hicimos una prueba que duró 3 días dándole sólo pecho y perdió 100 gramos.

Así llegamos a los 4 meses, en la que los biberones eran cada 6 horas de unos 90 ml, y en medio todo el pecho que quisiera, lo que suponía horas y horas enganchada. A esa edad, le cambiaron el arnés a otro modelo y, la primera noche, se despertó cada hora por la postura al dormir con él y cada hora estuvo mamando. Pero, a la noche siguiente, se despertó igualmente cada hora, pero no mamaba.

A partir de ahí y hasta los 6 meses, mi bebé empezó su huelga de lactancia, cada vez quería menos mamar, lo que también supuso un problema a la hora de dormir, porque no conocía otra manera de dormirse que enganchada a mi pecho. Y yo empecé mi luchar personal con el sacaleches, porque era imposible sacar más de 60 ml de uno y 20 ó 30 del otro... En fin, por las noches, cuando estaba medio dormida, conseguía que enganchara algo y durante el día venga sacaleches para darle, al menos, un biberón.

Y, un buen día, alguien me hizo caer en la cuenta de que no podía seguir así, primero porque ya era imposible llegar a una producción de leche suficiente a las demandas de mí bebé y, segundo, porque en unas semanas empezaba a trabajar. Y ésa fue la decisión más triste, ver que el frenillo, el arnés, la pérdida de peso habían ganado y yo seguía sin saber si podía haber hecho algo más.

Algunas personas me intentan animar, diciéndome que he conseguido darle algo, que otras madres ni lo habrían intentado en mis circunstancias; pero luego leo en foros de grupos de lactancia materna casos similares y dicen que al final consiguieron quitar las pezoneras, los biberones...

Mi bebé sigue durmiéndose en mis brazos, pegada a mí, pero ha sustituido mi pecho por un chupete (aún recuerdo la primera vez que se lo dimos, no paraba de llorar, no tenía consuelo y no quería el pecho, así que probamos y se calló, pero a la vez tenía una expresión rara en la cara por tener ese trozo de plástico en la boca).

Sólo me queda agradecer a Lactalmería por su apoyo, por sus consejos, a Carmen por ver la foto de la lengua de mi niña por sms, a María Cano por venir a mi casa esa tarde, por escucharme y dejar que me desahogara, a mi marido por su apoyo (porque

me siguió animando a que lo intentara), a la pediatra (por hacer también de madre, comprenderme, escucharme y animarme y decir que me valore por todo lo que he conseguido) y a una gran amiga y vecina que estuvo conmigo todos esos primeros días y vivió mi tristeza en primera persona.

Pero tengo una asignatura pendiente....

C.