Mis inicios en la maternidad fueron difíciles, como les ocurre a casi todas las primerizas. Tras un embarazo maravilloso, mi hijo Jaime vino al mundo el 23 de octubre de 2007, cinco semanas antes de la fecha prevista, en un parto que no fue el esperado ni tan deseado por mi. Jaime nació tras una cesárea de emergencia, estuvo una semana en incubadora y no pude tenerlo en mis brazos hasta tres días después de nacer. Aunque mi pequeño estaba perfectamente, en mi quedó una herida emocional que tardó mucho tiempo en cerrarse y que de vez en cuando, aun me molesta. Una herida por no haber parido a mi hijo, por no haberlo recibido en este mundo, por pensar que mi cuerpo me había fallado. Una herida que me trastocó profundamente y que rompió el vínculo con mi hijo. Tarde cinco meses en rehacerlo, en enamorarme de mi Jaime de nuevo, y darle el pecho fue fundamental para ello. Cuando lo amamantaba sentía que estaba haciendo algo importante por el, me sentía util, me sentía poderosa al alimentar a mi hijo con mi cuerpo, y su contacto, su olor, sus miradas, sus caricias… me hicieron recuperar el estrecho lazo que une a una madre y su hijo.
Mi lactancia tampoco fue un camino de rosas en sus inicios, a las dudas que toda madre primeriza tiene (¿tendré bastante leche? ¿Lo estaré haciendo bien?) se sumaron varias mastitis que se enlazaron una con otra durante tres meses. Las redes de madres y profesionales que encontré en Internet, como Lacmat, fueron fundamentales para ayudarme a resolver el problema. Siempre estaré agradecida a Helena Herrero, de Amamantar de Asturias, y a Juan Miguel Rodríguez, de la Universidad de Complutense de Madrid: gracias a ellos pude analizar mi leche y recibir un tratamiento efectivo para mis mastitis, que al fin desaparecieron. A partir de entonces comencé a disfrutar aún mas de la lactancia materna.
También a través de Lacmat conocí un día, por casualidad, a Carmen Martínez, hoy presidenta de Lactalmeria, y a las compañeras que hoy forman parte de este excepcional grupo de madres y amigas a las que tanto tengo que agradecer, de las que aprendo cada día y a las que admiro por su valentía y por sus ganas de ayudar a otras madres a disfrutar de la maternidad. Aunque siempre he tenido el apoyo y la comprensión de mi marido, Jaime (gracias, cariño), ¡cuánto necesité en aquellos primeros meses la compañía y el consejo de otras madres! Pero mas vale tarde que nunca, cuando la mayoría de los problemas estaban ya superados encontré a través de Carmen, las reuniones de La Liga de la Leche en Aguadulce y el foro de Crianza Natural a estas mujeres con las que apenas unos meses después pusimos en marcha este proyecto tan ilusionante como es Lactalmería. Ellas me abrieron las puertas a una forma de criar muy diferente a la dominante en nuestra sociedad, más respetuosa con nuestros hijos, basada en el conocimiento de sus necesidades y en la comprensión de nuestro deber como padres de satisfacerlas, más armónica y que, sobre todo, nos hace más felices a todos los miembros de la familia. ¡Tengo mucho que agradecer a mis compañeras de Lactalmería!
Me encanta formar parte de este grupo de mujeres, me apasiona aprender cada día cosas nuevas sobre lactancia materna y crianza para poder ayudar a las madres que se acercan a nuestra asociación buscando información y, sobre todo apoyo. Soy la vicepresidenta de Lactalmeria y una de sus asesoras, atiendo consultas telefónicas, en el foro, el correo electrónico y de manera directa con las madres, de manera voluntaria y, por supuesto, gratuita, y colaboro en el Grupo de Apoyo a la Lactancia Materna de Almería.
Jaime y yo hemos disfrutado muchísimo de la lactancia hasta hace muy poco, cuando se ha destetado con dos años y tres meses a raíz de mi nuevo embarazo. Echo mucho de menos dar el pecho, ¡pero en unos pocos meses estaré haciéndolo de nuevo!
La maternidad me ha cambiado la vida. Gracias a mi hijo he aprendido mucho sobre mi misma y sobre lo que quiero cambiar de este mundo en el que vivimos, porque todos podemos, con nuestros actos, transformarlo poco a poco, paso a paso.