¿Cómo he llegado a esto?

Fecha de publicación: May 25, 2014 8:22:3 AM

A veces me pregunto cómo he llegado a esto. Nunca me había planteado si quería dar el pecho. En realidad nunca me había planteado nada. No sabía lo que se me venía encima. Y ahora me encuentro con dos pequeñas en mi regazo. A veces tranquilas, en ocasiones se dan la mano y otras, la mayor, de veinte meses, empuja a la pequeña, de solo tres, para defender su posición. Es un momento precioso, muy gratificante y que le debo, sin duda, a Esther Carmona y a Lactalmeria.

Todo empezó cuando nació Helena. Un embarazo perfecto, pero con mucha inquietud y miedo- por qué no decirlo- al parto. Siempre que me contaban un parto intentaba no escuchar, desconectar y volver a conectar justo en la frase que dice “y entonces te lo ponen en el pecho y se te pasa el dolor y te sientes más feliz que nunca”. Por eso deseaba que todo pasara deprisa y despertarme justo en este punto. Pero Helena tuvo un problema al nacer y aspiro meconio, así que cuando pudieron estabilizarla, el pediatra la acercó a mí diciéndome que tenían que hacerle pruebas. Creo que el pediatra quería que la cogiese, pero yo estaba tan paralizada pensando en que “tenían que hacerle pruebas” que solo le di un beso en la mejilla y le imploré al pediatra que se la llevara corriendo. En ese momento pensaba que la cogería en un rato… La siguiente vez la vi en la incubadora, estaba en observación. Pero esa misma noche empeoró y la trasladaron a UCI. A la mañana siguiente, un enfermero me trajo la pastilla para cortarme la leche. Parecía que no había mucha esperanza. Guardé la pastilla en un cajón, pues en ningún momento pensé en tomármela. Yo sabía que mis peticiones surtirían efecto- por mucho tiempo que llevase sin rezarle a la Virgen del Saliente.

Para empezar me mando a Esther, una matrona que me llevó al sacaleches de uso comunitario que tienen “semi-escondido” en la primera planta de Torrecardenas. Allí extraje mis primeros calostros que tuve que tirar porque ese sacaleches no está esterilizado. La matrona me estuvo acompañando los tres días que estuve ingresada hasta que pedí el alta voluntaria. Necesitaba recuperar fuerzas en casa. Mi hermano me regaló un sacaleches manual que estuve usando los primeros días, pero pronto lo cambié por uno eléctrico que me dejó una amiga. Yo me sacaba la leche y la iba congelando. Además me regalaron el libro de “Un regalo para toda la vida” de Carlos González y a su lectura estaba dedicada prácticamente todo el día mientras estaba en la sala de espera aguardando a que llegara la hora de la visita. Este libro me hizo comprender lo importante que podía ser la leche materna para mi pequeña, no solo por la inmunidad sino también para poder darle todo el cariño que no había podido darle en sus primeros días.

Cuando cumplió trece días por fin pude cogerla por primera vez. No fue como me lo habían contado, ni como lo había imaginado, pero no cabe duda que fue hermoso y deseado. Entonces la trasladaron a neonatos y pensaba que todo sería más fácil: allí podría estar con ella cuatro de las siete tomas del día. Seguía con el sacaleches cada tres horas, me ponía el despertador por las noches, me hice de una mochila para meter todos los utensilios y llevarlos siempre conmigo. Cuando iba a la biberoneria tenía un doble sentimiento: quería que le subieran la medida porque eso significaba que estaba mejor, pero a la vez era consciente de que pronto no tendría producción suficiente para alimentarla yo sola. Y así fue, tuvimos que empezar a combinarlo con leche artificial.

El trato en neonatos de Torrecárdenas es excelente, pero está claro que la lactancia materna no es su prioridad. Puede que deba ser así pero cuesta aceptarlo. La preocupación de las enfermeras es que todos los bebes se tomen todo el biberón que les corresponde. Su frase favorita es que “como del pecho no se sabe lo que comen mejor que no coman nada que luego se dejan el bibe”. Además, como Helena necesitaba estar conectada al saturímetro no me podía ir al lactario con el resto de madres por lo que tenía la presión de las enfermeras encima de mi. Intentaba pegármela al pecho, pero entre mi inexperiencia, la presión y la dificultad de la pequeña terminé desistiendo. Me conformaba con darle el biberón y ponérmela piel con piel todo el tiempo que restaba de la visita.

Así estuve otros quince días, hasta que por fin nos dieron el alta. Cuando llegamos a casa Helena ya tenía un mes y solo tomaba biberón. Yo seguía sacándome leche, pero nunca más de 150 ml al día, así que la mayoría de las tomas eran de leche artificial. Yo la pegaba al pecho pero lloraba y ni siquiera lo intentaba. Solo recogía lo que caía pero sin pegarse mucho. Vi los videos de you tube donde el pequeño recién nacido asciende por el abdomen de su madre hasta encontrar el pecho e intentaba emularlos poniéndomela piel con piel en la cama. Esto no funcionaba y ver llorar a la pequeña me presionaba mucho.

Entornes, cuando ya no sabía qué más hacer, cuando estaba a punto de rendirme contacté con LactaAlmeria. Esther, la matrona, me había hablado de la asociación, pero yo no había querido ponerme en contacto hasta que no tuviera el bebe en casa. Fui a la primera reunión con Helena y les conté mi caso. Enseguida me mostraron todo su apoyo y comenzó el despliegue de medios: sacaleches eléctrico duplo para aumentar la producción, Cardo Mariano, relactador y toda la comprensión del mundo. Conocer los casos de otras madres me armó de ilusión y me dio fuerzas.

Y el gran día llegó. Faltaban tres días para que Helena cumpliera dos meses y estaba algo desanimada. Seguía todos los consejos que me habían dado pero creía que no había avanzado nada. Esa mañana le comenté al pediatra que había pensado en rendirme y él me pidió que lo intentase un poco más. Esa misma tarde, mientras le preparaba el biberón, una amiga me preguntó por qué no le daba el pecho y le expliqué la situación. Le dije “la niña se enfada, se pone roja y se queda sin aliento llorando, mira ya verás voy a probar para que veas cómo se pone” y entonces ocurrió el milagro: me dejó por mentirosa. Conforme le puse el pecho se enganchó como si lo llevara haciendo toda la vida. Creo que al concienciarme de que no pasaba nada si no le daba el pecho, al aceptarlo, me relajé y le transmití esa relajación a la pequeña. Eso o que escuchó mi conversación con el pediatra y pensó que la próxima vez no se le escaparía. O que la pequeña no tuvo fuerzas antes para poder succionar. No se cuál será la explicación pero… bendito milagro.

Y ahora el milagro es doble. El parto de Beatriz fue perfecto. Ahora sí puedo decir que es cierto lo que dicen de que el dolor se pasa cuando te la ponen encima. Se enganchó al pecho estupendamente, pero solo tuvo la exclusividad los días que estuvimos en el hospital. Al llegar a casa le esperaba su hermana Helena y, aunque tampoco me había planteado si quería hacerlo, no tuve opción y recién llegada del hospital ya encontré la postura para poder amamantarlas a la vez. Aquí también tuve el apoyo de LactAlmería que me dio a conocer el nombre de esta hermosa locura: tándem.

Si algo he aprendido, si algo quiero compartir con vosotros es que nunca sabemos qué se nos va a presentar, pero no hay que rendirse nunca ya que, si el potencial del ser humano es infinito, el de una madre lo es aún más. Y LactAlmería aúna toda el potencial infinito de las madres y profesionales sanitarias que la componen. Gracias por vuestra disponibilidad y vuestro cariño.