Crónica de una muerte anunciada

No es necesario calificar a una persona de agorera, adivina, profeta o, incluso, imbécil, si lo único que intenta es mostrar las consecuencias evidentes de unas actuaciones poco sensatas, al menos, desde su punto de vista. Y cuando al cabo de poco tiempo se cumple lo que esa persona dijo. Es posible que haya muchos que desconozcan el asunto, otros prefieran no verlo, otros opten por ocultar la realidad, y a otros le traiga completamente “al pairo” el tema del patrimonio verde de nuestra ciudad.

Sin embargo, seguro que habrá ciudadanos que, comulgando simplemente con el sentido común, den por válido lo que para esa persona es un simple proceso deductivo causa-efecto. Pero como dice el refrán, no hay mayor ciego que el que no quiere ver.

Son muchas las pérdidas de vegetación que se producen en el Parque de la Alquería del Pilar. En algunos casos, por la acción directa de las motosierras, terciando, desmochando o cortando directamente a matarrasa ejemplares de árboles y palmeras. En otros, es la desidia y la falta de mantenimiento lo que desemboca en la muerte o la agonía de un ejemplar determinado. Hace unos meses, murieron las dos palmeras canarias que trasplantaron desde la mediana de la Calle Tajo.

Durante el invierno pasado, los ciudadanos que solemos acercarnos al parque, tuvimos la desgracia de ver el vuelco de algunos ejemplares, por su mala fijación y/o su excesiva inclinación. Recuerdo un brachichito, pero especialmente la palmera datilera que había en el extremo sur del parque. Era un ejemplar de unos 15 m de altura, que había sido dejado a su suerte; con el estípite curvado en forma de “S” debido al crecimiento excéntrico de la corona de hojas y la tendencia natural de mantener la verticalidad (foto nº 1). ¿Es que los responsables del mantenimiento del arbolado público no saben que existen métodos para evitar llegar a esa situación límite? Un simple apoyo, colocado hace algunos años, hubiera sido suficiente para redirigir el crecimiento de la palmera. E, incluso, cuando la inclinación del estípite hacía presagiar un vuelco inminente, se podría haber colocado un apoyo adecuado para mantener al ejemplar en pie. Diferentes sistemas de apoyo y tirantes existen hoy día para solucionar problemas similares, y se pueden observar en numerosos jardines donde existen ejemplares de grandes dimensiones que presentan problemas para sustentar sus ramas.

Sin duda, los técnicos, tanto del servicio de Parques y Jardines como de las contratas que llevan directamente el mantenimiento, conocían la situación de la palmera y el riesgo de caída que implicaba haber desplazado su centro de gravedad, y estar anclada en un terreno constantemente humedecido, como es una pradera de césped. Pero optaron por dejarla caer. Aquel día, el suelo estaba empapado por la lluvia y el viento soplaba con fuerza. Ya no aguantó por más tiempo, y la palmera cayó. Rápidamente, fue troceada por las motosierras. Hoy solo queda el hueco que dejó.


En otros casos, como decía al principio, los ejemplares van sufriendo una larga agonía, normalmente tras un trauma causado directamente por una poda inadecuada o por la falta de previsión y mantenimiento. Es el caso del ejemplar de mayor tamaño que hay en el parque de naranjo de Luisiana (Maclura pomifera). O lo que queda de él. A su lado crecen otros dos ejemplares de menor tamaño. Esta especie caducifolia proviene del sur de EE.UU., siendo poco utilizada en plantaciones ornamentales.

La foto nº 2, tomada hace unos años por D. José Elías Bonells, en el transcurso de una visita que realizó al parque, muestra al ejemplar tal como era entonces. Si lo comparamos con el aspecto que presenta actualmente (foto nº 3), podremos comprobar esa agonía a la que aludía anteriormente.

El ejemplar tiene un tronco que se bifurcaba en dos ramas codominantes de diferente calibre. Hace unos años, debido al peso del ramaje, se desgarró la rama de mayor grosor, por encima del punto de inserción. En ese momento se realizó un corte para “sanear” el desgarro. Con el tiempo, han salido algunos pequeños brotes epicórmicos en el muñón de la rama cortada. Sobre la otra rama continúo la vida del árbol. Sin embargo, la ramificación de esta ha ido acumulando peso, lo que ha provocado tensiones a lo largo de la unión con la otra rama (foto nº 4) que puede tener como resultado el desgarro de la misma; y, consecuentemente, la pérdida total del ejemplar.

Si se toman las mismas medidas preventivas que se tomaron con la primera rama, ya sabemos cuál será el resultado. Todavía, estamos a tiempo de evitar una nueva muerte anunciada.

Jesús J. Cuenca Rodríguez

Biólogo

nov, 2022

Foto 1

Foto 2

Foto 3

Foto 4