Meetic es una de las plataformas de citas más reconocidas y confiables para buscar y encontrar pareja en línea. Con millones de usuarios registrados en toda Europa, se ha consolidado como una opción sólida para quienes buscan una relación seria y duradera. A través de su avanzado sistema de compatibilidad, Meetic facilita la conexión entre personas con intereses y valores afines, ayudando a que las probabilidades de encontrar a alguien compatible aumenten significativamente.
Una de las características más destacadas de Meetic es su enfoque en el grado de compatibilidad entre los usuarios. Al registrarse, los nuevos miembros completan un perfil detallado, que incluye preguntas sobre personalidad, aficiones y expectativas en una relación.
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En cuanto a las opciones de suscripción, Meetic ofrece diferentes planes que se adaptan a las necesidades de sus usuarios. Las suscripciones suelen ofrecer ventajas adicionales como la posibilidad de enviar mensajes ilimitados, ver quién ha visitado tu perfil y acceso a eventos exclusivos organizados por Meetic, donde los usuarios pueden conocer personas de manera presencial en un ambiente relajado.
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Seis meses en Meetic: crónicas de un verano aburrido
Este verano, mientras me ahogaba en la monotonía de mi pueblo, decidí sumergirme en Meetic, el portal de citas que, según parece, está revolucionando el mercado. A decir verdad, la idea no está mal, aunque el software tiene más bugs que una película de serie B. Sin embargo, la cantidad de mujeres registradas es impresionante, lo que facilita bastante hacer "amistades" - por llamarlo de alguna manera.
Meetic tiene la capacidad de acelerar el proceso de conocer gente nueva, como si te metieran directamente en un microondas social. Llevo seis meses en esta aventura y he conocido a 13 mujeres. Aunque no es un número que impresione, las experiencias han sido un auténtico viaje al corazón de la pisitofilia, con paradas en el submundo del fracaso emocional. La verdad, en algún punto me asusté tanto que parecía estar viendo mi reflejo en un espejo de feria.
Al principio, decidí jugar a lo tradicional: contactar, charlar, escuchar historias y, con suerte, hacer amistad. Esto, como imaginarán, es un proceso que consume tiempo y energía, pero, dado mi nivel de aburrimiento, decidí dedicarle un mes entero a una chica de Elche. Tenía 26 años, medía 1,54 y, en las fotos, parecía atractiva. Como buena Capricornio, tenía sentido del humor, era leal, pero también algo desconfiada y fría.
Después de un mes de intensa correspondencia digital, nos encontramos en Elche. Era viernes, y yo, con los nervios a flor de piel y un montón de granos cortesía de un aftershave de dudosa calidad, me dirigí al lugar de la cita. Resultó que en persona era aún más guapa, una especie de top model en miniatura. Sin embargo, mi expresión de “adolescente granoso” probablemente no fue la más encantadora.
Pasamos un par de horas charlando en un bar, durante las cuales ella me bombardeó con preguntas, claramente intentando descubrir mi supuesto "defecto oculto de internet". Tras una caminata, la dejé en el piso de una amiga y me fui pensando que había salido todo bien. Pero no, la cosa no prosperó. La próxima vez que chateamos, fue mucho más fría. Me dijo que solo quería quedar para "una cervecita de vez en cuando", pero nada de pareja. Finalmente, la conversación acabó en una pequeña discusión que ella, muy astutamente, magnificó para quitarse el problema de encima y culparme a mí.
Meses después, supe que había encontrado a alguien de Zaragoza que la llevaba en avión y la trataba como una reina. Fue entonces cuando comprendí: Capricornio, familia vallisoletana venida a menos, grandes ambiciones... Cuando apareció el dinero, se evaporó. Ahí terminé de escribir nuestra historia, la borré del messenger y pasé página.
A esta segunda chica la conocí en un abrir y cerrar de ojos, literalmente. Era un sábado por la tarde, me conecté a Meetic y, después de intercambiar apenas unas frases, le propuse vernos esa misma noche. Cogí el coche y me lancé a la aventura, aterrizando en la Avenida Maisonnave de Alicante. Sin embargo, cuando la vi en persona, fue evidente que la magia de sus fotos no era más que un truco de luces, sombras, y quizá un toque de Photoshop. En resumen, me arrepentí al instante de mi espontaneidad.
Vestía como si fuera a protagonizar una película de bajo presupuesto, y hablaba sin parar, pero de una manera que me hizo cuestionar si entendía algo de lo que decía. Durante nuestra “interesante” conversación, me reveló que tenía un amante, aunque ya lo dejaría si lo nuestro iba a más, que se llevaba fatal con su hermana, que había intentado ser profesora de Secundaria, y que vivía sola en un piso que, según intuía, era financiado por una familia con posibles.
Ella era Géminis, y se notaba en su actitud confiada y su buen sentido del humor. En estos encuentros, uno aprende a prestar atención a ciertos detalles, como el asunto del bolso. Las Géminis suelen dejarlo despreocupadamente en la silla cuando van al baño, mientras que otras, como las Capricornio, ni se molestan en ir al baño, como si fueran maestros del ajedrez anticipando cada movimiento. En cualquier caso, si alguna mujer está leyendo esto y tiene planes para una cita a ciegas, le recomiendo que deje el bolso en casa o se prepare para pasar la noche sin visitar el servicio.
Pasamos horas recorriendo bares en la zona conocida como El Barrio, en Alicante, y después nos fuimos a la playa de San Juan. Ella tenía ganas de bailar, y yo intenté seguirle el ritmo, pero pronto me di cuenta de que mis días de bailarín ya habían quedado atrás. Al final, la llevé a su casa entre risas y chistes, y nos despedimos. Cuando cerró la puerta del coche, supe que no volvería a verla. Y, en ese momento, entendí exactamente lo que había pasado en mi cita anterior, pero a la inversa.
Siguiendo con mi táctica de quedar pronto y no perder tiempo en interminables chats, encontré a una mujer que se ajustaba a mis preferencias: 25-30 años, soltera y sin hijos, residente en Benidorm. Esto ya fue en octubre, justo cuando me mudé a esa ciudad. Quedamos en la playa de Poniente y, sorprendentemente, todo salió de maravilla. Era Libra, mi signo favorito. Tranquila, agradable, con sentido del humor y sin una pizca de mezquindad. No era muy guapa, pero tenía un cuerpo que me encantaba: un poco regordeta y con una musculatura que gritaba "gym rat". Trabajaba de camarera y era asidua al gimnasio.
Esa misma noche, de manera improvisada, decidimos ir a cenar. Todo iba sobre ruedas hasta que, en medio de la comida, me sacó el tema de los pisos y sus ganas de comprarse uno. Ahí fue cuando yo, con la sutileza de un elefante en una cacharrería, le dije que ni loco compraría un piso. Su cara fue todo un poema, y no precisamente de amor.
A pesar de ese pequeño tropiezo, seguimos viéndonos. La relación avanzó a toda velocidad, como si ambos estuviéramos desesperados por dejar de buscar. Ahora que lo pienso, eso fue un gran error. Después de tres semanas de viajes, noches juntos en mi piso y citas diarias, ella desapareció sin dejar rastro. Estoy convencido de que algo que dije no le gustó, aunque también era evidente que arrastraba el peso de decepciones pasadas. Y, sinceramente, sospecho que la falta de un "pisito" en el horizonte fue el empujón final para que renovara sus opciones de pesca.
Antes de esfumarse, me contó algunas cosas raras. Al parecer, un ex novio la dejó de repente para volver con una ex a la que había dejado embarazada. Lo curioso es que ese mismo ex fue quien le consiguió su trabajo actual y, según decía, lo veía todos los días. Un poco sospechoso, ¿no?
Lo que aprendí de esta experiencia es que cuando una mujer soltera llega a los 30, no solo trae consigo cierta urgencia, sino también un equipaje emocional que intenta mantener fuera de vista, aunque no siempre lo logre.
A estas alturas, el cansancio comenzaba a pasar factura. Ya no tenía paciencia para largos chats ni ganas de gastar dinero en restaurantes sin saber si la cita sería un éxito. Estaba considerando tomarme un descanso, pero entonces conocí a otra Libra, mi signo de confianza, y pensé que tal vez valía la pena intentarlo una vez más. Hablamos por teléfono una tarde y quedamos en Campello un domingo por la noche.
Ella era de esas mujeres que, en un primer vistazo, parecen guapas, pero cuando te acercas, la ilusión se desmorona. Llevaba un vestido de noche y tenía ese carácter amable típico de las Libra, pero no me convenció. Tenía los pechos demasiado redondos, con estrías, lo que me dejó claro que habían pasado por el quirófano. Además, no perdió tiempo en decirme que no me veía para nada como en la foto de perfil. Recordando el tema de los granos en mi cara, no podía culparla.
Económicamente, la chica estaba bien. Vivía sola en un piso que sus padres le habían comprado, así que no había preocupaciones en ese frente.
No estaba seguro de si me gustaba o no, así que le dije que podíamos vernos de nuevo. Con unos cuantos SMS, organizamos otra cita, esta vez en Arenales del Sol. Según ella, el plan era pasar el día en coche, algo que me entusiasmó, ya que me imaginaba una escapada por las montañas, con una buena paella y largas conversaciones.
Pero cuando apareció, traía consigo una amiga flaca y desaliñada, con el pelo que parecía no haber visto un champú en días. Me subí al coche, en el asiento de atrás, y en lugar de un día tranquilo, empezaron a planear encuentros con otros amigos. La amiga, que claramente no era Libra, fumaba y, en vez de usar el cenicero, lanzaba la ceniza por la ventana. El viento se encargaba de devolverla, y yo terminaba cubierto de ceniza. Todo un lujo.
Me llevaron a Alicante, a un "encuentro de culturas" lleno de puestos con comida exótica y música que, a mis oídos, sonaba como un coro de gatos desafinados. Allí estaba el grupo de amigas de la chica, saludando a una concejala o alguna política que, con suerte, se llevaría su buen sueldo por "defender" a los benditos del tercer mundo.
En ese punto, mi paciencia se agotó. Le pedí que me devolviera a Arenales del Sol para recoger mi coche y salir de allí. No se opuso, y por fin estuvimos a solas. La tensión en el coche era tan densa que podría haberse cortado con un cuchillo. Le dejé claro que no me gustaban ni los grupitos, ni los moros, ni los colombianos, ni los negros. Ella, con fría contundencia, respondió: "Pues ya me lo has dicho todo". Cuando llegamos a mi coche, sentí un alivio inmenso. Le dije adiós y ahí se terminó la historia.
Esta fue otra de esas citas fugaces que, francamente, podría haberme saltado. No recuerdo los detalles exactos, pero creo que contacté con ella esa misma tarde desde mi pueblo, y para esa noche ya estábamos quedando. Era otra Géminis, y como tal, desprendía una confianza que casi daba envidia. Nos encontramos a la salida del cine en un centro comercial de Benidorm. Según entendí, estaba con sus amigos, aunque no los vi ni de refilón.
Sin perder tiempo, bajamos al aparcamiento, ella se subió a mi coche y, sin rodeos, me llevó al puerto deportivo de Torrevieja. Pero en lugar de ir a algún bar del puerto o a una discoteca, me llevó a una parte del puerto donde no había absolutamente nada, solo barcos oscuros y una farola amarilla cada medio kilómetro. Aparcamos, nos sentamos en un banco y comenzamos a charlar. Me contó su vida: maestra de escuela, recién divorciada, y cómo su ex había hecho el negocio del siglo quedándose con la hipoteca mientras ella buscaba piso con el dinero en efectivo que tenía. Me dijo que los pisos bajarían porque se lo había asegurado un amigo que trabajaba en una inmobiliaria. Todo muy prometedor.
Hasta aquí, todo normal, pero hubo dos grandes detalles que me hicieron replantear la cita. Primero, físicamente no me atraía en absoluto. Y segundo, parecía que le faltaba un tornillo o dos. Por ejemplo, estábamos hablando tranquilamente cuando cayeron un par de gotas de lluvia. Le sugerí que nos subiéramos al coche para seguir conversando, y así lo hicimos. Justo cuando nos acomodamos, empezó a llover más fuerte, a lo que comenté: "Ha sido buena idea meternos en el coche". Su respuesta fue un sarcástico "¡Qué listo!", sin que hubiera motivo alguno para ello. Estos comentarios fuera de lugar los soltaba de repente, como si su cerebro tuviera un cortocircuito de vez en cuando.
A las dos de la mañana, la dejé en su casa y decidí que no volvería a contactarla. Antes de despedirnos, hubo otra escena bastante incómoda, pero creo que es mejor dejarla en el olvido junto con el resto de la cita.
Decidí darle otra oportunidad a una Géminis, pero el resultado fue otro fracaso digno de olvidar. Todo empezó bien en el chat, donde ella mostraba simpatía y una chispa que me hizo pensar que esta vez podría ser diferente. Nos encontramos en Benidorm, en el Rincón de L’Oix. Curiosamente, en su perfil decía que era de Alicante, no de Benidorm, porque, según me confesó, no quería que "todos los madrileños le entraran".
Nos tomamos un par de cervezas en un pub inglés vacío, en lo que debía ser un tranquilo domingo por la tarde. Durante la conversación, mencionó que había empezado a estudiar Filología Hispánica pero que lo había dejado. En ese instante, mi mente la asoció con aquellas estudiantes calculadoras y amarillentas de tanto fumar, que conocí en mis años de facultad. Me contó que echaba de menos la vida en la ciudad, y que Benidorm se le hacía demasiado pequeño. Pero las cosas realmente se pusieron raras cuando nos subimos al coche. De repente, explotó con una vehemencia que me dejó desconcertado: "¡Benidorm es una mierda! ¡Una puta mierda!". No sé qué tipo de trauma había vivido con la ciudad o con los madrileños, pero claramente, no era nada bueno.
Con el estómago rugiendo, me compré una hamburguesa en un puesto callejero atendido por ingleses, y nos dirigimos a la playa. Ahí, empezó a contarme su situación económica: un hipotecon a tipo variable de 900 euros al mes por un piso que le entregarían en 2007, y un sueldo de 800 euros como secretaria. Al oír esto, le sugerí que vendiera el piso y se buscara un alquiler más asequible. Su respuesta fue firme: "Alquiler, nunca jamás". Ella tenía un plan mucho mejor: había presentado su baja voluntaria en el trabajo con la esperanza de encontrar uno mejor que le permitiera afrontar los 900 euros mensuales, más las futuras subidas de tipos.
Intenté explicarle la cruda realidad, lo que provocó que su rostro se llenara de una tristeza infinita, para luego pasar a la fase de autoengaño, inventando argumentos para mantener sus ilusiones intactas.
Ojalá esta chica encuentre a su príncipe azul, o al menos a un "ángel hipotecario" que la salve, pero yo no estaba dispuesto a serlo. Así que me despedí y no volví a llamarla.
Decidí poner en pausa las citas relámpago y regresar a los chats, sin prisas ni expectativas. Así fue como terminé charlando con una camarera de Novelda, que al parecer era originaria de Jaén. Era de signo Leo y en las fotos se veía como una rubita encantadora, modesta y amable. Después de unos días de conversaciones, ella me propuso algo que me pareció, cuanto menos, inusual: encontrarnos en su piso a las dos de la mañana de un sábado. Trabajaba en un bar hasta la una y media, así que, para estar a tono, cené tarde y traté de mantenerme despierto hasta la hora acordada.
El viaje hacia Novelda fue como adentrarse en una película de cine negro. Me encontré con un barrio oscuro, desierto y de edificios tan viejos que parecía que habían visto mejores días durante el mandato de Primo de Rivera. Cuando finalmente di con la finca, dudé si llamar al timbre, así que la llamé al móvil para confirmar. Ella me dijo que estaba en el lugar correcto y me abrió.
Subí por una escalera de mármol desgastado, con la única compañía de mi eco. No encontraba los interruptores de la luz, así que me vi subiendo a oscuras hasta llegar a su puerta. Al abrir, me encontré con un pisito reformado que no estaba nada mal, sobre todo considerando que pagaba solo 300 euros al mes. Me recibió con una cervecita y nos sentamos en el sofá a charlar.
La realidad no coincidía con la foto: su cara mostraba las huellas de un sufrimiento que se traducía en algunas arrugas y un aire algo barriobajero, con detalles inquietantes como un tono oscuro en las encías y dientes que hablaban de muchas noches perdidas. Poco a poco, su historia fue saliendo a la luz: un exnovio la había arrastrado al mundo de la cocaína y las pastillas, hasta que la relación se rompió. Decidió entonces cambiar de vida, pero después empezó a salir con un marroquí que, para su sorpresa, ya tenía un matrimonio arreglado en Marruecos y se largó de repente. Esto la sumió en una depresión profunda.
Mientras me contaba todo esto, sacó un álbum de fotos, como si estuviera mostrándome los fantasmas de su pasado. Me ofreció unos frutos secos que estaban más húmedos que una toalla mal colgada, y hablaba en un susurro casi inaudible, con una tristeza en los gestos que no se podía disimular, por más que intentara sonreír. Lo del tema de los pisos ni lo tocamos.
Cuando intenté un acercamiento más íntimo, buscando tal vez mitigar esa tristeza, me cortó en seco diciendo que yo era "demasiado formal" para ella. Así que me levanté y salí de allí pitando, literalmente, dejando atrás aquella noche surrealista y el barrio que parecía congelado en el tiempo.
La cosa pintaba bien desde el principio. Era belga, trabajaba en un banco, y tenía esa pinta de persona educada que te hace pensar que, al menos, no te va a pedir que bailes salsa en la primera cita. Alta, rubia, y un poco rellenita, hablamos de economía, de tarjetas de crédito y de cómo todo el mundo parece estar dejando de pagarlas (y, en mi caso, de cómo yo ni siquiera estaba pensando en comprar un piso). Pero ella, muy convencida, me dijo que sí lo haría en breve.
En un momento de la cita, me levanté para ir a la barra y, al girarme, noté que me miraba con cara de quien acaba de descubrir que le pusieron sacarina en vez de azúcar en el café. ¿Por qué esa cara? Ni idea. Quizás mi pie izquierdo, que tiene una inclinación artística desde un accidente de moto a los 15, no le cayó en gracia. O quizás simplemente la situación le parecía más rara que un billete de tres euros.
La cita iba en picada, así que sugerí salir a la calle. Pero antes de salir, le dije que era más guapa en persona que en las fotos, lo cual transformó su expresión como si acabara de ganar la lotería. Luego, me ofreció enseñarme las vistas de Benidorm desde un lugar llamado la Creueta, en la Sierra Helada. Nos subimos a su Renault Laguna y allá fuimos. Y, bueno, la cosa mejoró. La conversación era buena, y ella parecía culta.
Sin embargo, no diré mucho más, solo que salimos un par de veces más y, de repente, la chispa se apagó sin que yo supiera por qué. La última vez que quedamos, me dijo que estaba en Benidorm con una amiga y que si quería unirme a ellas para bailar salsa. Ella sabía muy bien que prefiero bailar con mis dos pies izquierdos que con cualquiera en una pista de salsa, así que pasé.
A partir de ahí, la noté más esquiva que un político en campaña. En Navidad, tuvimos una charla rara en la que se sinceró sobre su bajón por la envidia al ver el nuevo pisito de una amiga. Todo olía a "pisitofilia" de la buena, aunque ella fuera belga. En fin, no me ha vuelto a llamar. Era Sagitario, pero sinceramente, creo que eso no tuvo nada que ver.
Pensé que mi racha de citas desastrosas finalmente había llegado a su fin, pero estaba completamente equivocado. Durante la Navidad, tuve una conversación interesante con una ingeniera forestal de Mutxamel, con raíces andaluzas y extremeñas. Aunque no tenía piso propio, ya había abierto una cuenta vivienda, lo cual parecía un buen augurio. Su trabajo era por proyectos, así que podía pasar tres meses en Tarragona o solo dos semanas en Murcia, según el encargo.
Pero aquí es donde la realidad y las fotos en línea no coincidieron en absoluto. Su rostro no se parecía en nada a lo que había imaginado, y ahí mismo decidí que era mejor dejarlo. Sospecho que podría estar leyendo este blog, así que lo diré con cuidado.
Era una mujer totalmente dedicada a su profesión, aunque no fuera precisamente lucrativa. Sé que a muchas mujeres no les entusiasma mi trabajo; algunas incluso reaccionan con un "Uffff" nada más mencionarlo. A mí, la verdad, me da igual la profesión, pero ese nivel de sacrificio en los estudios y en el trabajo a veces deja de lado la vida social. Sea como sea, esta vez tampoco me interesé mucho.
La siguiente mujer con la que quedé fue de lejos una de las mejores, y casualmente, también Libra. Inicialmente pensé que era secretaria, pero resultó ser la directora de una empresa relacionada con la construcción—no sé si se encargaba de planos, tasaciones, o algo por el estilo. Era inteligente, guapa, simpática, y modesta, ¡incluso se tragó mis historias sobre la burbuja inmobiliaria! Con solo 29 años, ya tenía una vivienda propia, estaba divorciada y tenía un hijo. Sin embargo, antes de quedar me advirtió que solo podíamos ser amigos porque acababa de empezar una relación.
Lo cierto es que creo que nos gustamos tanto que, por eso mismo, no ha querido volver a verme. Durante nuestra conversación, la pillé con una expresión melancólica. Le pregunté si estaba pensando en su novio y, aunque no lo negó, había una confianza entre nosotros que era increíble considerando lo poco que nos conocíamos.
Espero que cambie de opinión y quiera volver a verme. Después de esta experiencia, cambié uno de mis criterios. Antes, era reticente a quedar con mujeres divorciadas, pero ahora casi lo prefiero. Al menos ellas saben lo que es estar con un hombre. Eso sí, cuando una mujer pasa de los 30 y sigue soltera desde hace mucho tiempo... Mal asunto. Y esto me lo aplico a mí mismo también, ojo.
Muchas veces, en los anuncios, las mujeres ponen eso de "abstenerse salidos", pero yo creo que lo que realmente quieren decir es "abstenerse inexpertos", porque la verdad es que casi todas están más calientes que una sartén en el fuego. Durante las vacaciones de Navidad, tuve un encuentro de lo más picante con una profesora de inglés, signo Piscis. Pasó todo el día calentándome por chat y luego por teléfono, hasta que por la noche decidí ir a su pueblo para "conocernos" en persona.
Acabamos en el asiento trasero de su coche, y el resto lo dejo a la imaginación. Ella era del tipo que disfruta teniendo el control, aunque muy amable, eso sí. Me comentó que estaba comenzando una relación con otro tipo que también conoció por internet, y que al día siguiente tenía una cenita romántica con él en casa. Imagino que con él se haría la santa.
A mí, por otro lado, me dejó sin cenar. Cuando consiguió lo que quería, desapareció rápidamente y me dejó en mi coche en ese pueblo extraño. Al final, tuve que volver a casa para cenar solo.
Esta vez decidí probar suerte con una Aries, y vaya que me topé con un personaje. Esta mujer ha sido, sin duda, la más miserable que he encontrado hasta ahora. Se tragaba todos mis globos sonda sin pestañear. Resulta que ya tenía un novio/amigo opositor en paro, y yo le dije que estaría mejor conmigo, que cuando sacara la plaza los bancos me darían el 100% del préstamo sin avales.
Ella se rió mucho y me contó que ya tenía en mente un piso de doscientos mil y pico euros a unos kilómetros de Finestrat. Le sugerí que hiciera ofertas a la baja, y me dijo que ya lo había intentado. Tenía una cuenta vivienda que caducaba en menos de un año, así que andaba con prisa. Era dentista y cobraba casi todo en negro, y ahí radicaba el problema: quería atrapar a algún incauto solvente, pero con la idea de deshacerse del opositor después de asegurarse el piso.
Y os preguntaréis, ¿por qué las mujeres me cuentan tantas cosas sin apenas conocerme? Pues no tengo ni idea, pero lo hacen. Conmigo se sinceran sin reparos, mientras que yo a veces no digo nada porque simplemente no me dejan hablar. Si me preguntan, siempre respondo con la verdad.
A pesar de todo, quedé con ella. Desde lejos, ella me reconoció enseguida, pero yo a ella no. Cuando se acercó, me pareció un gnomo, no llegaba al metro cincuenta. Fuimos a varios bares, charlamos y reímos, pero había mucho doble juego en la conversación. En un momento, me soltó: "a ti eso de firmar no te gusta mucho". En otra ocasión, le dije: "en Granada todo es mejor" (ella era de Granada), y me respondió: "sí, hasta los chicos". También me dijo que odiaba su Citroën C3 y que quería comprarse un BMW Serie 1. No me atreví a preguntarle si pensaba meterlo en el hipotecón de Finestrat que yo firmaría, o dónde.
Más tarde, en una cervecería, salió el tema de la política. Resulta que su ex va a ser el nuevo alcalde de Benidorm. Imaginad el personaje. Me dijo: "él muy inteligente no es, pero sabe estar en el lugar adecuado en el momento adecuado". Y, por supuesto, salir con las mujeres adecuadas.
Esta historia es muy reciente, y de hecho, la protagonista tiene la dirección de este blog, pero me da igual. Ella era de las que dicen que "no buscan nada", "no creen en estas cosas" y que "están muy bien así". El problema es que, aunque no buscábamos nada, terminábamos hablando hasta las tantas todos los días, y para colmo, vivía muy cerca de aquí.
A pesar de su resistencia, forcé un encuentro para dejar de lado tanto chateo. Pero, la verdad, la cosa no fue bien. Creo que no le gusté, y ella tampoco me gustó a mí. No era fea, pero su belleza ya estaba empezando a declinar, a pesar de tener solo 26 años. Por cierto, es la única valencianoparlante con la que me he encontrado hasta ahora; de trece, una. Así está la situación demográfica por aquí.
Después de ese encuentro, no nos hemos vuelto a dirigir la palabra. Hubo chispas, pero no del tipo bueno, sino algo raro. Ella es Leo, y con las Leo siempre tengo encontronazos extraños.
En general, lo que veo es que somos una generación de idiotas vanidosos, egoístas y con pretensiones de paleto. Ya lo he dicho antes en este blog, pero últimamente lo he visto de cerca. Muchos irán de relación en relación, sufriendo y causando dolor. Otros se acostumbrarán a la soledad. Muy pocos lograrán tener familias estables.
No sé cómo me irá a mí, pero me gustaría que alguna de estas chicas escribiera sobre mí y me diera un poco de caña. Sería interesante verme desde el otro lado. En cualquier caso, ya os contaré si encuentro lo que busco. Todavía tengo cuerda para rato antes de rendirme.
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Meetic fue fundada en París en 2001 por el empresario Marc Simoncini, marcando un antes y un después en el mundo de las citas online. Su lanzamiento fue un éxito rotundo entre solteros en busca de pareja, y solo dos años después, la plataforma se expandió a España, convirtiéndose en el primer país fuera de Francia en contar con el servicio.
El éxito de Meetic fue tan grande que la empresa creció rápidamente en valor, y antes de cumplir 10 años, fue vendida a IAC por 300 millones de euros. Tras la venta, Marc Simoncini asumió el cargo de CEO, conservando solo un 7% de las acciones.
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Es muy fácil. Si estás listo para conocer gente desde tu móvil, empieza ingresando tu correo electrónico, luego completa tu perfil con tus preferencias e información sobre ti. Meetic te mostrará perfiles compatibles con los que podrás conectar. Para obtener la suscripción premium a un precio reducido, sigue estos pasos:
1. Crea y completa tu perfil: Asegúrate de que esté bien detallado para atraer más atención.
2. Elige tu plan: Una vez que estés listo para activar tu pase, selecciona el plan que mejor se adapte a tus necesidades: 1, 3, o 6 meses. Recuerda que el código promocional actual solo es válido para la suscripción de 1 mes.
3. Introduce el código promocional: Al iniciar el proceso de pago, encontrarás un campo para ingresar tu cupón Meetic. Pégalo y observa cómo el precio final se ajusta.
4. Finaliza el proceso: Sigue los pasos restantes y ¡disfruta de tu suscripción premium a un precio reducido!
En Meetic puedes encontrar amistades, posibles romances o un grupo con quien disfrutar de una buena charla. Si quieres conectarte con las personas más compatibles, consigue el Meetic Badge.
¿Qué es el Badge? Este distintivo asegura que interactúas con personas afines a ti. Es una garantía de que eres agradable para conversar y salir, y también te permite identificar a otros usuarios que tienen este sello.
Para obtener el Meetic Badge, sigue estos pasos:
1. Completa tu perfil al 70%.
2. Añade una foto válida a tu perfil.
3. Mira los tutoriales gratuitos que Meetic ofrece.
4. Firma la carta magna de los mejores.
Disfruta de un cupón de descuento en Meetic y mejora tu experiencia con el Badge
Si estás buscando citas para personas mayores de 50 años. Con este servicio, puedes conocer gente y tener citas con personas de 50 años o más. Tú decides cuándo y cómo empezar a conectar con nuevas personas. ¡Es el momento de revivir el amor! Además, también puedes aprovechar un código promocional de Meetic en Ourtime para disfrutar de descuentos exclusivos.
Cada vez más personas recurren a páginas de citas, y aquí te mostramos cómo triunfar desde tu perfil.
Existen muchas páginas para ligar, pero pocas realmente efectivas. Ligar en línea sigue la misma lógica: hay varias maneras de hacerlo, pero no todas funcionan igual de bien. Además, la competencia es cada vez más fuerte, por lo que es crucial perfeccionar tus técnicas para destacar y encontrar tu historia de amor.
En Meetic, hemos visto cómo más de un millón de parejas se han conocido a través de nuestra app, y hoy queremos compartir contigo 9 consejos para ligar con éxito en las próximas semanas. Lo mejor de todo es que estos trucos los puedes aplicar de inmediato para empezar a ver resultados pronto.
En el amor hay tanto física como química, pero no es algo que se pueda aprender en los libros. Para saber si estás enamorado, debes confiar en señales más personales.
1. Recuerda que estás interactuando con personas reales
Puede parecer obvio, pero es fácil olvidar que detrás de una pantalla hay una persona real. Imagina a la otra persona más allá de su foto de perfil: conócela a través de su biografía y ten en cuenta que lo que escribas puede afectarla. Este pequeño cambio de perspectiva hará que ligar por internet sea una experiencia más auténtica y agradable para ambos.
2. Usa fotos variadas y de buena calidad
Las redes sociales nos han enseñado cuáles son nuestros mejores ángulos, y los smartphones son nuestros aliados. Destaca con tu primera foto. En lugar de repetir selfies o fotos frente al espejo, usa imágenes que cuenten tu historia. Fotos con mascotas o practicando deportes pueden sumar puntos, pero evita saturar con imágenes típicas de gimnasio. Un consejo extra: añade un toque de humor con texto en tus fotos para diferenciarte y provocar alguna sonrisa, lo que puede ser un excelente inicio de conversación.
3. Define lo que estás buscando en las páginas de citas
Cada vez más aplicaciones de citas, como Meetic, te permiten acceder a información detallada sobre la otra persona. Pero para conectar de verdad, primero debes tener claro qué tipo de relación estás buscando. Conocer tus propios objetivos hará que sea más fácil encontrar a alguien compatible.
4. Haz una buena primera impresión
“Hola, ¿qué tal?” es una frase demasiado común. La mayoría de las personas que usan redes sociales para ligar han recibido este mensaje cientos de veces. En lugar de seguir la misma fórmula, sé creativo y original al iniciar una conversación. Lee la biografía de la otra persona y personaliza tu mensaje. Evita los clichés y destaca entre la competencia.
5. Conoce el medio en el que estás ligando
Así como te adaptarías a ligar en una discoteca o una biblioteca, debes hacer lo mismo en una app como Meetic. Entiende el contexto y las reglas del juego para sacar el máximo provecho. Por ejemplo, en Meetic, que está orientada a relaciones serias, enfoca tus conversaciones en ese aspecto.
6. Evita hacer ghosting
El ghosting, o desaparecer sin explicación, se ha vuelto común, pero no por ello es aceptable. Si una conversación está fluyendo, mantén el contacto. No dejes que la conexión se enfríe y lleva la interacción de la pantalla a la realidad cuando sea el momento adecuado. Recuerda que la relación no tiene que terminar con la primera cita.
7. Comparte cosas interesantes
Evita caer en temas trillados como el gimnasio o el clima. Si quieres impresionar, utiliza la conversación para mostrar tu personalidad e ingenio. Comparte historias interesantes y busca desafiar a la otra persona con preguntas o comentarios que generen una conversación dinámica.
8. Escucha y lee con atención
Ligar por internet es como ligar en la vida real: requiere de atención. Antes de iniciar una conversación, asegúrate de haber leído la biografía de la otra persona. Responde de manera acorde a lo que te cuentan y permite que la conversación fluya naturalmente.
Consejo extra: ¡Atrévete a ligar por internet!
Todos estos consejos no servirán de nada si no los pones en práctica. Regístrate en Meetic (es gratis), completa tu perfil y comienza a aplicar estos 9 consejos para mejorar tus resultados. Nuestra amplia experiencia nos confirma que estos trucos funcionan.