Cine británico


BLACK NARCISSUS" (1947). Michael Powell, Emeric Pressburger. (Narciso negro).


Esta película está basada en la obra homónima de Rumer Godden y narra el traslado de cinco monjas anglicanas desde Calcuta a un paraje remoto del Himalaya, cerca de Darjeeling, para construir una Escuela y un pequeño hospital. La empresa no será fácil, pues en una carta, el agente inglés encargado del Palacio de Mopu y de esa zona, les advierte de las especiales características del emplazamiento, el clima y las costumbres de los lugareños. Todo eso unido a la inexperiencia de la joven recién nombrada madre superiora (Deborah Kerr), a la que la reverenda madre no duda en expresarle su poca preparación, creando un proyecto repleto de obstáculos.

La unión de diversos factores de aquel especial alojamiento generará una alquimia que las envolverá y cambiará inexorablemente. El palacio está construido en un cortante de la montaña con un simbólico desfiladero que se asoma al valle profundo y frondoso donde habita el agente Dean y el pueblo. La magia de las montañas nevadas del Himalaya que las rodean con picos cercanos en altitud al Everest les avisa de la fuerza de la naturaleza. El más alto próximo a ellas es llamado "Diosa desnuda" en una alegoría fantástica. El viento constante del lugar a 3000 m azota sus mentes y fortaleza espiritual. Lo que en principio creen que es el mal de altura, es en realidad una metáfora de la metamorfosis que van a sufrir.

Los frescos pintados en las paredes eróticos y sugerentes, que evocan tiempos anteriores del padre del General y sus mujeres, les anuncian su despertar sexual y una imagen de la peculiar ama de llaves entre jaulas antiguas de distintos tamaños posee una gran carga simbólica del aislamiento de estas mujeres y sus ganas de volar y descubrimiento posterior. La sensualidad que desprende el vulgar Dean y su trato displicente pone patas arriba la convivencia aparentemente tranquila, dinamitando las creencias de varias de ellas.

El plano de la monja Ruth donde toca la gran campana en ese vertiginoso precipicio augura lo peor. Plano para la posteridad que seguramente influyó y nos remite a la película "Vértigo" de Hitchcock.

Es tal la conjunción de elementos humanos, naturales y costumbristas, que terminan por sacudir a estas inermes mujeres, inestables, que no encuentran refugio en la fe, ni en su labor, ni en su ubicación. Han terminado impregnándose del magnetismo de las montañas, del florecer de los rododendros y bahuinias, de la naturaleza, en definitiva.

Y la irrupción de un impoluto príncipe que quiere formarse con ellas, con perfume a narciso negro y la acogida de una chica huérfana bellísima y sexual (Jean Simmons) terminarán por romper todas las cadenas impuestas por la religión.

Un ejemplo es la monja que sustituye las verduras del huerto por narcisos, madreselvas y tulipanes y que expresa a la madre superiora que la energía del lugar ha podido con ella y quiere que la trasladen porque está como abducida.

La represión sexual también se toca de lleno, aunque de forma sugerente y que hace recordar los tiempos amorosos del pasado de la madre superiora, que por un abandono y frustración la obligaron a formar parte de la Orden. Y la permanente enferma Ruth, que renuncia a sus votos y se viste de rojo, como si estuviera poseída para encontrarse con Dean.

Y la pérdida de la fe, las convicciones, la toma de decisiones correctas también se dan la mano en esta inclasificable película que empieza como film de aventuras, se vuelve drama y da un giro hacia el suspense con escenas de ambiente gótico y tenebrosas que te encogen el corazón.

La fabulosa fotografía de Jack Cardiff enfatiza la fuerza del entorno y su influencia, así como la dirección artística. La paleta de colores es impresionante, tanto de las paredes, ropas del príncipe y Ruth al final, el bosque y palacio. Y paradójicamente no hay escenarios naturales, está rodada en estudio con fantásticos decorados y en un jardín de estilo hindú en Sussex, pero que te transporta perfectamente a esa India que también recreó Renoir en "The river" y que tanto nos recuerda a ella. De hecho es de la misma autora el libro en que se basa.

Historias de unas monjas que, ante todo son mujeres, con sus pulsiones, humanas en cualquier caso y que se despojan de ataduras y presiones.

La recomiendo encarecidamente. No os la perdáis.


Estrella Millán Sanjuán.


FREE CINEMA.

“THIS SPORTING LIFE” (1963). (El ingenuo salvaje). Lindsay Anderson.


El cine británico, desde sus comienzos, realizó grandes aportaciones al séptimo arte; los pioneros de la Escuela de Brighton, unos fotógrafos con ansias de investigar y crear sus propios aparatos comenzaron a perfeccionar el lenguaje cinematográfico, rodando en exteriores con un estilo realista y temática social. A continuación, la Escuela documental inglesa que, en los años 30 del pasado siglo, capitaneada por John Grierson, aportó una nueva forma de hacer cine documental, después de quedar impactado con los trabajos de R. J. Flaherty.

Según el libro de Sánchez Noriega “Historia del cine. Teorías, estéticas y géneros” (2002) este equipo “trabaja en la formación de cineastas con el propósito de hacer un cine informativo y educativo, muy apegado a la realidad social y contrapuesto a la ficción y entretenimiento, (…) se trata de captar la vida real y otorgar protagonismo al trabajo y a los trabajadores”.

Estas dos referencias son los orígenes donde está imbricado el movimiento al que pertenece esta película que detallaré más adelante. El “Free cinema” surgió como contrapuesta a un cine académico y de estudio (magnífico, con autores como Lean, Olivier, Mckendrick, Powell y Pressburger, pero que fue decayendo en espectadores) y como resultado de una crisis del cine británico a causa de la invasión del cine estadounidense y la televisión, si bien se buscó un aumento de taquilla con las famosas películas de terror de la Hammer.

Estos directores de origen documentalista fueron denominados angry young men (jóvenes airados), cineastas también críticos de cine en revistas como “Sequence” y “Sight and sound”, con un importante bagaje cultural, al que influyeron también escritores como John Osborne, que bautizó al movimiento. Demandan un cine con compromiso social y un renacimiento de la tradición del documentalismo de la Escuela anteriormente citada. Un cine más realista y auténtico, de bajo presupuesto, rodado fuera de los estudios, que busca la renovación y está apoyado en corrientes de cambio cultural de la época, que pretenden una ruptura con la aparición de un nuevo personaje como es el proletariado; la clase obrera y su problemática social y laboral, con una crítica hacia las tradiciones.

Un poco posterior, es paralela la irrupción de estos nuevos cines, como fueron la nouvelle vague francesa, la nueva ola rusa y el nuevo cine español, que cambiaron el curso del cine clásico hacia el moderno, iniciado un poco antes por Rossellini y su magnífica “Viaggio in Italia” (1954).

Los nombres más destacados o núcleo fundamental fueron Karel Reisz, Lindsay Anderson y Tony Richardson, aunque pueden considerarse tangenciales John Schlesinger y Richard Lester también, si bien un director tradicional como Jack Clayton fue el precursor del movimiento con su magnífica “Room at the top” (1958).

Lindsay Anderson fue periodista, documentalista, director de cine y teatral y su película “This sporting life” fue uno de los máximos exponentes del Free cinema, en el que destacamos también “Look back in anger” (1959), “The loneliness of the long distance runner” (1962) de Richardson o “A kind of loving” (1962) de Schlesinger o “If…” (1968) de Anderson también. Los protagonistas son seres inconformistas, críticos con el sistema y las instituciones.

El ingenuo salvaje, como se tituló en España, es un relato resultado de una adaptación de una novela de David Storey, que significó el debut en largometraje de Anderson. Nos cuenta una etapa de la vida de un rudo minero, Frank Machin (Richard Harris), con continuos flahbacks, que consigue realizar una gran carrera deportiva en el mundo del rugby, el cual vive en una habitación de alquiler en la casa de la viuda Mrs. Hammond (Rachel Roberts) y sus dos hijos.

Un personaje del que nada sabemos respecto a su pasado, pero intuimos lleno de obstáculos económicos, carencias educativas y afectivas por el oscuro y tosco carácter del deportista. Esta gran película tiene partes documentales muy bien rodadas en las secuencias de los partidos de rugby en las que la multitud ruge en cada jugada perfectamante rodada. Los paisajes que rodean a los personajes tienen una total ausencia de estética, enfatizando con su atmósfera gris e industrial, simbolizadas por las enormes chimeneas, la opresión de esa clase obrera que olvida sus problemas gritando enfervorizada en los narcotizantes partidos.

Machin es un chico encumbrado a deportista de élite, con el que ha podido salir de un estrato social inferior y acceder a un mundo al que no pertenece. Manejado por los dueños del club deportivo, su frustración personal no le permite soportar ese ambiente que siempre ha deseado, pero que le viene grande. Un mundo de consumismo, de superficialidad e hipocresía como modus operandi.

Su máxima obsesión es conseguir ser aceptado a la fuerza por su casera, de la que está fervientemente enamorado, pero que también es un alma rota y no encuentra en esa relación tormentosa ninguna salida. Son dos seres desubicados, en un contexto social deprimido. Él no sabe canalizar su violencia verbal y física, ni demostrar que necesita amar y ser amado en el fondo. Ella no soporta los continuos regalos caros, ni ser una mantenida, porque es un mundo al que tampoco pertenece. Él se siente grande y fuerte en los partidos, pero empequeñecido y vulnerable con ella.

Creo que Anderson además de describir perfectamente un ambiente asfixiante por factores socioeconómicos, en lo que realiza un especial hincapié es en la naturaleza de personajes angustiados por su situación, con una profundización en su interior, en sus fracasos personales y emocionales, que les llevan al precipicio como observaremos al final de la película.

Las interpretaciones son lo mejor, siendo la pareja nominada a los Óscar, además de ganar Richard Harris el premio en el Festival de Cannes y Rachel Roberts en los BAFTA por ellas. La atmósfera plomiza y los interiores de la casa y del hospital están perfectamente dibujados para expresar el desencanto y desasosiego de una pareja destinada a no confluir jamás.

Este cine de compromiso social tuvo una vida efímera, si bien tuvo su continuidad 10 años después en la cultura joven, la moda y música pop. Y posteriormente han tenido a sucesores del cine social británico como Ken Loach, Mike Leigh y Stephen Frears.

Cine necesario, como lo fue en su tiempo el neorrealismo italiano, del que también bebieron.


Estrella Millán Sanjuán.



SATURDAY NIGHT AND SUNDAY MORNING” (1960). Karel Reisz.


Hace unas semanas escribía sobre el Free cinema, sus orígenes, influencias y el legado que nos dejó. Un movimiento surgido con las aportaciones de la Escuela de Brighton y la Escuela documental inglesa, con un espíritu de oposición al academicismo y una demanda de compromiso plasmada en un cine amante del documental y el realismo social. Y con el que surgía un nuevo tipo de personaje, la clase obrera con su lucha social y laboral en una sociedad desencantada con su porvenir.

Anoche veía una de sus películas más emblemáticas, de un director que fue uno de sus máximos exponentes y que con esta película ganaría tres premios BAFTA. Basada en la novela homónima de Alan Sillitoe, la historia se repite con un prototipo de joven tosco, con escasa formación, con padres flotando en la desilusión de haber envejecido después de la guerra súbitamente, sin ninguna inquietud y adormecidos por trabajos alienantes y barrios sumidos en el desengaño.

Muy parecido a otros jóvenes del Free cinema que marcaron una generación rebelde ante su presente y futuro y que se revolvía ante una sociedad tradicional, la explotación laboral, la represión sexual, lo convencional y que nos hablaba mucho del espíritu inconformista de esos “angry young men”, escritores y directores que plasmaron este sentir de una sociedad que se tambaleaba y cuestionaba su existencia.

Destaco al frustrado y lleno de amargura de “Look back in anger” (1956), al inconformista y rebelde de “The loneliness of the long distance runner” (1962), ambas de Tony Richardson. También al rudo protagonista de “A kind of loving” (1962), de John Schlesinger desencantado por la represión sexual, la convivencia con su suegra y un sueldo precario; el bruto exminero, manejado jugador de rugby y frustrado en el amor de “This Sporting life” (1963) o el ya más extremo joven en el internado de “If”, ambas de Lindsay Anderson. Y como precursora de este movimiento en la magnífica “Room at the top”, el joven es un ambicioso chico sin escrúpulos para conseguir ascender laboralmente. Todos chicos – no he encontrado ninguna chica protagonista, solo sufridoras de ellos – que expresan su malestar de la forma que saben, normalmente algo desmesurada producto de su irritación, tensión y sufrimiento.

En esta gran película que detallo, el protagonista es un chico agrio que trabaja en la industria y en la que parece que su máxima aspiración es apagar su insatisfacción los fines de semana bebiendo y teniendo relaciones con la esposa de un compañero al que desprecia. Toda una actitud para él de desafío a una sociedad en la que no se siente integrado, con un padre que no le escucha y una burla a la institución del matrimonio, mostrándose como un maleducado ante sus vecinos, en un barrio que parece ahogarle en una prisión en la que nada parece cambiar, ni existen atisbos de que vaya a ser así. Una rueda giratoria en la que trabajas duramente entre semana y de la que te bajas para creer que eres libre el fin de semana, pero solo para el disfrute vacío y carente de reflexión, y a la que subes cada lunes inexorablemente.

Arthur Seaton (un increíble Albert Finney) lleva una vida que se le escapa entre los dedos, su efímera sensación de libertad con la borrachera del sábado y la relación con la mujer casada (estupenda Rachel Roberts), tiene los días contados. Una serie de acontecimientos le bajan de la montaña rusa y le recuerdan que su ira de poco sirve. A la vez conoce a una chica muy recatada, de la que se enamora y que le hace cuestionarse su presente.

Esta sensación de asfixia de los personajes está muy bien completada con las viviendas de ese ladrillo típico británico, en las que solo vemos la parte de atrás y todas unidas como un enjambre, o el ambiente plomizo, contaminado y con bruma de las numerosas fábricas que les circunscriben y que están presentes todo el relato. No hay tregua, nos parecen decir, no existe ni una sola toma esperanzadora, incluso en el final en esa urbanización en construcción de clase media a la que la pareja protagonista pretende optar, dejando un final abierto, pero lleno de incertidumbre y nada esperanzador.

Muy buen dibujo de unos protagonistas fracasados, con una sensación de desengaño, de no querer pertenecer a un mundo en el que sienten amargura, aislamiento y un rotundo no a la vida de sus predecesores.


Estrella Millán Sanjuán.


"GONE TO EARTH” (1950).

Michael Powell y Emeric Pressburger.


Son comunes en la industria cinematográfica los desacuerdos entre la producción y el trabajo de los directores o los que hacen el montaje. La historia del cine está repleta de casos en que los productores imponen su criterio de forma contundente, cambiando a quien dirige por desavenencias, modificando el montaje final si no les gusta o al equipo técnico o artístico. Decisiones que pueden alterar el curso de una película como le pasó a esta.

“Gone to earth” fue una coproducción entre Alexander Korda, el reputado productor de la industria británica, que fundó la London Film productions, David O. Selznick, el conocido productor de cine norteamericano y la productora “The Archers”, de los directores y guionistas Michael Powell y Emeric Pressburger, que tan excelentes y vistosas películas crearon.

Selznick y Korda venían de coproducir la estupenda “The third man” (1949), de Carol Reed y lo hicieron también en esta protagonizada por la mujer del productor americano, Jennifer Jones, David Farrar y Cyril Cusack. El guión, realizado por los directores, está basado en la historia de Mary Webb, novelista y poeta romántica inglesa. Se rodó en los estudios Shepperton y los exteriores en el condado de Schropshire, de una belleza extraordinaria en sus paisajes.

El norteamericano estuvo muy encima del rodaje dando indicaciones en largas cartas, dirigidas a favorecer la omnipresencia de Jones, pero los directores ignoraron algunas de ellas. A este no le gustó el resultado final y llevó a los tribunales a los productores.

Aunque perdió el caso, no paró hasta que consiguió hacer su propia reedición solo para EEUU, con Rouben Mamoulian de director, que no aparece en créditos. Alexander Korda se quedaba con su versión para distribuir en Reino Unido y David O. Selznick podía hacerlo con la suya en su país, que se retituló como “The wild heart” y se estrenó en 1952.

La primigenia tiene más metraje, unos 115 minutos, mientras que la americana se redujo a 82. He podido comparar las dos, la que exhiben en FILMIN te dicen que es la segunda, pero en realidad es la de 1950. En la de Hollywood incluyen un prólogo con más planos del bosque y una narración a cargo de Joseph Cotten, que consta en los créditos y que, aunque guste escuchar su bonita voz, no hacía falta añadir, porque las imágenes originales hablan por sí mismas.

También he observado, claro, que desaparece el nombre de la productora de Korda (no la de “The Archers”) y su nombre y lo más reseñable es que el nombre de Jennifer Jones aparece destacado el primero y en solitario y los otros dos protagonistas lo hacen después con los demás. Desaparecen algunos planos, dulcifican un poco la relación del padre con la hija, así como la escena en la que canta en la casa, introduciendo más planos de animales ensimismados y eliminando algunos menos elegantes, pero más naturales de ella.

También desaparece el plano sugerente de un ojo de un rostro oscuro entre ramas antes del encuentro y el accidente con el seductor.

Introducen más primeros planos de ella, algún cartel explicativo sobre un agujero en la tierra que no hace falta, cambian un libro antiguo y cartas manuscritas. El desenlace final es más corto, añaden más planos medios de ella corriendo con un zorro y lo peor es que el animal en los planos que se inventan cuando es perseguida por los perros y los caballos, está disecado y se nota mucho, siendo sonrojante. Le añaden a esa secuencia un dramatismo más exagerado y en el que ella tiene más protagonismo.

Pero obviando esta historia, la película de 1950 me ha gustado, aunque la considero por debajo de obras maestras de ese tándem como “The red shoes”, “Black narcissus”, “A matter of life and death” o “The life and death of colonel Blimp”. La película, rodada en Technicolor, posee una fotografía muy buena, de Christopher Challis, que trabajó con la pareja en otras producciones. Si bien, el resultado del trabajo de Jack Cardiff en “Black narcissus”, me gusta incluso más.

Resulta un melodrama muy digerible que nada entre la magia especial de esa zona británica de brujas, supersticiones, misterios, tradición, religión y naturaleza como motor vital. Un triángulo amoroso ubicado en ámbito rural en el que las fuerzas telúricas y de la naturaleza cobran un protagonismo esencial, así como las relaciones de posesión hacia la mujer, una gitana marcada por el destino interpretada por esta actriz que no me convence en este papel; por un reverendo apocado y un seductor, interpretado muy bien por Farrar, con un atractivo como demostró en la citada “Black narcissus”, pero esta vez en un papel arrogante y desagradable.

La puesta en escena es muy atractiva y con mucha fuerza y simbolismo. Ya desde el principio, en ese plano en que ella entra a su casa y es enmarcada por el armazón de un ataúd que construye su padre, nos da muchas pistas de la tragedia, así como ese interminable socavón por el que se asoman en un magnífico contrapicado, donde se ve caer al vacío un palo.

O ese plano del beso del adulterio en el que solo se ven los pies y unas flores pisoteadas por él.

Colores de la naturaleza de los vestidos de ella verde, amarillo, rojo, blanco...que refuerzan su carácter salvaje.

Montañas, animales, bosques, ramas tenebrosas, escenas campestres, espectaculares atardeceres se suceden en este cuento para mayores que defiende la vida natural en contra de las convenciones y lo tradicional.

Una historia circular que empieza igual que acaba, con la persecución de esta chica y su zorro domesticado, en una alegoría de la opresión que sienten por la civilización y lo que ello conlleva.