Mi primer concierto público

Tengo un amigo que es rapero. Me escuchó cantar en una ocasión y le gustó mi voz. Me propuso hacer una canción con él y yo, evidentemente, acepté. Me fascina cantar y para mí sacar una canción es un sueño. Al parecer, escribió la canción pensando en que una chica cantara el “estribillo” (el estribillo no es rap, pero el resto de la canción sí lo es). Me envió la canción y me encantó; la base me gusta mucho y la parte que él interpreta es genial. Modifiqué un poco mi parte, la practiqué unos cinco minutos y se la mandé para ver qué le parecía. Le pareció que encajaba estupendamente y me agradeció muchísimo mi ayuda.


En buena medida, el motivo para animarme a hacerlo fue apoyar a mi amigo, pero, por otra parte, para mí significaba hacer realidad un sueño, aunque no sea ni una canción mía ni cante mucho en ella. Hemos decidido grabarla en un estudio y luego sacarla en todas las plataformas, pero todavía no lo hemos conseguido, ya que no logramos compaginar nuestros horarios.


Tres semanas después, me comentó que iba a hacer un concierto con otros artistas y que había puesto nuestra canción en el “tracklist”. De primeras, me entusiasmó la idea y me emocioné muchísimo, pero, cuando empecé a pensar en ello más despacio, empecé a ponerme muy nerviosa. iban a escucharme muchísimas personas cantando en vivo. ¿Y si cometo fallos?, ¿y si me sale algún gallo?, ¿y si me trabo?, ¿y si no sé moverme en el escenario?, ¿y si la gente me juzga?, ¿y si a la gente no le gusta la canción?… Le dije a mi amigo que tenía que pensarlo y le puse como excusa que no sabía si iba a estar muy ocupada con el colegio (lo cual también era cierto). Como siempre hago, no le transmití mis verdaderos sentimientos y decidí quedarme mis preocupaciones para mí misma.


Llegó la semana del concierto y a mí se me había olvidado por completo, no había practicado la canción. Mi amigo me preguntó qué había decidido hacer, empecé a agobiarme de nuevo, pero decidí no permitir que mis preocupaciones me impidieran hacer algo que deseo tanto. Ya me he privado demasiadas veces de hacer cosas por vergüenza, estrés, preocupaciones o ansiedad; esta no iba a ser una de ellas. Además, él me necesitaba para cantar la canción. Esto me ayudó como último empujón: al sentir que se lo debía, me “obligué” a cantar en el concierto; le quiero mucho y está siempre dispuesto a ayudarme. En el fondo me hacía muchísima ilusión, cantar es una de las cosas que más me gustan y más feliz me hacen en el mundo.


A pesar de todas estas reflexiones, la mañana del concierto me entró la angustia, estuve a punto de escribir a mi amigo diciéndole que no iba a hacerlo porque me desbordaban los nervios. Le expresé mis sentimientos a mi madre y me dijo que era una experiencia única y que, una vez terminara de cantar, me alegraría muchísimo de haberlo hecho. En el fondo lo sabía, pero me ayudó escucharlo de una persona externa, en este caso mi madre, que es una persona muy sabia y que siempre sabe qué hacer. No escribí a mi amigo. Hice algunas tareas pendientes y me preparé para el concierto. De nuevo tuve dudas: me probé un vestido ajustado y me ví horrible, más fea de lo habitual, y me entró el bajón. ¿Qué iba a pensar la gente de mí?, ¿cómo podía estar tan fea? Empecé a llorar. Quedaba media hora para irnos y entró mi madre, me dijo que daba igual lo que pensara la gente, que lo importante era disfrutar.


Tuve que ir antes para las pruebas de sonido. Al principio, lo pasé un poco mal porque estaba sola puesto que mi amigo cantaba en prácticamente todas las canciones y estaba en el escenario todo el tiempo. Había más gente para las prácticas de sonido pero no conocía a nadie. Me puse a hablar con dos chicas, una iba a cantar también. A los cinco minutos me llamaron para la prueba. Estaba muerta de nervios porque jamás había cantado con un micrófono de cable y, por si fuera poco, había bastante gente viéndome. Los técnicos de sonido me pusieron más nerviosa aún, no paraban de decirme que lo estaba sujetando mal, que cantara más alto… Fue un reto importante, pero conseguí afrontarlo y, además, en el momento del concierto fui perfectamente capaz de cantar. Inicialmente fue un momento desagradable, pero me sirvió para sacar lo mejor de mí. También resultó muy agradable, de la mano de mi amigo, conocer a los demás artistas, la verdad es que me causaron una impresión muy grata. Son buenas personas e hicieron que me sintiera integrada y atendida durante el resto de la noche, me sentí acompañada y apoyada. Gracias a ellos disfruté de verdad. Me atreví a reconocer que me sentía muy nerviosa y me animaron diciéndome que no tenía nada de lo que preocuparme, que les había gustado cómo había cantado en las pruebas de sonido y estaban seguros de que en el concierto lo iba a hacer mucho mejor. Llegué bastante tranquila a la hora de cantar gracias a ellos.

Estaba en el camerino cuando entró todo el público, habíamos llenado la sala. En total había 150 personas preparadas para escucharnos cantar. Fue un golpe de realidad. Ya había cantado otras veces frente a muchas más personas en los musicales que había hecho, pero en esas situaciones llevaba meses preparando los musicales y no conocía a casi nadie del público. Esta vez, sin embargo, el único ensayo de la canción con mi amigo había sido en las pruebas de sonido y entre el público había mucha gente de mi curso. Los nervios se transformaron en vergüenza, pero uno de los artistas me ayudó de nuevo a calmarme.


Mi canción era la sexta del tracklist y, antes de darme cuenta, ya me estaban llamando al escenario. Mi amigo me presentó como “Clarita, la persona más fuerte que conozco” y casi me pongo a llorar antes de empezar. Cantar con él me producía paz y alegría. En cuanto subí al escenario, sentí la adrenalina, los aplausos, los gritos… era alucinante. Empecé a cantar y de pronto me sentí segura de mí misma; la canción nos salió muy bien y todo el mundo nos felicitó.


Soy consciente de que todavía tengo mucho margen de mejora, pero estoy segura que, si practico más la canción, me saldrá mucho mejor la próxima vez. Aunque no lo parezca, he tenido que afrontar bastantes desafíos, pero no cambiaría esta experiencia por nada en el mundo. Además de haber aprendido a cantar con micrófono, me he confirmado en la convicción de que soy capaz de conseguir todo lo que me proponga.


Objetivos de aprendizaje alcanzados: 1, 2 y 5.