Separar la psique del cuerpo y tratarlos por separado, como si fueran distintos entre sí, es una forma poco realista de relacionarnos con nosotros. Sin embargo, la mayoría de nosotros tratamos nuestra propia mente como si fuera nuestro enemigo. El intelecto se desarrolla buscando llenar nuestros vacíos de adaptación al mundo que nos rodea, y este fenómeno puede llegar hasta una verdadera prostitución de la mente para proteger una continuidad de existencia que está en peligro.

Podemos hablar de una personalidad sana cuando los dos niveles -mental y físico- del funcionamiento de la persona están en buenas relaciones y cooperan para crear un estado de bienestar. Por el contrario, se puede hablar de una personalidad perturbada cuando estos dos están en conflicto.