Actividades previas

Lo que ofrecen estas páginas es un plan de viaje, un itinerario posible entre los muchísimos que podríamos trazar en el mapa que ofrece el programa de literatura de 4º de ESO. Este itinerario se centra en textos narrativos –nueve novelas y un relato breve-, que tienen algo en común: todos ellos recogen alguna de las muchas adversidades a que un ser humano ha de enfrentarse a lo largo de su vida y en las que, a buen seguro, alguno de vosotros se verá reflejado. Para presentaros los textos que jalonarán nuestro camino os proponemos tres actividades iniciales:

(Gran grupo. Oral) Aquí tenéis las cubiertas de los diez libros en que vamos a detenernos las próximas semanas. Sin más pistas por ahora que lo que tenéis delante, contestad a las preguntas que se plantean abajo:

• ¿Cuál os atrae más? ¿Cuál menos? ¿Cuál os deja indiferente?
• ¿Conocéis ya alguno de estos títulos, alguno de estos autores?
• ¿Qué elementos del aspecto exterior de un libro os pueden animar a cogerlo, a hojear siquiera las primeras páginas?
• ¿Os gusta leer? ¿Qué tipo de libros? ¿De qué o de quién os fiáis a la hora de coger un libro? Ahora mismo, ¿cuál de los que habéis leído últimamente recomendaríais a vuestros compañeros?

a) A los quince años tuve hepatitis. La enfermedad empezó en otoño y acabó en primavera. Cuanto más fríos y oscuros se hacían los días, más débil me encontraba. Pero con el año nuevo las cosas cambiaron. El mes de enero fue templado, hasta el punto de que mi madre me instaló la cama en el balcón. Veía el cielo, el sol y las nubes, y oía a los niños jugar en el patio. Una tarde de febrero oí cantar un mirlo.¨

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b) Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso. Primero porque es una lata, y, segundo, porque a mis padres les daría un ataque si yo me pusiera aquí a hablarles de su vida privada.

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c) A Ramón Fortuna le tiene dicho su abogado que no hable del asunto con nadie que no sea él o la psicóloga o el asistente social que a diario da un golpecito en la puerta, asoma la cabeza, y pregunta, qué tal, Ramón, cómo lo llevas. Pero a Ramón Fortuna le sobran ya esos consejos, ha aprendido a medir sus palabras, a años luz está de aquel Ramón Fortuna al que Marcelo Román, su abogado, dijo: “Chico, tú eres un imbécil”.

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d) Lo primero que puedo decirles es que vivíamos en un sexto sin ascensor y que para la señora Rosa, con los kilos que llevaba encima y solo dos piernas, aquello era toda una fuente de vida cotidiana, con todas las penas y los sinsabores. Así nos lo recordaba ella cuando no se quejaba de otra cosa, porque, además, era judía. Su salud tampoco era buena, y también puedo decirles que esa mujer merecía un ascensor.

La primera vez que vi a la señora Rosa tendría yo tres años. Antes de esa edad, uno no tiene memoria y vive en la ignorancia. Yo dejé de ignorar con tres o cuatro años y a veces lo echo de menos.

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e) Unas millas al sur de Soledad, el río Salinas se ahonda junto a la margen de la ladera y discurre verde y profundo. El agua es tibia porque ha pasado centelleante por arenas soleadas y amarillas antes de llegar a la estrecha charca. A un lado del río, las doradas pendientes de las estribaciones se curvan hacia arriba hasta los enhiestos y rocosos montes Gabilan, pero por la parte del valle, el agua está bordeada de árboles: de sauces verdes y frescos cada primavera, con depósitos de la crecida del invierno prendidos en las junturas de sus hojas más bajas, y de plátanos de troncos blancos y veteados, unos recostados, otros arqueándose por encima de la charca.

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f) En julio pasado se cumplió un año del comienzo de todo. A las pocas semanas de cumplir catorce años. Cuando el Monstruo de Ojos Verdes entró en mí.

El asunto entre mis padres no había comenzado aún. Bueno, probablemente sí había empezado, pero yo no estaba captando las señales. No quería captarlas.

Yo había ligado con un chico mayor en una fiesta y hubo mal rollo, o lo habría habido si no hubiera sido por el Monstruo.

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g) El cura esperaba sentado en un sillón con la cabeza inclinada sobre la casulla de los oficios de réquiem. La sacristía olía a incienso. En un rincón había un fajo de ramitas de olivo de las que habían sobrado el Domingo de Ramos. Las hojas estaban muy secas, y parecían de metal. Al pasar cerca, mosén Millán evitaba rozarlas porque se desprendían y caían al suelo.

Iba y venía el monaguillo con su roquete blanco. La sacristía tenía dos ventanas que daban al pequeño huerto de la abadía. Llegaban del otro lado de los cristales rumores humildes.

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h) La isla de Utajima solo tiene unos mil cuatrocientos habitantes, y el perímetro de su costa no llega a los cinco kilómetros.

En dos lugares de la isla los paisajes son de belleza insuperable. Uno es el santuario de Yashino, que está encarado al noroeste y se alza cerca del punto más elevado de la isla.

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i) Me llamo Arthur Gordon Pym. Mi padre era un acreditado comerciante en los almacenes navales de Nantucket, lugar donde nací. Mi abuelo materno fue un abogado de múltiple actividad. Tenía suerte en todo, y había especulado muy favorablemente con acciones del Edgarton New Bank –como se le llamaba entonces-. Gracias a estos y otros medios llegó a reunir una apreciable fortuna. Creo que me quería más que a nadie en el mundo, y esperaba yo heredar la mayor parte de sus bienes.

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j) El catorce de enero de 1922, Emma Zunz, al volver de la fábrica de tejidos Tarbuch y Loewenthal, halló en el fondo del zaguán una carta, fechada en el Brasil, por la que supo que su padre había muerto. La engañaron, a primera vista, el sello y el sobre; luego, la inquietó la letra desconocida. Nueve diez líneas borroneadas querían colmar la hoja; Emma leyó que el señor Maier había ingerido por error una fuerte dosis de veronal y había fallecido el tres del corriente en el hospital de Bagé.

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Antes de 1960 Después de 1960