Coloquio: El lector

El lector, de B. Schlink

Dadas las características de esta novela, cuyo argumento es imposible de mantener en secreto si queremos hacer una buena selección de fragmentos, os proponemos que la lectura de este libro sea efectuda por todos vosotros y de manera íntegra. Para no estropear vuestra propia lectura, os recomendamos que vayáis avanzando a medida que trabajamos los tráilers en clase, es decir, que hayáis leído al menos hasta donde comienzan los fragmentos seleccionados. La novela es interesante porque nos obliga a todos los lectores y lectoras a tomar posiciones morales con respecto a lo que sucede en ella. Por eso creemos que la mejor manera de profundizar en el análisis de la novela es hablar sobre ella, participar en los debates que vayan surgiendo.

Por si queréis abrir el coloquio más allá del aula, os sugerimos la posibilidad de crear un blog como este, que recoge el diálogo real mantenido por los lectores de El lector en un grupo de 4º de secundaria.


Sinopsis:

Michael Berg, joven de 15 años, inicia una relación sentimental con Hanna Schmitz, de 36 años. La relación viene marcada por la iniciación sexual de Michael y una curiosa costumbre: las lecturas en alto de los clásicos que este hace a petición de Hanna. Tras unos meses, ella desaparece. El azar los encontrará de nuevo en los juzgados siete años más tarde: Hanna, como acusada de colaborar con el Holocausto nazi, y Michael, presenciando como estudiante de Derecho el transcurso del juicio. Durante el proceso Michael se verá obligado a modificar radicalmente la idea que, hasta ese momento, había tenido de Hanna, de su relación y hasta de él mismo.

Contenidos temáticos de la constelación:

  • Frente a la culpa.
  • Frente a la dificultad de perdonar.


Contenidos específicos del arte de la ficción:

  • El punto de vista: la 1ª persona.

Antes de leer

Gran grupo. Oral. (Tiempo previsto: 10 minutos) ¿Existen razones para negarle el perdón a alguien? ¿Qué actos, aunque no fueran cometidos contra ti, te resultarían inaceptables? Y por otro lado, ¿qué harías si alguien a quien quieres guarda un secreto que lo hace sufrir? ¿Intervendrías para ayudarle a pesar de sus deseos?

tráiler 1

A Michael lo sorprende una indisposición en plena calle. Es ayudado por una desconocida, que lo lleva a su casa para que se asee un poco después de haber vomitado. Una vez repuesto de la enfermedad, su madre le aconseja que vaya a casa de la mujer a agradecerle su ayuda.


No sabía cómo se llamaba aquella mujer. Me quedé parado delante de la puerta, mirando los timbres indeciso y con el ramo de flores en la mano. Me daban ganas de dar media vuelta y marcharme. Pero entonces salió de la casa un hombre, me preguntó a qué piso iba y me mandó al tercero, a casa de Frau Schmitz.

Ni estuco, ni espejos, ni alfombra. Toda la modesta belleza de la escalera, muy inferior a la fachada, había desaparecido hacía tiempo. La pintura roja de los escalones había saltado en el centro, el linóleo verde grabado que cubría las paredes hasta la altura del hombro estaba gastado, y los barrotes que faltaban en la barandilla habían sido sustituidos por cordones. Olía a productos de limpieza. Aunque puede ser que no me fijara en eso hasta más adelante. La escalera siempre estaba igual de dejada e igual de limpia, y siempre reinaba el mismo olor a productos de limpieza, a veces mezclado con olor a carbón o a judías, a carne asada o a ropa lavada en agua caliente. De los demás inquilinos de la casa nunca conocí más que esos olores, las marcas de los pies delante de las puertas de los pisos y las placas debajo de los timbres. No recuerdo haberme encontrado nunca con nadie en la escalera.

Tampoco recuerdo cómo saludé a Frau Schmitz. Seguramente le recité dos o tres frases que llevaría preparadas, aludiendo a mi enfermedad, a su amabilidad y a mi agradecimiento. Ella me condujo a la cocina.

Era la habitación más grande del piso. En ella estaba la cocina y el fregadero, una bañera y un calentador, una mesa y dos sillas, un armario, un ropero y un sofá. El sofá estaba cubierto por una manta roja de terciopelo. No había ventana. Entraba la luz por la vidriera de la puerta que daba al balcón. No mucha luz; la cocina sólo se iluminaba cuando se abría la puerta. Entonces se oía el chirrido de la carpintería del patio y olía a madera.

[...]

Tampoco recuerdo de qué hablamos en la cocina. Frau Schmitz estaba planchando; había extendido sobre la mesa una manta de lana y un lienzo e iba sacando prendas de un cesto, planchándolas, doblándolas y dejándolas encima de una de las sillas. En la otra silla estaba yo sentado. También planchó su ropa interior; no pude evitar mirar, a pesar de que estaba apartada de la vista. Llevaba un delantal azul con pálidas florecitas rojas. Tenía el pelo rubio y largo sujeto en un moño sobre la nuca. Sus brazos desnudos eran pálidos. Los gestos con los que cogía la plancha, la guiaba y la volvía a dejar, y luego doblaba y apartaba las prendas, eran lentos y concentrados, y se movía y se encorvaba y se incorporaba con la misma lentitud y concentración. Sobre su rostro de entonces han ido depositando en mi imaginación sus rostros ulteriores. Cuando la evoco tal como era entonces, la veo sin rostro. Tengo que reconstruírselo. Frente alta, pómulos altos, ojos azul pálido, labios gruesos y de contorno suave, sin arco en el labio superior; mentón enérgico. Un rostro ancho, áspero, de mujer adulta. Sé que me pareció hermosa. Pero no consigo evocar su hermosura.

- Espera un momento -dijo cuando me levanté para irme-. Yo también tengo que salir, te acompaño un trozo.

Esperé en el recibidor. Ella se quedó en la cocina para cambiarse. La puerta estaba entornada. Se quitó el delantal y se quedó sólo con una combinación verde claro. Sobre el respaldo de la silla colgaban dos medias. Cogió una y la enrolló con rápidos movimientos de las dos manos. Se puso en equilibrio sobre una pierna, apoyó sobre la rodilla la punta del pie de la otra, se echó hacia adelante, metió la punta del pie en la media enrollada, la apoyó sobre la silla, se subió la media por la pantorrilla, la rodilla y el muslo, se inclinó a un lado y sujetó la media con el liguero. Se incorporó, quitó el pie de la silla y cogió la otra media.

Yo no podía apartar la vista de ella. De su nuca y de sus hombros, de sus pechos, que la combinación realzaba más que ocultaba, de sus nalgas, que se apretaron contra la combinación cuando ella apoyó el pie sobre la rodilla y lo puso sobre la silla, de su pierna, primero desnuda y pálida y luego envuelta en el brillo sedoso de la media. Se dio cuenta de que la estaba mirando. Se detuvo en el momento en que iba a coger la otra media, se volvió hacia la puerta y me miró a los ojos. No recuerdo qué había en su mirada: sorpresa, pregunta, comprensión, reproche. Enrojecí. Por un instante me quedé inmóvil; me ardía la cara. Luego no pude soportarlo más y salí corriendo del piso. Me lancé escalera abajo y llegué a la calle.

ACTIVIDADES TRÁILER 1

1. (Pequeño grupo. Escrito). En una novela, el narrador en primera persona, además de contar la historia desde su punto de vista, permite que sepamos muchos de sus pensamientos, sentimientos y dudas con respecto a lo que cuenta. En estas dos columnas resume por un lado lo que sucede en el fragmento y por otro cómo se siente o qué piensa el narrador.

Lo que sucede Lo que él siente





2. (Pequeño grupo. Oral) Pensemos ahora en la versión cinematográfica de la novela.

  • ¿Cómo creéis que puede llevar un director a la pantalla los sentimientos o pensamientos de un personaje?


3. (Pequeño grupo. Oral) Vamos a ver la secuencia que corresponde a lo que hemos leído. Después de haberla visto, responded:


  • ¿Sabemos cómo se siente él? ¿Por qué?
  • ¿Sabemos cómo se siente ella? ¿Por qué?


4. (Pequeño grupo. Escrito) Volveremos ahora a ver la secuencia. Anotaréis los planos que, durante su conversación y de manera intercalada, muestran el detalle de un objeto. También anotaréis el plano inmediatamente anterior y posterior al del objeto.Según una de las técnicas de montaje cinematográfico, la suma de estos planos ofrece al espectador la idea de un sentimiento/pensamiento asociado a un personaje.

PLANO A PLANO B PLANO C SENTIMIENTO/PENSAMIENTO (precisa de qué personaje)


tráiler 2

Nos encontramos en la parte central del juicio a Hanna. Como ya sabemos, su pasado como guardiana en un campo de concentración la ha llevado al banquillo. Recordemos: Un traslado de prisioneras, una iglesia que sirve como lugar de descanso durante el trayecto, un bombardeo que incendia la iglesia y hiere a parte de los soldados que las acompañan y unas guardianas que decidieron no abrirles las puertas a las prisioneras que iban a morir entre las llamas.


El juez se lo preguntó a Hanna. Pero ésa fue su última pregunta. La primera fue:

- ¿Por qué no abrió usted la puerta?

-Estábamos... Teníamos...-tanteó Hanna, en busca de una respuesta-. No supimos qué hacer.

-¿No supieron qué hacer?

-Había varios muertos, y los otros se marcharon. Dijeron que iban a llevar a los heridos al hospital y luego volverían, pero no tenían la menor intención de volver, y nosotras lo sabíamos. A lo mejor ni siquiera fueron al hospital, al fin y al cabo no había ningún herido grave. Nosotras también queríamos irnos, pero nos dijeron que necesitaban sitio en el camión para los heridos. Y además no querían… no les apetecía llevarse a tantas muje-res. No sé adonde se fueron.

-¿Y qué hicieron ustedes entonces?

-No sabíamos qué hacer. Fue todo tan rápido... La casa del párroco estaba ardiendo, y el campanario de la iglesia también, y los hombres desaparecieron con los coches, visto y no visto, y de repente nos encontramos solas con las mujeres encerradas en la iglesia. Nos habían dejado unas cuantas armas, pero no sabíamos utilizarlas, y aunque hubiéramos sabido, no nos habría servido de nada. Éramos un puñado de mujeres solas. Las prisioneras eran muchas más, ¿cómo íbamos a vigilarlas? Aunque hubiéramos conseguido mantenerlas a todas juntas, se habría formado una fila larguísima, y para vigilar una fila así hace falta algo más que media docena de mujeres.

Hanna hizo una pausa.

-Luego empezaron a chillar, cada vez más fuerte. Si hubiéramos abierto la puerta en aquel momento, habrían salido todas en desbandada y… El juez esperó unos instantes.

-¿Tuvieron miedo? ¿Tuvieron miedo de que las prisioneras se les echasen encima?

-¿De que se nos echasen encima? No... Pero, ¿cómo habríamos podido poner orden en aquel desbarajuste? Se habría armado un lío tremendo, no habríamos podido controlarlas. Y si hubieran intentado escaparse...

El juez volvió a esperar, pero Hanna no concluyó la frase.

-¿Tenían miedo de que, si las prisioneras huían, a ustedes las arrestaran, las juzgaran y las fusilaran?

-¡Es que no podíamos dejarlas escapar así, por las buenas! Era nuestra responsabilidad… Quiero decir que, si no, ¿para qué habíamos estado vigilándolas hasta entonces, en el campo, y durante el viaje? Para eso estábamos allí, para vigilar que no se escapasen. Y por eso no supimos qué hacer. Tampoco sabíamos cuántas habrían podido sobrevivir en los días siguientes. Habían muerto tantas ya, y las que quedaban vivas estaban tan débiles...

Hanna se dio cuenta de que con sus palabras se estaba poniendo las cosas aún más difíciles. Pero no podía decir otra cosa. Sólo podía intentar explicarse mejor, describir mejor lo que estaba contando. Pero cuanto más hablaba, más se complicaba su situación. Se quedó encallada y volvió a dirigirse al juez.

- ¿Qué habría hecho usted?

Pero esta vez hasta ella misma sabía que no habría respuesta. No la esperaba. Nadie la esperaba. El juez meneó la cabeza en silencio.

Por un lado, todos los que estábamos allí podíamos hacernos cargo del desconcierto y la impotencia que Hanna describía: la noche, el frío, la nieve, el fuego, los gritos de las mujeres en la iglesia, la desaparición de los que daban las órdenes y de los que las acompañaban a todas partes. Estaba claro que las guardianas se habían encontrado ante una situación muy difícil. Pero, por otro lado, la dificultad de la situación no borraba el horror ante lo que habían hecho, o dejado de hacer, las acusadas. No se trataba, por ejemplo, de un accidente de tráfico en una carretera solitaria, en una noche fría de invierno, con heridos y coches destrozados por todas partes. En un caso así, podía comprenderse que una persona no supiera qué hacer. Mí tampoco se trataba de un conflicto entre dos deberes iguales. Era posible imaginarse así la situación que Hanna describía, pero nadie estaba dispuesto a hacerlo.

-¿Fue usted quien escribió el informe?

-Entre todas nos pusimos a pensar lo que convenía escribir. No queríamos echarles la culpa a los que se habían ido. Pero tampoco queríamos reconocer que nos habíamos equivocado.

- O sea que lo pensaron entre todas. ¿Y quién lo escribíó?

- ¡Tú! -gritó la otra acusada, señalando de nuevo a Hanna con el dedo.

-No, no fui yo. ¿Tan importante es el detalle de quién lo escribiera?

Uno de los fiscales propuso requerir los servicios de un experto para comparar la letra del informe con la de la acusada Schmitz.

-¿Mi letra? ¿Quieren comparar mi letra con..,? El juez, el fiscal y el abogado de Hanna se pusieron a discutir si sería posible que una prueba caligráfica permitiera comprobar la identidad de una persona después de pasados quince años. Hanna les escuchaba, haciendo de vez en cuando amagos de ir a decir o a preguntar algo. Se la veía cada vez más preocupada. Y luego, por fin, dijo:

- No hace falta que llamen a ningún experto. Confieso que el informe lo escribí yo.

ACTIVIDADES TRÁILER 2

1. (Pequeño grupo. Oral) Este fragmento del juicio está organizado en torno a dos preguntas planteadas por el juez a Hanna. ¿Cuáles son?


2. (Individual. Escrita) Elaborad una especie de sentencia judicial que contemple vuestro veredicto acerca del caso. Escribidlo después de cuestionaros las siguientes preguntas en pequeño grupo :

  • ¿Es responsable Hanna de lo que se le inculpa? ¿Es culpable?
  • ¿En qué medida la “responsabilidad “que esgrime con respecto a su cargo es un argumento en su defensa?
  • ¿Es Hanna culpable histórica del Holocausto? Pensad que, mientras el pueblo alemán las juzgaba a ella, jueces, profesores y multitud de responsables nazis estaban en libertad. Tratad de tener en cuenta las razones que ella da a lo largo del interrogatorio. Compartid vuestras respuestascon todo el grupo.


3. (Pequeño grupo. Oral) Entre la vergüenza de ser analfabeta y la vergüenza de ser la responsable mayor de los asesinatos por los que se la juzga, Hanna prefiere lo segundo.

  • ¿A qué puede deberse?


4. (Pequeño grupo. Oral) Pensad en el analfabetismo de Hanna. Desde el punto de vista simbólico,

  • ¿Qué puede querer decirnos el autor con esto?

TRÁILER 3

Como hemos leído, Hanna decide asumir la autoría de la redacción del informe aunque no sea cierto. Este detalle puede costarle muchos más años de cárcel. Michael, que termina cayendo en la cuenta de que lo hace por ocultar su analfabetismo, no sabe qué hacer. El dilema es: respetar la decisión de Hanna o intervenir y decir la verdad para reducir su pena.

Intenté hablar del problema con mis amigos, Imagínate que alguien se dirige a sabiendas hacia su perdición, y tú puedes salvarlo. ¿Lo salvarías? Imagínate una operación con un paciente que toma drogas que son incompatibles con la anestesia, pero se avergüenza de ser drogadicto y no quiere decírselo al anestesista. ¿Hablarías con el anestesista? Imagínate que en un juicio se ha demostrado que el criminal era diestro, pero el acusado no se atreve a revelar que es zurdo porque le da vergüenza, y lo van a condenar. ¿Se lo contarías al juez? O imagínate que un crimen sólo pudo cometerlo, con toda certeza, un heterosexual, y el acusado es homosexual, pero se avergüenza de serlo y se calla. No te pregunto si tiene sentido avergonzarse de ser zurdo u homosexual. Sólo te pido que te imagines que el acusado no se atreve a confesarlo por vergüenza.

* * *

Mi padre me hizo exponer el problema, primero en abstracto y luego con ejemplos.

-Tiene algo que ver con el juicio, ¿verdad? -dijo enseguida. Pero meneó la cabeza para indicarme que no esperaba respuesta, que no quería penetrar en mi mente ni saber nada que yo no le contara por propia iniciativa. Y luego, con la cabeza echada a un lado y las manos sujetas a los brazos del sillón, se puso a pensar. No me miraba. Yo lo observaba a él: sus canas, sus mejillas como siem-pre mal afeitadas, las arrugas que se le marcaban entre los ojos y discurrían de las aletas de la nariz a las comisuras de los labios. Y esperé.

Para empezar se remontó a conceptos como la persona, la libertad y la dignidad, y recalcó la idea del ser humano como sujeto al que nadie tiene derecho a convertir en objeto.

-¿No te acuerdas de cómo te enfadabas de pequeño cuando mamá, por tu bien, te obligaba a hacer algo que no querías? ¿Tenía derecho a hacerlo, aunque fueras un niño? Es todo un problema. Un problema filosófico. Pero la filosofía no se preocupa de los niños. Los ha dejado en manos de la pedagogía, lo cual es un error. La filosofía se ha olvidado de los niños -añadió con una sonrisa-, y no sólo de vez en cuando, como me pasaba a mí con vosotros, sino para siempre.

-Pero...

-Pero en el caso de los adultos, desde luego, tengo muy claro que no hay justificación alguna para anteponer lo que un sujeto considera conveniente para otro a lo que éste considera conveniente para sí mismo.

-¿Incluso al precio de renunciar a la felicidad?

Negó con la cabeza.

-No estamos hablando de la felicidad, sino de la dignidad y la libertad. Tú, de pequeño, ya conocías esa diferencia. El hecho de que mamá siempre acabara teniendo razón no te servía de consuelo.

[...]

-Bueno, lo que pasa es que no sabía si debía tomar alguna medida ante la situación que te he escrito, y no me convencía mucho la idea que tenía de hacer, así que esto de pensar que no tengo derecho me parece...

No sabía qué decir. ¿Un alivio? ¿Tranquilizador? ¿Agradable? Todo esto no tenía que ver con la moral y la responsabilidad. Podía decir simplemente que me parecía bien, y eso sí sonaría a moral y responsabilidad. Pero no era cierto, aquello me producía una simple sensación de alivio y nada más.

-¿Agradable?-propuso mi padre.

Asentí con la cabeza al tiempo que me encogía de hombros.

-No, tu problema no tiene ninguna solución agradable. Vamos a ver: esa persona que conoce un secreto y no sabe si revelarlo, ¿se limita a observar o tiene algún tipo de responsabilidad? Si es así, esa persona debe actuar. Si sabe lo que le conviene al otro, y éste se niega a verlo, debe intentar abrirle los ojos. El otro siempre tendrá la última palabra, pero hay que hablar con él. Insisto, con él, no con otra persona a sus espaldas.

¿Hablar con Hanna? ¿Y qué podía decirle? ¿Que había descubierto la mentira de su vida? ¿Que ella estaba a punto de sacrificar su vida en aras de una estúpida mentira? ¿Tenía derecho a privarle de la mentira de su vida sin ofrecerle a cambio una alternativa de futuro? No se me ocurría ninguna a largo plazo, y tampoco me veía capaz de plantarme delante de ella y decirle que, después de lo que había hecho durante la guerra, era justo que, de momento y por unos años más, se pudriera en la cárcel. No me veía capaz de plantarme delante de ella y decirle nada. No me veía capaz siquiera de acudir a ella.

ACTIVIDADES TRÁILER 3

1. (Pequeño grupo. Oral). Las preguntas que Michael plantea en el primer fragmento son una invitación directa a que nosotros, como lectores y lectoras, nos las cuestionemos también. Por tanto, ¿qué haríais vosotros en las situaciones planteadas? Argumentad vuestras respuestas.


2. (Pequeño grupo. Oral) Con respecto a la conversacion que Michael mantiene con su padre:

  • ¿Qué busca Michael, una razón para decidir si actúa o no o, por el contrario, una excusa que justifique su no intervención, su pasividad? ¿Qué información nos daría vuestra respuesta acerca de la personalidad de Michael? Es decir, ¿cómo quedaría definido entonces?
  • Y por otro lado, ¿se merece Hanna como criminal la ayuda de Michael?

Para seguir leyendo/viendo

Si os interesan las narraciones en torno al Holocausto, quizá os pueda gustar alguno de estos títulos:

Novelas:

  • Sin destino, de Imre Kérstezt
  • Si esto es un hombre, de Primo Levi
  • El humo de Birkenau, de Liana Millu
  • Paradero desconocido, de Kressmann Taylor
  • Reencuentro, de Fred Uhlman
  • Maus, de Art Spiegelman (novela gráfica)

Películas:

  • La lista de Schindler, dirigida por Steven Spielberg en 1991
  • Vencedores o vencidos, película de S. Kramer sobre los juicios de Nüremberg.

Los dos títulos siguientes tienen en común con El lector el descubrimiento por parte de sus protagonistas de la implicación de un familiar muy inmediato en las torturas de la dictadura uruguaya (la primera), y los crímenes del nazismo (la segunda).

  • "Escuchar a Mozart", cuento del uruguayo Mario Benedetti.
  • La caja de música, película del director griego Costa-Gavras


Y, para terminar, una novela gráfica de trasfondo político publicada en varios volúmenes :

  • Jonas Fink (1/La infancia, 2/La adolescencia, 3/La Juventud), de Vittorio Giardino. En estos tres álbumes encontrarás la historia de Jonas, un muchacho que vive en Praga durante el periodo de influencia comunista y cuya vida cambia bruscamente el día en que la policía política se lleva a su padre, el doctor Fink. Jonas y su madre deberán salir adelante solos. El protagonista abandona los estudios y pasa de un trabajo a otro hasta caer en la librería del señor Pinkel, que le ofrece empleo como ayudante. Jonas acepta y desde el mostrador que atiende tomará contacto con los jóvenes universitarios opuestos al régimen.