El rumor del oleaje

El rumor del oleaje, de y. Mishima

Sinopsis:

Ambientada en una pequeña isla de pescadores en el Japón inmediatamente posterior a la II Guerra Mundial, narra la historia de un amor plagado de obstáculos entre dos jóvenes: Shinji, un joven pescador que debe mantener a su madre y a su hermano, y Hatsue, la hija de un rico naviero que ha de casarse con alguien de su clase para que subsista el clan familiar.

En la novela se nos dibuja todo un mundo de personajes secundarios (los familiares, los amigos, los ricos del pueblo, el farero…) cuyas vidas nos muestran una instantánea del Japón rural de aquella época, de las costumbres y las tradiciones que permiten a las personas vivir en armonía con el medio, con ese mar que es también un protagonista más dentro del libro.


Contenidos temáticos de la constelación:

  • Frente a los obstáculos y dificultades en las relaciones amorosas.


Contenidos específicos del arte de la ficción:

  • El narrador omnisciente y la omnisciencia selectiva.
  • El "tempo" narrativo y el ritmo de la narración.
  • El erotismo en la ficción.

antes de leer

Gran grupo. Oral. (Tiempo previsto: 10 minutos) ¿Deben los padres inmiscuirse en las relaciones afectivas de sus hijas o hijos? ¿En qué medida es importante tener en cuenta que estos sean o no menores de edad?


tráiler 1

Shinji y Hatsue se citan por primera vez a solas en una vieja y solitaria torre de observación abandonada a las afueras del pueblo, en lo alto de la montaña. Shinji, que llega primero, empapado y aterido por la fuerte lluvia de la tormenta, hace una fogata para calentarse y secarse. Se sienta a esperar a que llegue Hatsue y se queda dormido.


Cuando Shinji abrió los ojos, las llamas de la fogata ardían con el mismo vigor de antes, como si sólo se hubiera amodorrado unos instantes. Pero una sombra extraña y confusa estaba en pie al otro lado del fuego, frente a él. El joven se preguntó si estaba soñando.

Quien estaba allí era una muchacha desnuda, con la cabeza inclinada y sosteniendo una camisa blanca para que se secara. De pie y con ambas manos, de las que pendía la camisa, extendida hacia las llamas, revelaba todo el torso.

Tras cerciorarse de que no estaba soñando, a Shinji se le ocurrió que, con un poco de astucia, si fingía seguir dormido, podría contemplar a la chica con los ojos entornados. No obstante, el cuerpo femenino era demasiado hermoso para poder contemplarlo sin hacer ningún movimiento.

Cuando las buceadoras salen del agua, tienen la costumbre de secarse junto a una fogata. Eso sin duda explicaba que Hatsue no se lo hubiera pensado dos veces antes de hacer lo mismo en la torre. Cuando llegó al lugar de la cita, se encontró con el fuego y con el muchacho... profundamente dormido. Así pues, era evidente que, tras decidirse con la rapidez con que lo habría hecho una niña, se dispuso a secar tanto sus ropas como su cuerpo mojado mientras el muchacho dormía. En una palabra, la idea de que se estaba desvistiendo delante de un hombre no había pasado por su mente. Sencillamente, se desvestía ante una fogata porque era el único fuego disponible y porque estaba mojada.

Si Shinji hubiera tenido más experiencia con las mujeres, al contemplar a Hatsue desnuda, al otro lado del fuego, en las ruinas azotadas por la tormenta, habría comprendido de modo inequívoco que su cuerpo era el de una virgen. Su piel, que estaba lejos de ser pálida, era una piel acostumbrada al contacto constante con el mar y estaba tensa y lisa; y allí, en la amplitud de un pecho capacitado para las numerosas y largas inmersiones, dos senos pequeños y firmes se desviaban un poco uno del otro, como avergonzados, y erguían dos capullos de color rosado. Puesto que Shinji, temeroso de ser descubierto, apenas había abierto los ojos, la silueta de la muchacha seguía siendo un vago contorno y, visto a través de un fuego cuya luz ascendía hasta el techo de cemento armado, resultaba casi indistinguible de las llamas oscilantes.

Pero entonces el muchacho parpadeó, y por un instante la sombra de sus pestañas, magnificadas por la luz del fuego, se proyectó en sus mejillas.

Rápida como el pensamiento, la joven se cubrió los senos con la blanca camisa, que no estaba completamente seca.

-¡Cierra los ojos! -gritó.

De inmediato, el honesto muchacho cerró los ojos y los apretó con fuerza. Ahora que lo pensaba, desde luego había sido un error fingir que aún estaba dormido... Claro que, ¿tenía él la culpa de haberse despertado cuando lo hizo? Este razonamiento imparcial le infundió valor, y por segunda vez abrió sus ojos negros y hermosos.

La muchacha no sabía qué hacer, y ni siquiera había empezado a ponerse la camisa.

- ¡Cierra los ojos! – gritó de nuevo, en un tono agudo, infantil.

Pero Shinji no volvió a fingir que cerraba los ojos. Desde niño se había acostumbrado a ver desnudas a las mujeres del pueblo pesquero, pero era la primera vez que veía desnuda a la mujer que amaba. Y, sin embargo, no comprendía que, por el mero hecho de que estuviese desnuda, se había alzado una barrera entre ellos que dificultaba las muestras de cortesía ordinarias, las confianzas naturales. Con la franqueza de la juventud, se puso en pie.

Entonces ambos se quedaron quietos, mirándose, separados por las llamas.

El muchacho se movió un poco a la derecha. Ella hizo lo mismo. Y allí estaba la fogata, alzándose para siempre entre ellos.

- ¿Por qué huyes?.

- ¿Por qué va a ser? Porque tengo vergüenza.

Shinji no replicó: “¿Entonces, por qué no te vistes?”. Quería mirarla, aunque sólo fuese un poco más. Sintió que debía decirle algo, y se descolgó con una pregunta infantil:

- ¿Qué es lo que te haría perder la vergüenza?

Entonces la joven dio una respuesta ingenua de veras, aunque sorprendente:

- Si tú también te desvistes, se me pasará la vergüenza.

Shinji se sumió en la perplejidad, pero, tras un instante de vacilación, empezó a quitarse el jersey de cuello alto, sin decir una sola palabra. Inquieto por la posibilidad de que Hatsue huyera mientras él se desvestía, permaneció ojo avizor incluso durante el momento en que se deslizaba el jersey por la cara. Entonces sus ágiles manos arrojaron el jersey a un lado, y apareció la figura desnuda de un joven, mucho más apuesto que cuando estaba vestido, tan sólo cubierto por un sucinto taparrabos. Sus pensamientos se volvieron con tal ardor hacia la muchacha que estaba ante él que por un momento perdió totalmente el sentido del pudor.

- Ahora ya no sientes vergüenza, ¿verdad?

Lanzó la pregunta a Hatsue como si estuviera interrogando a una testigo.

Sin percatarse de la enormidad de lo que estaba diciendo, la muchacha le dio una explicación sorprendente.

- Sí...

- ¿Por qué?

- Porque... aún no te lo has quitado todo-.

Shinji recuperó entonces el sentido del pudor, y a la luz de la fogata su cuerpo adquirió una tonalidad carmesí. Empezó a hablar, pero una sensación de sofoco le hizo interrumpirse. Entonces, acercándose tanto al fuego que casi se le quemaron las yemas de los dedos, y mirando con fijeza la camisa de la muchacha, en la que oscilaban las sombras arrojadas por las llamas, por fin logró decirle:

- Si… si apartas eso… lo haré.

En los labios de Hatsue afloró una sonrisa espontánea, pero ni ella ni Shinji tenían la menor idea de cuál podría ser el significado de su sonrisa.

La camisa blanca que sujetaba la muchacha había cubierto a medias su cuerpo, desde los senos hasta los muslos. Entonces la arrojó hacia atrás.

Shinji la contempló, y acto seguido, allí de pie, como la escultura de algún héroe, sin desviar un solo momento los ojos de Hatsue, se desató el taparrabos.

En aquel preciso momento la tomenta se manifestó con furia al otro lado de las ventanas. Hasta entonces el viento y la lluvia se habían abatido alrededor de las ruinas con la misma fuerza, pero fue entonces cuando los jóvenes repararon en que había una tormenta, en que al pie de la torre, bajo las altas montañas, el Pacífico se agitaba con un frenesí perenne.

La muchacha rerocedió unos pasos... No había salida. Estaba de espaldas contra la tiznada pared de cemento armado.

- ¡Hatsue!- gritó él.

- Salta por encima del fuego y ven aquí. ¡Vamos! Si saltas por encima del fuego y vienes...

Ella respiraba entrecortadamente, pero su voz era clara y firme. El joven, desnudo, no lo dudó un instante. Se puso de puntillas, saltó y su cuerpo, resplandeciente a la luz de las llamas, voló por encima de la fogata. Al cabo de un instante se hallaba ante la muchacha. Su pecho le tocó levemente los senos.

“Blandos y al mismo tiempo firmes...; esa es la blandura y la firmeza que imaginé el otro día bajo aquel jersey rojo”, pensó, lleno de agitación.

Se abrazaron. Ella fue la primera en dejarse caer lánguidamente al suelo, atrayendo al joven en su caída.

ACTIVIDADES TRÁILER 1

1. (Pequeño grupo, oral) En este fragmento Mishima nos relata el encuentro entre dos jóvenes enamorados. Si os fijáis, el tiempo que hemos empleado en leerlo es muy superior al lo que los protagonistas hubieran necesitado para “vivir” ese episodio amoroso. Llamamos tempo a la relación entre el tiempo que requiere la acción que leemos con el tiempo que necesitamos como lectores para leerla. Así, tanto en cine como en literatura, un "tempo lento" sería aquel en que el autor emplea mucho tiempo para contar pocas cosas. Un autor puede ralentizar el tempo con los siguientes recursos:


- La inserción de los pensamientos de los personajes.

- La descripción del espacio.

‍- Las explicaciones del narrador sobre el comportamiento de los personajes.

- Referencias a acontecimientos pasados.


  • Localizad en el texto los momentos más evidentes en los que la acción se "detiene" y te deja "enganchado" a la lectura.
  • Comentad en cada caso cuál es el recurso utilizado, de los mencionados anteriormente. ¿Os parece un acierto o un desacierto esta forma de "ralentizar" las acciones?


‍2. (Gran grupo. Oral). Fijaos en este fragmento y reflexionad:


Ahora ya no sientes vergüenza, ¿verdad?

Lanzó la pregunta a Hatsue como si estuviera interrogando a una testigo.

Sin percatarse de la enormidad de lo que estaba diciendo, la muchacha le dio una explicación sorprendente.

- Sí...

- ¿Por qué?

- Porque... aún no te lo has quitado todo.


  • ¿Sería igual de “sorprendente” si esta respuesta la diera el chico? ¿Por qué?
  • ¿Diríais que el comportamiento de los amantes en esta relación sexual es equivalente o creéis que se aprecian diferencias entre uno y otro que podríamos atribuir a los tradicionales roles masculino y femenino?
  • A pesar de tratarse de un narrador omnisciente, externo a los hechos, ¿se podría decir que éstos se están contando más bien desde la perspectiva de uno de los dos protagonistas? ¿Desde qué perspectiva, la del chico o la de la chica? ¿Cómo lo sabéis?
  • ¿En qué hubiera cambiado si el narrador nos los hubiera contado desde la otra perspectiva?


3. (Individual. Escrita) Describir escenas más o menos teñidas de erotismo no siempre es fácil. Leed el siguiente fragmento de Crepúsculo, de Stephenie Meyer:

Entonces tomó mi cara entre sus manos, casi con rudeza y me besó en serio, moviendo sus labios insistentes contra los míos. Realmente no había excusa para mi comportamiento. Ahora lo veía mas claro, como es lógico. De cualquier modo parecía que no podía comportarme como lo hice la primera vez. En vez de quedarme quieta, a salvo, mis brazos se alzaron para encontrarse apretadamente alrededor de su cuello y me quedé de pronto soldada a su cuerpo, duro como la piedra. Suspiré y mis labios se entreabrieron. Se tambaleó hacia atrás, deshaciendo mis brazos sin esfuerzo.

- ¡Maldita sea, Bella!- se desasió jadeando- ¡Eres mi perdición! Te juro que lo eres...


  • Este fragmento está escrito en 1º persona, es decir, el narrador es interno, forma parte de la historia que relata. Deberás reescribir la escena leída, tratando de mejorarla. Emplearás para ello la 3ª persona omnisciente (como en el fragmento leído de Mishima), escogiendo para narrarlo el punto de vista de uno de los personajes (omnisciencia selectiva). Deberás intercalar en la escena los recursos observados en el fragmento de El rumor del oleaje.

TRÁILER 2

Los padres de Hatsue prohíben a la muchacha salir de casa para impedir su relación con Shinji. Los jóvenes no encuentran la manera de verse. Un día Shinji recibe una carta de Hatsue en la que ésta le comunica que aprovechará que su padre no podrá vigiarla esa noche para escaparse y encontrarse con él en lo alto de la montaña, a las puertas del santuario de Yashiro. Shinji la espera emocionado e inquieto en la oscuridad.


Shinji se puso en pie, avanzó a oscuras entre los pinos y se detuvo en lo alto del tramo de doscientos escalones por los que se bajaba al pueblo. No había luna, unas nubes delgadas cubrían el cielo y solo de vez en cuando se veía una estrella. Y, sin embargo, los escalones de piedra caliza recogían hasta el último destello de la débil luz nocturna y, con el aspecto de una inmensa y majestuosa catarata, descendían desde el lugar donde Shinji se encontraba.

La noche ocultaba por completo la enorme expansión de la bahía de Ise, pero en las riberas más lejanas se veían luces, y aunque escaseaban a lo largo de las penínsulas de Chita y Atsumi, formaban bellos y densos racimos en torno a la ciudad de Uji-Yamada.

El muchacho se enorgullecía de la flamante camisa que llevaba. Estaba seguro de que su blancura inigualable llamaría de inmediato la atención desde el pie de los doscientos escalones. Hacia la mitad de la escalera había una sombra, como agazapada entre las ramas de pino que pendían a ambos lados de los escalones.

Una figura humana muy pequeña apareció al pie de la escalera. El corazón de Shinji dio un vuelco de alegría. El sonido de las geta que subían con decisión por los escalones resonaba con una intensidad que no guardaba proporción con la pequeñez de la figura. Las pisadas eran briosas y los pies que las causaban parecían infatigables.

Shinji contuvo el deseo de correr escalones abajo al encuentro de Hatsue. Al fin y al cabo, puesto que había esperado tanto tiempo, tenía derecho a permanecer tranquilamente allá arriba. Pero lo más probable era que, cuando ella se hubiera acercado lo suficiente para que él pudiera verle la cara, el único modo de refrenar el impulso de gritar su nombre fuese bajar corriendo hacia ella. ¿Cuándo podría verle la cara con claridad?¿A la altura del centésimo escalón?

En aquel instante, Shinji oyó unos gritos coléricos desde el pie de la escalera, una voz que ciertamente parecía pronunciar el nombre de Hatsue.

La muchacha se detuvo bruscamente en el centésimo escalón, que era algo más ancho que los demás. Shinji observó la agitación de su pecho.

El padre de Hatsue emergió de la oscuridad donde había estado oculto. Asió a su hija por la muñeca, y Shinji les vio intercambiar unas palabras violentas. Permaneció inmóvil en lo alto de los escalones com si estuviera allí atado. Terukichi no se dignó mirar una sola vez en dirección a Shinji. Asiendo la muñeca de su hija, empezó a bajar los escalones.

Incapaz de decidir lo que debería hacer y con la sensación de que tenía la cabeza medio paralizada, el joven siguió inmóvil donde se encontraba, como un centinela en lo alto de los escalones de piedra.

Las figuras del padre y la hija llegaron al pie de los escalones, giraron a la derecha y desaparecieron.

ACTIVIDADES TRÁILER 2

1. (Pequeño grupo. Oral)

  • Imaginad qué pudo llevar al padre de Hatsue a oponerse a la relación amorosa de su hija. Y, además, a actuar como lo hace en esta escena.
  • En vuestra opinión, ¿qué razones podrían llevar actualmente a que unos padres se opusieran o impidieran una relación sentimental elegida por sus hijos?


2. (Gran grupo. Oral) Dicen que solo los amores contrariados son rentables narrativamente, porque son los que permiten tensar el argumento y enredar la trama, profundizar en la psicología de los personajes y mantener el suspense, hasta llegar a la felicidad o infelicidad final de los amantes. El repertorio de los obstáculos que se interponen en estos "amores difíciles" es bastante amplio.

  • Enumerad títulos de relatos (novelas, películas, etc.) en los que todo gire en torno a una relación amorosa difícil. Especificad el obstáculo que hace difícil la relación.

TÍTULO OBSTÁCULO

Romeo y Julieta La oposición familiar






Para seguir leyendo/viendo

El título por antonomasia de los amores contrariados es Romeo y Julieta, de Skakespeare, del que ofrecemos diversas versiones:

  • Romeo y Julieta, de W. Shakespeare.

Aquí tenéis un tráiler de la versión moderna de Romeo y Julieta, estrenada en 1996 y dirigida por Baz Luhrmann. Los protagonistas son Leonardo Di Caprio y Claire Danes.

Si preferís la versión clásica, podéis ver Romeo y Julieta de Franco Zefirelli (1968)

En la estela de El rumor del oleaje se sitúan las dos novelas que presentamos a continuación:

  • Dafnis y Cloe, de Longo, es una breve novelita griega escrita en el siglo II o III, cuyo erotismo nos sigue conmoviendo. Comparte con El rumor del oleaje la mezcla de inocencia y deseo de sus dos jovencísimos protagonistas, crecidos también en un entorno natural idílico, y la amenaza de diversos obstáculos que se interponen en medio de su inquebrantable amor.


  • La obra de Bernardin de Saint-Pierre Pablo y Virginia publicada en 1787, narra también los amores de dos jóvenes, amigos desde la infancia, en medio de la naturaleza.


En otra estela muy diferente se sitúan las novelas de Jane Austen. Novelas de amor sin duda, cuentan las dificultades de las jóvenes hijas de la burguesía rural de la Inglaterra de comienzos del siglo XIX por conciliar amor y matrimonio. Algunos de sus títulos más conocidos, de los que también existe versión cinematográfica, son Orgullo y Prejuicio y Sentido y Sensibilidad. Y os recomendamos también, de manera especial, la que fue su primera novela, La abadía de Northanger, y la que es posiblemente su obra maestra, Mansfield Park.


Pero todas estas son historias de amor heterosexual. No es fácil tropezar en los libros con historias de amor protagonizadas por dos hombres o dos mujeres. Tanto es así que, cuando este sucede, ese hecho –el de que se trate de un amor homosexual- se convierte en la principal adversidad de sus protagonistas. Podéis verlo, por ejemplo, en la película Fucking Åmål, del sueco Lukas Moodysson.

A veces, sin embargo, el principal obstáculo en los primeros amores es atreverse a declarar el amor que uno siente, como le ocurre a protagonista de esta película francesa de 1998: La escurridiza, o cómo esquivar el amor (L'esquive).


Por último, si queréis acudir a un completo repertorio de amores contrariados, no dejéis de leer las Heroidas, de Ovidio. El libro lo forman las cartas que distintos personajes femeninos (en su mayoría) de mitos y leyendas clásicos escriben a sus amantes: Briseida a Aquiles, Dido a Eneas, etc.