Soy una ola, palabra irreverente y muy breve con eco profundo.
Aquí, en estos lapsus de realidad intemporales, veo elementos conectados formando un todo global donde no puede faltar un fragmento ni una extremidad (todo perfecto, necesario y solaz), subo y bajo escaleras en el escaparate de unos y ceros rodeados de ausencia. Veo signos que ofertan oscuridad, ausencias y un nicho a buen precio, a cambio, nuestros miembros pulsantes, nuestros sueños todavía. Veo una piel vacía expuesta en la pared, cabezabajo, pelos cayendo como mocho.
¡Silencio! Mi hijo aún duerme rodeado de kilómetros, en la casita subterránea.
Yo desvanecida con todo, física y químicamente atestiguada, librada, solitaria libélula lesionada cubierta de heridas herederas sin reciprocidad…, sin darme cuenta tejí nuestra vida aquí, y qué es una caballo y una silla independientemente de su uso, decidí irme.
Salí volando una mañana por la ventana y todo ardía a mi alrededor cuando volví a la que parecía ser mi casa, una gran nube de humo amarillento, calor insoportable dentro y fuera, tijeras con preciosos gemelos cortando ligamentos, ocas cebadas, vientres comprados, ruedas dentadas, tejidos mirándose el ombligo, espejismos incandescentes con arrugas o no hace mucho paridos construidos con pecho peludo, rio espeso de cristales oscuros y afilados alfileres amenazantes.
Veo miradas que me devuelven la mía… aquella mañana, resurgí. ¡Rechazo el papel asignado, reviso atracciones y herramientas, trazo los pasos de mi baile ambulante y ligera, convierto los lamentos en riendas, celebro el delgado zumbido que me despierta, barro los sistemas deformantes, siembro entusiastas sonrisas que aspiran a la relevancia en una jaula aburrida que me persigue estructura invisible que me amordaza!
Frente a la mesa se une en mí la rabia que arranca los dientes y arrastra la lengua. Me naceré a finales de febrero, entre olas y mulos de suave mirar, que me devuelven mis rasgos, recién paridos, abandonados, encantaré a los escenarios resplandecientes, crearé mi propio diccionario, ¡derrocaré sus trampas!
Sopla un viento caliente luchando contra golpes metálicos, las sirenas ulúlan calle abajo, las luces de lo abstracto me persiguen, yo grito explosiva mi no sitio entre tantas señales persuasivas y banderas uniformadas,
que no es ropa tendida
que no es mi piel
que no son alas.
Autora: Elena Rodríguez Ramírez