En cualquier acción formativa que se implemente, es necesario diseñar los métodos de evaluación que emplearemos para hacer el acompañamiento del aprendizaje de los participantes. Es importante seleccionar instrumentos de evaluación que ayuden a los participantes a situarse en el proceso y a saber en qué punto se encuentran respecto a los objetivos generales de la actividad formativa en la que están participando. También debemos seleccionar qué enfoque metodológico va a tener la evaluación, quién va a ser el agente o agentes evaluadores y cuál va a ser la finalidad de la evaluación.
Aprender significativamente implica evaluar y evaluarse.
La evaluación puede ser sumativa y formativa; puede llevarla a cabo el propio alumnado: autoevaluación; puede realizarse entre iguales: coevaluación; o la puede realizar una persona diferente al alumnado, como por ejemplo, el docente: heteroevaluación.
En cualquier caso, es necesario evaluar si los objetivos se han alcanzado, qué competencias se han desarrollado y cómo, qué dificultades se han encontrado, cómo han aprendido y qué, cuándo, de quién.
Decisiones
Vamos por tanto a pensar, en un primer momento, en algunas preguntas relativas a la evaluación:
¿Cuáles son las prácticas de evaluación que utilizas en tu trabajo como docente?
¿Qué estrategias de evaluación utilizas?
¿Qué tipo de evaluación te proporcionan?
¿Te permiten ver al alumnado actuando o sólo replicando una lección que previamente has explicado?
¿Te permiten valorar un buen número de competencias en tu alumnado?
¿Cómo podrías adaptarlas al aprendizaje en línea?
Una vez seleccionados los criterios del proceso de evaluación, deberemos seleccionar las herramientas o los instrumentos de evaluación que emplearemos: rúbricas, dianas, listas de cotejo, portafolios, diarios de aprendizaje, credenciales digitales abiertas (Open Badges) para el reconocimiento de logros, pueden ser grandes aliados que ayuden al docente y a los participantes a guiar y a construir su aprendizaje.