LUNES: EVANGELIO DEL DÍA
En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
-«¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?»
Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo:
-«Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mi. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial. »" (Mateo 18, 1-5. 10)
El miércoles pasado la Iglesia celebró la fiesta de los Ángeles Custodios, a los que se refiere Jesús en el evangelio.
Jesús nos propone fijarnos en los más pequeños, en los niños, y que no buscan destacar sobre los demás. La sencillez y la confianza de los niños son las que hacen posible esa relación cercana.
"Ser grande es ser pequeño". Ésta es la identidad que nos distingue delante de Dios; la virtud que más nos acerca a Él. Una canción dice: “¿Qué tendrá lo pequeño, que a Dios tanto le agrada?” Cristo nos enseña en este Evangelio que ser pequeño significa volver a ser niño. Implica un cambio, recuperar cada día aquel tesoro que se va desgastando con los años…A un niño todo le queda grande, todo le sobrepasa. Pero es feliz aunque no tenga el control de todo. El niño vive para recibir, para descubrir, para sorprenderse. La grandeza de un niño no está en su poder sobre cosas y personas; más bien él es libre de este deseo de gobernar su mundo. Cuando sentimos que nuestras manos son pequeñas, que no podemos agarrarlo todo y dirigir las circunstancias…ésta es la oportunidad para ser niños de nuevo, poniendo nuestra confianza en Dios.
MARTES: VEMOS UN VÍDEO MOTIVADOR
TRATA A LOS DEMÁS COMO QUIERES QUE TE TRATEN A TI.
MIÉRCOLES: PARADA
¿CÓMO VENGO? ¿CÓMO ME SIENTO? ¿QUÉ ESPERO DE ESTE DÍA?
SANTA MARÍA DE LA PROVIDENCIA
JUEVES: DAMOS GRACIAS
Pensamos en todos los que forman nuestra familia y damos gracias a Dios por tenerlos, por compartir momentos con ellos, por disfrutar a su lado en el día a día, etc.
VIERNES: CUENTO
MORALEJA: El cuento nos enseña que la felicidad no se encuentra en la acumulación de riquezas materiales, sino en valorar lo que tenemos y en disfrutar de las cosas simples de la vida. La camisa del zar representa ese objeto de valor sentimental que, al querer guardar para más tarde, se le escapa de las manos.
La lección que podemos aprender de esta historia es que debemos aprender a apreciar y valorar lo que tenemos en el presente, en lugar de buscar constantemente más y más. La ambición desmedida puede llevarnos a perder lo que realmente importa y hacernos infelices.
Había una vez un zar que estaba muy enfermo y no encontraba nada que pudiese aliviar su dolor. Desesperado, lanzó un comunicado a su reino diciendo:
– Daré la mitad de mi reino a la persona que sea capaz de curarme.
Entonces, todos los sabios del reino se reunieron y empezaron a debatir sobre cómo curar al zar. Ninguno sabía qué podían hacer. Sin embargo, cuando estaban a punto de darse por vencidos, un sabio alzó la voz y dijo que solo había una manera de curar al zar.
– Hay que encontrar a un hombre feliz, quitarle la camisa y ponérsela al zar. Entonces, éste se curará.
Sin dudarlo ni un segundo, el zar mandó a que buscaran por todo el reino a un hombre feliz y le llevasen su camisa. Sin embargo, por mucho que sus emisarios cabalgaron y recorriendo cada rincón del reino no pudieron encontrar a un solo hombre feliz.
No había ni un solo hombre que se sintiese satisfecho y feliz con todo. Había un hombre que era rico, pero estaba enfermo. Otro tenía buena salud, pero no tenía dinero. Un tercero era rico y gozaba de buena salud, pero tenía una mujer malvada. En fin, todos tenían algún motivo que les impedía ser plenamente feliz.
Un día, cuando estaba a punto de caer el sol, el hijo del zar pasó junto a una pequeña caballa cuando escuchó que alguien decía:
– Gracias a Dios he trabajado bastante, he comido hasta saciarme y ahora me voy a la cama. ¿Qué más puedo pedir?
El hijo del zar se alegró de escuchar esas palabras. Así que ordenó a quienes le acompañaban que le pidiesen la camisa a ese hombre a cambio de una gran cantidad de dinero, todo el que quisiera, y entonces llevaran la camisa al zar. Los emisarios fueron a ver al hombre feliz y cuando quisieron proponerle el acuerdo se dieron cuenta de que ese hombre feliz era tan pobre que ni siquiera tenía una camisa.