Al Fin Libre

—Y ahora, papá, ¿cómo te imaginas a Dios? Algo te habrán dicho.

—Sí, algo sé. Y puedo adelantarte que sólo los poetas se aproximan un poco.

Muy poco.

—Cuéntame.

—No, imagínalo tú. Mañana te diré si has acertado.

«¡Felices sueños! ¡Feliz imaginación!»

REFLEXIONES

«Imagínalo tú. Imagina a Dios.»

¿Cómo hacerlo? ¿La materia soñando un imposible?

Sí, eso es Dios.

¿Cómo hacerlo? ¿Un corazón mecido por la confianza?

Sí, eso es Dios.

¿Cómo hacerlo? ¿Un despertar sabiendo que puede ser el último?

Sí, eso es Dios.

¿Cómo hacerlo? ¿Un instante, vencido por la compasión?

Sí, eso es Dios.

¿Cómo hacerlo? ¿Una mirada amiga para el enemigo?

Sí, eso es Dios.

¿Cómo hacerlo? ¿Volver a empezar?

Sí, eso es Dios.

¿Cómo hacerlo? ¿Jugar a esperar?

Sí, eso es Dios.

¿Cómo hacerlo? ¿Buscarlo en el «Dios proveerá»?

Sí, eso es Dios.

¿Cómo hacerlo? ¿Cómo imaginar a Dios?

LO «POQUÍSIMO» QUE SÉ SOBRE ÉL

—Por cierto, ¿qué me dices de las últimas reflexiones? ¿Es así tu Jefe?

—Así., y mucho más. Si quieres, te hablo de Él. Mejor dicho, de lo poco que sé de Él.

—En este caso, un «poco» es mucho, ¿no crees?

—La verdad te asustaría. En mi situación, aunque parezca increíble, ese «poco» es «poquísimo». Pero en eso radica la magia y el atractivo de la gran carrera que acabo de estrenar. Descubrirlo es el fin. No hay otra meta más santa.

—¿Y cuál es ese «poquísimo»? ¿Qué sabes del Jefe?

—Ahora sí tendré que expresarme en metáforas. Las palabras son estatuas.

«EI buen Dios es tan grande que, sin moverse, le da velocidad a la luz.

Tan grande que a su sombra la llaman espacio.

Tan grande que, más allá de lo creado —en lo increado—, su pensamiento ya esculpe la nada.

Tan grande e inmenso que el tiempo va y viene, al compás de su respiración.

Tan grande que los universos sólo son un día de fiesta para Él.

Tan grande que sus innumerables criaturas sólo son la consecuencia de un breve sueño.

Tu Jefe, querido hijo, es tan sabio que siempre supo el final.

Tan sabio que se dijo: «Venid a mí.»

Tan sabio que espera, sentado en lo más íntimo de la materia y de la no materia.

Tan sabio que te hace ver y tocar una ilusión.

Tan sabio que te da voluntad para hacer su voluntad.

Ese Dios es, sobre todo, imaginativo. He ahí su auténtico poder.

Tan imaginativo que, en su obra, sólo lo curvo es prioritario.

Tan imaginativo que, cuando piensa, lo hace en matemáticas.

Tan imaginativo que jamás se repite.

Tan imaginativo que sostiene y gobierna sin papeles.

Tan imaginativo que cabe en tu imaginación.

Tan imaginativo que da alas a tus sueños y nombres a tus sentimientos.

Tan imaginativo que, cada nuevo día, siempre es una promesa.

Pero Dios, queridísimo hijo, es AMOR.

Ni el poder, ni la sabiduría, ni la imaginación existirían sin el AMOR.

Tu Jefe es tan amoroso que te imagina por placer.

Tan amoroso que —en el misterio de los misterios— se arranca de sí mismo y te invade. ¿Recuerdas?: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza.»

Tan amoroso que te acompaña en silencio, como la luz de un minero.

Tan amoroso y discreto que sólo habla cuando tú le hablas.

Tan amoroso que pisa donde tú pisas: en el barro de las miserias y en la luz de los aciertos.

Tan amoroso que sólo lleva la cuenta de tus emociones.

Tan amoroso que te ofrece sin necesidad de pedir.

Tan amoroso que no sabe, no necesita de la justicia.

Tan amoroso que, sin pedirlo, sin merecerlo, te regala la inmortalidad.

Tan amoroso que, pensando en ti, derrocha colores y galaxias.

Tan amoroso y protector que no duda en confiarte a la imperfección.

Tan amoroso que, a la menor señal, cuando lo descubres, cuando lo intuyes, cuando al fin dedicas tu vida a su búsqueda, Él te entrega tus primeras alas

Esto, querido hijo, es lo «poquísimo» que sé sobre Él.

Pero mañana, seguramente, sabré algo más. Te lo dije: estoy en el principio.

«Que tengas un feliz mañana.»

REFLEXIONES

«Dios, sobre todo, es AMOR»

¡Qué extraño concepto! Yo sólo conozco ese otro amor, con minúsculas.

¿Y cómo es mi amor?

¿Acompaña a los míos, en silencio?

No. Siempre truena, dejándose oír estúpido y pretencioso.


¿Sólo habla cuando ellos me hablan?

No. Mi amor es un triste monólogo. No escucha ni quiere escuchar.


¿Comparte mi amor los errores o los aciertos de los demás?

No. Siempre los evita.

A lo sumo, los contempla indiferente y a distancia.


¿Lleva mi amor la cuenta de las emociones?

No, sólo las posesiones.


¿Es que soy capaz de ofrecer antes de que me pidan?

No, por Dios. Mi amor es calculador.

Reacciona únicamente al mecanismo del trueque.


¿Ignora mi amor la justicia?

No, eso sería inimaginable.

Por mucho que ame, el que la hace, la paga.


«Tan amoroso que, pensando en ti, derrocha colores y galaxias.»


No, mi amor es tan frágil y desvalido que no entrega.

Sólo absorbe.

Sí, verdaderamente estoy en el principio.

Mi amor no tiene alas.